Al Moncho le tiemblan las manos. John Wilks con gran agilidad le propina un golpe a la cajera. El Moncho con voz temblorosa y entrecortada les dice que no se muevan. John Wilks les dice que sean chicos buenos y que se porten bien de lo contrario habrá plomo para todos. La mujer y el muchacho que el Moncho amenaza tienen miedo y tiemblan. Los empleados amenazados por John Wilks miran de reojo y especulan. John Wilks con su cuarenta y cinco en la mano derecha coloca el dinero en la bolsa con su mano izquierda. El Moncho con su mano libre manotea todo lo que puede para ponérselo en los bolsillos. John Wilks le tira un fajo de dólares al guardia que yace en la entrada y fanfarronea: "Para tu viuda". El Moncho ya no puede articular palabra y sale corriendo. John Wilks sale caminando como si nada hubiese ocurrido y se dirige tranquilamente al coche que dejó estacionado. El Moncho tropieza en la esquina porque su zapato está roto. John Wilks abolla dos coches último modelo al huir del estacionamiento. Al Moncho lo comienza a seguir un "milico" avisado por un vecino. A John Wilks lo persigue la policía en un patrullero muy moderno. El policía que sigue al Moncho tiene miedo y sólo dos balas. Los policías que siguen a John Wilks son valientes y tiran muchas balas sin importarles a quien peguen. Al Moncho una de las dos balas lo hiere en la cadera. A John Wilks apenas le rozan un brazo.
El Moncho no puede responder porque una navaja no dispara. John Wilks maneja con la mano del brazo herido mientras que con la otra mantiene a los policías a distancia disparándoles constantemente. El policía que corre al Moncho se retrasa porque no está acostumbrado a correr. Los policías que persiguen a John Wilks no logran darle alcance a pesar de perseguirlo en un patrullero moderno. El Moncho, dolorido, se mete en una casa. John Wilks después de burlar a sus perseguidores, desciende del coche y entra en un bar. El Moncho trata de ocultarse en el dormitorio de la casa. John Wilks para no despertar sospechas invita a una prostituta. Al Moncho lo descubre la dueña de la casa que, asustada, comienza a gritar. Camino al hotel, John Wilks descubre que la prostituta avisó a la policía. El Moncho le pide por favor a "la doña" pero "no hay caso". John Wilks abandona a la prostituta agonizante. Al Moncho le pegan otro balazo pero sigue corriendo. John Wilks se traba en lucha con un transeúnte que intenta detenerlo.
El Moncho recuerda las advertencias que le hacía su madre cuando aún vivía y se le escapan algunas lágrimas, quiere pensar que son por el dolor de las heridas. John Wilks se desprende del valiente ciudadano dejándolo en el suelo con dos agujeros humeantes. El Moncho piensa que si supiera leer sabría en qué calle se encuentra y para dónde correr. John Wilks roba otro coche, enciende la radio y se aleja del lugar pensando que "a las prostitutas habría que matarlas a todas". El Moncho piensa en su hermana Clarisa y se da cuenta que hoy no podrá llevarle algo de comer. John Wilks recuerda su primera novia y se promete ajustar cuentas por aquel engaño.
El Moncho no da más de cansancio y dolor. John Wilks no puede más sin un trago. El Moncho por momentos ve todo blanco y se marea, sigue corriendo y tropezando. A John Wilks le duele mucho el brazo herido que no lo deja manejar bien. El Moncho cae, casi sin sentido, y se lastima la cabeza. John Wilks no hace nada para esquivar transeúntes cruzando con la luz roja. El Moncho encuentra un rincón en un baldío donde se acurruca. John Wilks encuentra un barracón desde donde puede enfrentar a los "perros hijos de puta" que lo persiguen. El Moncho llora porque no está su madre para sanarlo y salvarlo. John Wilks ríe en medio de impresionante balacera y exige a los gritos la presencia del juez y su abogado. Una mano estruja el brazo del Moncho. John Wilks asesina unos diez policías antes de que lo "liquiden" sin abogado ni juez. El Moncho se muere rapidito ayudado por puntapiés de justicieros voluntarios. John Wilks cae muy lentamente, mientras muy lentamente se le cae el arma y lentamente cierra los ojos. El policía que gastó sus dos balas pide para entrar al baño de una casa porque "un hombre no llora" y menos un policía. El policía que mató a John Wilks opina que John fue un buen muchacho al que se había acostumbrado a perseguir. En su casa el Señor Presidente apaga el televisor y comenta las cualidades de John Wilks. En otra casa el ministro del Interior cuelga el teléfono y piensa en agregar otro artículo al Proyecto de Seguridad Pública. Un cable trae la noticia de que "John Wilks" ha sido nominada para el Oscar.
Otro cable dice que "El famoso y temido Moncho fue muerto en un enfrentamiento con la policía resultando ser un menor". Un comentarista de cine explica que John Wilks soñaba con ser el jefe de una banda de contrabandistas de armas y drogas. Clarisa dice que su hermano "debe haber robado los artículos escolares porque hace mucho que hablaba de ir a la escuela a pesar de que con doce años ya estaba grande para eso". La abuela del Moncho saca de una cajita un zapatito de bebé que moja con sus lágrimas John Wilks no tenía abuelos. |