Retórica
llena y territorio vacío
"Ridículo,
kitsch, humorístico, transgresor: este poeta supera la adustez de la
vanguardia y recupera el mal gusto del modernismo. Sólo que los moldes
modernistas (...) se contaminan y flotan, como los desechos de una
inundación, en el barro y las viscosidades de una carne vista a través
de muchos lentes y encuadres", sostiene R. Echavarren a propósito de
la poesía de Néstor Perlongher, en su prólogo a los Poemas completos
de este poeta.
En su poesía, "la sobreabundancia es compatible con el doble o
triple sentido, la aliteración y la deformación de los
significantes".
En efecto, basta leer apenas un pasaje de su poema Ghetto
para compartir estas apreciaciones:
"Novedades
de noche: satén aterciopelado modelando con flecos la moldura del anca,
flatulencias de flujo, oscuro brillo. Resplandor respingado, caracoles de
nylon que le esmaltaban de lame el fleco de las orlas. Esas babas,
cariacontecidas, cal carosa, en su porosidad, de manubrillos, roznan el
arco de un ronquido en la maraña madrugada. (...)"
Lo
que podría definirse como un estilo neobarroco es rebautizado por el
propio Perlongher como "neobarroso",
concepto con el que aspira a definir todo un estilo rioplatense. En verdad
se trata de una idea de acumulación y exceso, unida a un estilo de
blandura sucia, terrosa, húmeda. Impregnado de coloquialismos,
neologismos y lunfardismos, el repertorio discursivo de Perlongher se
extiende más allá de lo que sería una retórica colectiva
"culta", atentando contra los propios límites de la comprensión
y apoyado en una pasión por nombrar, re-nombrar, volver a re-nombrar, un
movimiento recurrente —que no redundante— y espiralado, del que
resultan largas frases acumulativas. Los significados se van sucediendo en
línea de continuidad, pero el efecto es el de superposición y
yuxtaposición: cada nuevo significado agrega, a la vez que interrumpe y
transforma al anterior. La escritura de Perlongher parece resultar de una
búsqueda obsesiva de términos que no logra encontrar. Su obsesión es la
de completar una descripción o una conceptualización que no termina jamás
de completarse, por lo que ella se reitera en la permanente reescritura de
un referente que aparece siempre elusivo. Las palabras quedan resultando
insuficientes o ineficientes. Se trata de una retórica que, a través del
mecanismo de la acumulación, expone su propia incompletud e inaugura
entonces un espacio de contraste, abierto, vacío.
"Purificación"
de la palabra y territorio "vacío".
Dice
Clarice Lispector: "Escribir es una piedra lanzada a lo hondo de un
pozo" y "Cada nuevo libro es un viaje. Pero un viaje con los
ojos vendados por mares jamás vistos: con la venda en los ojos, el terror
de la oscuridades es total".
En las novelas de Lispector, algunos comentaristas han encontrado "la
ausencia de la totalización del texto, que lleva a la crítica a suponer
que sus libros son "mal construidos".
Fragmentariedad y diseminación son características de un estilo que
busca sus términos en un espacio abierto, con casi ningún "hilo
conductor", y lo hace de manera deliberada. Afirma Clarice:
"Quiero la experiencia de una falta de construcción. A pesar de que
mi texto está todo atravesado de una punta a la otra por un frágil hilo
conductor, ¿cuál? ¿El que interna en el núcleo de la palabra? ¿El de
la Pasión?
Ese "internarse en el núcleo de la palabra" configura un estilo
de desnudamiento de la escritura y abre un paréntesis en el seno mismo de
la palabra o mejor, abre un paréntesis anterior a la palabra, en el que
el pensamiento deambula sin llegar a elaborarse totalmente.
En
virtual oposición a la escritura de Perlongher, la de Lispector no trata
de acumular significados porque el lenguaje le resulte siempre
insuficiente; la escritura de Lispector intenta aprehender el instante,
"purificar" la palabra. "Quiero escribir un movimiento
puro" es el acápite de su última publicación y más adelante
confiesa: "Se agotaron los significados. Nos comunicamos como
sordomudos con las manos".
