Reelección y prórroga
Carlos Quijano

I

¿Qué busca el reeleccionismo? Gedeón diría y se quedaría ufano: la reelección. Pero sabido es que para que la haya, debe, precisamente, reformarse la Constitución:

-o a iniciativa del diez por ciento de los ciudadanos inscriptos (inciso a del artículo 331 de la Constitución),

-o por proyectos que reúnan dos quintas partes del total de componentes de la Asamblea General (inciso b),

-o por proyectos aprobados por mayoría absoluta del total de componentes de la Asamblea General (inciso c),

-o por leyes constitucionales sancionadas por "dos tercios del total de componentes de cada una de las Cámaras dentro de una misma legislatura". 

II

En 1966 los inscriptos fueron 1:658.386. Podrán llegar este año a 1:850.000. Para que funcione el procedimiento del inciso a), que es, hasta ahora, el elegido por los reeleccionistas, la iniciativa de reforma deberá ser presentada por más de 125.000 ciudadanos.

La Asamblea General se compone de ciento treinta miembros (31 senadores y 99 diputados). La reforma que autorizó el inciso b), requiere el apoyo de, por lo menos, cincuenta y dos legisladores. El Partido Colorado, tiene con el señor Abdala, diecisiete senadores y cincuenta diputados. En total sesenta y siete miembros de la Asamblea General. Pero hay que descontar de esta cifra, los antireeleccionistas declarados, cinco, por lo menos, en el senado: Roballo, Vasconcellos, Mastalli, Michelini, Cigliuti y quizá entre diez a doce diputados. Los sesenta y siete legisladores quedarían reducidos a cincuenta o cincuenta y dos. 

El mecanismo del inciso c) -aprobación del proyecto por sesenta y seis legisladores y luego elección de una Asamblea Constituyente- es inaplicable en las actuales circunstancias por su complejidad y porque requiere un tiempo que no se compadece con las urgencias de los reeleccionistas. 

Por último, para que la reforma se haga por la vía que indica el inciso c) se necesita que la ley constitucional sea aprobada por sesenta y seis diputados y veintiún senadores. El Partido Colorado en total, según hemos visto, no cuenta ni con unos ni otros. 

Sólo cabe pues detenerse en los dos primeros procedimientos: iniciativa del diez por ciento de los inscriptos (185.000 ciudadanos) o proyectos por dos quintos del total de componentes de la Asamblea General (52 legisladores). 

No es difícil que el reeleccionismo logre las 185.000 firmas y quizá tampoco sea imposible que otro proyecto que conduzca a la reelección obtenga el apoyo de cincuenta y dos legisladores. 

III

Pero tanto en un caso como en el otro -iniciativa a cargo de los inscriptos o iniciativa a cargo de los legisladores- para que la reforma sea aprobada, deben cumplirse otras condiciones:

-Los proyectos deben ser "presentados con seis meses de anticipación -por lo menos- a la fecha" de las próximas elecciones. Es decir, antes del 28 de mayo de este año.

Esos proyectos deben ser aprobados en las elecciones del 28 de noviembre por "la mayoría absoluta (mitad más uno) de los ciudadanos que concurran a los comicios, la que debe representar por lo menos, el treinta y cinco por ciento del total de inscriptos"

-Supuesto, como antes lo hicimos, que éstos lleguen a 1:850.000, el 35 por ciento se acerca a 650.000.

-En las elecciones de 1966, votaron 1:231.762 ciudadanos (74,3% de los inscriptos). Cabe pensar que este año, por ser el voto obligatorio, el porcentaje será más alto, y los sufragios oscilarán alrededor del millón y medio.

Para que la reforma sea aprobada, debe recoger más de 750.000 votos.

-Por el lema Partido Colorado -que le ganó al lema Partido Nacional por 110 mil votos- sufragaron en las últimas elecciones 607.633 ciudadanos (49,3%).

-No parece probable que supere este porcentaje. Es decir, que alcance por ejemplo, al 50%, habida cuenta de las escisiones producidas. Pero además, el Partido Colorado no es todo el reeleccionista. ¿Cuántos son los votos de Vasconcellos, Cigliutti, Costanzo y demás? No puede saberse. Puede en cambio afirmarse que el reeleccionismo dentro del Partido Colorado, no recogerá el total de los votos del lema y por tanto que no llegará a la mitad más uno del total de sufragios (1:450.000, 1: 500.000).

Todo lleva a pensar que con los solos votos del Partido Colorado no podrá ser aprobada la reelección.

Cálculos y previsiones tan simples no pueden haber escapado a nuestros reeleccionistas. ¿Por qué, entonces, insisten en la reelección? ¿No tendrán otras cartas en la manga? ¿No esperarán que la reelección sea apoyada por fuerzas ajenas al lema colorado? ¿No intentarán flanquear el obstáculo y lograr la reelección por vías subrepticias? ¿No se lanzarán a la aventura de poner al país frente a una situación de hecho, confusa y conflictiva, para pescar en río revuelto?

Examinemos estas hipótesis o, mejor, demos respuesta a estas preguntas con la cabeza fría.

1- Supongamos que el Partido Colorado gane la elección nacional. Siempre en tren de suposiciones, admitamos que dentro de ese lema se presenten tres candidatos presidenciales:

el candidato A, recoge 260.000 votos;

el candidato B, 230.000;

el candidato C, 210.000.

El señor Pacheco, no podrá participar en ese primer enfrentamiento. Deberá apoyar a uno de los tres candidatos: el A, el B o el C.

Pero planteada la reelección por vía de reforma constitucional, en el mismo acto, simultáneamente, en otras listas, se podrá votar por el señor Pacheco y entonces, como es lógico, el candidato que haya tenido las preferencias de éste en la votación de acuerdo con el régimen actual que no admite la reelección, no se presentará en la votación que se haga por el nuevo sistema, nuevo sistema que, precisamente, admite la reelección.

