23. A.U.L.I. y la narración oral |
Marco histórico El deseo de Martha Salotti se está haciendo realidad. La narración oral resurge actualmente con un esplendor inusitado y devuelve a sus intérpretes un arte que encontró en China célebres expositores que fueron reproducidos en barro, arcilla o madera y hoy se encuentran junto a sus muertos milenarios a los que le habrán dicho en más de una ocasión: Había una vez ... Somos conscientes del exacto momento en que deseamos que este oficio ancestral se recuperara para Uruguay. Corría la década del 70 y una tarde en que investigábamos en la sala de la Biblioteca del Instituto Interamericano del Niño, encontramos un libro que decía que en Estados Unidos había asociaciones de contadores de cuentos (storytellers). Nos pareció fascinante esa posibilidad para dar cauce a una vocación de servicio que también era una necesidad de expresión. ¿Pero cómo? Pasó el tiempo y supimos que en la otra orilla del Río de la Plata, Martha Salotti y Dora Pastoriza desde el Instituto SUMMA trabajaban en el tema. En oportunidad que el Lycée Jeanne D’Arc nos invitó a dar una conferencia en Quilmes (Pcia. de Buenos Aires), pudimos establecer el primer contacto con la Dra. Pastoriza que se concretó recién cinco años después. En 1984, al convocar a un grupo de especialistas para formar la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil-Juvenil (A.U.L.I.) fueron prioridades la redacción de un Boletín Informativo (que llegó al Nº 35, 2001) y promover la narración oral. Nos pusimos en contacto con Dora Pastoriza y, en nombre de A.U.L.I., solicitamos una beca para los cursos de narración oral que se hacían en Buenos Aires. Inmediatamente llegó la respuesta: tendríamos la beca y también otra para el profesorado de Castellano y Literatura con especialización en Literatura Infantil-Juvenil (cuatro años de clases con cursos de griego y latín). A.U.L.I. hizo la convocatoria para las becas y a partir de ese momento, con una fluida comunicación con la Dra. Pastoriza, le planteamos hacer un curso en Montevideo a lo que accedió generosamente. A.U.L.I. había nacido pocos meses antes, no contábamos con rubros para los gastos y, justo es decirlo, encontramos la más cálida y eficaz colaboración en el Instituto Cultural Uruguayo-Argentino, en la Embajada de Argentina en Uruguay, en donde ejercíamos la Secretaría para el Exterior y en la Intendencia de Montevideo. El
curso se desarrolló en el Auditorio de Caravelle Viajes (2 y 3 de agosto
de 1985), donde expresamos: “El Instituto Cultural Uruguayo Argentino agradece a Caravelle Viajes la hospitalidad con la que hoy nos recibe y a Uds., distinguido público, por la receptividad demostrada ante la presencia de la destacada pedagoga argentina Dra. Dora Pastoriza de Etchebarne. Me han concedido el privilegio de presentarla y agradezco vivamente esta oportunidad, pues me permite poner de manifiesto la sincera admiración que siento por el quehacer que la Dra. Pastoriza viene realizando en el área específica de la literatura infantil desde hace ya largos años. El Instituto Cultural Uruguayo Argentino, presidido con dinamismo y solvencia por el Dr. Héctor Paysée Reyes respondió generosamente a esta inquietud que le planteara la Asociación Uruguaya de Literatura Infantil-Juvenil y entendió cabalmente que el tema y la disertante aportarían elementos enriquecedores a nuestra comunidad, pero el interés que esta conferencia —y el cursillo— han despertado sobrepasa largamente nuestros sueños. Somos conscientes que el arte debe ser parte de la realidad que vivimos y por lo tanto, una conferencia que encara el origen de las manifestaciones culturales, es decir, la tradición oral, parecería no enmarcarse en la sociedad contemporánea. Sin embargo, y precisamente porque el mundo actual abunda en estímulos sensoriales que coartan la capacidad mítica del hombre, abordar el tema es no solo necesario, sino imprescindible. En el caso de la literatura infantil, el escritor latinoamericano —y los educadores— enfrentan otro problema: son autodidactas. Y sabemos que no bastan el esfuerzo y la inspiración para hacernos responsables de esa tarea, debe existir educación. Esta formación es la que nos propone la Dra. Pastoriza de Etchebarne. A través de sus palabras comprenderemos que la literatura infantil es un lenguaje de comunicación social que no debe estar limitado a sus posibles lectores, sino que debe iniciarse desde la aurora del hombre con la narración oral. En este punto parece oportuno citar una frase de la Dra. Pastoriza que se puede leer en su celebrado libro El arte de narrar: un oficio olvidado. Allí expresa: “Los niños se mueven más en el mundo de la imagen, que en el mundo imaginario”. Por eso la narración abre insospechados caminos para la evasión y “gracias a su magia, la imaginación abre sus alas y se echa a volar”. Presentar ante Uds. la personalidad de nuestra distinguida disertante requeriría un tiempo superior al que ella ha de disponer para desarrollar sus ideas. Sólo señalemos que dentro de su vasta trayectoria ha desempeñado relevante papel en la pedagogía y en la literatura para la infancia y la juventud. Doctora en Filosofía y Letras, Profesora de Literatura Infantil y de Narración de Cuentos, Directora de la revista Ludo y de algunas colecciones de literatura infantil y juvenil, ha sido también Representante del IBBY (Organización Internacional del Libro Juvenil) y es Presidenta de la Fundación “Martha Salotti” y Rectora General del Instituto “SUMMA”. Ha dictado cursos en su país y en el exterior, y sus publicaciones reconocen sellos editoriales de Argentina, Alemania y España. Mereció la Faja de Honor de la SADE por uno de sus libros, El cuento en la literatura infantil, obra que desde su aparición en 1962 es fuente insoslayable de consulta para todos los especialistas. Abusando de vuestra buena voluntad y ya en un terreno personal, no podemos ocultar el orgullo que significa la presencia de la Dra. Pastoriza para los orientales, a quienes está unida por indisolubles lazos de sangre y afecto. Remontándonos en la vida socio-cultural uruguaya debemos decir que una calle de nuestra capital ostenta con gallardía el nombre de su abuelo, Rafael Pastoriza y que su padre fue el primer ingeniero uruguayo graduado en nuestra Universidad. Precisamente, don Rafael Pastoriza Fein, casado con Elisa Da Costa —también uruguaya, emigra hacia Argentina en 1904 y se instala en la fértil región de Misiones en la que este ingeniero ha de desarrollar importantísima labor en los yerbatales de aquella zona (allí conoce y aloja al ilustre uruguayo Horacio Quiroga). De ese matrimonio oriental, del que nacen diez hijos, la menor, Dora, es la que está llamada a ocupar relevante papel en la educación de su país. El Instituto Cultural Uruguayo Argentino extiende un ala y un jazmín sobre este río “ancho como mar” que enlaza nuestras fronteras y al decirle: ¡Bienvenida!: expresa a la Dra. Pastoriza de Etchebarne su satisfacción por prestigiar el ciclo de proyección cultural con su enjundiosa palabra.” “LA
NARRACIÓN DE CUENTOS EN LA VIDA ACTUAL” Conferencia de la Dra. Dora Pastoriza de Etchebarne Auditorio “Caravelle”, 2-VIII-85 “Buenas
noches a todos. Sean mis primeras palabras de agradecimiento a la
presentación que me acaba de hacer Sylvia Puentes de Oyenard. Agradezco
su generosidad, porque pienso que salvo los datos históricos exactos lo
demás es más producto de su generosidad que de mis merecimientos.
Agradezco de manera muy especial a través de ella, porque después supe
que había sido la inspiradora, la invitación del Instituto Cultural
Uruguayo-Argentino. Debo
confesarles a las autoridades que están aquí presentes que cuando recibí
la carta, en medio del fragor de mi tarea docente, me emocioné muchísimo.
