El niño verde
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Se estrenó el 14 de diciembre de 1970 en el Teatro Solís de Montevideo con auspicio de la Comisión de Teatros Municipales. Elenco: Yamandú Taño, Julio Trotta, Pedro Corradi, Omar León, Roberto Allidi, Julio Batista, Washington Pereyra, Beba Carratú, Osvaldo Carratú, Mercedes Buschiazzo. Escenografía y vestuario: Martha Grompone. Iluminación: Hugo Mazza. Coreografía: Loreley Pose. Dirección: Mabel Rondán. |
Personajes: El niño verde Ministro 1 Ministro 2 Ministro 3 Rey Poco Rey Mepo Guardia 1 Guardia 2 Caldera Paraguas Soldado 1 Soldado 2 Soldado 3 Varios pajes y cortesanos. |
Sala del trono en el Palacio de Patinolandia. Los cortesanos están reunidos esperando al Rey. Hay un guardia a cada lado del trono. |
(Recita.) |
Yo quisiera describir |
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(Los cortesanos aplauden.)
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Rey Poco: Y este reino, Patinolandia, glorioso entre los más gloriosos, podría ser despojado de sus monopatines. ¿Qué hacemos para evitar esa desgracia?
(Empieza a dormitar.)
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Niño: (Canta.) |
Soy el niño más verde |
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Ministro 1:
(Horrorizado.)
¡Esto es una locura! |
Segundo acto
Guardia: (Entrando.) ¡El rey! (Entra el niño verde. Camina con decisión hasta el trono y se sienta. Pausa breve.)
Señores: los he reunido para tratar un asunto muy grave. Dicen que Poco no quiere dormir y se niega a comer. ¿Es cierto?
Ministro 1: Sí, majestad. Pasa el día llorando en el jardín.
Niño: Hay que resolver hoy mismo este problema.
Ministro 1:
(Se acerca con un inmenso pergamino de colores.)
El asunto que debe tratarse con más urgencia es la inminente invasión del rey Mepo, majestad. Lo demás puede esperar.
Niño: ¿Por qué eres tan inhumano? Lo más importante es el estado de Poco. No permitiré que muera de hambre.
Ministro 1: ¡Pero el rey Mepo planea robarnos los monopatines, señor!
Niño: Parece mentira que personas tan grandes como ustedes se preocupen de los monopatines cuando un ser humano está triste, llora continuamente y no come. ¿No crees que habría que hacer lo imposible para que sea feliz?
Ministro 1: Sí, majestad. Pero...
Niño:
(Lo interrumpe.)
No perdamos más tiempo discutiendo.
(A los guardias.)
Traigan a Poco.
(Salen los guardias. Se oyen los murmullos que emiten los cortesanos. Pausa. Vuelven los guardias arrastrando a Poco.)
¡No lo traten mal! ¿No ven que está muy deprimido?
(Poco empieza a llorar.)
¿Por qué no quieres comer ni dormir?
(Poco llora con más fuerza.)
¿Extrañas tu trono?
(Poco asiente llorando.)
¿Por qué?
(Poco llora con desesperación.)
Tienes que comprender que ocupo tu lugar para bien de este reino.
(Enojado.)
¡Y no llores más! ¡Pareces un niño de cinco años!
(Poco deja de llorar.)
Comprendo que sientas tristeza. Antes se inclinaban ante ti y ahora no te miran. Antes te sentabas sobre este sillón...
Ministro 1:
(Lo interrumpe para corregirlo.)
Sobre el trono, majestad.
Niño:
(Molesto, al ministro.)
¡El trono es un simple sillón cuando lo ocupan los seres humanos!
(A Poco.)
Antes te sentabas sobre esta silla y te creías Dios.
Poco:
(Suplicante.)
¡Ten piedad de mí, majestad!
Niño: No temas: te trataré como tú jamás trataste al pueblo.
Poco: ¿Qué pueblo?
Niño: El que gobernabas. ¿Sabes que tus súbditos no tienen que comer?
Poco: Sí.
Niño: ¿Y que mientras tú vives en un palacio calentito ellos se mueren de frío?
Poco: Sí.
Niño: ¿Y no te importa?
Poco: No.
Niño: No me extraña: siempre fuiste muy egoísta. Pero se acabó. Te enseñaré a ser generoso.