En la elección por el sistema actual, el candidato del señor Pacheco es, el A.

En la elección por el nuevo sistema, A se retira y el señor Pacheco recoge sus votos y aun, deben esperarlo los reeleccionistas, algunos más.

Si la reforma es aprobada, el señor Pacheco es reelecto.

Pero si la reforma no es aprobada, no hay reelección del señor Pacheco, candidato más votado dentro del lema más votado.

Se comprende así, cuánta perturbación puede provocar la aventura reeleccionista. Porque ocurre, como todos sabemos, ¡si lo sabremos!, que el señor Pacheco es el ocupante de la presidencia, la misma presidencia que presidirá las elecciones en las cuales se resolverá si el señor Pacheco, presidente actual será el presidente futuro.

¿Cómo? ¿No es la nuestra una democracia? Y si lo es, ¿cómo admitir y tolerar que el candidato más votado sea desposeído del puesto que, inflamados de ardor cívico, quieren confiarle sus conciudadanos?

La reelección frustrada puede convertirse así en pretexto e incitación para el golpe de estado, del cual nos separan ya, apenas ciertas formas y algunas hipocresías.

2- La reelección, lisa y llana, es de todas maneras una operación enojosa, en exceso desenfadada y digamos brutal.

Flanquear el obstáculo es de buena táctica. Lo que no se puede lograr por la vía de la reelección, cabe intentarlo por la vía de la prórroga de todos los mandatos y no sólo del mandato del señor Pacheco.

La reelección favorece exclusivamente al señor Pacheco. La prórroga a muchos más. Por lo pronto a todos aquellos legisladores que no confían plenamente en volver al Parlamento.

La reelección exige que se vote por el sistema actual y por el nuevo. La prórroga evita complicaciones, candidaturas, gastos. No se vota por nadie. No hay elecciones. Se confirma a los que están.

La reelección corta por cinco años las esperanzas de otros candidatos presidenciales. La prórroga puede proyectarse para plazo más breve, verbigracia, dos años.

Tanto o más que la reelección, la prórroga puede invocar el estado de "subversión" que reina en el país; postular que no debe cambiarse de caballo en mitad del río, o -los aforismos abundan- que es conveniente desensillar hasta que aclare o que las condiciones no están dadas para que se realicen "elecciones libres".

La teoría del "mal menor" raíz de tantos posibilismos y, en definitiva, de tantos males mayores, está incorporada desde antiguo a nuestra historia. Al amparo de su lábaro se han cometido muchos crímenes y se ha caído, por lo general deliberadamente, en muchas trampas.

Pero hay otras "razones" que pueden esgrimirse para convencer a algunos indecisos o renuentes.

-Los partidos tradicionales atraviesan profundas crisis y no están bien montados, mientras el Frente Amplio, otra forma de la denostada "subversión", asoma como una fuerza de avance. Cerrarle el paso es necesidad "patriótica" y tomarse tiempo para resolver los conflictos internos, también.

-El gobierno, prisionero de sus promesas y contradicciones, está colocado en una situación desesperada. Por ejemplo -es un pequeño ejemplo- si la Argentina devalúa, ¿cómo no devaluar aquí? Y ¿cómo puede devaluar seis meses antes de las elec­ciones, un gobierno que se ha comprometido reiteradamente a no hacerlo?

No, a la reelección; sí, a la prórroga puede ser una bella solución, de esas que algún observador extranjero maldiciente, llama "a la uruguaya". Una solución, a fin de cuentas pueril, con la que se cree salvar a un mismo tiempo, los "principios" y las colonias. Y más peligrosa que la misma reelección. Para incautos que quieren dejar de serlo pero no mucho porque no se animan a dar el gran salto. 

IV

Algunas conclusiones.

1- Todo lleva a creer, que sin el apoyo de fuerzas de otros lemas, los reeleccionistas colorados no lograrán ni la reelección ni la prórroga de los mandatos. Una u otra sólo pueden lograrse, si el "adversario" tradicional o una fracción del mismo, se asocia a la empresa.

2- Reelección o prórroga son dos caras de una misma y ésta sí, real subversión. Y no está demás recordar, aunque no se confíe mucho en pragmáticas, que el numeral 5º del artículo 77 de la Constitución, le prohíbe al presidente de la República, "formar parte de comisiones o clubes políticos", "actuar en los organismos directivos de los partidos", "intervenir en ninguna forma en la propaganda política de carácter electoral".

El señor Pacheco no forma parte de clubes políticos, no actúa (?) en organismos directivos de su partido, no interviene (?) en la propaganda política de carácter electoral; pero sí, admite que postulen su reelección. ¡Cuan respetuoso homenaje a la virtud! Las normas no pueden interpretarse literalmente. ¿Qué interven­ción mayor en la política electoral que tolerar o aceptar la propia reelección?

3- Tanto la reelección como la prórroga, por el solo hecho de plantearse, constituyen ya una tremenda y peligrosa perturbación de la vida entera del país y aquélla aparentemente más que ésta -que es un sustituto de la primera- una amenaza encubierta y potencial de golpe de estado y dictadura desembozada. Aparentemente decimos, porque en verdad quienes acompañen la prórroga, estarán abriendo el camino, para dicha dictadura; y para que la guerra larvada en la cual estamos inmersos se extienda e intensifique.

Carlos Quijano
MARCHA, 19 de marzo de 1971

 

Reproducido en 
Los golpes de Estado (1973)
Carlos Quijano
Cámara de Representantes
República Oriental del Uruguay
Montevideo, setiembre de 1989

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