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Paradojas sin consecuencias

Marc Chagall  - "Autorretrato"

Sara Rey Álvarez

Si ser equilibrado consiste en aceptar el equilibrio impuesto por el ambiente, en balancearse en una cuerda tendida por ajenas manos, es preferible ser tachado de desequilibrado.

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Dudar de si mismo, de todo y de todos, es Un vértigo sublime, el más refinado masochismo, es descubrir en el mundo del pensamiento el movimiento sin fin...

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Creer es un descanso... la situación privilegiada del inválido en su cochecito de ruedas frente al peatón fatigado y sudoroso... El tullido perezoso y optimista se complace en la fuerza extraña que lo conduce...

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La espontaneidad as como el champagne. proporciona un vértigo agradable y peligroso que impide observar y vigilar a los demás; se queda uno indefenso en la presencia ajena...

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Nadie es capaz de comprender a otro. Se abriga la ilusión de comunicarse con los demás por el amor y la amistad que sólo son esfuerzos estériles para hacer penetrar a otro dentro de sí mismo.

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Las palabras y los gestos son viles harapos con que se cubren los sentimientos al darlos a luz. El mundo de las emociones y los sentimientos es una frondosa floresta en la cual no hay dos árboles, dos hojas similares; el lenguaje es social, uniforme, es el fruto de una domesticación cotorril, es una pobre colección de fotografías mil veces repetidas.

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Hay dos clases de misántropos: los que se complacen en vivir dentro de sí mismos y los que esconden su despecho de no haber hallado espíritus análogos al suyo, su rabia de sentirse solos.

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Los demás son maniquíes que cada cual viste a su antojo y según el humor del momento...

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El que aspira a vivir de su propia sustancia, ensimismado dentro de su Yo, es un alpinista encarnizado en alcanzar la cumbre escarpada, solitaria, sublime, y que se siente tironear hacia abajo por la añoranza del calor humano, la lumbre y los banales regocijos de los que habitan la falda de la montaña...

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El instinto de efectividad es el visitante importuno que impide vivir feliz a solas consigo mismo.

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El placer y el dolor, el bien y el mal son los adornos y el colorido que revisten en cada uno eso que se llama seres, cosas y acontecimientos.

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La virtud y el vicio son etiquetas con las que se oculta la incomprensión psicológica el despecho de todos ante la imposibilidad de penetrar en el agrado de la conciencia ajena.

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Las acciones llamadas altruistas son la coquetería del alma, se trata de gustar a los demás.

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Desinterés, sacrificio, heroísmo, son nombres sonoros, seductoras mistificaciones bajo los que se oculta el movimiento egoísta de procurarse un placer, un goce vanidoso o un refinado o irresistible masochismo: se goza en sufrir por los demás.

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La sociedad es la obra maestra del ilogismo humano, creada por seres biológicamente, psicológicamente egoístas, y que conspira contra el egoísmo de una gran parte de sus miembros.

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El engranaje social es un molino monstruoso y voraz construido pacientemente por nosotros mismos para defendernos los unos de los otros, sin advertir que íbamos al propio tiempo ensartándonos en la trampa urdida por nuestras propias manos.

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La moral social es una cartilla de preceptos que se aprende desde la infancia.

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Los inventores de la Moral con mayúscula, código universal para regir las acciones humanas, son sastres detestables que cortan sin medir al cliente, fabricantes de groseras indumentarias de confección hachas en serie, como uniforme. Si se hubieren dignado representarse un esquema de la complejidad humana, se hubieran, tal vez, quedado con las tijeras en el aire...

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Las ideas organizadas en doctrinas, en escuelas, son letras muertas, hormas deformantes, prensas del movimiento libre y ágil de la inteligencia.

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La realidad es lo que cada uno siente; la verdad la manera de cada uno de interpretar los fenómenos.

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El filósofo quo fabrica sistemas y doctrinas para fecundar el pensamiento ajeno, engendra el conformismo, el parásito más peligroso del pensamiento filosófico que lo paraliza y lo vuelve estéril.
 

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Los filósofos son fabricantes de lentes y muletas para los que no quieran ver y andar por sí mismos.
 

Montevideo, Noviembre 6 de 1928 

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