UN DORMITORIO QUE HA SIDO CLAUSURADO. LA ÚNICA OCUPANTE DEL RECINTO PUEDE ESTABLECER PRECARIA COMUNICACIÓN CON EL EXTERIOR A TRAVÉS DE UNA PEQUEÑA VENTANA.
JULIA BARDI ESTÁ ATADA A LA CAMA. ES UNA MUJER VIEJA Y DE APARIENCIA BONDADOSA. A POCOS METROS DEL LUGAR ALGUIEN SE ABOCA A UN OBSESIVO TRABAJO DE CARPINTERÍA.
Julia: Marcos...
Marcos: (REPRESENTARÁ TODA LA OBRA FUERA DEL ESCENARIO.) ¿Qué querés?
Julia: Un vaso de agua. (UN SILENCIO.) ¿Oíste? Pedí un vaso de agua. (OTRO SILENCIO.) ¡Marcos! (MARCOS DESLIZA UN VASO CON AGUA POR LA VENTANITA. JULIA BEBE CON AVIDEZ.) Es hermosa.
Marcos: ¿Qué?
Julia: El agua, querido. Es lo más puro que existe. (MARCOS RÍE.) No sé de qué te reís.
Marcos: Últimamente vivís encontrando pureza en todo.
Julia: Eso es lo que le molesta a la gente que vive encontrando suciedad en todo. Vos, por ejemplo. Antes eras más sano.
Marcos: Antes era antes. (JULIA SE ENSIMISMA. PAUSA.)
Julia: El día en que ocurrió aquello...
Marcos: (MOLESTO.) No empieces a recordar.
Julia: No podría vivir sin hacerlo. (MARCOS MARTILLA CON MÁS FRENESÍ.) ¡No golpees tan fuerte, por Dios! (UN SILENCIO. MARCOS ABANDONA EL MARTILLO.) El día en que ocurrió aquello, repito, te habías levantado muy alegre. Jamás podré entender...
Marcos: (LA INTERRUMPE.) No quiero recordar pavadas.
Julia: No son pavadas. Me ataste mientras dormía y clausuraste esta habitación. Soy tu prisionera.
Marcos: Todo el mundo es prisionero de alguien.
Julia: No de este modo. (MARCOS SILBA Y COMIENZA A MARTILLAR DE NUEVO.) Hace diez años que no puedo moverme, como la comida que hacés, leo los libros que me comprás, no veo el sol ni paseo por los parques. Y ni siquiera puedo comprarme un camisón. (GRITA.)
¡Estoy harta de estos harapos! ¡Quiero ropa, comida decente, perfumes, novelas de amor y no esas horribles obras de Gurdjieff!
Marcos: Este no es un hotel ni yo soy librero.
Julia: Este es el infierno, decí mejor. (ELEVANDO LA VOZ.) ¿Cuándo vas a terminar ese endemoniado trabajo de carpintería?
Marcos: Calmate.
Julia: Querría verte a vos sentado en esta cama. Seguro que te impacientaría no poder moverte y no tener a nadie con quien conversar.
Marcos: Me tenés a mí.
Julia: ¡A vos! Volvés del trabajo y te encerrás en esa habitación a clavar y a serruchar. Nunca te agradó la carpintería. ¿Qué estás martillando con tanto frenesí?
Marcos: Un ataúd.
Julia: Ojalá fuera el mío.
Marcos: Sabés bien que es el mío.
Julia: (CON ANGUSTIA.) ¡Huí de esas fuerzas malignas que te acosan! ¡Destruílas de una vez por todas! Y permitime que te bese y te abrace. ¡Hace tantos años que no veo tu rostro!
Marcos: Ves mis manos.
Julia: Es lo único que veo. (PAUSA.) Quiero más agua.
Marcos: No hay.
Julia: (CON IRA.) ¡Sí que hay! ¡No es posible que falte el agua en ninguna casa!
Marcos: Sí en esta, ya te lo dije: tenemos problemas en las cañerías.
Julia: ¡Mentira! Esta casa es perfecta. Fue construida por tu padre y yo cuidando todos los detalles. Nunca hubo casa como ella. La hicimos también para vos.
Marcos: Linda historia.
Julia: Yo sé que no te importa que hayamos luchado tanto para edificarla. Te resultó demasiado fácil tenerla y fácilmente la destruirás. Pero no digas que fallan las cañerías. Aquí no pueden fallar.
Marcos: Si vos lo decís...