Porque pensé y pienso que los caminos que transitamos, para mí diseñados
por Dios, son realmente misteriosos y me decía a mí misma leyendo la
carta, cómo después de todo lo que estuvimos viviendo en mi Patria, cómo
después de todo lo que se vivió acá, cómo después que mis padres
dejaron estas tierras por razones políticas y formó su hogar allá tuvo
puesto siempre un pedazo de su ala en la República Oriental del Uruguay.
Porque le contaba recién a los que me acompañaban, no sé a cual de
ellos, que hasta que papá murió, todos los atardeceres en sus últimos años
y de los anteriores: “Hasta luego”, decía, y ya sabíamos que se iba
al Club Oriental con sus compinches a hablar de política. “Qué
politiqueros”,decíamos, “son los uruguayos”. De tal manera que con
Montevideo especialmente y, todo el Uruguay, porque él siempre contaba
sus andanzas por acá, estuvo muy enlazada toda mi infancia. Y también
todos los 18 de julio y los 25 de agosto en mi casa se oía el Himno
uruguayo en grabación junto con el himno argentino y se embanderaba
nuestra casa con las dos banderas. Y yo, que de niña, cantaba el Himno
igual que el argentino me sentí muy obligada por todo esto. Pensé que
era el momento en que la vida me señalaba, no que iba a devolverle a mi
padre todo lo que él le había dado a la Argentina en una conferencia
—ni en mil conferencias podría hacerlo—, pero estaba obligada a decir
esto que estoy diciendo y a decirles que tienen mi colaboración
incondicional. Ojalá les sea útil. El
tema de esta charla es un poco insólito y sobre todo ante un público tan
selecto, sin desmerecer a ningún otro público y en un Instituto tan
prestigiado. Y digo insólito porque la narración de cuentos en la vida
actual es un desafío a los medios de comunicación, en los que ya no
existe ni el tiempo para la comunicación. Hay
veces que los extremos se tocan y así como un poeta una vez escribía
“El tiempo no existe, y los instantes amables se pierden para los que
sueñan”, también los medios de comunicación actuales establecen un
tiempo inexistente. Pero nosotros hablamos del otro, del otro, del que está
inmerso en las raíces de las cuales venimos todos. De la primera
herramienta que Dios dio al hombre para comunicarse, la palabra. En rigor,
el trabajo nuestro es una defensa y una valoración constante de la
palabra como medio de comunicación. En un momento en que consideramos que
el hombre nunca estuvo más incomunicado y nunca más solo,
espiritualmente solo. Y nos preocupa no solamente desde el ámbito de la
creación estética sino desde el ámbito de la educación. En un momento
de la sociedad en todo el mundo en que se habla con preocupación, por
momentos con angustia, de una gran crisis del libro. De una gran crisis de
algo más, de la lectura del libro”. De
tal manera nos preocupa como educadores que somos y el plano en que
nosotros nos movemos, es decir la casa que represento, el Instituto SUMMA
de Buenos Aires, ese ámbito que nuestra casa trata a niños desde los
tres años hasta adolescentes y jóvenes de los niveles terciarios.
Nosotros recibimos niños de tres en los que llamamos el jardín de
infantes, o el preescolar después, que pasan por la escuela primaria,
siguen por la escuela secundaria y a la noche se abren nuevamente las
puertas para el nivel terciario de tres profesorados. El profesorado de
preescolar para preparar las maestras jardineras, el profesorado de
magisterio para preparar maestras y un profesorado que es único en
nuestro país y en América, en Latinoamérica, que es el Profesorado de
Literatura, con especialización en Literatura Infantil. Oficial,
reconocido por el Gobierno, en el cual durante cuatro años se estudia el
castellano y literatura a nivel universitario y en los cuatro años se
profundiza el estudio de la Literatura Infantil. Creo que con esto solo
basta para decirles a Uds. que el estudio de esta especialidad es la
justificación de mi vida. Es
más, les tendría que decir que dentro del plano de la literatura
infantil mi vida ha sido dedicada nada más que al cuento. Y tendría que
decir y confesar, sin ninguna falsa modestia que he llegado a saber que no
sé nada. Sinceramente y desde el fondo de mi alma lo digo, porque cuando
le hablo a mis alumnas les expreso: “Es tan vasto el estudio de esta
especialidad que da para toda una vida de dedicación”, y digo esto con
respecto a lo que yo he investigado que es el cuento y lo digo con
respecto a cualquiera de las otras manifestaciones de la literatura
infantil-juvenil: llámese poesía, llámese teatro, llámese títeres, llámese
televisión, llámese cine, llámese historietas. Todas son
manifestaciones y todas son ramillete de lo mismo, solo que tiene
distintas formas de comunicarse, de trasmitirse, distintos canales del
mensaje, distintas formas de su creación y también distintos planteos
socio-económicos culturales. El
concepto que tenemos nosotros de literatura infantil es toda obra que el
niño puede o debe leer o escuchar haya sido escrita o no pensando en él,
siempre que reúna valores éticos y estéticos. Y toda obra no escrita,
es decir por vía folclórica que reúna los mismos valores. Con lo cual
estamos signando de una manera fundamental el mensaje que deseamos para
nuestros niños y jóvenes. Porque el valor estético se descarta, no
podemos concebirlo sin belleza y del valor ético se debe entender que no
los concebimos sino es para unir a los seres, de aquí, de al lado, de
enfrente, del otro continente. Es decir, aquella literatura que tenga un
mensaje de fraternidad y de paz y de verdad y de justicia y de hermandad y
de familia. Y de familia, porque si está cuestionada la lectura está
cuestionada la palabra, señores, lo que está cuestionado es la familia y
nosotros no podemos entender una sociedad de América Latina que no esté
construida sobre la familia. Ese es el concepto nuestro, y sobre este
concepto trabajaremos, pero por el pantallazo que he dado de todo lo que
abarca la literatura a nuestro entender, se comprenderá que el
investigador tiene que tomar una posición y la posición a nuestro
entender es que el que investigue literatura infantil con seriedad va a
tener que moverse necesariamente en dos planos. Uno el que va más atrás,
el que yo doy en llamar el plano de la investigación y de la búsqueda,
quizás uno de los más apasionantes temas de investigación en nuestra
especialidad. El plano que nos va a decir de dónde vienen los cuentos, cuáles
son las teorías al respecto sobre sus orígenes, cuáles son los
simbolismos que encierran, el que nos va a intentar decir porqué
determinadas secuencias repetitivas en los cuentos, porqué la madrastra
perversa, porqué la pérdida en el bosque, porqué el encuentro con una
viejecita ayudadora que resulta ser un hada o un viejecito, porqué
generalmente ese encuentro junto a una fuente, porqué el número tres,
porqué las hermanas mayores feas, malas, haraganas y la menor maltratada
hermosa, bondadosa, etc., etc... ¿Por qué este plano? Y
el otro plano en que se nos aparece el niño de 1986, el que se nos
aparece un niño, pero diferente en cuanto a niño inmerso en contexto
socio-económico cultural completamente distinto al que yo viví cuando
era niña. En una época en que no había televisión, en que los niños
no leíamos los diarios, que no había revistas para niños o muy pocas,
como cuando apareció la revista “Billiken” de Vigil. Que no había el
mecanismo de propaganda que hay ahora, que en radio no había programas
para niños, y que se nos dejaba ir al cine si había alguna película de
Chaplin, que fuera accesible, porque generalmente eran tristísimas, o las
del famoso Gordo y el Flaco. Vale decir una época en que el “tempo”
de vida interior era completamente distinto, en que el encuentro con la
palabra escrita y oral era frecuente y se vivía de otra manera. Por
eso importa al investigador que va a considerar toda la problemática de
la literatura infantil juvenil ver como es la vida que rodea al niño y
que problemas sociales vive ese niño, esa familia. Intentemos dar un
pantallazo, especialmente referido a las grandes ciudades. Si una palabra
tuviéramos que elegir nosotros para definir las características de la
vida actual, sería la palabra rápido...