Poco:
(Llora de nuevo.)
¡No quiero ser generoso!
Niño: Te ordené que no llores. Nadie te está pegando.
Poco: No lloraré más. Niño: Me parece bien. (Breve pausa.) Ahora te doy a elegir: te quedas en la corte para compartir con los demás
lo que tienes y ser feliz o te alejas de Patinolandia. No me gusta la gente amargada.
Poco: Prefiero irme.
Niño: ¿Adónde?
Poco: A cualquier lugar. Si me quedara en la corte sufriría mucho.
Niño: ¿Por qué?
Poco: Tendría que verte sentado en el trono.
Niño: ¿Así que lo único que te preocupa es el trono?
Poco: ¡Sí!
(Se sienta en el trono.)
¡Es tan lindo sentarse aquí! ¡Uno se siente más grande y más contento!
Niño: ¿Sólo eso te haría feliz?
Poco: Por supuesto.
(El niño bate palmas y entran dos pajes transportando un trono idéntico al suyo.)
Niño: Colóquenlo al lado del mío.
Ministro 1:
(Al ministro 2.)
¿Qué está haciendo?
Ministro 2:
(Al ministro 3.)
¿Qué significa esto?
Niño:
(A los cortesanos.)
¡Silencio!
(Los murmullos cesan. A Poco.)
De ahora en adelante te sentarás a mi lado.
Poco:
(Está exaltado y feliz.)
¡Viva! ¡Ahora yo también soy rey!
(Se duerme.)
Ministro 1: No conviene darle alas, majestad.
Ministro: Si hoy le da un trono mañana le pedirá la corona.
Ministro 3: Y pasado querrá volver a gobernar.
Niño: Sólo quiere sentarse en el trono. Es lo único que lo hace feliz.
Ministro 1: ¡Eso no puede ser!
Ministro 2: ¡Terminará complotando para recuperar el trono!
Ministro 3: ¡Será un enemigo solapado! Niño: (Autoritario.) ¡Nada de discusiones! Sé muy bien lo que tengo que hacer. (Los ministros se inclinan.)
Pasemos al siguiente asunto. ¿Cuántos campesinos son dueños de la tierra en que viven?
Ministro 1: Ninguno.
Niño: ¿Cómo es posible?
Ministro 2: La tierra es propiedad del rey. Niño: Eso es muy injusto. (Al ministro 1.) De ahora en adelante la tierra será repartida entre todos los súbditos
con la condición de que estos nunca más talen los árboles ni destrocen las plantas. Escríbelo. (El ministro escribe. Pausa breve.) Dámelo. Lo firmaré.
(Firma.)
Ministro 2: ¡Esto es un disparate, majestad!
Ministro 2: ¡La tierra siempre ha sido propiedad del rey!
Niño: Creo que eso está muy mal.
Ministro: Cuando los súbditos sean dueños de su tierra no querrán pagar alquiler por ella.
Niño: ¿Qué alquiler?
Ministro 2: Y si no pagan, el tesoro real se reducirá.
Niño: ¿Cuántas piezas de oro hay en el tesoro real?
Ministro 3: Novecientos millones.
Niño: ¿Alcanza para que nadie muera de hambre, verdad?
Ministro 1: Pero pasará el tiempo.
Ministro 2: Las monedas se gastarán.
Ministro 3: Y las arcas reales quedarán vacías.
Niño: Cuando eso ocurra nos pondremos a trabajar.
(Se oyen exclamaciones de protesta de la corte.)
Ministros:
(Juntos.)
¡Eso no es posible, señor! Niño: ¿Por qué se alarman? Si todos trabajamos mucho no nos faltará el pan y tendremos leña para calentar
este palacio tan grande y tan frío.
Ministro 1: ¿Dónde se ha visto que un rey trabaje? Niño: ¿Qué tiene de malo? Sé manejar el arado y sembrar y ordeñar. (Nuevas exclamaciones de los cortesanos.
Están consternados.)
Niño:
(Autoritario.)
No discutamos más. Ya está decidido.
(Los cortesanos se acercan con disimulo a sus monopatines. Es evidente que planean huir.)
¿Qué hacen? ¿Adónde quieren ir?
(Algunos cortesanos huyen.)
