Danubio azul |
Estrenada por el "Teatro de la Gaviota" el 22 de mayo de 1989 en el Teatro Stella. Elenco: Marisa Paz, Miriam Mastalli, Martín Berisso, Gabriel Felicini, Ana María Cabezas y Julio Vignolo. Iluminación: Sergio del Cioppo. Dirección Carlos Aguilera. Estrenada en 1989 en Asunción, Paraguay, en el marco del Primer Festival Teatral Latinoamericano con participación de Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y Paraguay En esa oportunidad la actriz Marisa Paz fue sustituida por Violeta Amoretti.. Estrenada por el grupo " Abrochagorda" (con el auspicio del Ministerio de Cultura de la Intendencia de Artigas), el 19 de junio de 1998 en el Auditorio Municipal de la ciudad de Artigas. Elenco: Margarita Grondona, Gisella Benedetti, Marnie de Avila, Miguel Silveira, Nelson D. Benedetti, David Pascual, Julio César Díaz y Andrés y Alejandro Lemos. Asistente deirección: Mercedes Brazeiro. Dirección: Mirtha Cazet. Estrenada por Casa de Comedias y Alexis Savia Producciones el 21 de septiembre de 2001 en la sala del MEC. Elenco: Elena Zuasti, Verónica Picabea, Cecilia Patrón, Walter Berrutti, Alexis Savia y Mateo Chiarino. Dirección de Arte: Cristina Cruzado. Ambientación sonora: Alberto Leirós. Luces: Carlos Rodríguez Navarro. Asistente de dirección: Rosario Siciliano. Dirección. Elena Zuasti. El escenario está a oscuras. Entra Laura, quien viene de la calle. Camina con sigilo por la sala, se acerca a las puertas de los respectivos dormitorios y pega el oído a ellas. Después regresa hasta la entrada de la casa y le hace una seña a alguien que está fuera. Aparece un muchacho. La oscuridad no permite advertir bien sus rasgos. Se acerca a Laura, la abraza, la desviste. Se recuestan sobre la pared próxima a la puerta de entrada y empiezan un acoplamiento frenético. De pronto, él la empuja hacia un sillón y tira al piso sin querer un reloj de mesa. A partir de ese momento ocurren varias cosas: se enciende la luz en el cuarto de Amelia, el muchacho se sube el pantalón y huye. Entra Amelia y enciende la luz de la sala. Amelia: ¿Otra vez con tipos aquí? Laura: No vine con ningún tipo. Amelia: ¿Qué era ese ruido entonces? ¿Y esa ropa toda desarreglada? Laura: Me caí. Amelia: ¡Te caíste! Mirá: si yo fuera tu madre no te dejaba entrar más a esta casa. Estoy harta de cochinadas. (Levanta el reloj.) Los vecinos hablan. Ya estamos en la boca de todo el mundo. Y nadie puede dormir tranquilo teniendo extraños bajo techo. ¿Qué clase de gente traés aquí? Laura: No traje a nadie. Amelia: No mientas. ¿Qué estabas haciendo sin corpiño en el living? Laura: Bueno, está bien. Vine con alguien. Amelia: ¿Quién era? Laura: Un amigo. Amelia: ¿De esos que levantás por la calle, como si fueras una yira? Laura: No insultes. Amelia: ¿Quién te enseñó esta forma de vida? Laura: No pudras, estoy cansada. (Bosteza.) Amelia: Más me canso yo de ver en qué te estás convirtiendo. ¿Dónde se ha visto traer hombres desconocidos a la propia casa? Laura: No era un desconocido. Era Juan. Amelia: Juan y Pedro y todos los demás son la misma cosa. Nunca vienen cuando es de día, así que no deben ser trigo limpio. Laura: No. El único trigo limpio que conozco sos vos. Amelia:. Sin duda. Soy una mujer decente. Yo no ando con anticonceptivos en la cartera, como vos. Laura: (Burlona.) Por supuesto. ¿Para qué los querrías? Además, yo ando con condones, querida. (Saca preservativos de la cartera y los tira sobre la mesa.) Son más sanos. Amelia: (Furiosa.) ¡Sacá esa porquería de ahí! Y no sigas burlándote de mí porque te voy a dar un sopapo. Laura: Bueno, che. Amelia: ¡Si tu padre supiese! Y es una lástima que tu madre no haya venido, porque si estuviera... Laura: ¿Tan tarde y no llegó? (Cáustica.) ¿Qué estará haciendo por ahí? ¿Jugando a las novias? Amelia: Tené un poco de respeto. Laura: (Abre la puerta del cuarto de Luis.) ¿Y el nene tampoco llegó? Amelia: Esto se tiene que terminar, Laura. Laura: Sí, y ojalá se termine bien pronto porque estoy muerta de aburrimiento. Cerraría los ojos para no ver nada más y me quedaría quieta ahí, como un perro. Amelia: Estás borracha. Laura: Sólo tomé algunas copitas. Amelia: ¡Algunas copitas! Tomaste diez damajuanas de vino por lo menos. Laura: Cuando me invitan sólo tomo whisky. Cuando pago yo me conformo con cualquier porquería más barata que el