Perú
y su literatura infantil Sylvia Puentes de Oyenard |
En
pocos países, como en Perú, existen tantos grupos trabajando por la
literatura para niños, niñas y jóvenes. La multiplicidad ha enriquecido
la variedad de opiniones sobre las fuentes originales. Numerosos
ensayistas han abordado el tema desde la rica tradición incaica a
nuestros días, pero si bien difieren en algunos conceptos, más que antagónicos
diríamos que son complementarios, especialmente en los autores cuyos
investigaciones expondremos. Para
Danilo Sánchez Lihón (1944) hay cuatro períodos bien diferenciables en
la literatura infantil peruana: 1)
Las culturas regionales preincas, en las que Dioses y hombres de Huarochirí (obra que Arguedas tradujo del
quechua al español) sería su Popol Vuh, donde abrevaron niños, jóvenes y hombres. 2)
En el incario, donde el niño era atendido en sus necesidades físicas y
espirituales, los Amautas tenían a su cargo la educación y los
Haraveces, que eran poetas o trovadores populares, trasmitían enseñanzas
a través de mitos, cuentos y leyendas no exentas de sentido cívico.
“El análisis –dice Sánchez Lihón- de gran parte de la literatura
quechua revela que tuvo como
fin enseñar mediante apólogos, leyendas, poemas y narraciones a la
juventud y niñez”. 3)
En la conquista y coloniaje es ineludible la mención del Inca Garcilaso
en cuyos Comentarios reales de los
incas conocemos vida y costumbres de esa región en el s. XVI. 4)
En la Independencia y República atribuye a Mariano Melgar (1790-1815) y
sus fábulas un importante papel por la crítica social.
De
acá en más las opiniones de los ensayistas son coincidentes sobre obras
y autores. Carmen
Bravo Villasante, desde España, en libro anterior a las expresiones de Sánchez,
cree que las fábulas desempeñaron importante papel y señala, entre
otros autores, a José Sánchez Barra (1806-1855) como “el Iriarte
peruano”. Ricardo Palma (1833-1919) también jugó importante intervención
con sus Tradiciones peruanas,
aunque no estuvieran dedicadas al niño. En una época en que la mayor
parte de la difusión se hacía boca-oreja, bien se podían obviar las
alusiones escatológicas o anticlericales que no estuvieran de acuerdo con
las ideas del difusor. Jesús
Cabel (1947), que mereciera importantes premios y presidió la sección
del IBBY Perú, ha alcanzado su mayor relevancia por las obras destinadas
a niños, niñas y jóvenes, entre las que descuella su acción en la
Biblioteca Peruana de Literatura Infantil, editorial que fundó y dirige.
Según su criterio “la literatura infantil en Perú nace en el s. XX y se consolida en la década de los 80”. Roberto
Rosario (1948), Coordinador y Presidente de los Encuentros Nacionales de
L.I., así como de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil
(APLIJ) y de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil, opina
que este criterio negaría “los cantos quechuas precolombinos, las
coplas de la reconquista, los cantos de Santa Rosa de Lima y centenares de
obras que fueron empleadas con fines didácticos y que lamentablemente no
tuvieron el privilegio de llegar a las letras de molde”. Cabel
responde que no desconoce el aporte de mitos, cuentos y leyendas y su
valor intrínseco como respuesta a
una cultura que, geográfica
y espiritualmente, cubrió una buena parte de nuestro continente actual,
“pero ha faltado estímulo para la investigación y propósito en la
orientación”. Es preciso en señalar que en su
hipótesis incluye los
Comentarios del Inca Garcilaso y
el primer Catecismo (fines
s.XVI) que se imprimió en Perú en tres idiomas y con profusas
ilustraciones. En lo personal consignamos, de acuerdo con nuestros
estudios, que ésta sería la
primera obra que se imprime en América destinada a niños y niñas. Entre
unos y otros criterios podemos elaborar un breve panorama que destacaría
en el Perú de comienzos del s. XX los sonoros versos de José Santos
Chocano, con ellos aprendí en mi natal Tacuarembó las primeras rimas y