¿Por qué se escapan?
Cortesanos:
(Varios.)
¡No queremos trabajar! ¡Por eso nos vamos de este reino!
Niño:
(Corre tras ellos tratando de detenerlos.)
¡Vengan! ¡No huyan! ¡Trabajar es muy lindo!
(Todos los cortesanos desaparecen.)
Ministro 1: Nos han dejado solos.
Niño: Quizá sea mejor. No me agradan los haraganes.
(A los ministros.)
¿Ustedes también quieren irse?
Ministro 1: No, señor.
Ministro 2: Jamás le abandonaremos.
Ministro 3: Amamos a Patinolandia.
Niño: Me alegro. Y veo que son muy buenas personas.
Ministros:
(Juntos.)
Gracias, majestad.
Niño: Ahora continuemos.
(Breve pausa.)
¿Cómo saben que el rey Mepo ha decidido atacarnos?
Ministro 1:
(A uno de los guardias)
Que pase el espía.
(Entra un hombre disfrazado de mendigo harapiento y se inclina frente al rey.)
Mandamos a este hombre disfrazado de mendigo para que espiara.
Niño:
(Al espía.)
¿Qué novedades traes?
Espía:
(Con voz tremebunda.)
¡El ejército de Mepo ya está listo para atacarnos, majestad! ¡Y tienen armas más poderosas que las nuestras!
Niño: ¿Son muchos?
Espía: El doble que nosotros.
(Los ministros se horrorizan.)
Pero eso no es todo.
Niño: ¿Qué más tienes que decirnos?
Espía: ¡Tienen un solo ojo!
Ministros:
(Juntos.)
¡Qué miedo!
Espía: ¡Si fuera eso solo!
Niño: ¿Hay algo más?
Espía: ¡En lugar de brazos usan palancas!
Ministro 1: ¡Es espantoso!
Ministro 2: ¡Nos destruirán a todos!
Ministro 3: ¡Tendremos que rendirnos!
Espía: En lugar de uñas tienen clavos.
(Los tres ministros se esconden asustados detrás del trono.)
Niño:
(A los ministros, con energía.)
¿Por qué se esconden, cobardes?
Ministro 1:
(Balbuciendo.)
Íbamos...
Ministro 2:
(Con miedo.)
A ver....
Ministro 3:
(Contento porque se le ha ocurrido una idea.)
¡Íbamos a ver si llueve!
Ministros 1,2: ¡Eso mismo! ¡A ver si llueve!
Niño: Parece mentira que estén tan asustados.
Ministro 1: ¡Esos enemigos son muy crueles y nos vencerán, señor!
Ministro 2:
(Lagrimeando.)
¡Nos robarán los monopatines!
Niño: Les aseguro que podremos más que ellos.
Ministro 3: ¿Quién se animaría a enfrentarlos, majestad?
Niño:
(Con orgullo.)
Yo.
Ministro 1: ¡Eso es imposible!
Ministro 2: ¿Qué podría hacer un niño contra un ejército?
Ministro 3: Sería destruido.
Niño: ¿No confían en mí?
Ministro 1: Sí, señor, claro que confiamos. Pero nos parece difícil que usted solo...
Niño:
(Lo interrumpe.)
¡Poeta!
Poeta: ¿Majestad?
Niño: Sólo tú puedes convencer a estos hombres de que yo solo venceré al rey Mepo.
Poeta: ¿Cómo?
Niño: Diles que lo que verán es cierto.
Soldado 1: ¿Dónde prefiere que pongamos su carpa, majestad?
Rey Mepo: Veamos.
(Inspecciona el lugar.)
Allí.
(Advierte la presencia del niño.)
¿Qué es eso?
Soldado 1: Un árbol.
Rey Mepo: ¿Un árbol? Qué raro. Es el único que hay.
Soldado 1: A veces crecen solos. La naturaleza es muy caprichosa.
Rey Mepo:
(Mirando al niño con detenimiento y desconfianza.)
Puede ser. Pero no me gusta el color de este. Nos traerá mala suerte.
(El niño se desplaza sin que él lo note.)
¡Soldados!
(Se acercan dos soldados.)
¡Arranquen este árbol de raíz!
(Se sorprende cuando advierte que el árbol no está en el mismo lugar.)