vino. Amelia: Lo que toman los malandrines. Laura: Está bien. Pensá lo que quieras. Pero no me llenes las que te dije. (Va hacia la cocina.) Amelia: ¡Te felicito por el lenguaje! ¿Y qué vas a hacer en la cocina? Laura: Voy a tomar una aspirina. Me duele la cabeza. Amelia: Mirá qué facha. ¿Ese es un vestido para ponerse? Laura: Estoy correctamente vestida. Amelia: ¿Con el ombligo afuera? Laura: Es práctico. Amelia: Hasta que algún día encuentres con uno de esos degenerados que andan por ahí, te meta en algún rancho y te viole con toda su mafia. Laura: Mientras no me violen aquí. Vos serías capaz de aguarles la fiesta. Amelia: De aquí te voy a sacar cortita si seguís trayendo a esa gentuza. Laura: Serán gentuza, pero saben cómo coger a una mujer. Laura: En mis tiempos, y a tu edad, mi abuela me hubiera matado si decía una cosa así. Las muchachas éramos respetuosas. Laura: Y las abuelas unas frígidas. Amelia: Tomalo en broma nomás. Laura: Estoy harta de tus tiempos, de las señoritas vírgenes y del encaje lleno de mugre. Estoy harta de todo. (Va hacia el aparador y empieza a buscar plata.) Amelia: ¿Qué estás buscando? Laura: Plata. Me olvidé de comprar cigarrillos. Amelia: ¿Y dónde vas a encontrar cigarrillos a esta hora? Laura: En la esquina hay un bar abierto. Amelia: Mejor andá a la cama. Tenés que ir a trabajar a las nueve. Laura: Hoy no voy a trabajar. Amelia: ¿Vas a faltar otra vez? Laura: Sí, quiero descansar. Amelia: ¿Y cómo no vas a tener ganas de descansar si te pasaste de juerga toda la noche? Laura: ¿Dónde está la plata? Amelia: No sigas buscando ahí. Saqué todas las monedas. Laura: Entonces le robaré cigarrillos a la doña. Amelia: No le saques más cigarrillos a tu madre. Laura: ¿Qué querés que haga? ¿Que me fume el dedo? Amelia: Aguantate. Y mañana andá a trabajar. Porque si esto sigue así... Laura: ¡No jodas! (Entra al cuarto de la madre. Pausa. Regresa a la sala.) Amelia: Si esto sigue así nos vamos a hundir. Tu madre ya no puede más. Laura: Pobrecita la sacrificada. Amelia: Hace mucho tiempo que todo depende de ella. Laura: ¿Y qué querés que haga? ¿Que la ayude más? Amelia: ¿En qué la ayudás? Laura: Pago la luz y el agua de esta covacha. Amelia: Pero ella y yo pagamos el resto. Laura: Lo que gano apenas si me alcanza. Amelia: No te alcanza para gastártelo por ahí, decí mejor. Laura: (Burlona.) Sí, gasto tanta plata fumando cigarrillos de porquería y tomando grapa. Amelia: Yo no fumo ni tomo grapa pero se me va toda la jubilación en esta casa. Laura: ¿Así que es eso lo que te duele? Amelia: ¿A vos no te molestaría? Laura: Nadie te manda quedarte aquí. Amelia: Mirá, si no fuera porque yo estoy aquí... Laura: (La interrumpe.) No empieces a contar la historia de siempre. Ya sé que lavás, planchás y limpiás la cocina. Pero yo no te mando hacerlo. Amelia: Si no lo hago yo... Laura: (La interrumpe de nuevo.) Lo haría otro. Nadie es imprescindible. Además, si no vivieras aquí tendrías que pagar un alquiler en otro lado. Amelia: Me sale caro no pagar alquiler. Laura: Sí, tenés razón. (Bosteza.) Bueno, no hagas ruido. Voy a atorrar hasta el mediodía. (Entra a su cuarto.) Amelia: ¡A atorrar! ¡Qué palabra! ¡Andá a atorrar nomás! ¡Si el padre supiera! (Entra Blanca. Es una atractiva mujer de cuarenta y tantos años sensible y refinada. A pesar de esto se advierte en ella una fuerte personalidad, no poca fortaleza y cierta tendencia a la exasperación.) Blanca: ¿Qué hacés levantada a esta hora? Amelia: Estaba durmiendo, pero llegó la "nena" y tiró un reloj al piso. Blanca: Otra vez borracha. Amelia: ¿Y lo decís así nomás? Blanca: ¿Cómo querés que lo diga? Ya no puedo con ellos. Amelia: Si yo fuera vos... Blanca: (La interrumpe.) No empieces de nuevo, mamá. Sabés que no hay nada que hacer. Me superan. Además, hoy estoy muy cansada. Amelia: Ese es tu problema: siempre que llegás aquí estás cansada. Y ellos hacen lo que quieren. Había venido con alguien. Blanca: ¿Con quién? Amelia: Qué sé yo con quién. Pero aquí había un extraño. Blanca: Ojalá fuera un buen muchacho. Amelia: ¿Así que lo único que te importa es que sea un buen muchacho? Tu hija no estudia, se acuesta todos los días con un tipo diferente y la echan de todos los empleos y a vos no te interesa. ¿Hasta cuándo vas a permitir esto? Blanca: Hasta que deje de trabajar menos afuera. Amelia: ¿Y