me deleitaba su eufonía. Este escritor, hoy bastante olvidado se une a la
mejor historia de la literatura uruguaya pues fue quien sugirió, por
primera vez, que Juana de Ibarbouoru fuese llamada Juana de América. Pero
es justo consignar que el primer volumen escrito para
la infancia es Juguetes (1929)
de Alida Helguera, a la que seguirán el bien logrado Paco
Yunque (1931) de César Vallejo, Las
canciones de Rinono y Papagil (1932) de Luis Valle Goicochea,
Rayuelo (1938) de Abraham Arias y Singolín
(1939) de Eugenio Adrián. La
generación del 45 tiene dos exponentes que la honran: Carlota Carvalho de
Núñez (1915-1980), autora de Rutsi,
el pequeño alucinado (1947), El
pájaro niño (1958), El
arbolito (1952), Cuentos fantásticos
(1969), Cuentos de Navidad (1970),
Amaru y otros cuentos (1976) y
Francisco Izquierdo (1910-1981), valioso investigador y creador de Cuentos de tío Doroteo (1950), En
la tierra de los árboles (1952), El
papagayo, el amigo de los niños (1954), El
colibrí con cola de pavo real (1955),
Gregorillo (1957), El árbol
blanco (1953) y Mi aldea
(1963). ¿Y
cómo olvidar autores y obras de la significación de Panki
y el guerrero de Cyro Alegría, El
retoño de Julián Huanay, La
ronda del patio redondo de Catalina Recavarren, La
canción menuda de Jorge Ortiz Dueñas y las entregas de María
Wiesse, Mario Florián y Teófilo Acuña, entre otras? A
partir de 1960 hay un movimiento más organizado en torno a la literatura
infantil del que no son ajenas algunas investigaciones, el Premio Juan
Volantín que evoca un personaje de José María Eguren –organizador del
IBBY Perú en esa época-, el laboreo de María Indacochea, directora de
una revista y de la Biblioteca de Literatura Infantil, así como el
impulso de Lily de Cueto, Carmen Checa, Pedro Cateriano y José Bonilla, y
los libros de Rosa Cerna, Arturo Corcuera y María Tellería. La
generación del 75 apoyó el proceso de cambios en la educación. Aparecen
nuevas obras entre las que citamos: Parque de leyendas (1977) de José Díaz, La noche de los apunkros y Pasakón (1976) de César Vega, varios títulos
de Carlota Flores y otros valiosos escritores. El
movimiento a nivel de grupos de teatro es importante y también hay
preocupación por el rescate de la tradición oral. Muchos trabajos
recogen la cultura milenaria de Perú. “Los folkloristas son legión”
se ha dicho, pero algunos jerarquizan su trabajo.
Entre esaos textos detallamos: Cuentos
y canciones del pueblo quechua (1949, José M. Arguedas), Mitos, leyendas y cuentos peruanos (1947, Francisco Izquierdo), Cuentos
y leyendas del Perú (1940, Arturo Jiménez), Gauchiscosha (Marcos
Yauri), Leyendas peruanas (Miguel Sumar), Leyendas ancashinas y Leyendas Huaylas (César A. Caballero), Leyendas
y fábulas peruanas (Enrique Herrera), Cuentos
infantiles peruanos (1958, José Bonilla), Cuentos
y leyendas del Perú (1964, Javier Sologuren), Cuentos
y leyendas del Perú (Jiménez Borja), Los
niños del Perú y sus poetas (Rosa Cerna), Cuentos peruanos para niños (1968, Elías Taxa), El
amaru y otros cuentos del Perú (1976, Carlota Carvallo), Antología
de la literatura infantil cajamarquina (Luzmán Salas, 1981), Literatura infantil ayacuchana (1982, Carlota Flores), Nuestros
cuentos infantiles (1983, Jesús Cabel), Antología
Nacional de Literatura Infantil (1984,
Roberto Rosario), Cuentos y fábulas
(Catalina Recavarren). Entre
los ilustradores, en un país condicionado por las dificultades económicas
que pautan el diseño y la impresión, consignamos: Raúl Escalante, Percy
Gavilán, Jesús Rojas, Rosario Núñez, Maruja García, Rafael Lozano,
Juan Acevedo, Nobuko Teodoroko, Julia Teodoroko, Eloy Zavala, Lorenzo
Osores, Carlos Tovar, Francisco Izwquierdo López, Alexis Rosario, Oscar
Alarcón y el niño Milton Córdova (11 años) que ilustró el libro de Félix Huamán (Ladraviento,
San Marcos, 2002). Con
relación a las revistas las décadas fueron pautando distintas
apariciones: “Palomita”, la primigenia (1940-45), fue bimensual,
dirigida por Guillermo Ugarte alcanzó a poner en circulación 42 números.