¿Cómo es esto?
Soldado 2: ¿Qué pasa, majestad?
Rey Mepo: Hubiera jurado que estaba aquí.
Soldado 3: Yo también.
Rey Mepo:
(Enojado.)
¿Estaba o no estaba?
Soldado 1: Parece que no.
Rey Mepo: ¿Es posible que los dos hayamos imaginado lo mismo?
Soldado 1: A veces ocurre, señor. Rey Mepo: (A los soldados.) ¿No oyeron? ¡Córtenlo! (Los soldados intentan cumplir la orden, pero el niño mueve
su brazo rama y ellos huyen despavoridos.)
¿Qué les pasa a estos locos?
Soldado 1: Parece que se asustaron.
Rey Mepo: ¿De qué?
Soldado 1: Hay algo raro en el aire, majestad.
Rey Mepo: Sí, yo también huelo algo raro.
(Llama. Está muy ofuscado.)
¡Guardias!
(Entran dos guardias.)
¡Arranquen ese esperpento de raíz!
(Los guardias se acercan al niño, pero este emite un sonido esotérico que los asusta y los impulsa a huir.)
¿Qué ocurre?
Guardias:
(Juntos y aterrados.)
Ese árbol nos da miedo.
Rey Mepo: ¿Por qué son tan cobardes?
(El niño emite un sonido extraño y amenazador. Los guardias huyen.)
Guardias:
(Juntos.)
¡Socorro! ¡Aquí hay un árbol que habla! Rey Mepo: (Está furioso y se acerca al niño árbol empuñando su gran espada.) ¿Es posible que este árbol
maldito atemorice a mi gente?
(El niño se apodera de la espada y la deshace.)
Niño:
(Con ira.)
¡Si alguien me hace daño, rey estúpido, todos los árboles del bosque acabarán con tu reino!
Rey Mepo:
(Está asustado pero se esfuerza en aparentar ferocidad.)
¿Qué has dicho, insolente?
Niño: ¡Dije que acabaremos con tu reino!
Rey Mepo:
(Con arrogancia.)
¿Crees que podrías asustarme? ¡Yo soy un rey!
Niño: ¡Y yo soy un árbol!
Rey Mepo: ¡Un rey no se asusta de un árbol!
(Se oye el trote de los caballos que huyen.)
¿Qué es ese ruido?
Niño: Tu ejército está huyendo. Rey Mepo: (Corre hacia el foro. Está desesperado.) ¡No huyan! ¡No tengan miedo! ¡Apenas nos apropiemos de
Patinolandia habrá monopatines para todos!
Niño: Se fueron.
(El rey Mepo llora.)
Ahora dime: ¿quién es más grande, el rey que no es capaz de detener a su ejército o el árbol que acaba de lograr que huya?
Rey Mepo:
(Furioso.)
¡Mi ejército huyó porque está lleno de cobardes! ¡Desterraré del reino a todos mis solados!
Niño: No te permitiré que hagas eso. Tampoco te apoderarás de los monopatines de tus vecinos.
Rey Mepo:
(Con burla.)
¿Y quién eres tú para impedírmelo?
Niño: Lo sabrás cuando regreses derrotado a tu reino.
Rey Mepo:
(Amenazador.)
¡No creas que podrás más que yo! ¡Ahora mismo regreso a mi reino, junto al ejército y vengo a invadir las tierras del rey Poco!
(Se dirige con paso marcial hasta el caballo.)
Niño:
(Con suavidad.)
Detente, niño rey.
Rey Mepo:
(Ofendido.)
¿Qué dijiste?
Niño:
(Con burla.)
Dije "niño rey".
Rey Mepo:
(Con ira.)
¿Por qué me llamaste "niño"
Niño: Porque sólo a un niño puede ocurrírsele jugar a ser rey.
Rey Mepo:
(Exaltado.)
¡Yo no juego a ser rey! ¡Soy rey! Niño: Si fueras un verdadero rey no estarías diciéndolo a gritos.
Rey Mepo: ¿Y qué haría, según tú?
Niño:
(Buscando a Mepo.)
¿Dónde está el rey valiente? ¿Dónde se escondió? |
Obra de Ricardo Prieto
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Ricardo Prieto en Letras Uruguay
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