Era este un cangrejito
que vivía en alta mar,
era amigo de las ostras
y también del calamar.
Él su casa había hecho
con los brazos del coral
y vivía muy contento
entre los peces del mar.
Vino un día el pez espada
con su nariz singular
y la casa del cangrejo
por el agua hizo volar.
Se enojó el cangrejito
y del pez se fue a vengar
atrapándolo en sus pinzas
hasta hacerlo exclamar:
-¡Suélteme, amigo cangrejo!
Y no me juzgue tan mal
que su casa tan bonita
yo no quise derribar.
-Y ¿qué hacías, pez espada,
para mi casa dañar,
o te crees que un cangrejo
no te puede batallar?
-Se acercaba el mediodía
y yo quería almorzar,
al llegar hasta su esquina
vio un atún mi paladar;
mi nariz tan larga y fina
yo no pude hacer doblar
y sin querer a tu casa
con mi cuerpo fui a golpear.
-Otro día ten cuidado,
cuando vayas a cazar,
pues mi casa era completa
y había timbre en el zaguán.
El mordisco del cangrejo
llevó al pez al hospital
y el cangrejo hizo otra casa
con los brazos del coral. |