Cierto Día Colorado
ya no pudo esperar más,
infló el pecho y se compuso
para ir a dialogar:
-Bataraza, pluma mía,
yo te quiero regalar
una diadema de novia
con perfume de azahar.
Serás reina de este valle,
del prado al cañaveral,
dormiremos con la luna,
muy cerca del tajamar.
Bataraza titubeaba
y le empezó a preguntar:
-Dime, gallo, y de mañana
¿quién me habrá de despertar?
-Mi reloj se encarga de eso
y no te haré madrugar.
-Dime, gallo, y en la casa,
¿quién me habría de ayudar?
-Para eso ya he comprado
lo que no te hará agitar.
-Y del zorro me aseguras,
¿no me dejarás cazar?
-Tengo fama de valiente
y me sabrá respetar.
-Y para el viaje de bodas
¿adónde me has de llevar?
Tengo ganas de ir al campo,
pues me encanta ir a pescar.
-He pensado que por Molles,
en las Minas hay lugar,
es arroyo que asegura
todo el año su caudal.
-Y la mantilla de novia,
¿me la mandarás bordar?
-De ñanduty una mantilla
te haré hacer en Paraguay.
-¿Y traeremos los confites
del más bello maizal?
-Te prometo, Bataraza,
que será boda sin par
y hasta el ganso llamaremos
para el gran ceremonial.
Bataraza y Colorado
se llegaron a casar
y las gallinas no paran
hasta hoy de cacarear. |