cómo vas a hacer para trabajar menos afuera si estás por abrir un negocio? Blanca: Veremos si pongo el negocio. Primero tengo que lograr que Guillermo me preste la plata. Si puedo vencer el amarretismo que tiene, terminaré de hacer horas extras en la oficina y podré ocuparme un poco más de esto. Amelia: ¿Querés que te diga la verdad? Esto no tiene arreglo. Y yo me estoy enfermando. Blanca: No te hagas mala sangre. Amelia: ¿Que no me haga mala sangre? ¡Un día de estos va a meter aquí una banda de delincuentes y nos van a robar todo! Blanca: Calmate, mamá. Me voy a acostar. Estoy liquidada. Amelia: Luis no vino. Blanca: ¿Y qué querés que haga? ¿Que lo vaya a buscar? Amelia: Hace tres días que no duerme aquí. Blanca: Sí, sí. Hasta mañana, mamá. Amelia: Mañana hay que pagar la luz. Blanca: Veremos. Amelia: No me digas veremos. Debemos dos meses y la UTE no perdona. Blanca: (Molesta.) Por favor, mamá. Estoy molida. Hasta mañana. (Entra a su cuarto. Amelia se sienta. Su rostro denota preocupación y tristeza. La luz declina.) Oscuridad total |
Escena II El dormitorio de Blanca. Ella se está vistiendo después de haberse acostado con Guillermo. Este es un hombre maduro, escéptico y burlón. Es evidente que está unido a Blanca por un vínculo casi exclusivamente sensual. Guillermo: ¿Alguien te está esperando? Blanca: No. ¿Por qué? Guillermo: Me extraña que ya te estés vistiendo. Blanca: Tengo ganas de salir a la calle. Guillermo: (Burlón.) ¿Soy tan deprimente? (Blanca no responde.) Pregunté si soy tan deprimente. Blanca: (Irónica.) No, por supuesto que no. Como vas a ser deprimente vos. Guillermo: No sé qué pasa. (Pausa.) Dame un cigarrillo. (Ella le acerca la cala, lo invita y después se sirve uno.) Vení. (Blanca no se mueve.) Te pedí que vengas. (Ella está a punto de no ir pero obedece. Él la recuesta sobre la cama.) Vamos, hablá. ¿Qué pasa? Blanca: No me pasa nada. Guillermo: ¿Hice algo mal? Blanca: (Irónica.) Vos nunca hacés nada mal. Guillermo. Y dale con la ironía. Blana: ¿Qué querés que diga? ¿Qué hacés todo mal? (Guillermo se ríe. Ella se aleja. Está enojada.) ¡No te rías! Guillermo: Vení. Blanca: Tengo que volver al trabajo y vos tenés que encontrarte con tu mujer. Guillermo: ¿Conque es eso? Blanca: Sí, es eso. Estoy harta de oírte hablar de ella y de las enfermedades de los nenes y de los problemas que tenés con tu suegra. Ya no soporto más que me cuentes todos los melodramas que ocurren en la oficina. ¡Quién creés que soy yo? ¿La Madre Teresa? Guillermo: Pensé que éramos amigos y que... Blanca: (Lo interrumpe.) No somos amigos. Guillermo: ¿Entonces qué somos?(Silencio.) Vamos, decilo. Blanca: Amantes. Guillermo: (Mientras empieza a vestirse.) Si no somos amigos y sólo somos amantes supongo que querrás un regalito semanal, que te mande flores o bombones. Blanca: No quiero regalos. Quiero algo más concreto. Guillermo: ¿Más concreto que esto? Blanca: Esto podría hacerlo con cualquiera. Es muy fácil venir a mi apartamento una o dos veces a la semana cuando mamá sale y mis hijos no están. Después del asunto tomás una copa y a otra cosa. (Con burlona tristeza.) ¿La vida es fácil, verdad? (Después de una brusca transición.) Pero también es breve y no estoy dispuesta a desperdiciarla así. Guillermo: El "asunto", como vos decís, ya dura tres años. Blanca: Pero es sólo un asunto.(Un silencio.) ¿O no? Guillermo: Vos sabrás. Blanca: No me digas "vos sabrás". Me cansé de ser tu paño de lágrimas. Yo también existo, tanto como vos, como tu mujer y como tus hijos. Además, yo también tengo hijos. Guillermo: ¿Qué querés decir? Blanca: Que tengo necesidades. Guillermo: Ah, la cosa venía por ahí. Blanca: ¿Qué? ¿Cómo? Guillermo: (Burlón.) Se trata de tus necesidades. Blanca: Son tan importantes como las tuyas ¿verdad? Guillermo: Por supuesto. Blanca: Sin embargo, no te importa qué le pasa a la mujer que se acuesta contigo dos veces a la semana desde hace tres años. Si esto dura, bueno, vos sabés, se debe a que... Guillermo: Dale, terminá. ¿A qué se debe? Blanca: Prefiero callarme. Guillermo: Está bien. (Un silencio.) ¿Qué problemas tenés? (Otro silencio.) Vamos, decilo. Blanca: Deberías saber cuáles son mis problemas. Guillermo: Te dije mil veces que no puedo dejar a mi mujer. Hay intereses comunes y una vida en común y... Blanca: (Lo interrumpe.) ¡No me hables