Es de suave ternura la promesa
que el ceibo tiende al suelo, como un beso,
prolongando en la savia su belleza.
Sus pétalos envainan un lucero
de nativo esplendor que se confiesa
en idioma de monte y arroyuelo.
Parece un corazón el rojo trazo
de esa piel vegetal que a la simiente
entrega su destino que presiente
el júbilo secreto de su abrazo.
Es la flor nacional, es el flechazo
de aguerrida explosión, de sol fulgente,
que lleva el Uruguay sobre su frente
azuzada de amor en el chispazo.
Sylvia Puentes de Oyenard
MONTEVIDEO
Montevideo, capital del Plata,
en las espumas de su mar desata
el brillo de una patria diminuta
que se abre en corazón y la arrebata.
San Felipe y Santiago fue llamada
cuando con sangre de héroes proclamaba
la libertad de un pueblo que besaba
la historia con laureles de su fama.
Ciudad donde los ceibos y guitarras
fueron pulso de sombra en alborada
que un sol con nueve franjas abrazara.
Montevideo, que se acuna en palmas,
en los clarines de su cerro fragua
el cielo libre que su cielo ama. |