Y los gigantes lloraban |
La
capacidad intrínseca del pensamiento de un niño en los primeros años de
su existencia, aún no ha sido dilucidada en toda su real sapiencia. En la estructura de su cavidad craneana, su cerebro se va desarrollando de acuerdo a sus vivencias; las que le indican sus mayores y otras que ya vienen incluidas en sus genes y mientras ellos reacomodan sus fantasías con la ultrajante realidad, los mayores a veces tiemblan al ver que todos los valores que elucubraron para que en los hechos, aquel ser en formación, se mimetice con valores que ancestralmente se vinieron prodigando a través de los tiempos, se revele y demuestre dentro de su inocencia, tener el valor de pensar por si mismos. Dejemos
que el niño que todos llevamos dentro, hable con sus recuerdos y consigo
mismo. _¿Por
qué? Aquel día, mi Padre me retiró de mi clase de Jardinera, mucho
antes de que se cumpla la hora de la terminación de la jornada u horario
del lugar donde nos enseñaban a prepararnos para el aprendizaje que se
nos daría en el futuro. _Según
nuestros mayores, para que enfrentemos la vida con herramientas apropiadas
y de esa manera poder desarrollar todo nuestro complicado intelecto. Recuerdo
que casi ni me dejaron despedir de la Maestra ni de mis compañeritos. _¿Porqué
había venido mi papi a buscarme? Si
siempre lo hacía mi Mamita y de paso, a veces me llevaba con ella a hacer
mandados y me compraba alfajores, que a mí me gustaban mucho o íbamos a
visitar a su Madre, mi Abuelita, que vivía sola desde que según me
contaron, mi Abuelito se fue a hacer un largo viaje y aún no a vuelto. _A
mi Papá, lo veía muy nervioso y me pareció que sus ojos vertían lágrimas,
lo que me pareció muy raro, ya que él siempre me decía que “los
hombres, no lloran”. _Siempre
tenía mucha alegría para conmigo y que cada vez que estaba en casa,
cuando su trabajo se lo permitía, jugábamos a la pelota o me llevaba a
jugar a una plaza cercana. _¡Que
lindo! era sentirme un gigante como los mayores, sentado en los hombros de
mi Papá. _Yo
y mis amiguitos y amiguitas veíamos a los adultos como si fueran unos
gigantes, incluso cuando los imitábamos en nuestros juegos, nosotros nos
creíamos tan altos como aquellos. _Por
el camino a nuestro hogar, yo le pregunté varias veces a mi Papá por mi
Mamita, pero él se limitaba algunas veces a decirme que aquella no había
podido venir y otras, sólo me abrasaba tan fuerte que casi me hacía
llorar de dolor. _Lo
raro era que él sí lloraba, yo le preguntaba si estaba enfermo, ya que
mi Mamá, cada vez que no se sentía bien de salud, lloraba, pero no obtenía
respuesta. _Cuando
llegamos a nuestra casa, me extrañó ver tanta gente dentro de ella. _¿Y…
no sería que había vuelto el Abuelo? _Dicen
que casi no lo conocí, porque cuando él se fue de viaje, yo aún tomaba
mamadera y de eso ya hacía mucho tiempo, pero ya soy grande y ya voy a la
Escuela, por ahora a Jardinera. _Me
dijeron que el entrante año, ya me pondrían túnica e iría a primer año
de primaria y que con el tiempo, lo haría solo o en compañía de mis
compañeritos. _Mi
abuela me decía que yo, “¡ya estaba hecho ¡un hombre!”, pero yo sabía
que para ser como aquellos, tendría que crecer mucho y ser un gigante,
tal como los veía, desde el plano de la altura en que llegaba mi
existencia. _Toda
aquella gente metida en mi casa, me desconcertó y varios vinieron a
saludarme y me pasaban de brazo en brazo y me besaban y me sonreían,
también abrazaban a mi Padre y derramaban lágrimas con él. _Yo
no comprendía, que estaba pasando y quería que me bajaran de sus brazos,
para correr a donde estaba mi Mamá. _¿Por
qué no la veía? _¿Por
qué no fue ella a buscarme y como casi siempre se quedaba unos minutos
conversando con mi Maestra de Jardinera? _Creo
que eran amigas desde que ambas eran niñas y yo siempre jugaba con su
hijo que estaba en la misma clase que yo y que a todos los de esa aula,
nos decían “Las Ardillitas”. _Recuerdo
que como me puse a llorar, porque no me dejaban ir con mi Mamita; vino mi
Abuelita que la acompañaban otras señoras y lloró conmigo un buen rato. _Yo
no sabía que estaba pasando, sólo quería ir con mi Mamá y mi Papá,
que desde que llegamos, no lo veía. _Luego
vino mi tía, hermana de mi Madre con mi Papá y me dijeron que me tenía
que ir con aquella a su casa. _Yo
seguía sin entender nada ¿dónde estaba mi Mamita? _Mi
tía que a su vez era mi Madrina, me dijo que debía quedarme con ella y
su familia, hasta el otro día. _Aunque
yo insistí. No me explicaron mas nada. _En
su casa me puse a jugar con mis dos primas, ambas mayores que yo, ellas ya
iban hace tiempo a la Escuela. Allí
me rodearon de alfajores y de golosinas, me imaginé que las habían traído
de mi casa, ya que supuse que se estaba festejando algo, tal vez la
llegada del Abuelo y los gigantes mayores, no querían que estuviéramos
presentes los niños. ¡Yo
extrañaba a mi Mamita ¿Dónde estaba! _Mi
Papá me trajo con mi tía y mi Abuela y luego se habían ido, trajo algo
de mi ropa y algún juguete preferido, entre ellos mis autitos y me dijo
que Mamita tuvo que partir de pronto y que aquella me había dejado muchos
besos y cariños. _¿Por
qué lloraba tanto mi Papá y me abrasaba con tanta desesperación? Yo
nunca lo había visto llorar; él me enseñaba “que los hombres, no
lloraban” _¿Todos
extrañaban a Mamá como yo? _O,
lloraban de alegría por la venida de mi Abuelo, ¿qué raro mi Abuelita
no me respondió nada cuando le pregunté? _Al
día siguiente recuerdo que amaneció lloviendo y a la tarde me vistieron
con mi ropita nueva y todos fuimos a una casa muy grande, allí vi a mi
Mamita. _Subido
en los brazos temblorosos de mi Papá. _Estaba
acostada dentro de un enorme cajón y no me contestó nada cuando le hablé,
parecía que estaba enferma; estaba muy pálida y no sonreía para mí. _Me
decían todos, que aquella se iría a un largo viaje, igual que el Abuelo
y que se reuniría con él. Nunca olvidé aquella imagen y cuando todos Los Gigantes Lloraban. |
Juan
Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”
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