Setenta
y cinco años de la muerte de Carlos Gardel. Recuerdo lo que ocurrió en
Montevideo en 1960. Se cumplían entonces veinticinco años del accidente
de aviación ocurrido en el aeropuerto de Medellín, Colombia.
En
1960 la capital de la República Oriental del Uruguay tenía cien salas de
cine. La cantidad de gente que iba al «biógrafo» triplicaba la que acudía
al fútbol, y la televisión se limitaba a las emisiones de una estación
privada.
Los
empresarios inundaron las salas de cine con las películas de Carlos
Gardel: Tango Bar, El día que me quieras, Cuesta abajo, Melodía de
Arrabal…
Hasta
entonces nosotros sabíamos que «la voz que venció al olvido» era una
cosa de la radio. Los mayores ostentaban una mirada sobradora cuando repetían
bien en serio que «cada día cantaba mejor».
Los
veteranos bajaban la voz y contaban que todas las noches, después que la
radio cerraba sus emisiones, los discos ensayaban en el estudio hasta el
amanecer para que al otro día a las 06:00, cuando «el Zorzal» llegara a
la radio para cantarle a su gente, las cosas anduvieran bien de bien.
