La pequeña Lucía |
En
aquella fría madrugada del 22 de Julio de 1948, recuerdo exactamente,
era aún muy jovencito, esa madrugada invernal, marcó sin duda el
comienzo de una triste historia como una de las tantas que suceden en
este mundo, a muchos seres humanos.
En
efecto, eran algo así como las tres de la madrugada de aquel crudo
invierno, me sorprendió al ver ante mis ojos, a una niña de unos cinco
años, descalza y sentada en el cordón de la vereda, llorando
amargamente, repitiendo entre sollozos que la habían echado de su casa.
Yo pensé al instante ¿No puede ser? La verdad que quedé paralizado,
le pregunté su nombre y me dijo ¡Lucia!
No
quise intervenir directamente, pero me quedé a pocos metros observando
lo que acontecería en los siguientes minutos. Noté que se le acercó
un hombre relativamente mayor, y ella le extendió los brazos. Buena señal
de que era un pariente cercano, pero de todos modos me fije con mucha
atención en la casa que entraba. Me fuí a dormir, pero el nombre de la
niñita quedó grabado en mi mente, por muchos años.
Sin
duda lo tomé como un hecho circunstancial, por el motivo de que no pasó
a mayores, ni siquiera en los siguientes dias, que podía trascender,
pero de todas maneras, pensé por mucho tiempo, el trato que se le estaría
dando y lo que estaría sufriendo. Pasó el tiempo como en todos los
casos, corrió mucha agua por debajo de puente del arroyo Miguelete. En
la costa de ese arroyo rodeado de pitangas y arrayanes, de esa agua se
podía tomar, todo era una belleza. En esa tan querida costa, nos
castigabamos con largas mateadas con mis viejos amigos, que por
desgracia vamos quedando pocos. En cierta ocasión, pasa un policia a
caballo, nos para y nos solicita documentos, se los entregamos y el
policia me hace notar que mi Cédula de Identidad estaba casi vencida.
Al
siguiente día sin pérdida de tiempo fuí a renovarla. Lo de la pequeñita
Lucia, ya habian pasado muchos años sin duda ya era una vieja historia,
aunque a veces pensaba que habrá sido el destino de aquel angelito,
pero
era solo una anécdota.
Los
más veteranos recordarán que para obtener la Cédula de Identidad por
primera vez, se necesitaban dos testigos mayores de edad. Apenas había
salido del organismo policial, se me acercan dos personas y me piden si
no podía salir de testigo, para una joven que iba a sacar ese documento
por primera vez. Salí de testigo, era muy común en Montevideo y en ese
marco de necesidades, eramos como una familia grande. Cuando nombraron a
Lucia Cecilia Blandón, miré a la joven con discresión, algo tenía
grabado en mi mente, ese nombre lo asociaba con muchas cosas. Al fín me
acordé, era sin duda aquella niña que la vida la había castigado tan
duramente y que había sufrido en carne propia una de las
manifestaciones más odiosas de la intolerancia. Al salir a la calle, su
padre me agradece y se marcha en otra dirección, alegando que se le hacía
tarde para su trabajo. Seguimos caminando con la joven Lucia, mientras
ella comienza un relato de su desdichada vida a pesar de ser tan joven,
muchas cosas la verdad que no me interesaban, pero seguí escuchándola
con la atención que la joven se merecia. Caminamos unas diez cuadras,
hasta la Plaza de los Bomberos . No quise nombrarle que yo era quien le
había preguntado su nombre, aquella madrugada, quizás ella tampoco lo
recordaría.
La
pobre Lucía tenía un tormento en su cabeza, como para no ser así, si
fué abandonada por sus padres biológicos siendo muy pequeñita.
Luego tuvo su primera adopción por un matrimonio que el vocablo
que tenían, eran los insultos y los malos tratos, pero ella no recuerda
como fué a parar nuevamente al Consejo del Niño. Luego vino la segunda
adopción que la madre adoptiva, Lucía la toleraba porque era una
persona enferma, pero su padre la trató como su verdadera hija. Luego
vinieron mis palabras, me pareció que sentía algún consuelo, me dió
las gracias, a media voz ¿Qué habría detrás de aquellos ojos tan
tristes?
Pobre
Lucía...a esta altura ya la pobre joven tenía los ojos llenos de lágrimas.
La invité a un bar cercano, no quise escuchar tanta tragedia, ya me había
conmovido hasta el alma.
Este
doliente relato, es uno de los tantos callejones sin salida de los jóvenes,
que han vivido parte de su vida en orfanatos. Esa pobre juventud, cae
muchas veces en familias, que le hacen un futuro incierto, con falta de
cariño. No quise entretenerla por mucho tiempo más, ya habiamos
hablado lo necesario, Lucia era muy joven, recien le faltaban unos meses
para cumplir la mayoria de edad.
La
acompañé hasta su casa, y ahí no separamos definitivamente, pero quedé
conforme conmigo mismo, ya que todo lo que converasamos Lucía lo asimiló
muy bien, como dije en párrafos arriba en varios momentos de nuestra
conversación, ella se emocionó, humedeciéndole los ojos con alguna lágrima
que la traicionó, pero estoy seguro que mis palabras calaron muy
profundo en la personalidad de esa joven. Por esa razón largo un pequeño
mensaje, para quienes puedan hacer algo por los que sufren, que lo hagan
sin ningún interés. Estoy seguro que tu conciencia no te traicionará
y podrás sin duda apoyar tu cabeza en la almohada y dormir
placidamente. Vamos, entre todos podemos hacer un mundo mejor, sólo haciendo el bien por los que sufren. |
Venancio "Pocho" Rivero
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