Julia: También el jardín existe gracias a nosotros. ¿Cómo están ahora los claveles? ¿Cuidás las rosas, Marcos? ¿Las regás y las podas? ¿O permitiste que se muera todo? (CON FURIA. IMPERATIVA Y SEÑORIAL.) ¡Quiero ir a mi jardín! ¡Llevame! (MARCOS MARTILLA CON MÁS INTENSIDAD.) Un ataúd. Eso es lo que yo necesito.
Marcos: Morirás cuando te llegue la hora.
Julia: ¿Y vos por qué querés morir? ¿Qué te faltó? ¿Qué te hicimos para que nos condenes?
Marcos: Nunca condené a nadie.
Julia: No mencionás nunca a tu padre, destruiste sus retratos y quemaste sus libros. Y a mí, que te parí, me arrojaste sola en esta pocilga.
Marcos: Yo estoy siempre.
Julia: Fuera, no en este agujero. (PAUSA.) Quiero agua.
Marcos: Te dije que no hay.
Julia: Te lo suplico. (UN SILENCIO. MARCOS DEJA DE MARTILLAR.) Por favor, hijo mío. (SE VE LA MANO DE MARCOS PASANDO UN VASO POR LA VENTANITA. JULIA LO TOMA Y BEBE ÁVIDAMENTE.) Gracias. (UN SILENCIO.) Quiero que limpies mi habitación. Ya no soporto el olor.
Marcos: No tengo tiempo.
Julia: Te lo exijo. (AUTORITARIA.) Mañana lo harás.
Marcos: Sabés bien que la puerta está clausurada.
Julia: Quitaré los candados.
Marcos: Hay algo más que candados.
Julia: (CON ANGUSTIA.) ¿Qué es? (MARCOS NO RESPONDE.) ¡Contestá! (MARCOS MARTILLA CON MÁS FUERZA.) ¿Qué pusiste ahí? ¿Una reja? ¿Cemento? ¿Me emparedaste?
Marcos: Un demonio.
Julia: Demonio es lo que tienes dentro. (PAUSITA.) Si no limpiás este tugurio me pondré a gritar.
Marcos: Tu voz no tendrá más fuerza que mi martillo.
Julia: ¡Usaré todas las fuerzas que tengo!
Marcos: Por decir eso hoy no te daré comida.
Julia: ¡Como si me dieras comida alguna vez!
Marcos: Hago lo que puedo.
Julia: Guisos, compotas sin azúcar, café lavado, pan duro.
Marcos: Dije que hago lo que puedo.
Julia: Dinero no te ha faltado.
Marcos: Ni me sobra.
Julia: Si hubieras cuidado la herencia...
Marcos: No tenía ganas.
Julia: ¡No tenías ganas! Lo que tu padre y yo logramos conquistar con privaciones, vos lo dilapidaste.
Marcos: No fue dilapidado: fue quemado.
Julia: ¡Al fuego, sí! ¡Al fuego treinta años de esfuerzo!
Marcos: Me gusta quemar el dinero porque amo la pobreza.
Julia: Dices eso porque nunca fuiste pobre.
Marcos: Ahora lo soy: apenas puedo alimentarme.
Julia: Tenés un sueldo.
Marcos: Eso creés vos.
Julia: Algo te pagarán en ese hospital maldito. (UN SILENCIO.) ¡Hay que ser capaz de quemar el dinero! Eso sí que no tiene perdón de Dios. (PAUSA.) Tengo hambre.
Marcos: No empieces.
Julia: ¡Dije que tengo hambre!
Marcos: Hace dos horas te di una galleta.
Julia: Ya la comí.
Marcos: Nadie tiene la culpa de que seas tan voraz.
Julia: Quisiera comer frutillas, Marcos.
Marcos: Es un deseo muy caro.
Julia: ¡Por favor! Deseo comer pollo con puré, o arroz con calamares.
Marcos: Hay hojas de árbol. Dicen que son bastante nutritivas.
Julia: ¿Por qué serás tan cruel?
Marcos: Te alimento ascéticamente para que seas más pura.
Julia: ¿La pureza famélica es lo que querés, verdad?
Marcos: La pureza, madre. La pureza.
Julia: Si continuás alimentándome de este modo no duraré mucho.
Marcos: La comida que te doy tiene vitaminas.
Julia: No son suficientes.
Marcos: Sé algo de dietas.
