El culebrón |
Junto
a mi familia, habiamos llegado a Suecia cargado de ilusiones, pero no
corrimos la suerte tan deseada. En muchas ocasiones, la suerte nos fué
adversa y sin piedad. En efecto, teníamos todos la esperanza de poder
desarrollar en este país, los conocimientos adquiridos a través de
nuestro diario trajinar por la vida. Durante las 24 horas , debiamos de
estudiar y dar los primeros pasos, en el nuevo idioma, momentaneamente
viviamos en un pequeño pueblito, llamado Moheda, que nosotros con mucha
razón la habíamos bautizado “La ciudad perdida” Todo se debía a
que este pequeño pueblo, estaba rodeado de un inmenso bosque de pinos,
algunos pequeños comercios correo y escuela.
Cuando
habíamos cumplido con los requisitos y podíamos defendernos por
nuestros propios medios, nos preguntan a que ciudad nos queriamos mudar,
y acá viene lo curioso, como no conociamos ninguna ciudad sueca,
cerramos los ojos, frente a un gran mapa de Suecia, hicimos girar el
dedo índice, y el destino nos indicó la ciudad de Jönköping, donde
debíamos desarrollar nuestras actividades, que al final fué muy
acogedora. Pues aquí nos tocó vivir, por cierto era todo muy
agradable, era sin duda una continuación de nuestro país de origen,
por nuestras costumbres y afecto al trabajo. Despues nos enteramos, que
para conseguir empleo, por supuesto tan deseado por nosotros, en
aquellos tiempos exigian hacer un curso llamado “Svenska för
invandrare” que viene a ser “Sueco para inmigrantes”
Toda
la familia hacía una vida normal, no conocíamos a nadie, viviamos
entre cuatro paredes, ni siquiera conocíamos a nuestros propios
vecinos, recuerdo aún que la primer vecina que nos saludó, fué una señora
finlandesa, que tenía unos cuantos niños. Nuestro círculo familiar
era como un templo que cobijaba los sentimientos más humildes. Una
tarde como tantas, para ser más preciso el 29 de Noviembre de 1981,
caminando por las calles internas de Råslätt (Así se llamaba el
barrio) en compañia de mi familia, cuando inesperadamente se bajan dos
hombres de un automovil y enfilan directamente hacia nosotros. Yo en el
pique me dí cuenta que eran policias, pero como no teniamos delito
alguno, no había motivo para alarmarse, pues seguimos caminando
lentamente. Nos paran, en ese momento sentí algo extraño en mi cuerpo,
se identifican como policias, toman nuestros datos y nos dejan marchar,
pero me quedó un dejo de asco de lo que siento por los uniformados, nos
preguntaron algunas cosas, que respondimos correctamente, como debía de
ser.
La
esperanza de ayer, y la decepción de hoy. A Dios rogando, dice el refrán
terrible y con el mazo dando y yo cada vez que siento ese refrán me
estremezco,sólo con pensar que el mazo va a caer en fija en la cabeza
de algún pobre inocente, casi con seguridad. Dias antes de este llamado
Culebrón, desde mi balcón de un quinto piso, veía el movimiento
inusitado de vehiculos, a pesar que era una calle sólo para peatones,
no cabía la menor duda, que la policia andaba observando mis
movimientos, vaya a saber cual era la razón, aparentemente, todo había
terminado allí.. Pero yo tenía un presentimiento, que algo me estaría
por suceder, aunque estoy convencido que fué sólo una vía de escape,
de una policia totalmente inoperante. Al siguiente día, de estos tan
desgraciados acontecimientos, los mismos policias se presentan en mi
casa, a eso de las 9 de la mañana, me vienen a buscar sin darme
explicación alguna y con una prepotencia al mejor estilo de un pais
convulsionado. En realidad y sin dudar un instante pensé que eran los
matices de una ambiguedad policial. Como primera medida argumenté algo
razonable, no tenía con quien dejar mis dos pequeños niños, de corta
edad solos, ya que mi compañera regresaría a casa a las 15.30 horas.