más de tu mujer! Por favor. Sé bien que no podés dejarla. Ya me convencí de eso y hasta logro creer que no me importa. Pero no la menciones más. (Breve silencio.) Yo hablaba de otras cosas. Guillermo:. ¿Qué cosas? ¿Verme más? Blanca: No, no es eso. Bueno, eso también. Pero no me refería sólo a vernos. Hace tres meses que te estoy hablando del negocio. Guillermo: ¡Ese es un negocio estúpido! Blanca: Para mí no es estúpido y voy a abrirlo. Guillermo: Abrilo, yo no te lo impediré. Blanca: ¿Con qué plata? Guillermo: Qué sé yo. Blanca: (Lo remeda.) "¡Qué sé yo!" Sabés bien que vivo de un sueldo, tengo dos hijos y... Guillermo: (La interrumpe.) ¿Qué es lo que querés? ¿Plata? No tengo. Mi presupuesto es infernal. Blanca: Necesito que me salgas de garantía para alquilar el local. Además quiero seis mil dólares. Guillermo: ¡Seis mil dólares? Vos estás loca. Blanca:. ¡Tampoco podés salirme de garantía? Guillermo: Eso sí, quizá pueda hacerlo. Blanca: ¡Tenés una propiedad, no? Guillermo: Sí, sí. Blanca: Entonces podés hacerlo. Guillermo: Está bien: puedo hacerlo. Pero no me pidas plata porque no la tengo. Blanca: La tenés, Guillermo. Guillermo: No puedo disponer de ella. Es lo mismo que si no la tuviera. Blanca: No querés hacerlo por mí. Guillermo: (Exasperada.)¡No puedo prestarte plata para que pongas un negocio de mierda! Blanca: (También exasperada.) ¡No es un negocio de mierda! El país está en ruinas, los políticos son unos mafiosos, las jubilaciones son miserables, la gente ya no puede comprarse un par de medias nuevas y nada puede marchar mejor que la venta de ropa usada. Guillermo: No puedo arriesgarme, comprendé. Jamás me devolverías esa plata. Blanca: ¿Importa eso? Guillermo: ¿Querés que te la regale? Blanca: ¿Y por qué no? Guillermo: Conque es eso. Blanca: No, no es eso. Quiero que me la prestes. Guillermo: Tratándose de un negocio como ese, darte la plata sería como regalártela. Nunca la recuperaría. Blanca: Entonces pensá que es un regalo. Guillermo: ¿Viste? Era eso. Blanca: Sí, era eso. De lo contrario... Guillermo: ¿De lo contrario qué? Vamos, amenazame, decime que vas a dejarme. ¿Creés que me importa? Blanca: Ya sé que no te importa. Guillermo: (Arrepentido.) Perdoname. No quise decir eso. (Un silencio. ) ¡Qué vas a hacer con el dinero? Blanca: Voy a amueblar el local y a comprar mercadería. Guillermo: Y después te fundís. Blanca: ¡No voy a fundirme! Guillermo: Está bien. Vas a ser millonaria y hasta me vas a mantener a mí. Blanca: A lo mejor... Guillermo: Hay algo que no sabés: invertí más dinero en la chacra, compré algunas máquinas y me comprometí a pagarlas en un año. La deuda es en dólares, como podés imaginar. Blanca: Nadie te mandó comprar esa chacra. Guillermo: Eso no es asunto tuyo. Blanca: Pero mi negocio sí. Guillermo: Además, lo que yo gano no es una maravilla, y tengo un presupuesto infernal. Blanca: Las multinacionales pagan bien. También está la plata del banco. Guillermo: Eso no se toca porque es muy poco y no puedo estar al descubierto. Tengo una familia, alguien puede enfermarse, podría quedar sin trabajo. Vos sabés. Blanca: ¿Muy poco ochenta mil dólares? Guillermo: (Estupefacto.) ¿Qué dijiste? Blanca: Ochenta mil. Vi la boleta de plazo fijo. Guillermo: (Con ira.) ¿Así que revisás mi portafolio? ¿Pero cómo te atreviste? Blanca: (Aunque le resulta difícil porque es orgullosa y altiva se humilla una vez más. Se advierte su esfuerzo.) Seis mil dólares miserables. La chacra te los hará recuperar en seis meses. (Suplicante.) Por favor. Guillermo: Seis mil dólares es plata acá y en Tanganica. (Después de una extensa pausa, a regañadientes.) Está bien: seis mil. Pero vamos a hacerlo bien. Hablo con mi abogado y arreglamos los papeles. A lo mejor tenés razón y hasta podremos ganar dinero. ¿Conforme? Blanca: (Con tristeza.) ¿Si estoy conforme? Bueno, sí. ¿Por qué no? Guillermo: No, no estás conforme. (Un silencio. La luz declina con lentitud. Quedará iluminado sólo el rostro de Blanca.) Respondé Oscuridad total. Escena III El mismo decorado. Se oyen gritos en la habitación de Laura. Amelia: (Furiosa.) ¡Se terminó! Laura: ¡No te metas en lo que no te importa! Amelia: ¡Se va enseguida de aquí! Una voz: Está bien. No grite. Laura:: ¡No! ¡No te irás! Amelia: ¡Dije que se va! Laura: ¡Entonces me voy yo también! (Salen Laura y un