Suena en todos los hogares desde que suena el despertador: rápido que papá tiene que salir... rápido que me tengo que levantar... rápido que tengo que cerrar... rápido,
querido, que mamá tiene que hacer las compras antes de ir a la escuela...
rápido... rápido... rápido al
taller que ya abren... rápido que
tengo que firmar... rápido... rápido...
rápido... Esa
mamá que es la que a nosotros nos interesa para el planteo, esa mamá es
la que no descansa ni cuando cierra los ojos para dormir. Porque es la mamá
que cuando cierra los ojos piensa en todo lo que dejó sin hacer, que es
lo que a las dueñas de casa les cansa o nos cansa tanto como lo que
hacemos. Es la que piensa: mañana mientras todos todavía duermen repaso
los delantales o es la que llega rápido de la escuela, del hospital, del
sanatorio, del correo, de la oficina, del negocio de lo que fuera. Y si
tiene tiempo se cambia de ropa y si no se pone un delantal sobre la que
trae y entra en la cocina, a cocinar, sí, y también a planchar. Y
es esa la mamá que nos interesa contemplar, porque es a esa a la que le
vamos a decir doctamente: “Señora, usted le tiene que narrar cuentos a
sus niños”, y la señora nos va a mirar como diciendo:“¿Cuándo?”
“¿Después que duerma?”. “Debo decirles y me adelanto a cosas que
voy a decir después, que una oportunidad en que yo daba una charla a
madres jóvenes, hablando de narración, cuando dije que había que
narrar, una señora joven me dijo: “Ud. tiene toda la razón del mundo,
pero yo no veo cuándo”. Entonces yo le pregunté: “¿Usted le teje a
sus chicos?”. Sí, me dijo, tengo tres. “Bueno, porque si me hubiera
contestado que no, le hubiera preguntado si les cose. Así que si usted
teje, la próxima clase venga con el tejido”. Me miró, le digo “tráigalo
y le voy a enseñar a narrar tejiendo”. Lo cual me significó a mí un
cambio sobre las técnicas de narración, de la cual después voy a
hablar. Porque me dio vuelta la cabeza, porque la que tiene ocupada las
manos tejiendo, mal le puedo pedir yo que maneje las manos para visualizar
el cuento. Pero sobre eso voy a hablar después. Con
lo cual quiero decir que planchando también se puede contar un cuento al
niño y decirle: “Apaguen la televisión chicos, pero háganme un favor,
les traigo un cuento que oí hoy en la escuela, que oí hoy en la oficina,
que leí anoche en un libro que compré, vengan que se los cuento”. Es
decir, que todo depende en cierto modo de que se interiorice y se haga
carne en uno la necesidad ¿de qué? ...la necesidad de que nos
comuniquemos por la palabra, que es camino afectivo, el único que el niño
transita. No
hay intereses intelectuales en el niño, hay intereses afectivos y la
palabra es el desencadenante de esos intereses afectivos. Prosigamos
con la mirada a la vida actual. Si la característica es rápido
y el trabajo de la madre fuera de la casa, la característica también
es las casas estrechas, las casas con poco espacio, las casas en que no
hay más el lujo de un dormitorio para cada uno o para cada dos hermanos.
La casa donde se duerme también en el living, donde hay cuatro o cinco
personas, donde se perdió la capacidad geográfica, la posibilidad, diríamos,
geográfica de estar solo consigo mismo, aunque tenga ocho años, con sus
libros, con su biblioteca, con su radio, inclusive con su grabador pero
solo para poder pensar. Todo esto se ha ido perdiendo. Hay un interesante
y viejísimo trabajo de un psicólogo, Braunschvig, sobre educación estética
infantil que comete la osadía de pedir casas no solamente amplias para
los chicos, con habitaciones amplias, sino que dice “con jardín” y
exige o reclama, diríamos, una cosa aparentemente insólita,“con
jardines curvos”, dice,“no rectilíneos y geométricos”, y acota
“que tenga senderos que se entrecruzan porque allí en ese cruce y en
esas curvas cobra mucho más encanto y misterio toda la actividad lúdica
del niño”. Y es cierto, el sellar la infancia con aspectos que hacen a
la riqueza y goce de las sensaciones. Yo diría a la verdadera senestesia
o sea al entrecruzamiento de las sensaciones, es diría vital para el
futuro creador y para el futuro hombre con imaginación. Y a nosotros, las
generaciones actuales que ya estamos de vuelta, los educadores que
educamos o esperamos educar, nos compete salvar la imaginación creadora
de los niños. Solemos
decir y repetir que sin ellos nos vamos a quedar nosotros sin poetas,
entendiendo por poeta a todo creador. También al que burila el mármol,
también al que pinta, también al que danza... porque es justamente el
aspecto de la imaginación que une al creador con el niño y yo me atrevo
a decir con el hombre de ciencia, con el sabio. Porque el que imaginó por
primera vez o el que dijo por primera vez que se podría pensar en ir a la
Luna, la que le dictó la idea, fue la loca de adentro de la cabeza que se
llama imaginación. Y si... y si... y si... se largaron a hacer números o
sea que también la imaginación desencadena al hombre de ciencia como
creador de números y fórmulas. Salvemos la imaginación creadora, fíjense que digo (creadora), no reproductora. Yo hablo de imaginación creadora en función de una imaginación que rompa la realidad y que le permita construir otra al hombre, al niño. Otra que va a ser construida a la medida de las propias necesidades espirituales de cada uno de los que estamos acá, eso es lo que nos importa a nosotros, liberar, desencadenar, enriquecer y guiar por caminos de belleza y paz. Una imaginación creadora para el bien, no para bombas para destruir. Y
bien, es costumbre entre los intelectuales, entre los hombres y gentes de
estudio que seamos fieles a la bibliografía manejada para todo trabajo
que realizamos, es una actitud mínima de honestidad intelectual. La mía
de esta noche, en el tema que he afrontado, esa gran educadora argentina,
de la que este año se cumplirán cinco años de su desaparición física.
Que enseñó desde los dieciocho hasta los ochenta y uno, sin dejar de
hacerlo nunca, ni aún el día en cuya madrugada partiría. Porque en la
cama yo presencié, dio clase a una joven estudiante que a los dos días
iba a hablar en un congreso nuestro, al que Martha ya no asistió. Esa
es la bibliografía de hoy ¿por qué? No solamente por sus libros para la
enseñanza de la composición, y para la enseñanza de la lectura,
editados por Kapelusz, La lengua viva y La enseñanza
de la lengua, no solamente; sino, porque fue la primera que habló en
nuestro país de la necesidad de recuperar la costumbre de contar cuentos
a los niños y a los grandes. Debo
decirles que yo compartí los últimos veinticinco o veintiséis años de
Martha Salotti, en una amistad estrecha, creo que inmerecida de tan grande
que fue para mi y que la compartí diariamente, incluidos los sábados y
domingos, que los dedicábamos movidas por la misma pasión para leer y
traducir libros extranjeros de literatura infantil. Ella traducía muy
bien el italiano y el francés y yo... escribía muy bien a máquina.
