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Irina Ráfols
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Nuevo documento en blanco. Querido Rubén: Pensar que antes necesitábamos papel, necesitábamos vernos para hablarnos, necesitábamos el sonido, ¡cuántas cosas necesitábamos! Estás en Colombia en estos momentos, y yo no. Justificar. Bueno, te dejé allá por los noventa y vos lloraste, pero yo estaba feliz por el nuevo horizonte, y las luces y las buenas nuevas y además por que vos lloraste, que lindo eras, que lindo era verte llorar, Rubén.

Las cosas mejoraron mucho, y es explícitamente para lo que uno viaja, para que las cosas mejoren.  Allá las cosas estaban mal, aunque la realidad era que no estaban mal, sino que yo no tenía la capacidad de mirar bien, como sabemos, todo es muy relativo -gracias a Einstein-disculpá estas distorsiones semánticas, me cuesta concentrarme en lo que escribo, pero lo cierto es que pensé en vos y quiero que lo sepas. Sí. Pensé en vos, dos veces. Una, cuando encontré tus poemas transilábicos que me escribiste cuando era tu novia y presentías que no me podías atrapar -eso fue cuando te diste cuenta que yo no quería atraparte-, otra, cuando las tiré a la basura. Pero en el camino entre las dos veces, algo sucedió. No sé exactamente qué, intento dilucidarlo todavía. Sé que estuve muy enamorada, pero ese transe no suele durar más que una gripe de esas, de las que hay ahora, que primero es fiebre, te duele todo, tenés que hacer cama, desvariás, no sabés lo que decís, luego están las alucinaciones, hasta que vienen las pesadillas y después te despertás con un nudo en la garganta, algún carraspeo y algunas lagrimitas -un mes a lo sumo-y se termina todo, pero bueno, eso no tiene importancia ahora. Lo que importa ahora es configurar página -puesto que los límites son necesarios en todo-, el margen, la sangría, el tipo de página, etc. Lo que me cuesta decidir es lo de los espacios. Yo siempre los necesité para respirar, para tomarme una distancia de las cosas y verlas un poco más de lejos -porque uno en el momento de las tribulaciones no ve ni lo que tiene en frente-, pero, prosiguiendo, lo que estaba entremedio de las dos veces que pensé en vos, fue algo que todavía no puedo dilucidar, por eso te escribo esta carta que no es desesperada, no es canción, y no tiene veinte poemas de amor, sino uno solo, que ni siquiera fue amor, fue… necesidad, eso creo, sí, necesidad, vivimos necesitando de todo, aunque lo mejor sería desear o amar, pero bueno, dándole una vista preliminar a las cosas, te diría que ahora se ven de un modo diferente, es más pequeño todo, es como si el monitor reflejara una suerte de vida controlada que uno puede hacer o deshacer, Suprimir o insertar, todo se ve más manejable, bueno, pero digamos que algo había entre medio de las dos veces que pensé en vos, ¿Qué era? ¿Qué es? ¿Qué será?, sé que por mi parte he cometido muchos errores pero también sé que puedo dar una revisión ortográfica y gramatical -aunque el sentido no mejorará gran cosa-, pero, es importante darse cuenta, darse cuenta de la diferencia ¡ah!, ¡sí!, ¡me di cuenta… de la diferencia!, de la diferencia entre necesitar y amar, por eso fue que mientras me daba cuenta de la diferencia entre esas dos cosas me olvidé de vos y luego volví a ver tus poemas y me acordé otra vez de vos cuando las tiraba a la basura, sí. Ahí están las dos veces, ¡no!, no pienses que tengo tan mal concepto de la poesía, no es que la poesía me disguste. Yo misma he escrito más de doscientas, ya ves, no más que las tuyas no tenían sentido, pero corro el riesgo de perder todo si no guardo ahora, corro el riesgo de olvidarme que pensé en vos dos veces, corro el riesgo. Por eso sería mejor que guardara. Mi memoria es imprecisa. Estoy lejos. Debería guardar ahora. Soy inestable… tendría que guardar ahora, hay un gran riesgo de que se pierda la información, de que se borre el archivo, de que se borren mis últimos recuerdos, de que olvide el olvido, hay que guardar ahora. Hay que guardar… ¿guardar?, ¿guardar qué?... Suprimir.

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