muchacho medio desnudo. Caminan con rapidez hacia la puerta mientras se ponen la ropa. Entra Amelia.) ¡Y la próxima vez golpeá antes de abrir la puerta! Amelia: ¡Es la ultima vez que entrás con un degenerado a esta casa! Laura: Sí, vieja imbécil. Amelia: ¿Yo vieja imbécil? (La persigue. Laura y el muchacho huyen. Entra Luis.) Luis: ¿Qué pasa? ¿Otra vez peleando con ésta? Amelia: Estoy harta de que traiga desconocidos a la casa. Y ahora, para peor, ni siquiera tranca. Entré al cuarto y los vi enroscados en la cama. Estaban ahí desde anoche. Luis: (Burlón.) Tendrías que haber perdido perdón y dejarlos tranquilos. Amelia: Sí, vos bromeá nomás. Pero se terminó la inmundicia. Esta es una casa decente. Y vos también andá sabiéndolo. Luis: ¿Yo? ¿Qué tengo que ver yo? Amelia: Voy a tomar el toro por los cuernos, ya que tu madre no quiere hacerlo. Luis: Nunca usé mi cuarto como casa de citas, que yo sepa. Amelia: No, vos para eso usás el ascensor. Luis: Bueno, che, no empecemos. Recién me levanté y no quiero oír sermones. ¿Dónde está mamá? Amelia: Salió temprano. Está buscando locales para alquilar. (Se dirige a la cocina para prepararle el desayuno a Luis. Este pone un casete en el equipo y oye una estridente composición de rock.) Luis: Claro. Había olvidado que el miserable al fin largó los mangos. Y hablando de mangos: ¿no tenés cien pesos para prestarme? Amelia: ¿Vos te atrevés a pedirme plata? ¿Vos, que gastás en pavadas cien pesos por minuto? Luis: El gerente roñoso no quiso hacerme un vale. Y hace dos meses que trabajo ahí. Amelia: Habría que ver dónde hacés vos los vales. Vivís como un bacán y aquí no ayudás nada. Luis: Tengo suerte en la ruleta. Mirá, esta camisa es de Polo. Ropa para suertudos. Amelia: Sí, ropa muy cara. Pero de tu casa nunca te acordás. Si yo no ayudara a tu madre... Luis: ¿Y quién tiene la culpa de que seas tan estúpida? A mamita que la ayude el capón ese, que bastante la jode. Aunque éste, comparado con el marido que tuvo, parece el hombre perfecto. Amelia: No empieces a hablar mal de tu padre. Luis:. ¿Quién te entiende a vos? O uno u otro. No podés servir a dos patrones. Amelia:. Eso es lo que quieren, que tome partido, como hacen ustedes. Pero las cosas no son tan simples ni tan fáciles. Luis: Las partidistas son ustedes: vos blanca, mamá colorada. Amelia: A mucha honra. Luis: Vos de nacional, mamá de peñarol. Pero yo no soy blanco ni colorado; ni de peñarol ni de nacional. Amelia: Claro: vos sos como todos esos comunistas mugrientos. Luis:. Todos mis amigos son izquierdistas pero yo soy yo, no llevo banderas. Y cuando voté me di el lujo de votar en blanco. No creo en nadie, ni siquiera en Artigas. Amelia: (Cómicamente indignada.) ¿Ahora vas a insultar a Artigas? Luis: ¿Y por qué no? Dicen que era un matrero taimado y contrabandista. Amelia: (Horrorizada.) ¡Perdonalo, Dios mío! ¿Pero adónde va a ir el país con esta gente? Luis: Yo no me dejo engañar así nomás. Todos los que mandan son iguales. No idealizo a nadie ni permito que me idealicen. Amelia: Porque tendrás cola de paja. Luis: Ojalá fuera de paja, así no me acordaría de las patadas que me daba papito antes de irse. Amelia: Siempre ese rencor, siempre recordando todo eso. Luis: Es difícil olvidar ciertas cosas. Amelia: (Entra con el desayuno en una bandeja.) Sería mejor que las olvidaras, porque a ese paso no llegarás a ninguna parte. Luis: (Burlón.) ¿Hay que llegar a alguna parte? Amelia:. Seguí jorobando y vas a ver cómo se te pasan los años. Luis: Vos querés que me meta en alguna jaula de oro para hacer carrera. Pero no voy a darte ese gusto. Amelia: Sí, vos sos tan sabio que no vas a meterte en ningún lado. Pero te vas a quedar a la intemperie. No creas que con ese empleíto y con la ruleta vas a enfrentar los tiempos que se vienen. Las cosas van a ser cada vez peores. Este país nunca fue fácil. Amelia: Está bien. Y seguí aturdiéndome nomás. Escena IV ESCENA VIII EL MISMO DECORADO. ENTRA LUIS SIGILOSAMENTE. VIENE DE LA CALLE Y ESTÁ OSTENTOSAMENTE VESTIDO. ENTRA AL CUARTO SIN HACER RUIDO. PAUSA. ENTRA LAURA. SE QUITA EL TAPADO, SE SIRVE UN WHISKY, ENCIENDE EL EQUIPO DE MÚSICA Y SE PONE A FUMAR. PAUSA. LUIS SALE DEL CUARTO TRANSPORTANDO DOS BOLSOS. LAURA: (SORPRENDIDA.)¿Vos? ¿Aquí? ¿Qué estás haciendo? ¿Mamá no te sacó la llave? LUIS: Sí. Pero yo tenía otro juego.