Miren qué mérito. Yo no sé quien andaba más rápido, si ella o yo,
pero puedo decirles que el italiano lo traducía como el español, como si
leyera español. Yo
le debo a ella el haber incorporado a mi cátedra, por ejemplo, los
cuentos de Basile, el genial napolitano, al que se lo considera antecesor
de Perrault y cuyo estudio comparativo pudimos hacer gracias a la traducción
de ella y gracias a que yo era afortunada poseedora del libro de Basile,
Il Pentamerone. Gracias
a ella, libros que años después fueron traducidos acá, como la tesis de
Marc Soriano sobre Perrault, lo pude tener traducido por ella. Y con decir
“tener”, lo tenían nuestros alumnos. Bueno,
mucho antes, cuando yo no la conocía, en la provincia de San Juan, un
diario recogió una frase de Martha Salotti que se ha hecho carne en
nosotros y lema de nuestro “Club de Narradores”: “Hay que resucitar
al narrador”, dijo ella. ¿Para qué?, asómbrense, en boca de una gran
maestra, “para hacer la escuela menos aburrida”, decía, “para que
se abran las ventanas de la escuela, para que entre el sol, para que entre
el canto de los pájaros, para que entre la fiesta”. Y ella fue la que bajo esos principios de llevar la gran literatura a la escuela a través de la palabra oral, no solamente consiguió niños lectores y niños que escribieran maravillosamente bien, (ustedes tienen acá un Jesualdo) sino que consiguió formar un coro de poesía, que fue primeramente y previamente observado por un gran crítico, nada menos que Athos Palma, el músico, para llegar al teatro Colón. El coro de poesía, y debo de decirles, porque eso es importante en los planteos nuestros, que lo hizo con niños sumamente carenciados, para hablar con palabras porteñas, niños que vivían en conventillos. Esos fueron los alumnos con los que Martha Salotti consiguió la maravilla de interesarlos a través de la palabra oral por la palabra escrita. Y aquí entramos al gran milagro para llevar al niño al libro a través de la palabra oral, es decir, de lo que entra por los oídos, porque evidentemente los primeros tiempos, antes de la imprenta, la cultura iba por la palabra oral y me importa mucho recurrir como dato profundamente valioso, mucho más que mi palabra, a las palabras nada menos que de Mac Luhan en La Galaxia Gutenberg dice: “Inventada la imprenta, vale decir afirmando el predominio del sentido de la vista sobre el sentido del oído, lo que equivale a decir, roto el equilibrio de nuestros sentidos, el hombre fue perdiendo poco a poco ese modo mágico de ver la vida, que configuraba su ser tribal”. No por nada Santo Tomás de Aquino consideró que ni Sócrates ni Nuestro Señor confiaron sus enseñanzas a la escritura, porque no es posible por medio de ella la clase de vibración entre las gentes necesaria en el adoctrinamiento. De
ahí que la palabra nunca se silenció del todo. En la Edad Media, como en
la antigüedad usualmente leían, no como hoy, principalmente con los ojos
sino con los labios, pronunciando lo que veían y con los oídos,
escuchando las palabras pronunciadas, oyendo lo que se llama la voz de las
páginas. Y más adelante, ello se traduce en algo más que una memoria
visual de las palabras escritas, lo que se produce es una memoria muscular
de las palabras pronunciadas y una memoria auditiva de las palabras oídas.
La meditatio consiste en dedicarse uno mismo
con atención a este ejercicio de total memorización, es por tanto
inseparable de la lectio, es lo que inscribe, por así decir, el texto
sagrado en el cuerpo y en el alma. Cuando
nosotros oímos a nuestro alrededor, lo dicen en los congresos, y lo
repiten en los editoriales de los libros, en los editoriales de los
diarios, los niños no leen, los niños no entienden lo que leen y que no
saben estudiar, agregan los maestros. No saben distinguir la idea
principal, no comprenden lo que leen. Y nunca hemos oído decir, es que
los niños no escuchan. Y yo les pregunto a ustedes: ¿Hay tiempo para
escuchar? Yo conozco gente que les ha dicho a sus relaciones, “Voy a tu
casa, pero siempre que me prometas que cuando llegue vas a apagar el
televisor, porque la última vez que estuve no pudimos charlar”. La
gente mira, pero no escucha, ni se escucha, y nosotros entendemos que
quien no escucha, no sabe pensar, no puede pensar y sin pensar nunca
tendremos lectores, porque pensar es mirar para adentro, y solamente lo
pude hacer el que sabe escuchar. Quizás una de las más grandes lecciones
de la narración de cuentos a los niños es conseguir que se sienten y
escuchen callados. Que se sepan silenciar y echarse a mirar, entre
comillas, a ver lo que oyen, que es el principio fundamental de nuestra técnica. Entonces
formemos niños escuchadores, vale decir pensadores, si queremos formar niños
lectores, vale decir que sepan mirar para adentro. Pero antes de llegar al
encuentro del niño con la palabra escrita, con esa palabra que dice
Martha Salotti, le aterroriza, vehiculicemos, tendámosle caminos para que
esa palabra le asegure que le va a traer deleite, vale decir por Había
una vez, hace mucho tiempo... Les voy a contar... Y empieza la voz de la
maestra: “El chico que protagoniza este cuento, es larguísimo chicos,
no, no lo vamos a leer, no, el chico que está acá en este cuento
criollo, le dicen Rubio y como su madrina era la dueña de la estancia, y
su mamá trabajaba en la estancia, consiguió permiso. Y el día que
empieza mi historia el Rubio estaba ahí, en las carretas, entre los
hombres que mateaban. Le habían encargado que sobara unos cueros, estaba
ahí con su perro que lo iba a acompañar. Pero como todavía no partían
y tenía permiso, el domingo por la mañana se fue a bañar al río Luján.
Se cambió de ropa y cuando en la iglesia de Luján sonaban las campanas
llamando a misa, allá está el Rubio. El sabía que era la iglesia donde
se habían casado su papá y su mamá. A su papá lo habían matado los
indios y él ahora, con las carretas, iba a ir por los terrenos donde
andaban los indios. Porque las carretas salían de Luján hasta las
Salinas Grandes, allá, donde traían la sal para el comercio. Y ahí
estaba él hincado ¿rezando... rezando qué? Si ni sabía rezar, pero él
le hablaba a la Virgen, le hablaba a Jesús y cuando consideró que ya se
podía ir, en el momento en que ya se podía ir, oyó un gran tumulto en
la puerta. Se asomó un poquito así, entre la gente, y vio que pasaba
nada menos que el representante del Rey de España. Solemne, sin mirar a
nadie, y lo seguía una comitiva, y junto con él un lacayo iba tirando
monedas a los pobres y todos ponían la mano o todos ponían el sombrero.
Pero, de pronto, se hizo un gran tumultuo, y run... Irrumpieron los
gendarmes, que quiere decir la policía, como les decían antes. El Rubio
se acercó un poco y vio que un marinero francés escupía y pateaba las
monedas. ¡¡Caray!! Se habrá vuelto loco este hombre!! y vio como lo
llevaban, uno de un brazo y otro del otro y salieron y él corrió para
ver lo que pasaba, como buen niño que era. Toda la gente iba, y ya
empezaban a cruzar la plaza. Iban hacia el Cabildo, que era donde estaba
la cárcel. Y él corría para ver y ante su asombro el preso, forcejeando
para salvarse así de los dos que lo oprimían, levantó la cabeza que
hizo que pareciera mucho más alto y mucho más grande y empezó “A la
la la la ..., marchaba y marchaba y marchaba y cuando entró asomó un
poco la cabeza, le dieron otro empujón, volvió a asomar la cabeza y gritó:
“¡Vive la Liberté!... ¡Vive la Liberté!... ¡Viva la Libertad!, dijo
el Rubio Viva la Libertad!... Viva la Libertad!... Metió la mano en el
bolsillo, sacó la moneda a ver porqué la habían escupido, y vio la
esfinge del Rey de España, abultado y pensaba... ¡Viva la Libertad! ...
