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Juan Cunha
y siete libros de Poesía Publicado, originalmente, en: Marcha Montevideo Año XXVII Nº 1278 29 de octubre de 1965 pdf Gentileza de Biblioteca Nacional de Uruguay
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Este año, así como así, escondido en su casa y sin que nos diéramos cuenta, Juan Cunha ha cumplido años. Las manos lo delatan, y las patas de gallo de las sienes, pero sus ojos y la sonrisa con que acompaña su mirada confiada son de allá lejos, de mil novecientos cuarenta, cuando por primera vez lo vi, y de un poco más atrás, de cuando El pájaro que vino de la noche, al finalizar los “twenties", y quizá de más atrás, del pueblecito de Illescas donde nació y para donde se nos está yendo sigilosamente, y por donde cualquier día se nos pierde. Estuve a verle, a su casa tan pulcra, con su biblioteca de poesía conde alternan españoles y americanos, a conversar mientras la noche bajaba la cortina metálica tras los vidrios de la ventana para que en ellos pudiéramos contemplarnos como dos chinos corteses. Desde el año 61 no publica libro, y solo algunos poemas en estas páginas. Yo iba a preguntarle por su silencio. "Siempre fui huraño —dice y sonríe— durante un tiempo lo combatí pero al final dije para qué si soy así —dice y sonríe—; y ahora tengo muchas ganas de irme por ahí a enterrarme". Trabaja como siempre, infatigablemente, tranquilamente, ordenadamente. "Yo desde que descubrí los libros de hojas movibles no tengo problema” —dice y sonríe— "porque lo que escribo va a los libros y ahí corrijo y corrijo hasta que ya no se lee y entonces lo paso y cambio la hoja del libro y la vuelvo a corregir” y dice y sonríe, poniéndome sobre las rodillas siete libros de hojas movibles, siete libros de poesía en que trabaja alternadamente desde hace cinco años. Ordenados, sobrios, elegantes, llenos de tachaduras y correcciones, ya presentados como para la imprenta, los voy revisando uno a uno: La luz olvida, son poemas libres, “el tema es eso, la luz que se nos va”, un poco en la línea de A eso de la tarde pero en otras formas más sueltas, ya muy adelantado, con unos veintitantos poemas hechos; El cancionero de Wilda "bueno, esas son cosas de entrecasa” dice-y-sonrie, una especie de libro privado, con canciones, juegos, cosas que pasan; Revoltijo son prosas, sí, por primera vez en Cunha, son aforismos, notas sobre su poesía y sobre los poetas que admira, pero también reflexiones sobre temas políticos y sociales, todo un poco a lo Juan de Mairena; Pastor perdido es otro enfoque de Sueño y retorno de un campesino, formado por una “Elegía inicial" de 33 cuartetas, “Sonetos entresueños” que son 33, alternados los de endecasílabos, alejandrinos y octosílabos, y décimas, también 33, que se ha puesto a hacer, porque antes solo algunas en Hombre entre luz y sombra; son paisajes, recuerdos de infancia y adolescencia, personajes de allá, de Illescas, antes de sus 18 años en que se vino a Montevideo “porque yo hice sólo tres años de escuela en Sarandí y aquí un año de liceo completo, no más" y son aquellos tiempos primeros los que lo llaman y tironean y ahora "se me entreveran todas las cosas", las de antes y las de hoy; Cantares del no volver y otros cantares es otra vez el campo, la infancia, la adolescencia, "el campo es lo que siempre me vuelve” y un romance lo muestra junto al padre regresando; Del suelo al cielo solos son 105 sonetos divididos en varias partes, “Soledades dialogadas" de tema amoroso como "Aires solos”, "De cosa en cosa” sobre los objetos que llenan la casa, “Mis animales” que son el caballo el toro, etc., "Otras soledades" que son los temas graves, la muerte, la vida del hombre, etc. “lo presenté al concurso de la Universidad pero prefirieron los sonetos de Bergamín”; Tardes, hojas, ausencias que reviso y no consigo definir, “y sin embargo yo sé siempre cuándo un poema debe ir a ese libro o a otro" y efectivamente hay un tono, una sensibilidad, un acorde que en cada uno es específico dentro del tono cada día más interior, más sutil, más evanescente, que hace el estilo actual de Juan Cunha. Siete libros, ya muy adelantados, en estos cinco años, y la tarea cotidiana de leer y corregir y elaborar. La poesía uruguaya viene tomando por otros caminos, muy distintos, y Cunha, ayudado por su huruñía, parece alejarse cada vez más de todo esto que corre y cambia, y se agita en la ciudad. Él en su apartamento del séptimo piso, con toda la tarde puesta tras la ventana, y casas lejos y árboles, mira a la luz cambiar, moverse lentamente, y ve cómo empujan tos recuerdos, y camina al encuentro de lo vivo lejano, y construye su mundo iridiscente, tembloroso, sutil, refinado, y no sé, por un instante me parece un maestro chino que hace delicadas caligrafías mojando ordenadamente su pincel en su propia poesía, porque él copia y depura y sutiliza una que se extiende ya a través de 35 años tenaces y de 14 libros de poesía, y vuelve a expresarla en este nuevo nivel de sus 55 años calmos y sabios, una obra que no sabe explicar, que se limita a mostrar con atención, y cuando levanto los ojos, en el vidrio oscurecido de la ventana es un mandarín chino que reposadamente pasa las hojas —movibles— del gran libro del arte, para un curioso aprendiz oriental. |
por Ángel Rama
Publicado, originalmente, en: Marcha Montevideo Año XXVII Nº 1278 29 de octubre de 1965 pdf
Gentileza de Biblioteca Nacional de Uruguay
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