LAURA: Andate antes de que llegue alguien.
LUIS: No hay apuro. (SE SIRVE WHISKY.) Estuve esperando hasta que vi salir a la abuela.
LAURA: Mirá que tenés coraje, che.
LUIS: ¿Coraje por qué? Esta casa es tan mía como tuya. Vine a buscar mi ropa y algunos libros y no me quedo porque me echaron.
LAURA: ¿Dónde estás viviendo?
LUIS: Por ahí.
LAURA: (CON TRISTEZA.) Yo no puedo lograr que mamá te perdone, Luis.
LUIS: Nadie te pide que hagas nada.
LAURA: Siempre nos llevamos como perro y gato pero no me gusta verte así. Me da pena.
LUIS: No te preocupes: vos también me das lástima.
LAURA: (MOLESTA.) ¿Ves? Trato de dialogar como nunca lo hicimos y enseguida me atacás.
LUIS: (BURLÓN.) Está bien. No voy a atacarte más. Te quiero mucho. ¿Te gusta oír eso?
LAURA: Vos y yo nunca afinamos. Pero no te detesto. Es más, hasta creo que te extraño un poco. ¡Pero estoy harta de este clima de velorio! Conseguí la plata que robaste, por favor. Hacé algo.
LUIS: No puedo hacer nada. No tengo ese dinero.
LAURA: ¿No podrías pedirle los dólares prestados a algún amigo?
LUIS: ¿Quién te va a dar dos mil dólares en este país de ratas?
LAURA: Tenés que conseguirlos, Luis.
LUIS: ¿Qué querés que haga? ¿Que robe otra vez?
LAURA: Estoy asustada. Hace un rato llamó Guillermo dándole un ultimátum a mamá. Lo atendí yo.
LUIS: Voy a hablar con él. Sé que me estuvo buscando. A lo mejor lo tranquilizo.
LAURA: ¡No! ¡No te metas! ¡Empeorarías las cosas! Sólo quiere plata y hay que dársela.
LUIS: Yo no tengo trabajo estable, Laura. ¿Sabés de dónde saco para pagar el hotel y para comprarme estas pilchas y comer? (BURLÓN.) Cojo viejas, viejos, jóvenes, lo que venga. ¿Me entendés, no? Soy taxi boy. No me va mal pero no puedo juntar dos mil verdes de un día para otro.
LAURA: (CON ANGUSTIA.) Te estás hundiendo, Luis. Y nosotros contigo.
LUIS: ¿Recordás lo que dijo papá cuando se peleó con mamá antes de irse para siempre? "Quedate con esos hijos de mierda para convertirlos en dos desgraciados". LAURA: No quiero oír eso. LUIS: (CON SADISMO.) ¡Tenés que oírlo! Vos y yo estamos perdidos. El país está podrido de arriba abajo. Esta casa está enyetada. La única que puede salvarse aquí es la abuela. Y se lo merece. LAURA: ¿Cómo va a salvarse si depende de nosotros? LUIS: Yo qué sé. Me cuesta mucho conseguir plata. Ayer, para que sepas, me acosté con una mujer de setenta años, y hoy tengo cita con un puto.
LAURA: ¡Parala, che!
LUIS: Está bien. Paro. Pero no me compliques la vida. Y ahora me voy.
LAURA: (LO DETIENE.) ¡No! ¡No te vas así! ¿No tenés derecho a armar este lío espantoso y lavarte las manos! LUIS: ¿Qué querés que haga? LAURA: No lo sé. Yo misma no sé qué hacer. Y querría irme de esta casa. No aguanto más. LUIS: ¿Seguís trabajando?
LAURA: Me echaron.
LUIS: ¡También! Ibas un día sí y otro no.
LAURA: ¡Quién habla!
LUIS: Estás muy deprimida, Laura. Te estás liquidando. LAURA: ¿Y qué querés? No tengo trabajo, no tengo plata, no tengo pareja, no me gusta estudiar. LUIS: Fumate un porrito por día. ¿O necesitás algo más fuerte?
LAURA: ¿Me estás cargando?
LUIS: (PONE UN CIGARRILLO DE MARIHUANA SOBRE LA MESA.) Aquí te dejo uno liviano. Si no querés fumarlo tiralo.
LAURA: ¡Eso es lo único que me faltaba!
LUIS: (CON PATÉTICA SINCERIDAD, DESNUDÁNDOSE CON TRISTEZA.) Te quiero, Laura. Nacimos en el mismo pozo y aquí estamos, ahogándonos en él. Pero yo me voy. Vos, en cambio, tenés que aguantar el chaparrón.