¡Viva la Libertad!... y mañana salimos... ¡Viva la Libertad! y la
agarraba, ¡Viva la Libertad!... y casi se me cae y la agarraba... ¿Como
seguía?... ya sé, que después subió a las carretas, esperen... esperen
que les leo chicos. Sí... me están mirando, claro que tuvieron que
luchar con los indios, pero todavía falta...” Los
felicito por tener alma de niños. Se creyeron que se los iba a contar,
pero qué ingenuos... ¡qué ingenuos!. Eso
se llama de la narración al libro, de mi boca a tu corazón y de tu corazón
a tu cabeza. Esas palabras son de Martha Salotti y son válidas para todo
lo que signifique educación y, yo diría, para todo lo que signifique
acercamiento al ser humano. En
la vida actual, que acabamos de caracterizar a grandes rasgos, habría que
hablar —pero en un capítulo aparte— de la carestía de los libros,
del problema de las bibliotecas, de la falta de bibliotecas. En ese cuadro
hay que hablar de la falta de mirarse al rostro, entre todos nosotros, y
entre el adulto y los niños, entre el adulto y los adolescentes. En un
momento en que la casa no está la madre esperando a la niña o al niño
que llega del colegio. Que no está para decirle: “¿Cómo te va, ¿cómo
te fue?”. “Bien, no te fue muy bien. ¿Qué te pasa?”. “Nada mamá”.
“Sí, algo te pasa”. Eso ya no se da ya, no existe ya. Entonces, yo
pienso que es el momento realmente de reaccionar y decir: Nadie está ni
puede estar contra el auge de la imagen, porque sería como decir estar en
contra de la cultura. Siempre y cuando la imagen sea utilizada para los
caminos que señalamos en un comienzo y no para la distorsión de los
valores y no para el auge de la sexología y de cosas que hacen envejecer
a los niños antes de tiempo. Es decir, una imagen que también desate una
imaginación creadora, pero que no la coarte cuando la palabra la ha
desatado. Estas últimas palabras mías son las que señalan
fundamentalmente la técnica de nuestro trabajo en el Club de Narradores,
que Martha Salotti, en 1960 creó, haciendo realidad su sueño. Un Club de
Narradores, un club para formar narradores de cuentos, un club con sus
palabras, para rescatar del olvido la costumbre de contar cuentos a los niños.
Cuál es la misión de ese club, que con la Sra. de Oyenard aspiramos que
se cree en el Uruguay, vamos a decir en Montevideo, para empezar. Un Club
de Narradores que lleve a todo el que desee servir al prójimo a aprender
o a agilizar, porque muchos lo tienen innato, el arte de narrar cuentos. A
todo el que quiera servir al prójimo. Es un acto de amor al prójimo el
de narrar. Con lo cual entro al otro plano de la narración, no ya al de
la escuela, sino a la comunidad. Porque el Club de Narradores que forma
narradores se proyecta en la sociedad, allí donde necesitan la compañía
de la palabra niños, jóvenes, sanos, enfermos y ancianos y
discapacitados y no videntes. Puedo asegurarles que, en este sentido,
desde el año 60 hasta el presente, nunca he dejado de narrar cuentos y la
experiencia más rica me viene del contacto con niños de las villas y con
enfermos. Nadie
se resiste al encanto del Había una vez... hace mucho tiempo. La
necesidad del ser humano es tan recóndita, tan misteriosa, tan
desconocida por cada uno de los que después la gozamos, que solamente se
descubre cuando se asiste a ese acto mágico de irse para atrás en el
tiempo y de recobrar la emoción inocente de oír, escuchar, ver y crear
las imágenes a la medida de la propia necesidad espiritual de ese
momento. Que no es la misma necesidad de ahora ni de mañana ni de ayer.
Otra para cada uno de nosotros y para cada ser humano que viva y tenga
sensibilidad. Entonces,
esa técnica de narrar, esa técnica de narrar sin imágenes, repito, que
en ningún momento desdeña la imagen utilizada para fines educativos o
para fines también estéticos. Puede ser por ejemplo, para tomar un
ejemplo, el maravilloso libro del viaje de Anno, el gran japonés, con sus
cuatro volúmenes, maravillosos, que son nada más que ilustraciones de su
viaje, que él hace a caballo por las ciudades de Europa, por las viejas
ciudades de Europa, pintadas maravillosamente. El que se moleste en ver
este libro editado por Juventud, Barcelona, va a asistir a un viaje en el
que él va a ir poniendo las circunstancias. Es decir, que él también va
imaginando. Me importa mucho insistir en esto, porque no vaya a creerse
que estamos tan atrasados los del Club de Narradores, que creemos que
solamente la palabra puede desencadenar la imaginación, contra lo que
nosotros estamos reaccionando es con la imagen impuesta para cortar la
imaginación que desata la palabra, entiéndasenos muy bien, por eso
nuestra técnica de narración rechaza en forma total la narración con
diapositivas, como se ha instaurado, que inclusive ponen la narración
grabada en un disco o en un cassette, cosa que nos parece aberrante,
porque desaparece la comunicación directa, porque yo hoy voy a narrar de
una manera, y pasado mañana de otra y esta tarde debo haber narrado de
otra. Porque es uno la que cambia y es la vibración de uno, es como el
intérprete de una guitarra, o el intérprete de una música o como un
bailarín, cada uno pone su toque de vida, y su toque de fuerza y su toque
de emoción y la trasmite por su mismo pulso y por la voz, que es el pulso
nuestro del corazón. Entonces,
cuando yo cuento, cuando el narrador cuenta, cuenta solamente con su voz,
su gesto, su ademán, nada más, y yo digo, mi cuento está acá y yo como
narradora, como Sra. de Etchebarne desaparezco, tengo que desaparecer,
porque solamente se tiene que ver mi cuento. Y de esto se va a dar
testimonio maravillosamente, cuando, a posteriori, se haga al niño pintar
el cuento, o modelar el cuento o armar el cuento. Treinta niños que lo
escucharon habrá treinta caballos, treinta ángeles, treinta barcos,
distintos y alguno... alguno no pintará nada del cuento. Y está en la
sabiduría y conciencia del que lo dirige para no decirle: “¿Cómo no
pintaste algo del cuento, no lo entendiste?”. Porque si mi cuento le
desató otra imagen, ¡bien haya!, porque hay creación. Hay anécdotas
maravillosas al respecto. Hay un cuento conmovedor que se llama “La
Margarita Blanca”, que es un cuento para niños pequeños, sobre el que
después voy a agregar algo; que, después de escuchado, los niños pequeños
fueron invitados a pintar el cuento y dos niñas de ocho años, sentadas
lejos una de otra, pintaron la margarita rosada. Es sobrecogedor, el
cuento daba el color “La Margarita Blanca”. Ellas la pintaron rosada,
y uno entra a preguntarse ¿por qué la pintaron rosada?, ¿por toque
femenino?, ¿porque querían un vestidito rosado? Es el misterio de la
creación, es el misterio del arte y mal sería decirle: “¡Niña, Ud.
no sabe que la margarita es blanca!” Y qué malos profesores de dibujo
lo han hecho y que lo hemos padecido las que estuvimos en la escuela de
antes y que todavía quedan algunos... y todavía quedan algunos. Y
otra anécdota que registra Martha Salotti: entró al jardín de infantes,
cuando era Rectora del Bernasconi, con una inspectora. La maestra se puso
nerviosa, un niño estaba pintando un árbol y pintaba las hojas oscuras,
el tronco oscuro, todo oscuro. Y le dijo: “Querido, el tronco marrón,
las hojitas verdes”. El nene levantó la cabeza y le dijo: “No, porque
era de noche”. Con lo cual se perfiló un futuro gran pintor, pero además
la cosa sorprendente de manejar la luz, en función de su creación.