La
escritura y el tránsito
Ambos
ejemplos ilustran en qué medida esta escritura configura un movimiento de
migración en el tiempo y en el espacio simbólicos, que, en primer término,
instaura una distancia entre quien escribe y sus referentes
espacio-temporales. "Escribir es siempre una experiencia de tránsito.
Como nómades hacemos la travesía en la búsqueda de genealogías, orígenes,
puntos de partida desde donde construir nuestra identidad, nuestro rostro
(un rostro esfumado o difuso) interrogamos a las cosas, a las imágenes, a
los documentos, queremos que algo sea dicho, que sea pronunciado aquello
que ha sido omitido, que ha sido silenciado. En este sentido, la escritura
es una experiencia de migración en el tiempo".
Se
ha reflexionado mucho respecto de la relación entre texto e identidad en
las literaturas llamadas "étnicas". En oposición a las hipótesis
que sostienen que los autores étnicos escriben para "recuperar"
o "elaborar" sus identidades culturales, estos dos escritores
judíos latinoamericanos, Perlongher y Lispector, parecen haber escrito
para esfumar sus rostros, para pasar de una identidad y circunstancia
reconocibles por sus referentes (la biografía, por ejemplo), a otra de tránsito,
de nomadismo, de peregrinaje. Han escrito para transitar de sí mismos
hacia la indistinción. Esta indistinción, en tanto diáspora, es el
lugar de dispersión de la individualidad, de transmutación del personaje
social en lo humano genérico, es el camino de incorporación a lo
universal.
Hay
un lugar vasto que no se llegará a ocupar. Como un Moisés que contempla
la Tierra Prometida pero no puede llegar a habitarla, el destino de la
escritura de Perlongher y Lispector, aunque por modalidades opuestas, es
reafirmar la existencia de una ausencia inscripta en el mismo movimiento
de la escritura. Porque no tiene destino ni llegada, esta escritura es
peregrinaje cuyo itinerario marca la amplitud ilimitada de una diáspora.
La escritura como hierofanía
Algunos
estudiosos han encontrado en la obra de Lispector un aspecto casi
religioso. Es el caso de Eduardo Prado Coelho. Cuando escribe que la obra
de Clarice "... se mueve antes del pensamiento. Es también muy claro
que estamos delante de una experiencia de tipo místico, y que Dios no
anda lejos de estas deambulaciones". Otros analistas
encuentran en su escritura el tema de "la pasión en sentido
profundo, terminado, en una paradójica inversión del rito de la comunión
cristiana, por comer la cucaracha aplastada para comulgar con lo 'neutro
vivo de Dios' que existe en todos los seres
refiriéndose a
la novela La pasión según G.H.
En
Perlongher, el poemario Aguas aéreas es resultado de su práctica
místico-religiosa vinculada a la ingestión del yagué"
y la mayoría de los poemas que lo conforman incursionan en el éxtasis
como tema central. Tránsito y trance están interconectados
en la experiencia de lo numinoso, descripta por Rudolph
Otto, aquello que produce al mismo tiempo terror y fascinación.
En
una conferencia pronunciada en el coloquio sobre "Ausencia y
Negatividad" organizado por el Instituto de Estudios Avanzados de la
Universidad Hebrea de Jerusalén hace unos años, J. Derrida
reflexiona en torno a la afirmación de que la desconstrucción actúa
como una especie de teología negativa en los textos en los que todo
predicado aparece siempre inadecuado para su sujeto. Tomando como ejemplo
paradigmático de una determinación negativa el texto "Los nombres
divinos" atribuido a Dionisio Areopagita, cuya matriz es "esto
que se llama X (...) no es ni esto ni aquello, ni sensible ni inteligible,
ni positivo ni negativo, ni dentro ni fuera...", Derrida explica en
qué consiste una teología negativa. "Cada vez que digo X no es
esto, ni aquello, ni lo contrario de esto o aquello ni (...), siendo
absolutamente heterogéneo o inconmensurable con ellos, empezaría a
hablar de Dios, bajo ese nombre o bajo otro sostiene el filósofo,
por lo que toda frase que no pudiera afirmar ningún atributo respecto de
su sujeto remitiría, en realidad, por la prohibición bíblica, a la
divinidad o al nombre de Dios, que no deberá ser pronunciado.
