Prólogo al libro “Final de un juego” de Sergio Stipanic |
Un escritor arquetípico |
Ya
se sabe que la literatura es un universo dentro de este universo, y que
sin ella el mundo bastante anodino en que pasamos la mayor parte del
tiempo sería casi insoportable. La
actividad de escribir es más ardua que lúdica, más ingrata que exitosa,
y, sobre todo, es poco comprendida y respetada. Por eso siempre nos
asombra que haya gente capaz de identificarse con ella. Gente capaz de
renunciar durante horas, meses y años a la
“vida” para dedicarse a
combinar palabras y darle forma a imágenes que pueden aportarnos
datos sobre la otra Vida a la que no podríamos llegar a través de la razón
y la percepción mecanizada. Si
existiera un arquetipo del escritor que sólo se manifestara a través de
los gestos, la reflexión y el misterio, Sergio Stipanic lo representaría
como pocos: es solemne, estático, parsimonioso, y su mente suele viajar
sin prisa y sin pausa por inalcanzables laberintos en los que alienta
aquello que no hemos alcanzado aún. También por lo que conocemos
demasiado: esta condición humana que sobrevive milagrosamente a pesar de
las catástrofes y el dolor. Parco,
concentrado, hipersensible, capaz de sumirse en insondables silencios por
los que también debe navegar su ocasional interlocutor, Stipanic parece
absorto en un profundo mundo interior que no excluye casi nada de los
otros mundos y que oscila entre la pena y algo que se parece a la
plenitud. Por
suerte para él, y también para nosotros, no se ha identificado nunca con
el rol de “escritor” y vive su vocación con la espontaneidad con que
la asumiría alguien que no especula demasiado con éxitos, exégesis,
reconocimiento y admiración. Stipanic
escribe por necesidad. En alguien que ha renunciado casi deliberadamente a
la palabra oral, la escritura suele ser un exorcismo y una salvación.
Nada más ajeno a lo superfluo, en suma. Su
libro habla quizá por sí mismo con más exactitud que cualquier
introducción. Pero es conveniente que el lector sepa que “Final de
un juego” es la obra de alguien que ama la literatura y que, por eso
mismo, ha comprendido que nuestro desencantado pasaje por este mundo tiene
en las palabras uno de los pocos sucedáneos de eso que la gente muy
triste denomina felicidad. Seguir a Stipanic en su huida es una forma de encontrarnos con nosotros mismos y con parte de lo que estamos buscando desde siempre. |
por Ricardo Prieto
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Ricardo Prieto en Letras Uruguay
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