Entonces consideramos nosotros, que de esta manera liberamos a la
imaginación del niño y por el pequeño muestreo que les hice, creo no
equivocarnos cuando decimos que la palabra escuchada, gozada emocional y
afectivamente lleva al libro. Hay
caminos, uno es el que hice yo con toda malevolencia con ustedes de no
terminar. “¿Quieren saber como termina?, aquí tienen el libro, ahí en
el estante, después cuando terminemos de estudiar esto, en el recreo, o
en la otra hora lo pueden leer, una, se lo llevan, otra.” Pero
lo otro es contar un cuento entero, que nosotros sabemos hacerlo en función
de nuestro Club de Narradores, que trabajamos el segundo y el cuarto sábado
de cada mes, dos veces al mes, como si fuera un teatro. Los chicos vienen,
sacan su entrada, se sientan, escuchan cuentos, se toca la campana, hay un
pequeño intervalo, se toca la campana, vuelven, igual que en el teatro y
escuchan cuentos. Pero está el librero, entonces, cuando lo hacemos con
el lema de la narración al libro, cuidamos de ponernos de acuerdo con el
librero, de tener en la librería que está en el patio, en un hermoso
kiosco, los libros que tienen el cuento. Terminamos y les decimos: “Este
cuento que les conté está en este libro, ¿quieres verlo?, ahí lo
tienen. Y lo tienen en la librería y entonces hay una cosa directa:
“Está en tal libro; si quieren saber como sigue este cuento está en
tal libro”. Una
palabra sobre el cuento de “La Margarita Blanca”, una palabra y la
referencia a una experiencia, porque aunque a ustedes no les de mucho la
luz en el rostro, yo los veo muy bien y se los sigo y cuando yo dije la
narración a niños y a jóvenes y enumeré a ancianos y a enfermos hubo
unos entrecejos. Entonces yo quería contarles la experiencia hecha por
iniciativa de un joven médico argentino el Dr. Julio Correa, que dedicó
su especialidad médica a la investigación de cáncer. Y como siempre fue
muy creador y yo diría que muy poeta, se acercó, había venido al Club
de Narradores siendo estudiante de medicina, debo decirlo como
antecedente. Empezó a acercarse a los enfermos de cáncer para contarles
cuentos e inició una experiencia de contarles cuentos a los enfermos de cáncer
terminal como una forma de terapia de acompañamiento. Y como vio los
resultados positivos, propuso a la Dirección del Hospital Municipal de
Oncología de Buenos Aires hacer una experiencia evaluada científicamente
y nos vino a buscar al Instituto SUMMA para buscar la colaboración de la
narración regular, durante muchos sábados y el resultado fue inenarrable
desde el punto de vista afectivo. Se reunían los enfermos que podían ser
trasladados o caminar en sus sillas de ruedas al lado de las camas de los
enfermos no movibles y se les narraba cuentos; los mismos que les narramos
a los chicos y a los adolescentes, solamente teniendo el previo estudio de
buscar cuentos en donde las temáticas fueran o para descarga de
agresividad o para levantar a los que estaban deprimidos, que son las dos
grandes posturas de los enfermos de cáncer terminal. Nada más y yo debo
decirles que me han llegado a besar las manos, los ancianos que se
retiraban. Pero voy a las pruebas, el test que se les tomaba antes de la
narración era de dibujo. Y el Dr. Correa en una de las conferencias que
dio en el Instituto nuestro para quienes no habían tenido oportunidad de
interiorizarse —para contar los resultados y la experiencia— mostró
en una diapositiva uno de los dibujos que presentaba una mesa vacía, un
florero vacío porque la enferma dijo que era un florero, una vasija y
nada más. Y la misma enferma, después de escuchar el cuento, los
cuentos, pintó flores, mariposas, sol y las expresiones verbales eran:
“A mi me gustó mucho cuando ella me contaba, cuando ella contaba me
olvidé del dolor”. Otra dijo: “Sí, a mi me gustaron muchos, y cuando
los contaba me parecía verlos por televisión y a mi me gustaban y me
divertían y cuando vino mi esposo yo no me acordaba de todos, pero
trataba de recordarlos, se los contaba y entre los dos nos reíamos”.
Pero algo más, este médico ha llegado a crear el cuento, a crear el
cuento según la historia clínica de la enferma, pero cuando la enfermera
viene y le dice: “Dr. a fulana le quedan 48 horas, a fulana le quedan 24
horas”, entonces él se acerca a la enferma y le cuenta un cuento. Por
ejemplo, el caso de una enferma que había perdido a su esposo de una
manera trágica —y creo que acá hay una doctora que lo puede
testificar, y a lo mejor hay otro médico en la sala— una de las
causales que se suele considerar importante en los enfermos de cáncer es
al parecer, las estadísticas demuestran, que quienes han tenido
espantosos sufrimientos están propensos, (es decir, propensos estamos
todos), hay dentro de ellos como una ruptura de algún dique que provocan
las cédulas del mal; y él sabía lo que había ocurrido y cómo había
ocurrido. Entonces se acercó a ella a contarle un cuento de un matrimonio
de pescadores y dice que vivían junto a la playa y un día él no llegó
con su barca. Y la muchacha no podía creer que él se hubiera muerto, ni
lo sentía como muerto. En cambio, toda la gente del pueblo estaba
preocupada, se corrían las voces, las miradas, la desazón y decía:
“No, si va a volver debe haber esperado, debe haber esperado, debe haber
encontrado pesca, va a volver”. Lo esperó para el día siguiente, lo
espero para la tarde, lo esperó para la noche, lo esperó otro día y
otro y otro y otro... y no volvió. Un día en que estaba ella en su casa
oyó: “Laura... Laura...” Es él, es la voz de él, se dijo. Dejó
todo lo que estaba haciendo y salió. “Laura... Laura...” la voz viene
de la playa y corrió para la playa. Cuando llegó a la orilla del mar,
“Laura...” Y no esperó más, ahí había un bote. Tomó los remos y
empezó a remar... y empezó a remar... y la voz “Laura...” y la iba
guiando... y la iba guiando... y llegó un momento en que el remo de ella
tuvo que detenerse, porque había llegado justo donde había un remolino
que todos los pescadores sabían que era fatal. Y ella se detuvo ahí,
porque sabía que era fatal, pero... “Laura...” y la voz salía y
entonces ella dio el último empujón y Glug... Glug... Y dice el
relato... pero cuando llegó abajo pudo respirar muy bien y había un
camino de luz... de luz... de luz... que ella lo siguió... lo siguió...