Para
Derrida la desconstrucción no supone la búsqueda de ninguna
esencialidad, de ningún referente fijo, trascendente y omnipresente, como
el que buscaría una creencia religiosa respecto de sus figuras sagradas,
sino que se trata meramente de que el texto instaura un lugar vacío y
disperso. La desconstrucción alude a la permanente
"incompletud" del texto o a "la ausencia inscripta en las
mismas estructuras del lenguaje y no hace referencia a la
elusiva esfera de lo sagrado. Si bien "lo inexpresable" del
texto derrideano no sería la misma cosa que "lo inexpresable"
de la experiencia religiosa, tanto en Perlongher como en Lispector, es
visible la experiencia místico-religiosa del no poder decir aquello que
se ha postulado como innombrable.
Diáspora
y desierto
En
ambos escritores, el texto inventa un lugar nuevo pero vacío, un lugar
donde podría decirse todo si el lenguaje fuera posible, un lugar donde,
porque no puede decirse todo, no puede decirse nada. Según E. Jabés, ese
lugar es el desierto. "Si Dios habló en el desierto, es para privar
de todo arraigo a su palabra para que la criatura sea Su vínculo
privilegiado (...)”
El desierto como un vacío en derredor del cual se construye la palabra.
Jabés pregunta. "¿Nosotros no tenemos nada en común sino el
camino?"
Y luego, dice "Desierto. Toda escritura es primero que nada una
herida de arena".
Jabés afirma que "El
desierto escribió al judío y el judío se lee a sí mismo en el
desierto".21
El desierto, que es ausencia, es también exploración de los límites, búsqueda,
interrogación a Dios. El texto aparece aquí como una cierta conexión
con la errancia, con el tránsito, con los desplazamientos y las
dislocaciones.
Referencias:
Echavarren,
Roberto. 1997. Prólogo. En Perlongher, N. 1997. Poemas Completos
(1980-1992). Seix Barral, Argentina, Pag.8.
Ibíd. Pp.7.
Perlongher.N. Op. cit. pp.223.
Según Echavarren,R. En Perlongher, N. 1997. Op. Cit. pp. 11.
Lispector, Clarice.1999. Un soplo de vida (Pulsaciones). Ed.
Siruela, España. Pp. 18-19.
Prado Coelho, Eduardo.1989. A paixao depois de G.H. En Remate de
Males, Campinas, (9):147-151. Brasil. pp. 150.
Ibid. Pp. 150.
Lispector, Clarice. Op. Cit.pp. 14.
Chalmers, Ian. 1995. Migración, cultura e identidad. Amorrortu
editores, Buenos Aires. pag. 25, 26 y sig.
Prado Coelho, Eduardo. Op. Cit. pp. 147 y sig.
Franco Júnior, Arnaldo. 1996. La hechicera exquisita. En El País
Cultural, Año VII, Nº 326, viernes 2 de febrero de 1996.pg. 2 y
3.
El epílogo del poemario reza: "Agradezco al Centro Ecléctico de
Fluyente Luz Universal, "Flor de las Aguas" de San Pablo, por el
privilegio de haberme permitido acceder a la bebida sagrada". (Op.
Cit.al cuidado de R. Echavarren).
Un ejemplo es el poema XXX: "Vértigo cabrilleante en el lunar
celeste de los ojos de agua de la noche cerrada sobre sí
espiraladamente aire volúmenes del aire evolucionan desde la
altura de las vísceras."
Derrida, Jacques.1997.Cómo no hablar y otros textos. Ediciones
Proyecto a. Barcelona.
Ibid.pp.27
Ibid. paráfrasis pp.33
Norcross, Paul. 1997. En Dictionary of Cultural & Critical
Theory. Blackwell, London. pp. 141.
Cf. Forster, Ricardo.1999.El exilio de la palabra. Entorno a lo
judío. Eudeba, Buenos Aires.pp. 28, 29 y sig.
Jabes, Edmond.1991.The book of Questions. Vol II. Wesleyan
University Press, USA.pp.301.
Ibid.
Ibid.pp. 302. |