En 1953 Ricardo Durand funda “Avanzada”, con ilustraciones; seguirán
“Juanito” dirigida por Matilde Indacochea y “Urpi”
(1974-74), suplemento del diario “La prensa” con 47 números y calidad
que dieron trascendencia a la dirección de Walter Peñaloza. Otras
revistas han sido: “Collera” (1978-79), con la conducción de Myriam
Balbuena; “Auilucho” (1979), coordinada por Milton García y tiraje de
catorce mil ejemplares; “Arcoiris” (1982, en Chiclayo) dirigida por
Eduardo Deza, Juan Sánchez y Víctor Díaz; “Cholito” conducida por
Oscar Colchado; “La mariposa de cristal” (1982) editada por Roberto
Rosario; “La chispita”, “Los niños del sol”, entre otras. El
Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación, Dr.
Marcial Molina, fue un cabal ejemplo de la formación de los escritores
peruanos en la especialidad durante su participación, en Uruguay, en el
Primer Congreso Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil en 1994,
así como lo ha demostrado en las jornadas organizadas en Perú y que
culminaron con la creación de la Academia Latinoamericana en el Patio de
la Higuera de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, Ayacucho,
2002. En esa ocasión en acta firmada por: Dr.
Luis Cabrera Delgado (Cuba),
Dra.
Sylvia Puentes de Oyenard (Uruguay)
y los peruanos Dr. Marcial Molina Richter, Lic.
Enrique Solano Rodríguez, Dr. Félix Huamán Cabrera, Mg. Cronwell Jara
Jiménez, Actriz Cecilia Granadino Penalillo, Prof. Carmela Abad Mendieta,
Dr. Roberto Rosario Vidal, Lic. Guillermo Vera Díaz, Prof. Oscar Colchado
Lucio y Editor Esteban Quiroz se designa a la escritora uruguaya como
Presidenta de la Academia Latinoamericana de Literatura Infantil y
Juvenil. Poco después se funda la Academia Peruana que preside el Dr.
Roberto Rosario. Para
consignar tan solo algunos títulos de la rica bibliografía nos
detendremos en algunos títulos que
representan el laboreo mencionado: La
escuela y el cuento (1930) de Cipriano Angels; Así son los niños (1932) de Nicanor Rivera; El niño, ese desconocido (1949) de María Weisse; Juegos
del antiguo Perú (1949) de Emilio Romero; Bibliotecas
infantiles y escolares (1949) de Blanca Adrianzen; Danzas,
juegos y rondas para la escuela peruana (1953) de Micaela González; Folklore
infantil (1969) de Samuel Frisancho; Literatura
infantil (1969) de Matilde Indacochea; La
literatura infantil en el Perú (1969) de Francisco Izquierdo; Bibliografía comentada de literatura infantil peruana por géneros
1900-1975 de Rosa Panizo,
Augusto Iska, Mercedes Orbegozo; Literaturas
aborígenes de América (1979) y El
cuento indoamericano (1976) de Abraham Arias; Reflexión y crítica en torno a la literatura infantil (1984) de
Carlota Flores; Literatura infantil
(1981) de Danilo Sánchez; Literatura
infantil en la educación inicial (1984 y 86), Antología Nacional de Literatura Infantil
(1984) de Roberto Rosario; Lecturas Iqueñas, Nuestros cuentos infantiles (1988),
Poesía infantil peruana del siglo XX (1989),
Literatura infantil y juvenil en el Perú, Historia Crítica de la
Literatura Infantil y Juvenil del Perú de Jesús Cabel; Bibliotecas
infantiles en el Perú de Carmen Checa de Silva; Teatro
Infantil Peruano de César A. Caballero y Jesús Cabel; Cómo enseñar poesía a niños de 2 a 6 años y Literatura Fantástica de Niños (1993) de Eduardo de la Cruz
Yataco; Rumbos en la literatura
infantil (1996) de Daniel Lozano Alvarado; Cuando
el sol ríe y otros cuentos peruanos (1998) de Cecilia Granadino; Los
encantos del cuento (1999) de María Ríos y Blanca Rivera. En
trabajos inéditos conocemos “Perú: rondas, fábulas, cuentos, mitos y
leyendas”, monografía con la que obtuvo su título de Experta en
Literatura Infantil la Dra. Sara Montalván de Silva-Santiesteban (
Ministerio de Educación y Cultura, Cátedra Juana de Ibarbourou,
A.U.L.I., Uruguay, 2000). Creadores, ensayistas, documentalistas, ilustradores, grupos organizados nacional e internacionalmente, la Cátedra de Literatura Infantil que existe en varias universidades, son algunas de las razones de este sostenido vigor de la literatura para niños, niñas y jóvenes en Perú que resplandece más allá de fronteras y la prestigia. |
Girasol de poemas
Poemas del Perú para los niños del mundo
Selección: Sylvia Puentes de Oyenard
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