al dar la vuelta una curva se encontró con él, nada más.” Y la dejó. Es
decir que siguió un poco el camino de lo que ya sabía que le iba a
ocurrir en todo el proceso de su enfermedad. Es lo que se llama el acompañamiento
del enfermo terminal. El
trabajo fue presentado al Primer Congreso de Cancerología de Buenos Aires
y fue aceptado y leído; lo que dio lugar a que el Dr. Correa fuera
llamado de Inglaterra y después estuvo dando unas clases y unas
comunicaciones en Norteamérica. Sé
que es la hora, si ustedes me dejan, seguimos hasta las once horas, porque
yo recién empiezo a entrar en clima de cuentera. Pero es también técnica
de narración dejar el suspenso en su momento. Quiero decirles para terminar con una referencia, diría yo, que les aligerara el corazón y, no por nada, los extremos se tocan. Porque si he hablado del final de la vida, hablemos del principio, me interesa mucho decirles que así como las técnicas de narración son válidas de palabra y de experiencia, también han sido evaluadas científicamente. En una oportunidad, se nos objetó, con razón aparentemente, con razón, que la técnica de narrar sin láminas, como lo hacemos nosotros, nunca podría ser manejada como lo hacíamos con niños de edad preescolar, es decir con niños de tres, cuatro y cinco años a los que forzosamente había que mostrarle el objeto del cuento. Nosotros sabíamos por experiencia, que no estábamos equivocados y valga las referencias que he hecho a las experiencias pictóricas de los niños. Pero cuando nos llegó la comunicación de un encuentro que había habido en Santa Fe, en el que yo participé y que ahí si de verdad hablé dos horas, (me tuvieron que soportar dos horas), cuando llegó la conclusión a mis manos yo me quería morir y yo lo cuento tal como fue. Martha Salotti estaba sentada en su escritorio y yo en el mío y le dije: “¡Escuche!” y ella se bajó sus anteojos, como si la viera, y yo le dije: “¡Escuche!” Toda vez que no ha sido demostrada científicamente la validez de la narración sin láminas a niños en edad preescolar, toda vez que se realice, deberá hacerse con el aditamento de láminas o diapositivas”. Y Martha Salotti me dijo: “Respire hondo”. Y yo le dije: “Si ya respiré hondo, y como que me llamo Dora Pastoriza lo voy a demostrar”. Y me dijo: “Me parece muy bien, es una postura justa”. Aquí está: Valoración de la palabra, fundamentación psicogenética, plástica y literaria para la implementación de su metodología en el jardín de infantes”. Es el trabajo más serio que se ha hecho en el gabinete de investigaciones de Literatura Infantil, que funciona en nuestra casa. Se hizo un equipo con la Sra. María Rosa E. de Morales, que es una de las expertas en psicología, psicogenética y una de las grandes voceras de Piaget en nuestro país, con la señora Prof. Elda A. M. de Martínez Ramos, que es experta en técnicas en psicopedagogía que evaluó los trabajos de los chicos después vistos en diapositivas y una en plástica, y quien les habla como narradora. Se usaron o se manejaron cuatro escuelas de la capital de distinto nivel socio-económico cultural, incluidas villas miserias de lo que hay fotografía: el colegio Lasalle, que es privado de la capital, (porque tenía circuito de televisión cerrada que nos lo ofreció y se pudo mostrar en un congreso directamente la filmación); una escuela de barrio donde nadie nos conocía y nuestra casa, que, dicho sea de paso, fue la que más trabajo nos dio para poder encontrar material bibliográfico que no conocieran, porque era elemental narrar cuentos que no conocieran. Se eligieron los mismos cuentos para todos los niños y las mismas edades en grupos 3-11 años, 4-11 años, 5-11 años, y la misma narradora y las mismas técnicas de expresión, con tizas mojadas, con crayones, y con collage y la hipótesis de trabajo que la narración sin láminas favorece la imaginación creadora de los niños. Fue probada en un 100%, y a las pruebas me remito. La obra está publicada por Editorial Guadalupe. Les
digo muchas gracias y hasta pronto.” Una
puerta abierta al corazón Al día siguiente de esta conferencia, el sábado 3 de agosto de 1985, se ofreció en el auditorio de Caravelle Viajes el primer cursillo en Uruguay sobre “Teoría y práctica de la narración de cuentos”, con 130 alumnos, que respondieron al siguiente: TEMARIO: 1 - Planteos generales de la literatura infantil. 1.1. Concepto y división 1.2. Condiciones generales 1.3. Condiciones para el Jardín de Infantes. 1.4. Condiciones para la Escuela Primaria. 2 - La literatura infantil y la vida actual. Valoración de la Palabra. 3 - La narración de cuentos. 3.1. Condiciones del narrador 3.2. Condiciones del cuento a narrarse. 4 - El acto de narrar. 4.1. Ubicación del narrador 4.2. Ubicación del público 4.3. Técnicas de la narración. Valor del gesto y del ademán. 4.4. Proyección de la narración. 4.5. Ficha crítica de la narración. 5
- Práctica
con las alumnas del curso. Dra.
Dora PASTORIZA DE ETCHEBARNE Rectora
General del Instituto SUMMA - Instituto Privado incorporado a
la Enseñanza Oficial en ARGENTINA - Yerbal 65 - (1405) BUENOS AIRES. El puente se había tendido. La magia de la Dra. Pastoriza cautivó a todos los asistentes al curso, pero especialmente a los integrantes del Instituto Cultural Uruguayo-Argentino que asistieron a la conferencia y de inmediato nos pidieron traerla para un nuevo curso, lo que se concretó al año siguiente. Colaboraron entonces también el Ministerio de Educación y Cultura, el Instituto Nacional del Libro y, en la organización de A.U.L.I. ya tuvimos el apoyo de nuestro primer Club de Narradores que se había formado inmediatamente después de la presencia de la investigadora argentina y que, en su honor, se denomina “Dora Pastoriza”. En esa oportunidad más de 500 docentes de todo el país colmaron el Auditorio Vaz Ferreira durante dos jornadas vespertinas de 14 a 18 horas (3 y 4 de julio de 1986), esta vez con el siguiente temario: CURSO: “LA LITERATURA INFANTIL-JUVENIL Y LA NARRACIÓN DE CUENTOS” 1.
PLANTEOS GENERALES 1.1. Concepto 1.2. División: su justificación, su análisis. Lo tradicional y lo moderno: su relación. 1.3. El cuento como síntesis de la Literatura Infantil. 2.
CONDICIONES DE LA LITERATURA INFANTIL-JUVENIL 2.1. Importancia de la adecuación a la edad. Sus limitaciones/ no importancia. Exigencia de una bibliografía por edades. 2.2. Importancia de la comprensión de la obra: relación con la edad. 3.
LA LITERATURA INFANTIL-JUVENIL Y LA VIDA ACTUAL 3.1. Caracteres fundamentales de la vida actual. 3.2. Su influencia en la literatura para niños y adolescentes. Según sea: libro - cine - T.V., etc. 4.
EL INVESTIGADOR EN LITERATURA INFANTIL-JUVENIL 5. VALORACIÓN DE LA PALABRA: predominio de IMAGEN 5.1. La narración de cuentos: importancia de oír - escuchar - pensar - mirar para adentro.
5.2.
El Club de Narradores:
Su creación. Martha A.
Salotti. Su objetivo: rescatar del olvido la costumbre de contar cuentos. 5.3. La narración en la escuela: aula-biblioteca. 5.4. De la narración al libro. 5.5. Obras recreativas para la enseñanza. 6. PREPARACIÓN DEL NARRADOR 6.1. Condiciones que debe reunir. 6.2. Ejercicios preparatorios. 6.3. Selección del cuento. 6.4. Recreación del cuento literario. 7. EL ACTO DE NARRAR 7.1. Ubicación del narrador. 7.2. Ubicación del público: sus variantes. 7.3. Técnica de la narración: voz, gesto y ademán. Ubicación de las imágenes en el espacio. 7.4. Ficha crítica de la narración. 7.5. Proyección de la narración: estético - literaria - social - moral - pedagógica.
7.6.
