Esopo |
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Hace
por cierto muchos años, un muchacho, que aparentemente era flor a alverja,
como decíamos en aquellos tiempos a cualquier muchacho que no fuera
despierto. Su forma de caminar, suponíamos que tendría algún retardo
mental, al menos era lo que se comentaba en el barrio.
Nadie
sabía nada de esos vecinos por la razón de que ellos no hablaban con
nadie. Lo curioso de esta drama lo había creado el propio vecindario.
Eran cinco personas los integrantes de esa familia, todos caminaban de
la misma manera, por esa razón pensaban que eran enfermos
y que todo venía de familia, pero vuelvo a repetir sólo en la
imaginación de la gente. El hijo nos enteramos que se llamaba Alfonso, porque se encontró en la calle con su madre y esta le advirtió que le corría sangre por una pierna, debido a que momentos antes, lo había mordido un perro callejero. Nunca falta alguien que se pase de listo, en esta ocasión con Alfonso, pero éste le dio una frenada, que quedó clarito que no es ningún retardado ni nada bobo como piensa el barrio. Así van sucediendo las cosas dentro de esa familia, que en definitiva no se mete con nadie, y hacen su vida como mejor les parece. No compraban en los almacenes del barrio, donde se sabe vida y milagros de todos los vecinos. Pero no dejaba de ser un misterio, siempre estaban alejados de todo acontecimiento, ni para dar motivo alguno, ni que se rieran de ellos. Con los años, nos fuimos dando cuenta de muchas cosas, que eran propietarios de una bellísima casa que era como para artistas. Desde la calle cuando en escasísimas veces la puerta estaba abierta, se veía un gran salón comedor y el piso con todo cubierto con una alfombra roja y una inmensa biblioteca que abarcaba dos paredes. Pero eso no tenía nada que ver. En una ocasión pidieron un servicio de confitería completo y salón de baile. Como Bertoni, un vecino del barrio era mozo de esa confitería, así se aclaró casi todo el panorama. El llamado Alfonso a quien lo creíamos bobo, es un médico pediatra, muy conocido, sus padres también son médicos en distinta especialidades, habían estado muchos años en Canadá. La hija Alicia la que no hablamos nada de ella es abogada. Quiere decir que los equivocados éramos nosotros y la fiesta que hacían eran por los años de casados de los viejos. Bertoni como mozo, tuvo la oportunidad de hablar con todos los integrantes de la familia y cuando habló con Alfonso le dijo que en el barrio le decían Esopo, largó la risa, que distinción más hermosa y no paraba de reírse , que por momentos eran carcajadas, mientras tanto Alfonso le pregunta a Bertoni: ¿Sabe usted que significa Esopo? ... un fabulista griego el mejor del mundo, por eso estoy orgulloso de que me llamen por ese apodo. Ahí me di cuenta que es gente preparada y de estudio. A la fiesta hubo muchos invitados de la medicina, del arte y algún personaje muy conocido de los medios de comunicación.
Cuando
comenté algo de eso en el barrio con algunas personas de mi confianza,
varias de ellas quedaron sorprendidas.
Desde
ese momento ellos hicieron algunas amistades y que no habían sido todo
bello, también tuvieron que hacer muchos sacrificios para llegar lo más
alto en la medicina.
Cuando
Alfonso encuentra un montón de muchachos del barrio juntos dice:
cuidado que aquí pasa Esopo, pero ya a nadie le quedaron con ganas de
seguir con la joda de los nombretes, gente seria que había estudiado
para hacerle un favor a la humanidad, no hay derecho de mofarse de
ellos, y ahora se les trata con el respeto que se merecen.
Alicia
la única hija del matrimonio, nunca la habíamos tratado, es sumamente
simpática, es abogada, tiene su consultorio jurídico en pleno centro
de Montevideo Ahora todo es respeto y saludos cordiales. Alfonso por un tiempo no lo hemos visto por su casa, nos hemos enterado por terceras personas, que estaba en Londres en un congreso médico. Luego lo vimos un tiempito cuando su hermana Alicia se casó. A los pocos días la familia en pleno viajó para el casamiento de Alfonso en la ciudad de Corrientes en Argentina. Al regreso a Montevideo conocimos a su flamante esposa, una correntina que revolucionó a todo el barrio con sus canciones una persona simpatiquísima, se llama Ángela, tocaba la guitarra en la vereda, sin duda alegraba al barrio, según ella venía de estirpe guitarreros
Ángela
es una correntina que conoció toda la costa del Río Uruguay, lo había
recorrido todo con su padre y su canto, aparte de cantar hermoso es una
morocha interesante.
Una
tarde como tantas, Ángela sentada en el jardín de su casa, empezaba a
cantar hermosas canciones populares, acompañada por su inseparable
guitarra, esa tarde todo acompañaba, hasta un viento céfiro primaveral
suavemente nos acariciaba los rostros de los que estábamos presentes.
Cuando se empezó a juntar gente, al ver cantar a una joven que nos
regalaba la belleza de cantar libremente como los pájaros. Sorpresa,
para un patrullero para frente a nosotros, vimos que Ángela se puso un
poco nerviosa, bajaron dos policías, luego de escucharla, se acercó
uno de los policías, le dio la mano y le dijo que siguiera cantando que
tenía una dulce voz. Muy cerca de su casa hay un pequeño negocio que
vende al trapicheo a los pobres del lugar, pero a esta altura es muy
querida en el barrio, y siempre tuvo una sonrisa para todo el barrio que
la conoció. Sus cualidades de persona de bien, toda su bondad se la trasmitió a toda la familia de su marido, ahí comenzaron las amistades en el barrio, que según ella en su pago natal de Corrientes, la conocían por ”La Trovadora”. Con los años Alfonso y Ángela tuvieron dos hijos, uno de ellos heredó sin duda en algo las condiciones de mamá, al dedicarse a la música como su madre que recorrió el mundo dando conciertos. Han pasado muchísimos años, Alfonso falleció y Ángela con sus ochenta y dos años sigue rascando su vieja viola, y la dejamos entonando “Rosas de Otoño” junto a su mate amargo, que tantos años la viene acompañando. |
Venancio "Pocho" Rivero
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