Giuseppe Ceracchi por Edmundo Prati Aun cuando Canova era el indiscutido dominador del arte de su época (y por su natural bondad, generosidad y modestia se puede afirmar que no lo fue por su voluntad, sino más bien a pesar suyo), no le faltaron rivales de gran valer, como por ejemplo el toscano Camilo Pacetti, el insigne danés Bertel Thorwaldsen y el corso José Ceracchi. Esté último, por el brillo extraordinario de su talento y por el temple de su carácter, con toda seguridad habría llegado muy alto, en mérito y fama, si el vértigo de la pasión política no lo hubiese arrancado de sus cinceles, para sacrificarlo trágicamente lejos de su noble arte y de su patria. La memoria de este gran artista, hoy casi olvidado, merece que relatemos brevemente lo que De Boni escribió hace muchos años, en su muy poco difundido libro "Biografías de Artistas". Ceracchi había nacido en 1751 y desde muy joven ya estudiaba escultura en Roma bajo la enseñanza de Tomás Righi, notable artista de aquella época. A los 19 años de edad trabajaba por su cuenta en Florencia y poco después también en Milán, donde ejecutó hermosos grupos escultóricos. Espíritu inquieto, nuestro escultor llegó más tarde a Roma, en donde el Duque Braschi le encargó, por la entonces respetable suma de 440 escudos (que hoy corresponderían por lo menos a tres o cuatro mil pesos), el busto de Pío VI. Precio muy elevado, dada la juventud del artista y el valor de la moneda en aquellos tiempos. Sin embargo, como al entregar la obra, el comitente pretendiese rebajarle cuarenta escudos, Ceracchi, enfurecido, dejó desdeñosamente la Ciudad Eterna para irse a Baviera, pasando luego a Viena, donde se casó. En 1799 se encontraba en parís y ya por aquellos años se le consideraba como un valor artístico no inferior al mismo Canova. Republicano exaltado, Ceracchi amaba a su compatriota, çorso Napoleón Bonaparte, que a su vez le profesaba un gran estima. Pero Ceracchi, temperamento fanático que no transigía en sus ideas, apercibido que Bonaparte tendía a liquidar la República para fundar el Imperio, tramó una conspiración contra él y trató de asesinarlo. Descubierto y encarcelado, el Primer Cónsul, que a pesar de todo le conservaba el viejo afecto, con el fin de salvarlo, trató personalmente de disuadirlo de sus radicales opiniones políticas. Pero Ceracchi, a pesar de saberse en mortal peligro no cedió en lo mínimo, por lo que, al verlo tan obstinado y desafiante, el mismo Napoleón mandó decapitar al gran escultor el 10 de enero de 1802. Años antes, en su insaciable inquietud giróvaga, Ceracchi había estado también en los Estados Unidos de Norte América, en donde había modelado del natural el busto de Jorge Washington, que más, tarde debía servir a Canova como el mejor documento para la ejecución de la famosa estatua del Prócer. También en Roma había gozado Ceracchi de gran prestigio artístico y el insigne Goethe había sido huésped en su casa, mientras el escultor ejecutaba por su encargo algunas obras. Como ya hemos mencionado, Ceracchi se había casado en Viena con una alemana, Teresa Schliesahan y había hecho obras de escultura también para el país natal de su esposa. Entre las obras por él creadas en su relativamente breve y agitada existencia, es muy notable el sepulcro del almirante Kemple, hecho por encargo del Gobierno de Holanda; y debe mencionarse también un busto del gran poeta Metastasio que en 1787 se había colocado en Roma en uno de los óvalos de la "'Rotonda", pero que mas tarde, debido a las rebeldes ideas de su autor y a su trágico fin en el cadalso; se hizo desaparecer; como si las obras de arte tuvieran que sobrellevar fatalmente las pretendidas culpas políticas e ideológicas de sus autores, que precisamente en ellas lo más de las veces se abstraían y evadían de todas las contingencias y vicisitudes de su tiempo.
Y como esto se ha repetido actualmente en Europa y también en países más libres y más amplios que aquellos, desesperamos que en este sentido, la humanidad llegue a curarse. Empero es curioso que, en el importante y docto artículo, no se citen para nada sus relaciones con el Primer Cónsul y su trágico fin. |
por Edmundo Prati
El David Nº 23 - 24
Noviembre - diciembre 1943
El texto, en papel, fue obtenido al realizar la labor de clasificación y depuración del archivo personal del escultor Edmundo Prati, junto a la inolvidable Dra. Lila Prati, sobrina del artista.
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