De la Narración al Libro Y como el movimiento se demuestra andando, después de varias sesiones de estudio en ocasión de que la Escuela Pública Nº 64 “Eduardo Fabini” nos invitara a dialogar con sus niños pensamos que era momento propicio para comenzar la entrega. Fue el 26 de agosto de 1985. Ya habíamos cometido una equivocación muy importante: como el grupo primario para formar el Club de Narradores era numeroso lo dividimos en dos, de acuerdo al domicilio, pero sólo funcionó uno, el otro fue diluyéndose en los intereses y perdimos la ocasión de compartir con seres valiosos esta experiencia. En la escuela pública, ubicada en un barrio carenciado (Manga), cometimos nuevos yerros: 1) no preparamos al auditorio para el goce y, en conocimiento de nuestra profesión médica, en determinado momento en que los niños iban hacia el salón preguntaron: “¿Nos van a vacunar?” Efectivamente, en ese salón solían vacunarlos; 2) por otro lado y, a pesar de haber cuidado muchos detalles, el cuento narrado por quien esto escribe fue “El vendedor de gorras”, el silencio se impuso al terminarlo (tampoco habíamos aprendido el valor del silencio después de la narración), y la nota triste estuvo en una voz infantil que preguntó con angustia: “—¿Y no vendió ninguna gorra?” La improvisación fue mala consejera, sólo habíamos aprendido tres cuentos y el que nos parecía más seguro era el que hacía referencia a ese vendedor de gorras que no vende ninguna, pero tiene un episodio humorístico con los monos. Olvidamos que en esa zona periférica la mayoría de los niños provenían de hogares en los que sus padres eran vendedores ambulantes y, el día que no se vendía no se comía. ¿Qué hacer entonces? ¿Modificar el final? Imposible. Desde entonces optamos por la correcta selección del cuento y, además, enfatizar el humor y la alegría del vendedor cuando nuevamente parte con su pregón inicial. Después
de estos traspiés iniciales vinieron algunos otros, pero también muchas
satisfacciones y el trabajo de entrega de las integrantes del Club “Dora
Pastoriza”, que ya no estuvo solo, pues surgieron otras ciudades. El
trabajo se multiplicó, pero el cuento había comenzado una nueva etapa en
Uruguay de mano de la narración oral. Es imposible reseñar todos y cada uno de los lugares a los que se concurrió en nombre de A.U.L.I., de todas formas mencionaremos que el Club de Narradores de A.U.L.I. coorganizó, organizó o participó en: —Ciclo de TV Educativa de Enseñanza Primaria, “Encuentro con el cuento”, difundido de octubre a diciembre de 1986 donde contamos con el apoyo de la Embajada Argentina, el Instituto Cultural Uruguayo-Argentino, Instituto SUMMA (a través de la narradora Carmen Bártolo) y dentro de nuestros invitados especiales al entonces Presidente de la Academia de Letras, Arturo Sergio Visca y el Presidente de Honor de A.U.L.I., académico Julio C. da Rosa; —trabajo de investigación en el INAME, con la psiquiatra infantil Dra. Gloria de Cazes; —presentación del libro El cuento y los cuentacuentos de Sylvia Puentes de Oyenard; —narraciones en escuelas públicas y privadas, en guarderías, maternales, dependencias del Consejo del Niño, bibliotecas, liceos, hogares de ancianos, Casa de la Cultura de Colonia, Casa de la Cultura de Pan de Azúcar, Feria Nacional y Feria Internacional del Libro y ya fuera en Montevideo o en el Interior hubo participación personal o en grupo de todas las narradoras; —se ha apoyado con énfasis la creación de clubes de narradores en las escuelas de Montevideo y del Interior, tenemos presente la Experiencia de la Escuela Nº 1 España y de varias Escuelas de Tacuarembó; —narraciones en la Sala de Lectura Infantil dependiente del Instituto Nacional del Libro; —en 1990 fuimos nombrados por el Poder Ejecutivo y el Ministerio de Educación y Cultura, para asumir la Dirección de la Casa Museo y Escuela Cívica “Dr. Juan Zorrilla de San Martín”. Indudablemente nuestro anhelo, entre otros, fue acercar la narración oral y hacer partícipes a los niños de cómo la casa del Poeta de la Patria podía ser visitada disfrutando de sus vivencias y rescatando el prodigio de la palabra y se cumplieron con largueza los objetivos concurriendo a escuelas públicas y privadas, así como de discapacitados; —en 1992 comenzó una experiencia en la Biblioteca Nacional donde las escuelas, previa solicitud de día y hora, conocían un servicio de interés público y escuchaban una narración. Párrafo aparte merece la microexperiencia que se realiza desde 1991 en el Instituto de Formación Docente con un Seminario de Literatura Infantil. La responsabilidad de haber confeccionado los programas y tener a nuestro cargo la docencia nos comprometió a acercarle a los jóvenes la narración oral y así, en estos tres años hemos recibido de los alumnos algunos testimonios que damos a conocer y traducen la necesidad de este encuentro con el cuento: “Realmente el seminario en general me pareció muy informativo y completo y nos hizo descubrir una literatura que a mis ojos estaba oculta. Me llevo una muy buena experiencia de mi primer seminario. Los docentes fueron todos muy bien seleccionados, las narraciones que oímos también y perfectamente expresadas, algo que yo nunca había oído.” “Yo
tenía un mal concepto de la literatura y de los libros, creía que todo
lo referente a eso era aburrido y ahora no, al contrario, y todo gracias a
los talleres y al seminario en general. Me pareció una experiencia muy
positiva.” Mónica
(1 I, Magisterio) “... lo que más me impactó fue el día jueves 24, en donde expusieron en forma maravillosa las tres narradoras. Sinceramente, se me llenaron los ojos de lágrimas y fue la primera vez que sentí una sensación de paz, de distensión. Fue divino.” Andrea
Costa “...
hay un tema que me ha gustado e interesado mucho: ‘El universo del
cuento’ y dentro de éste me impactó ‘La narración de un cuento’;
después de esta actividad salí contenta, como si hubiera descubierto
algo muerto (y creo que así fue).” TALLERES,
CURSOS, JORNADAS Además de las actividades que mencionamos es interesante destacar que A.U.L.I. y su Club de Narradores “Dora Pastoriza” se ha preocupado por informar y estimular la narración oral a través de lo aprendido con la alumna de Martha Salotti, pero nunca se intentó imponer ese criterio ni escatimar aportes sobre otras técnicas. Es así que A.U.L.I. también invitó a exponer sobre el tema a: —narradora Carmen Bártolo (Argentina); —Geneviève Patte (Directora de La joie par les livres, Francia); —escritor
Saúl Schkolnik (Chile); —escritor Fausto Zuliani (Argentina); —cuentero Eraclio Zepeda (México); —escritora Hilda Perera (Cuba); —actriz y narradora Marta Lorente (Argentina); —Prof. María Luisa Cresta de Leguizamón (Argentina). —Armando Quintero (uruguayo radicado en Venezuela donde dirige El rincón de la Vaca azul). En relación a los cursos de formación que hemos brindado desde el Club “Dora Pastoriza” jerarquizamos por la carga horaria: —Curso teórico-práctico sobre narración de cuentos. Instituto Nacional del Libro, octubre de 1990, en coordinación con el Club de Sauce, desarrollado en cuatro jornadas; de dos horas cada una; —El Cuento: valores éticos y estéticos y recursos técnicos para la narración. Biblioteca Nacional, 6 de julio de 1991, de 9 a 17 horas. Cátedra de Literatura para Niños y Jóvenes “Juana de Ibarbourou”, colaboró el Club de Narradores de Sauce; —I Curso de aprendizaje activo de la narración oral. Biblioteca Nacional, Cátedra “Juana de Ibarbourou”, de agosto a octubre de 1993, clases quincenales de dos horas cada una. Con una propuesta dinámica se abarcó un amplio espectro de intereses vinculados con el cuento y las distintas formas de narración con sesiones abiertas de participación en distintos lugares y una sesión final para alumnos de UNI-3. -Cursos con entrega de constancias de Narrador oral en la Cátedra Juana de Ibarbourou desde 1994 a la fecha, con la coordinación de Isabel Del Prete de Brondo y Sylvia Puentes. De las fundadoras del primer Club de Narradores, cuando sólo había sensibilidad y corazón, permanecen Sylvia Puentes de Oyenard y María Mercedes González Briano, nos acompañan Isabel Del Prete, María Di Lorenzi, Carmen Martínez, Elma Viana, Alicia Langenhin, Rafael Mondón, Alicia Moreira de Dell´Oca, María Cristina Laluz, Bettina Pastrana, Marta Clark. En la actualidad algunos narradores se han desgajado del tronco de A.U.L.I. que es la única institución que formó narradores con título en Uruguay, se han abierto en caminos de narraciones en escuelas, hospitales y ¿por qué no? eróticas. Pero la semilla es la misma: A.U.L.I. ESTA
ES LA SIEMBRA DESDE 1985... y nos gratifica haberla compartido. |
Dra. Sylvia Puentes de Oyenard
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