Piel derramada a Miguel Ángel Prieto |
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Julio horrible. Se nos vino la muerte sin golpear, sin pedirnos. Se nos cayó el reposo y el viento humedecido también nos vio morir. Se fue el hermano oscuro por el ardor, con miedo, temblando, se fue. Julio horrible. Se nos vino la muerte. La vida se murió.
II
Te he perdido. Desde la oscura noche del nacer te he perdido a ti que amé más que a Dios sin saberlo, más que todo, a ti, pórtico del deseo por el que entré sin que huyeras para quedarme siempre allí.
III
Miguel Ángel, niño oscuro, ven hacia la tierra donde anclamos madre y yo con la bandera del amor a medio flamear haciendo tristes señas.
IV
Tú y yo estamos mirando la oscurecida harina del mar, madre nos toca arranca el sol de nuestros hombros. Tú y yo niños sentimos su pesarosa mano secando el resplandor. Tú corres, yo me inclino, tú me llamas, yo acudo, y allí juntos –de piel-, de otra harina -de miedo-, se disemina en mí tu temblor, mi temblor te escudriña.
Hermano, hermano mío, marchando solo ahora hacia la inmensa playa donde nunca estuvimos. Hermano, hermano mío, riego de todo el llanto, blanco, oscuro, pesando de amor, cayendo en nuestro nombre.
V
Aquí, Montevideo. La pensada muerte vino a esquilmar mi casa otra vez. Paredes saltaron, cuchillos. Pero yo, madre también, olemos tu piel derramada, oímos el viento, sabemos que ollas, manos, pesares, recodos de los tréboles, y el pasto mojado de rocío, y la noche misma, vaciada, y las lámparas, colchas, roperos, todo inmenso se torna, infértil cae. como madre, como yo mismo, como tú ausente en inmóvil terror.
VI
Tuyo era el pan, y el rocío blanco se empecinó en verte partir. Las tumbas se abrieron para que entráramos contigo, y en mi mano llevé tu peso, y en mi mano te contuve como nunca, a ti.
Pero ahora comienza el páramo. Hosca la tierra nos margina y el día nos pide tus ojos, el ramo fúnebre, tu piel.
Se ha derramado el cántaro y hemos caído, nosotros en la muerte incesante, tú en la boca blanca de Dios.
Piel derramada sobre el arca de julio se llevó nuestras flores, el perdón del verano y la luna.
Hemos quedado debajo del mundo todos nosotros, aquí. |
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poema de Ricardo Prieto (1982)
Ver, además:
Ricardo Prieto en Letras Uruguay
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