Una polémica para reírse

por Edmundo Prati

Hace varios meses apareció en nuestra ciudad un nuevo periódico de arte titulado "Por el Arte" (del cual hasta la fecha se publicó sólo el primer número), que consistía solamente en la publicación, con cortos comentarios, de una serle de cartas un poquito truculentas o socarronas, cambiadas entre el pintor Dura y el escultor Prati.

Su origen se debía a un corto editorial publicado en el penúltimo número de EL DAVID, que el señor Dura reprochó agriamente en una carta dirigida a su redactor.

Este, a su vez, conocedor de varias manifestaciones verbales hechas con anterioridad por el señor Dura, le contestó privadamente a fin de explicárselo en términos amigables y aplacar así su exagerado enfado.

Empero, el señor Dura contestó de inmediato con otra, amenazando con publicar las cartas, suponiendo tal vez que con eso podía intimidarnos. Le contestamos en seguida y en muy buen modo, que si creía oportuno su publicación podía hacerlo cuando lo quisiese. (Si suponía que le íbamos a rogar que no lo hiciese, estaba muy equivocado).

Claro que íntimamente lo lamentábamos, porque en nuestra carta hacíamos apreciaciones privadas que, si bien no ofensivas, por lo menos por delicadeza hacia terceros no se debieron publicar.

Carta que va y carta que viene, finalmente apareció la expresada publicación, en el último corto capítulo de la cual el señor Dura manifestaba, por su sola cuenta, que debido a que nosotros huíamos, y considerando que "a enemigo que huye, "puente de oro" ⁽¹⁾ daba por terminado el asunto.

Sin embargo, el señor Dura debe de haber recibido todavía en los días siguientes otras das cartas nuestras, que debió seguir publicando; mientras nosotros -por delicadeza hacia el viejo amigo, nos abstendremos por ahora de hacerlo, aunque servirían muy bien para demostrar que su afirmaciones de que huíamos, era completamente arbitraria y por su sola cuenta.

Claro que en esas dos cartas, nosotros no le habíamos manifestado el verdadero motivo por el que nos atacaba tan desconsideradamente y si en adelante no lo desea, tampoco se lo diremos.

En cuanto a dar por terminada esta divertida polémica, será según él lo quiera, pues como él la empezó, a él le correspondería ponerle fin.

Por nuestra parte, como podrá verse por lo ya publicado, tratamos a nuestro contendor con cordialidad y educación, sin enfado y con mucho respeto personal y artístico. Y si otros quisieron entrever en nuestras cartas alguna vaga ironía, pueden tranquilizarse, pues les aseguramos que ellas no eran sino la expresión sincera y cordial, de una vieja amistad que siempre hemos sentido y sentimos todavía por el pintor Dura, a pesar de su temperamento un poco irritable.
E.P.

(1) Decía precisamente de oro y no de plata, como se acostumbra.

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