Aceptaron, luego de hablar por teléfono con sus superiores, que me
pasarían a buscar a las 16 horas, pero estoy seguro que en ese lapso me
estuvieron cuidando de que no me escapara. Al llegar mi compañera y
explicarle que los policias me pasarían a buscar a las 16 horas, no
quiso que fuera sólo y pidió para acompañarme, otra vez compartimos
momentos tensos y de tanta incertidumbre. Yo sentía dentro de mi como
una frustración, pero a su vez estaba orgulloso de mi conciencia,
siempre me consideré un hombre integro, en todas mis manifestaciones,
aunque a veces tenemos que dar paso a lo que nos marca el destino ¿De
qué me acusaba la policia de Jönköping? Hasta que no estuve frente a
frente con quien me interrogaba, no sabía los motivos
de este interrogatorio, pienso que el único delito para ellos de
ser extranjero.
Cuando
llegamos a la Central de Policia de Jönköping, parecía un personaje
importante, al venir custodiado por dos policias, a todo esto debemos
agregar la cantidad de fotografos y periodistas a postados a la entrada
del recinto policial. Como es de imaginar, por mi cabeza pasaban los
pensamientos más insólitos, no podía creer que mi acrisolada conducta
diera motivo para algo extraño. Me enfrentan en el interrogatorio a un
jerarca policial, haciéndome las preguntas más insolitas y vacias, me
acusaban nada menos que de la muerte de un niño, yo estaba dispuesto a
soportar cualquier tormento, por salvar mi dignidad, mi inocencia y
demostrar en el tiempo más corto posible,el respeto que tengo por todos
los seres humanos. La propia policia habia creado este Culebrón.
Manifestaba a cada instante que podían pedir informes a la policia de
mi país, pero a pesar de que era una cosa sumamente seria, nunca me
hicieron caso. Me enfrentan a testigos a través de un espejo, en ese
momento sentí voces de niños, y que eran en difinitiva quienes iban a
dar su testimonio. No me torturaron fisicamente, pero si
psicologicamente, luego de eso empezaron a aflojar. Pincharon el
telefono particular de mi casa, por que muchas veces cuando levantaba el
tubo, sentía la respiración agitada de otra persona. Me dan la
explicación que andan atrás de un terrible crimen, y yo lo entendía
perfectamente, pero ¿Qué tenía yo que ver en ese rollo?
Yo no conocía a nadie, ni coincidian las preguntas que me hacia
la policia, le habían errado feo.
Luego
llegaron las penosas y largas noches de insomnio, era imposible poder
dormir, despues de estar acusado de criminal, era como una sombra que me
perseguia, pero por suerte lo superé, debido a la grandeza moral, que
aflora en los momentos más dificiles. Dos maestras del idioma sueco,
llegaron a casa con sendos ramos de flores, a las que recuerdo con
inmenso cariño, poniéndose a las órdenes por si la policia me
molestaba de nuevo.
Los
tiempos empiezan a cambiar, los vientos soplán de mi lado, ahí me
dieron la oportunidad que yo tanto deseaba, para mostrarle con todo
vigor que yo venía de Uruguay, un país civilizado culturalmente
hablando. A veces hay palabras tan ofensivas, que duelen más que
cualquier herida, en ese dramático momento que me tocó vivir, que
consideré como una cruel ironía del destino. Por cierto nada tuvieron
en cuenta, ni siquiera mi profunda admiración que tengo por los niños
y por todos los seres humanos..
Luego
de todo esto, que yo lo he llamado El Culebrón, la policia me invita a
un desagravio que yo rechazo tajantemente, no quería demostrar de esa
forma, ni encontraría satisfación alguna recurrir a un acto de
justicia. Organizado por quienes me acusaban. Mientras tanto. Siento en
mi corazón, una misteriosa sucesión de mensajes abstractos, que llegan
desde muy lejos, es sin duda de alguien que me quiere profundamente y me
envia su apoyo incondicional y profundo. Todo lo que me propuse, lo logré,a
fuerza de lucha. Entro a trabajar en el gremio metalúrgico, en mi
oficio, durante cuatro semanas a través del Mercado de Trabajo. Mi
lucha es incansable, demuestro mis conocimientos en la materia y van
quedando para atrás las tristezas del pasado. El resultado de esa
prueba, fué de ser un excelente trabajador, era una de las cosas que yo
quería demostrar en esas cortas cuatro semanas. El tiempo da la razón,
y muchas cosas que en su momento las ignoraba, habían detenido a todo
extranjero que no les gustaba su cara. |
Venancio "Pocho" Rivero
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