Benedetti:
Un aporte discutible pero insoslayable |
Benedetti
es un escritor talentoso. Allí están para demostrarlo muchos poemas,
varios cuentos, algunos ensayos rigurosos y sutiles. En una obra tan prolífica
como la suya hay desniveles, por supuesto.
¿Qué
escribe demasiado? No es cosa nuestra. Se escribe casi siempre con
urgencia, con la necesidad de llenar vacíos, explorar lo desconocido,
comunicarse con los demás, aventar las penas y eternizar el goce, poner límites
a la fugacidad y la fragilidad de la vida. Quien escribe mucho está
disconforme con el imperfecto orden en que se halla inmerso, y no comete
ninguna infracción. Al contrario. ¿Podrían tener todas las obras de un
escritor caudaloso la misma calidad creativa? Cualquier colega de
Cervantes ha escrito también su Persiles. Por desgracia, lo que sobra en
la producción del escritor uruguayo está ligado al excesivo compromiso
ideológico y al oportunismo. No
me gusta Benedetti cuando apela a metáforas como “el living de mi
alma”, por ejemplo, pero me seduce
cuando escribe: “Ven dulce vida/nunca es tarde”o “Me das tu
cuerpo patria/y yo te doy mi río”. Admiro los “Poemas de la
oficina” pero no me interesa “La tregua”. Estas son simples
opiniones personales y no rotundos juicios de valor que suele llevarse el
viento, sobre todo en nuestra aldea, donde está tan arraigada la
tendencia a magnificar el talento de los amigos y a desvalorizar el de
quienes no comulgan ideológicamente o sensiblemente con nosotros. Piénsese,
por ejemplo, en las bochornosas notas apologéticas que, en la década de
los sesentas, los críticos
literarios de MARCHA publicaban sobre muchas
obras endebles de sus
amistades predilectas. Benedetti
es responsable de dos aportes mayores: 1º) por el solo hecho de haberse
proyectado en muchos países le abrió las puertas a una literatura
uruguaya casi desconocida en el mundo; 2º) instaló en el colectivo
nacional la imagen del “escritor”.
No debemos olvidar que pertenece a una atildada generación literaria en
la que predominan abogados o
profesores, y que cuando él
se transformó en un escritor profesional,
introdujo por primera vez en la conciencia del público y de los
medios la idea de que alguien
podía vivir de la literatura. En un país como el nuestro, donde es casi
una maldición dedicar la vida a la poesía y a la narrativa, y donde éstas
son superfluas, retorcidas o
suntuosas para quienes deberían consumirlas, ese aporte es insoslayable.
Y único. Es un escritor que tiene la suerte o la desgracia de ser famoso y ganar bastante dinero. Ya se sabe que, sobre todo en nuestro medio, la fama es puro cuento, que el dinero viene y va y que el tiempo se traga de manera despiadada nuestras obras y nuestras envanecidas opiniones, que pocas veces perduran. Pero muchos escritores y algunos críticos, quizá porque se empecinan en no admitir que la buena literatura puede ser exitosa, cuestionan con ferocidad a Benedetti. Yo lo cuestiono por la indiferencia que ha demostrado con respecto al trato criminal de la dictadura cubana hacia los escritores disidentes, entre ellos Heriberto Padilla, juzgado y encarcelado en La Habana en la década de los sesentas. Quienes nos dedicamos a la literatura y profesamos una ideología solidaria y humanista, no deberíamos permanecer silenciosos cuando a nuestro alrededor prosperan la soberbia y el crimen. Benedetti ha tenido y tiene suficiente poder como para denunciar las aberraciones que no ignora. Y tiene obligación de hacerlo. “A quienes mucho reciben, mucho se les exigirá”, dice San Lucas. |
por Ricardo Prieto
Publicado en la separata "El fenómeno Bendetti".
Revista LATITUD 30/35- año I/ 023- 15 de abril de 2001 - Montevideo, Uruguay.
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Ricardo Prieto en Letras Uruguay
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