Julia: (CON RENCOR.) No sos médico. Ni siquiera eso pudiste lograr. No sabés nada de dietas ni de anatomía. Sos un insignificante practicante de segundo orden que no podría poner una inyección correctamente. Te paseás por el hospital arrastrando las camillas como un gusano y los médicos te explotan, te maltratan, te humillan sin cesar. Lo que vos deberías haberle hecho a los otros te lo hacen a vos. (PAUSA BREVE. MARCOS HA DEJADO DE MARTILLAR Y EL ESPECTADOR DEBE ADVERTIR SU TENSIÓN, SU DOLOR Y SU FURIA.) No sos nada, nadie, y aquellas veleidades de convertirte en un doctor eminente se transformaron en un horrible deseo que solo desaparecerá cuando mueras.(UN SILENCIO.) Te callaste. Sé cuál es tu punto débil. Conozco esa frustración que te supura como una llaga. (CON DESPRECIO.) ¡Doctor eminente! Tu única operación consistió en atarme y envenenarme con esa odiosa comida. Soy tu primera y última paciente. Por tu culpa ya no puedo moverme. Arrastrarás siempre el recuerdo de esta mujer tullida. (CON FURIA.) ¡Vamos! ¡Exhibime en ese hospital infecto donde en lugar de pavonearte triunfalmente vivís escondiendo tu vergüenza! ¡Doctor eminente! Linda basura. (UN SILENCIO.)
Marcos: Me gusta que me odies.
Julia: (CON MELANCOLÍA.) ¡También te gustaba que te amara! Y venías por la noche a acostarte en mi cama para decirme: "Tengo miedo de las sombras, madre". "No temas, hijo mío, aquí estoy para alejarlas".
Marcos: Viejos tiempos.
Julia: Gracias a esos tiempos ahora estás vivo y sano, caminás por las calles como un señor y hasta te aman.
Marcos: (IRÓNICO.) ¿Quién?
Julia: Te amaron. Es lo mismo. Merecías que te abandonaran. Nadie tiene la obligación de soportar tu extraño carácter.
Marcos: Eso te pone contenta.
Julia: Vos creaste este odio.
Marcos: Es uno de mis pecados mínimos.
Julia: ¿Mínimos? Imperdonable, decí mejor.
Marcos: (CON TRISTEZA.) Más imperdonables son los pecados del mundo.
Julia: (CON IRA.) ¡Tengo hambre!
Marcos: No hay más comida, señora. El "doctor" dio esa orden.
Julia: ¿El carnicero? No le hagan caso a esa fiera. (EMPIEZA A GOLPEAR CON LA CUCHARA SOBRE EL PLATO VACÍO) Tengo hambre. ¡Tengo hambre! ¡¡Tengo hambre!!
Marcos: ¡Callate, por Dios! Callate.
Julia: Dame comida entonces. (UN SILENCIO. IRRUMPE VIOLENTAMENTE UNA LANZA CON UN PEDAZO ÍNFIMO DE PAN ATRAVESADO EN SU PUNTA. PAUSA EXTENSA. MARCOS EMPIEZA A MARTILLAR DE NUEVO. JULIA HABLA MIENTRAS DEVORA EL PAN.) Me libraré de esta cárcel antes de que termines ese horrible ataúd. Después voy a abrir la puerta a empujones e iré a abrazarte como antes.
Marcos: Estaré bien muerto entonces.
Julia: (SIEMPRE MASTICANDO.) Me acostaré contigo en ese lugar y me iré junto a vos.
Marcos: Tenés la obsesión de perseguirme. Pero esta vez no podrás, madre. Estás encerrada. No podrás meterte en mi ataúd.
Julia: (CON ANGUSTIA.) ¿Por qué me torturás?
Marcos: Y vos: ¿por qué no odiás a tu verdugo?
Julia: Yo te traje al mundo.
Marcos: Por eso me verás irme.
Julia: No quiero que mueras. La vida es hermosa.
Marcos: ¿Hermosa la vida que pasás encerrada en ese calabozo? ¿Hermosa la vida que no podés ver?
Julia: (CON EL ROSTRO ILUMINADO.) Es hermosa, a pesar de todo.
Marcos: Linda mierda todo.
Julia: (CON PIEDAD.) Pobre hijo.
Marcos: Yo no te pedí que me trajeras a este mundo.(UN SILENCIO.)
Julia: (CON MUCHA TERNURA.) Marcos...cariño mío, niño mío, corazón mío...No sufras.
Marcos: Lamento haber nacido. (OTRO SILENCIO.)
