Y los gigantes lloraban
Juan Ramón Pombo Clavijo

La capacidad intrínseca del pensamiento de un niño en los primeros años de su existencia, aún no ha sido dilucidada en toda su real sapiencia.

En la estructura de su cavidad craneana, su cerebro se va desarrollando de acuerdo a sus vivencias; las que le indican sus mayores y otras que ya vienen incluidas en sus genes y mientras ellos reacomodan sus fantasías con la ultrajante realidad, los mayores a veces tiemblan al ver que todos los valores que elucubraron para que en los hechos, aquel ser en formación, se mimetice con valores que ancestralmente se vinieron prodigando a través de los tiempos, se revele y demuestre dentro de su inocencia, tener el valor de pensar por si mismos.

Dejemos que el niño que todos llevamos dentro, hable con sus recuerdos y consigo mismo. 

_¿Por qué? Aquel día, mi Padre me retiró de mi clase de Jardinera, mucho antes de que se cumpla la hora de la terminación de la jornada u horario del lugar donde nos enseñaban a prepararnos para el aprendizaje que se nos daría en el futuro.

_Según nuestros mayores, para que enfrentemos la vida con herramientas apropiadas y de esa manera poder desarrollar todo nuestro complicado intelecto.

­Recuerdo que casi ni me dejaron despedir de la Maestra ni de mis compañeritos.

_¿Porqué había venido mi papi a buscarme?

­Si siempre lo hacía mi Mamita y de paso, a veces me llevaba con ella a hacer mandados y me compraba alfajores, que a mí me gustaban mucho o íbamos a visitar a su Madre, mi Abuelita, que vivía sola desde que según me contaron, mi Abuelito se fue a hacer un largo viaje y aún no a vuelto.

_A mi Papá, lo veía muy nervioso y me pareció que sus ojos vertían lágrimas, lo que me pareció muy raro, ya que él siempre me decía que “los hombres, no lloran”.

_Siempre tenía mucha alegría para conmigo y que cada vez que estaba en casa, cuando su trabajo se lo permitía, jugábamos a la pelota o me llevaba a jugar a una plaza cercana.

_¡Que lindo! era sentirme un gigante como los mayores, sentado en los hombros de mi Papá.

_Yo y mis amiguitos y amiguitas veíamos a los adultos como si fueran unos gigantes, incluso cuando los imitábamos en nuestros juegos, nosotros nos creíamos tan altos como aquellos.

_Por el camino a nuestro hogar, yo le pregunté varias veces a mi Papá por mi Mamita, pero él se limitaba algunas veces a decirme que aquella no había podido venir y otras, sólo me abrasaba tan fuerte que casi me hacía llorar de dolor.

_Lo raro era que él sí lloraba, yo le preguntaba si estaba enfermo, ya que mi Mamá, cada vez que no se sentía bien de salud, lloraba, pero no obtenía respuesta.

_Cuando llegamos a nuestra casa, me extrañó ver tanta gente dentro de ella.

_¿Y… no sería que había vuelto el Abuelo?

_Dicen que casi no lo conocí, porque cuando él se fue de viaje, yo aún tomaba mamadera y de eso ya hacía mucho tiempo, pero ya soy grande y ya voy a la Escuela, por ahora a Jardinera.

_Me dijeron que el entrante año, ya me pondrían túnica e iría a primer año de primaria y que con el tiempo, lo haría solo o en compañía de mis compañeritos.

_Mi abuela me decía que yo, “¡ya estaba hecho ¡un hombre!”, pero yo sabía que para ser como aquellos, tendría que crecer mucho y ser un gigante, tal como los veía, desde el plano de la altura en que llegaba mi existencia.

_Toda aquella gente metida en mi casa, me desconcertó y varios vinieron a saludarme y me pasaban de brazo en brazo y me besaban y me sonreían, también abrazaban a mi Padre y derramaban lágrimas con él.

_Yo no comprendía, que estaba pasando y quería que me bajaran de sus brazos, para correr a donde estaba mi Mamá.

_¿Por qué no la veía?

_¿Por qué no fue ella a buscarme y como casi siempre se quedaba unos minutos conversando con mi Maestra de Jardinera?

_Creo que eran amigas desde que ambas eran niñas y yo siempre jugaba con su hijo que estaba en la misma clase que yo y que a todos los de esa aula, nos decían “Las Ardillitas”.

_Recuerdo que como me puse a llorar, porque no me dejaban ir con mi Mamita; vino mi Abuelita que la acompañaban otras señoras y lloró conmigo un buen rato.

_Yo no sabía que estaba pasando, sólo quería ir con mi Mamá y mi Papá, que desde que llegamos, no lo veía.

_Luego vino mi tía, hermana de mi Madre con mi Papá y me dijeron que me tenía que ir con aquella a su casa.

_Yo seguía sin entender nada ¿dónde estaba mi Mamita?

_Mi tía que a su vez era mi Madrina, me dijo que debía quedarme con ella y su familia, hasta el otro día.

_Aunque yo insistí. No me explicaron mas nada.

_En su casa me puse a jugar con mis dos primas, ambas mayores que yo, ellas ya iban hace tiempo a la Escuela.

Allí me rodearon de alfajores y de golosinas, me imaginé que las habían traído de mi casa, ya que supuse que se estaba festejando algo, tal vez la llegada del Abuelo y los gigantes mayores, no querían que estuviéramos presentes los niños.

¡Yo extrañaba a mi Mamita ¿Dónde estaba!

_Mi Papá me trajo con mi tía y mi Abuela y luego se habían ido, trajo algo de mi ropa y algún juguete preferido, entre ellos mis autitos y me dijo que Mamita tuvo que partir de pronto y que aquella me había dejado muchos besos y cariños.

_¿Por qué lloraba tanto mi Papá y me abrasaba con tanta desesperación? Yo nunca lo había visto llorar; él me enseñaba “que los hombres, no lloraban”

_¿Todos extrañaban a Mamá como yo?

_O, lloraban de alegría por la venida de mi Abuelo, ¿qué raro mi Abuelita no me respondió nada cuando le pregunté?

_Al día siguiente recuerdo que amaneció lloviendo y a la tarde me vistieron con mi ropita nueva y todos fuimos a una casa muy grande, allí vi a mi Mamita.

_Subido en los brazos temblorosos de mi Papá.

_Estaba acostada dentro de un enorme cajón y no me contestó nada cuando le hablé, parecía que estaba enferma; estaba muy pálida y no sonreía para mí.

_Me decían todos, que aquella se iría a un largo viaje, igual que el Abuelo y que se reuniría con él.

Nunca olvidé aquella imagen y cuando todos Los Gigantes Lloraban.    

Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”

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