LAURA: (ANGUSTIADA.) ¡No sigas!
LUIS: ¡Sigo! ¡Sigo! ¡Nunca vas a escapar de esto! Yo tampoco. Aunque viviera con mi familia, aunque no me drogara y dejara la prostitución, aunque fuera un hombre decente, como dicen los conformistas, siempre voy a ser un reventado. (BREVE SILENCIO.) Gracias a mamá y a papá.
LAURA: (CON DETERMINACIÓN.) Yo no voy a seguir echándole la culpa a los demás de lo que me pasa a mí. Voy a terminar con la inmundicia y voy a tratar de seguir adelante.(VACILANTE.) Si puedo.
LUIS: (CON TRISTE IRONÍA.) Veo que la abuela ha estado dándote algunas clases de esperanza. Gran maestra, la vieja. Lástima que a pesar de su sabiduría no tiene donde caerse muerta. (CON MELANCOLÍA.) ¿Sabés qué es la esperanza para nosotros, Laura?
LAURA: No.
LUIS: Lo que siempre tienen otros.(BREVE SILENCIO.) Chau.
LAURA: (LO DETIENE.) ¡No¡! ¡No te vayas!
LUIS: ¿Qué querés?
LAURA: No sé...(SE ACERCA IMPULSIVAMENTE Y LO ABRAZA.) Llamame algún día...Vení...Yo qué sé... (LUIS SONRÍE, HACE UN GESTO AFIRMATIVO CON EL DEDO Y SE VA. LA LUZ EMPIEZA A DECLINAR. LAURA SE SIENTA. SU ROSTRO DENOTA INTENSA ANGUSTIA. DE PRONTO MIRA CON CODICIA EL CIGARRILLO DE MARIHUANA. SE ACERCA A ÉL CON LENTITUD MIENTRAS LA LUZ SIGUE CAYENDO.)
Escena IX
La acción transcurre un mes después en el mismo lugar. La mesa del comedor está preparada para un festejo. Hay mantel blanco, copas, flores, etc. Entra Laura con una bandeja con saladitos. Después entra Amelia. Trae una botella de coca cola y otra de cerveza.
Amelia: Compré cerveza. Ah, encontré unas rosas monísimas con el número de años de Blanca.
Laura: Mamá te mata.
Amelia: ¿Por qué? Tendría que estar orgullosa: no representa la edad que tiene. Además compré dos velitas más. Es ridículo poner una sola en la torta. En realidad, habría que poner cuarenta y cuatro.
Laura: No seas ridícula. Ahora se usa una sola velita.
Amelia: Eso sí que es ridículo. Cualquiera diría que va a cumplir un año. En mis tiempos...
Laura: No empieces con tus tiempos, ahora es así.
Amelia: Ahora es la gran cagada, como en todo. (VA HASTA LA COCINA.)
Laura: Además, ustedes cumplían cincuenta años y ponían cuarenta velitas.
Amelia: Estás muy equivocada. Nosotros no nos avergonzábamos de la edad.
Laura: ¿No viste mi collar?
Amelia: Lo tiene tu madre.
Laura: ¿Otra vez? Y después se queja de que le uso el talco o le fumo los cigarrillos.
Amelia: Los collares no se gastan y el talco sí.
Laura: No sé para qué usa un collar tan sicodélico.
Amelia: Le queda bien con el vestido azul. (ENTRA CON UN PLATO LLENO DE SÁNDWICHES.) Además, no te quejes. Tenemos que estar contentas de que te haya sacado el collar. Estuvo un mes entero encerrada en esa pieza. Hoy quiso salir y se puso bonita. Esa es buena señal.
Laura: Disgustada o no nunca dejó de pensar en las pilchas.
Amelia:. No veo qué tiene de malo. ¿O querés que te imite a vos, que nunca fuiste a una peluquería?
Laura: No quiero terminar como vos, que pasás toda la mañana de ruleros para ir de tarde a ver vidrieras.
Amelia:: No sé que tiene de malo ver vidrieras.
Laura: Odio todo lo que está detrás de los vidrios.
Amelia:. ¿Ah sí, y por qué?
Laura: Porque no lo puedo comprar.
Amelia: Mirá: mejor andá y traé las servilletas. Hoy es un día muy especial y no quiero discutir con nadie. (LAURA VA HACIA LA COCINA. EN VOZ BAJA.) A estas gurisas de hoy le hace falta enamorarse.
Laura: (DESDE LA COCINA.) ¿Qué dijiste?
Amelia: Estaba rezando.
Laura: (VUELVE TRAYENDO LAS SERVILLETAS.) Todo este festejo a mamá la va a sacar de quicio.
Amelia: Quiero darle una alegría a tu madre. Los cumpleaños se festejan.
Laura: Hay cosas que no deben festejarse.
Amelia: Además invité a Luis, aunque no sé si vendrá.
Laura: ¿Te rayaste del todo? Mamá lo echó.
Amelia: Son las ocho y él no llegó, así que no te preocupes.
Laura: ¿Te ves con Luis?
Amelia: Sí. Y vos también. (SE OYE EL RUIDO DE LA PUERTA AL ABRIRSE.) Chist. Ya llegó.