Julia: ¿Qué hacés? ¿Te fuiste? ¡Martillá, por favor! ¡Serruchá! ¡Hacé algo! ¡Hablame! (MARCOS MURMURA EN VOZ BAJA. ESTE MURMULLO SERÁ CONFUSO Y MONÓTONO.) ¿Rezás? (TRANSFIGURADA.) Como antes, como yo te enseñé...(PAUSITA.) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. (BREVE SILENCIO.)
Marcos: (CON CRUELDAD.) Hoy no te daré más comida, madre. No beberás más agua ni limpiaré tu cama. Tampoco te hablaré. Llevaré el ataúd al jardín y allí seguiré clavando y serruchando hasta que todo se termine, yo incluido. Perdoname.
Julia: (CON DESESPERACIÓN.) ¡Sacame de aquí! ¡No quiero seguir atada a este yugo que me impide salvarte!
Marcos: Te até y querés salvarme. ¡Detesto el amor que sentís por mí!
Julia: ¡Ni siquiera tenés fuerza para recibir ayuda!
Marcos: No quiero tu ayuda.
Julia: Buscá la de otros entonces.
Marcos: (BURLÓN.) ¡Otros!
Julia: Pensá en Dios. Está siempre junto a nosotros. Arrodillate, invocalo, pedile que te ilumine y te salve.
Marcos: (CON PENA.) Dios nunca me oye, madre.
Julia: ¡Porque no creés en él! Pero todavía hay tiempo, Marcos. Los practicantes pueden llegar a ser médicos. Acordate de tu padre y de mí: no teníamos nada y construimos un mundo. ¡Esforzate! Podés lograrlo aún.
Marcos: ¿Quién te dijo que eso me importa?
Julia: Sí que te importa.
Marcos: (CON RENCOR.) Soy un "insignificante" practicante, madre. ¿Qué podría lograr? Soy una "basura".
Julia: No debí decirte eso. Pero me exaspera que seas tan débil. Las cosas se conquistan. Hay que pelear por ellas a pesar de las dificultades y el dolor. Se equivoca el señor Gurdjieff al decir que el hombre no puede hacer nada. Somos dueños de un poder inmenso y todo lo que existe puede llegar a ser nuestro. Por eso me da tanto asco que seas un cobarde.
Marcos: Seguís insultándome. Pero no te preocupes: yo siempre te perdono todo.
Julia: ¿Por qué me ataste entonces?
Marcos: Para protegerte del mundo.
Julia: ¡Sos vos quien necesita protección!
Marcos: ¡No quiero tu protección! (BAJANDO LA VOZ.) También por eso te até.
Julia: Todavía hay tiempo: puedes ser rico y tener fama y poder. ¡Déjame que te guíe!
Marcos: No me interesan la riqueza, la fama o el poder. Todo está perdido.
Julia: ¡Serías un médico grandioso, Marcos!
Marcos: Me matarían. Ya no se tolera la grandeza.
Julia: ¡Oh Dios! ¡Oílo! ¿Cómo pude parir un ser tan enfermizo? Si no buscás dinero ni poder querrás ser amado. ¡Yo sé que pueden amarte!
Marcos: (SOMBRÍO.) ¡Amarme!
Julia: ¡Yo te amo!
Marcos: Apestás, madre. Apesta tu obsesión por el éxito. Estás revolcándote desde hace muchos años en el chiquero de la materia, que es peor que el chiquero en que te encerré. Por eso morirás en él. Pero es mentira que somos capaces y que tenemos un poder inmenso. Gurdjieff no se equivoca cuando afirma que las cosas siempre nos "suceden". Nadie es capaz de nada. El hombre sólo es un cerdo que vive fantaseando con su talento, su omnipotencia y su grandeza.
Julia: Existe el amor, Marcos. Él justifica la existencia cuando todo lo demás pierde valor.
Marcos: El amor no existe.
Julia: Te traeré una mujer que va a acariciarte, a besate y a darte un hijo.
Marcos: Quimeras.
Julia: ¡La necesitás! Nadie puede caminar solo por este mundo lleno de tumbas.
Marcos: Vos sí.
Julia: ¡No quiero que vivas solo cuando yo muera! (MARCO EMPIEZA A MARTILLAR DE NUEVO. EL RUIDO ES MUY FUERTE.) Te aislás...Huís...Ponés el féretro entre vos y yo. (UN SILENCIO. DESPUÉS SE EXALTA.) ¡Quiero comer sandías, uvas, melones, dulce, pan fresco y manteca! (CON ANGUSTIA.) ¡Dame comida ya que no soy libre! ¡Bañame! ¡Peiname! ¡Perfumame! (CANTA CON PATETISMO.)
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