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Ahora que no estás
y el alba palpita en mis espigas
caminan el silencio
mis lámparas vacías.
Ahora que he perdido
tu largo-claro día,
el olvido y el sueño
son flores confundidas.
Ahora que la lágrima
recuerda aquella fe
que alguna vez fue cierta
amarillea el dolor
y la angustia inventa nombres nuevos.
Ahora que la noche
junto a mí ponen sus párpados,
el dolor es ley que crece
y se agiganta.
Ahora que el labio
inútilmente cita
tu tiempo,
tu verano,
tu imagen de cristal
que fue mi desencuentro,
detengo mi caricia largamente
y caigo en ti
perdida de la carne.
Irremediablemente.
La paloma no gime
ni se siente
la voz devoradora de la sangre.
Allá lejos,
los detenidos pies del viento
ponen calma
al follaje del bosque tan ardiente.
¿Quién conoce este silencio
de todo lo que en ti es claro asedio? |
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