Blanca: (ENTRA CAMINANDO CON LENTITUD. HA CAMBIADO MUCHO. PARECE TRISTE Y REFLEXIVA.) ¿Qué es todo esto, mamá?
Amelia: Fue idea de Laura.
Laura: Miente, fue idea de ella. (SALE.)
Blanca: (CON MELANCOLÍA.)Linda idea.
Amelia: La vida sigue, Blanca. No te quejes más.
Blanca: ¿Qué no me queje? ¿Mi hijo robó y querés que no me queje?
Amelia: En el fondo nunca les perdonaste que fueran hijos de él.
Blanca: ¡Nunca les faltó nada!
Amelia: Les faltó afecto. Yo jamás lo reconozco ante ellos pero es cierto. Ahora es demasiado tarde.
Blanca: ¿Así que es demasiado tarde, no? Una mujer se divorcia, el marido es un insensible, el amante un egoísta, los hijos enfermizos y ya es demasiado tarde. ¿Qué hace con su vida entonces? ¿Abandona todo? ¿Se mata?
Amelia: (CONMOVIDA.) Disculpame. (CON TERNURA.) Si dije lo que dije fue porque...(La abraza.) ¡Olvidemos todo, querida! La vida debe continuar.
Blanca: Hoy es el séptimo cumpleaños desde que me divorcié y estoy igual que antes. La idea del negocio se fue a la miércoles y mi relación con Guillermo se terminó. (BREVE SILENCIO.) Sí, la vida sigue igual, mamá. (CON TRISTEZA.) ¿Pero esto es vida? Lo único que tengo es la casa y terminé hipotecándola.
Amelia: ¡Vamos! Hoy es tu cumpleaños y no quiero verte triste. Ahora no le debés plata a nadie. Abrirás ese negocio de cualquier forma y aparecerá otro hombre que te querrá.
Blanca: ¿Para qué? ¿Para que pasen otros siete años, ocurra cualquier otra desgracia y después se acabe todo?
Amelia: ¡Nunca se acaba todo! Mirame a mí: soy vieja y vivo esperando cosas mejores. Tus hijos te quieren, a pesar de todo.
Blanca: No, no me quieren. Ellos hubieran deseado tener una de esas madres despeinadas que andan siempre de batón, ven todas las telenovelas y hacen tortas los domingos. Una sacrificada, una suicida. (CON ANGUSTIA.) ¡Cada vez que pienso que Luis se quiso matar!
Amelia: No son malos, son distintos. No comprenden los viejos tiempos, las buenas costumbres, la dulzura de vivir. Pero cambiarán. Luis va a devolverte el dinero, ya lo verás. Me lo prometió.
Blanca: (SIN ESPERANZA.) Si, me lo devolverá. Y yo pondré un negocio con el que voy a fundirme. (CON DESESPERACIÓN.) ¿Mamá querida, cómo cambió todo!
Amelia: No nos pongamos tristes. Es un día de fiesta y estamos vivos y estamos juntos. (SE OYE EL DANUBIO AZUL. SU ROSTRO SE TRANSFORMA.) Vamos, chiquita, como antes, como en los viejos tiempos. ¿Recordás cómo te gustaba bailarlo?
Blanca: (CON MELANCOLÍA.)Me envolvía con un tul que llegaba hasta el piso y me imaginaba en un palacio, rodeada de galanes...
Amelia: ¡En la Viena Imperial! Y al verte bailar papá te aplaudía.
Blanca: "Bailá, querida, bailá, la vida es tan hermosa como vos", me decía.
Amelia: (CON MUCHA TERNURA.)¡Y lo es! ¡Claro que lo es! ( DANZAN CON LENTITUD. LA LUZ EMPIEZA A DECLINAR. ENTRA LAURA TRANSPORTANDO LA TORTA. SE ACERCA A LA MESA Y OBSERVA LA ESCENA CON ESTUPOR. AL VERLA, AMELIA Y BLANCA DEJAN DE BAILAR. SE PRODUCE UNA BREVE PAUSA MUY TENSA. LAURA SE SIENTA A LA MESA. TAMBIÉN LO HACEN AMELIA y BLANCA. LA LUZ SIGUE DECLINANDO DE MANERA GRADUAL. DESPUÉS DE ENCENDER LAS TRES VELITAS, AMELIA CANTA CON SUAVIDAD.) Que los cumplas feliz,/ que los cumplas feliz... (MIRA A LAURA CON REPROBACIÓN Y ESTA EMPIEZA A CANTAR CON ELLA.) Que los cumplas feliz,/ que los cumplas feliz,/ que los cumplas Blanquita,/ que los cumplas feliz... (BLANCA SOLLOZA. AMELIA TAMBIÉN. SIGUEN OYÉNDOSE LOS ACORDES DEL DANUBIO AZUL MIENTRAS LA LUZ DECLINA. LO ÚLTIMO QUE SE DILUYE ES LA SILLA VACÍA DE LUIS Y EL ROSTRO DESOLADO DE LAURA.) |
Obra de
Ricardo
Prieto
Montevideo, 1985.
Todos los derechos reservados
Montevideo. Uruguay. Abril 2007
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Ricardo Prieto en Letras Uruguay
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