Tétrico |
Por
dos veces acudí a aquel bar en el Puerto y si bien en la primera no
encontré nada de interesante que valiera la pena grabar, en la segunda lo
que finalmente grabé, no sólo me dio argumento para contarlo, sino que
desde esa ocasión tengo pesadillas de vez en cuando. Estaba
yo ubicado en una de las mesas de cármica de las que había en aquél muy
añejo y típico lugar muy conocido, donde se comían los mejores platos
de pescado, no era para nada lujoso pero era limpio. Las
mesas de consumición de comida, estaban en el mismo holgado salón donde
se tomaban los largos copetines, solo o entre amigos y junto al añoso y
largo mostrador de mármol. Allí
se juntaba y se junta aún hoy, el olor a fritanga con el de tabaco negro
y a vino “de la casa”, pero aquellos Gallegos dueños del lugar, han
sabido mantener su impuesta tradición y clientela ganada a través de los
años. En
el horario del almuerzo, (de noche no funcionaba la cocina) costaba un Perú
conseguir lugar en alguna mesa que estuviera libre y desde mucho tiempo
atrás se estilaba que donde hubiera algún espacio disponible, cualquiera
de los mozos, sin pedir ninguna clase de permiso, ubicaba al o los
comensales y san se acabó; así es la costumbre del lugar y el que va allí
ya sabe las reglas de la casa. En
ese lugar, no hay mucho para elegir, sólo pescado elaborado de tres o
cuatro formas, ensalada, pan y vino, cerveza o refresco, no hay postre ni
café o té. En
aquel momento, yo era el feliz poseedor de una mesa sólo para mí, en
ella se encontraba como en todas las demás, el servilletero, un pequeño
recipiente con aceitera, vinagrera, salero, pimentero y un pomo con
mayonesa, a un costado bien doblado, el periódico que comprara antes de
entrar, luego lo leería. Estaba
muy contento con mi soledad, degustando aquel generoso bife “sin espinas
me aseguró el mozo”; los platos se asemejaban a pequeñas fuentes donde
cabía también la guarnición. Hasta
que tres parroquianos invadieron mi soledad, simplemente saludaron con un
clásico “Buen Provecho” y llenaron los espacios disponibles, por la
pinta de los mismos deduje que eran trabajadores del Puerto, estibadores
tal vez. De
inmediato vino uno de los mozos y trayendo una jarra de vino Rosado y una
generosa panera y levantó los pedidos. Uno,
el más grande y gordo pidió corvina a la vizcaína, el más veterano de
los tres,”majuga” frita y el que parecía mas joven de los tres, bife
de “cazón” como yo y mucha ensalada de la casa para todos y una
adicional compuesta de papas con perejil picado, arvejas y huevos cocidos. De
inmediato puse mi periódico en mi falda para que no les moleste a mis
ocasionales compañeros de mesa y simuladamente metí la mano en el
bolsillo de la campera y prendí el pequeño grabador, total, me dije
emulando al lugar, por ahí “pescamos” algo, cuando el mas gordo de
ellos, al percatarse de la presencia de mi Diario, me lo pidió para
ojearlo y yo gustoso, accedí. Los
otros dos aparentemente siguieron con la conversación que ya venían
haciendo. El
más joven al veterano (el gordo estaba fuera de la conversa, leía: <....y
¿cuándo decís tu, que la “Chola” hace el negocio?> El
veterano: Es
probable que esta misma noche, vos sabés que ésta semana le toca el
turno nocturno y la mercadería, según me dijo, nació esta mañana, está
fresquita y tiene lo que se necesita.....”rubio con ojos azules”. Vos
sabés que a los “gurises” últimamente les a dado por nacer de día y
por lo tanto por la noche, todo está más “tranqui” y tu hermana ya
tiene todo coordinado con la “Mina”. Hubo
interrupción de diálogo cuando apareció el mozo con todo lo pedido,
casi no alcanzaba la mesa para todo aquello; así que viendo el
dependiente que en la mesa vecina, los comensales se retiraban, de
inmediato adosó las dos mesas y se reubicaron mis ocasionales compañeros. Aquí,
recuerdo que apuré el vino que me quedaba en el vaso y como quien no
quiere la cosa, procedí a rociar con más limón mi ya casi frío, resto
de bife y de inmediato le pedí al mozo otro vaso de vino tinto, yo sólo
tomo tinto. <Pero
¿ella se hace cargo de todo?, eso no me lo explicó muy bien tu
mujer.> <La
“Mina” ¿es confiable? ¿No correrá peligro la “Chola”? Voz sabés
como quiero a mi hermana, ella prácticamente me crió cuando murieron los
viejos.> Quédate
tranquilo que no pasa nada, ésta mujer hace mucho que está en el
“mojo” y domina todo, incluso ella se hace cargo de llevar la
“merca” a la frontera, además recibe y de inmediato paga y paga bien
de bien; nos viene al pelo, así terminamos de pagar las cuotas que nos
quedan del coche nuevo y unos atrasos que tenemos en el Colegio de los
pibes. Lo
único que tiene que hacer tu hermana, es entregarle el bebé, junto con
la historia clínica o una copia del mismo, no sé muy bien como es la
cosa, pero ella es la “Ners” de esa sección desde hace muchos años y
ya sabe a que horas de la madrugada es la más indicada. Agregó: _Ésta
es la “merca” que más se paga, lo otro es “bagayo” para sacarles
órganos, allí no importa el color, lo que precisan, está adentro ¿me
entendés? Así
que quédate tranquilo, además me dijo tu hermana que mañana de noche te
invite a cenar que vamos a hacer un asado como Dios manda, con todo. El
gordo sólo largaba el periódico por momentos para cargar su boca de
comida y luego volvía a la lectura, aparentemente ignorando lo que
conversaban sus amigos. Yo
ya no pude seguir comiendo ni escuchando, así que llame al mozo, le pagué
mi consumición dejándole una proporcional propina y me levante de mi
silla devolviéndoles a los tres restantes ocupantes de la mesa, su
gentileza, les emití un sonoro ¡Buen provecho! Todos
contestaron casi mecánicamente y el gordo me dijo: Jefe,
sírvase el Diario. ¡Gracias! <Por
favor, déjeselo, yo ya lo leí> Y
me fui sintiendo que aquel pescado que degusté, tenía muchas espinas; me
había mentido el Mozo. Jamás olvido aquellas palabras, “rubio con ojos azules”. |
Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”
Ir a índice de Narrativa |
Ir a índice de Pombo Clavijo, Juan Ramón |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |