Sombrero blanco |
Introducción
Nuevo rico
Nadie, pero
absolutamente a nadie, se le ocurriría tener una seguidilla de estornudos
en medio de una función de Opera y menos si se trata de una inmortal,
como “La Traviata” del pope de Milán, Giuseppe Verdi. Cuando
se dio cuenta de que el acceso de estornudo quería escapar de su
diafragma; trató de alguna forma de retener toda aquella avalancha con el
auxilio de su pañuelo. Casi
sé auto asfixió al intentarlo y sintió que sus ojos se querían
desvincular de sus órbitas y la transpiración repentina, fluía como
torrente a pesar de que la temperatura no era elevada, acorde a la estación
que correspondía a Otoño. Por dos veces trató de simular
aquel mal momento y de desear que el cómodo y mullido sillón lo
engullera; su posición justo en la mitad de la fila de asientos y la
proximidad de sus amistades (que últimamente se habían incrementado de
forma muy extraña) y de
aquella dama que lo estaba insertando en la cultura de la clase a la que
él ahora trataba de pertenecer. Como pudo se levantó del
asiento y eludiendo la maraña de piernas que se interponían en su
camino, llegó al pasillo y jugando una carrera con el inminente síncope
cardiaco que se imagino que sobrevendría en cualquier momento, mas por la
vergüenza del episodio en sí, que por aquel acceso de inoportunos y no
deseados estornudos. Las cosas que dirían de él, la
falta de ubicación, qué bochorno pensó y recién allí se percató de
que a pocos pasos de él, venía su compañera tal vez para increparle su
no deseado proceder. Cuando llegaron al hall del
teatro, se dirigió mas que urgente a la zona de los lavabos, donde trataría
de reponer su apariencia, que estaba bastante mal trecha en esos momentos. Pasados varios minutos, volvió
al encuentro de su dama de compañía y vio que por suerte, no tendría
que volver a su asiento ya que ésta, había retirado del guardarropa del
teatro, sus abrigos (ahora éste había suplido a su vieja campera y el
sombrero a su legendaria gorra de visera, tradición de su origen polaco)
y su ahora inseparable Sombrero Blanco, que como norma de estatus,
le había impuesto su encopetada concubina. Lo del sombrero, vino como una
especie de venganza de su dama y para hacerlo resaltar a él del común de
la gente, ya que donde fuera ese sombrero marcaría su presencia como un
icono y por supuesto que la compañía de ella quedaría asociada a la égida
de dicho adminículo. Cabe resaltar de dónde proviene
esta especie revancha de la dama; luego de un largo amorío con un
integrante de la mas encumbrada y rancia sociedad, un día este romance se
vio interrumpido de forma brusca. La causa, otro amor golpeó las
puertas de su antiguo compañero y la separación no fue toda lo
civilizada que se hubiera deseado, sino que por el contrario, arrastró
toda una seguidilla de reproches, sobre todo por la parte femenina que vio
que por no prevenirse de un avatar de esta índole; sus finanzas quedaron
tan maltrechas que pensó que jamás podría recomponer su estatus social,
bancario y anímico. Entre muchos alegatos que le
imprecó su ex, hubo uno que le quedó marcado a fuego y que nunca olvidaría,
“sin mí, tú no sos nada y tu vida será muy desdichada cuando nadie de
nuestro círculo te tenga en cuenta, nadie notará tu presencia sin mi
compañía, ya te veré mendigando” y con ello le cortó toda la entrada
de dinero a la que la tenía acostumbrada. Esto la marcó a fuego en su
fuero íntimo y se dijo que si algún día la suerte pasara por su lado,
se aferraría con todas sus fuerzas a ella y usaría su oportunidad para
asegurar su resto de vida y para poderse cobrar el duro vilipendio al que
la sometió su ex pareja. A ella, que le había dedicado
los mejores años de su vida y que después de tantos años de
concubinato; quedaba en el mismo nivel económico en que la encontró, o
sea sólo con la posesión de un pequeño apartamento, fruto de la viudez
del padre de sus hijos. Incluso, gastó con él sus
reservas bancarias; pensando que aquel romance, sería eterno. Había caído como un chorlito
en el trampero o como si se tratara de una adolescente bisoña y sin
mundo; ya se cobraría aquella artera puñalada. Por lo tanto sin prisa pero sin
pausa, habiendo encontrado la veta tan buscada en la persona del nuevo
rico, tejería su resto de existencia con toda la minuniciosidad que le
permitiere su inteligencia. Salieron del imponente teatro y
buscaron un taxi, así las normas; al teatro no se acudía en coche
propio, ya vería luego como seguiría la agenda que por supuesto la
administraba su compañera. Era de los recientes tocados por
la varita de la suerte, en lo que a economía se trataba, porque no
distaban dos meses desde que un simple número entero de la Lotería
Nacional, había cambiado radicalmente su modo de vida. Este episodio no menor, le izo
recorrer la distancia entre ricos y pobres, en un tiempo record. Él, que con su oficio de albañil,
heredado de su padre de origen polaco y de allí viene su mote que desde
muy chico le pusieron sus compañeros de la Escuela “El Polaco”. Le tocó a él ser el sostén de
sus progenitores, los que fallecieron a muy temprana edad, luego de una
breve dolencia mortal. Su único hermano formó familia
muy joven y se emancipó con suerte diversa en lo económico, pero que
contaba con una familia que más allá de los sinsabores de la vida, lo
ayudaban a tratar de progresar y vivir de una forma decorosa y sin
sobresaltos. Siempre la vida del “Polaco”
transcurrió entre mucho trabajo, alguna borrachera con amigos, pocos
amores y poco sexo; lo que se diría, una vida gris, común. Ahora contaba con nuevos amigos
y asesores que le indicaban su derrotero
de vida y su perfil sentimental que nunca fue muy prolífico y que
apuntaba a una soltería endémica; se encontraba en éstos momentos
dirigidos por su nueva compañera -novia-amiga- que reunía condiciones de
no poca belleza y de cultura ya que provenía de las llamadas “familias
de sociedad”. Dama que a pesar de haber pasado
en edad, la mitad de la centuria y con varios estragos amorosos de la que
salió bastante bien librada, salvo en el último, (acotación aparte) y
que le dejaron como secuela de ello, dos hijos, fruto de un matrimonio muy
joven de ambas partes y que lo selló el infortunio, dejándola viuda. Una hija mujer, que saltó del
internado de un Colegio para muy ricos, a los brazos de un industrial
italiano con el que se hallaba casada y viviendo en Europa; con él tenía
dos hijos y con el que, no tendría problemas de futuro en lo que a dinero
se tratara, ya que a su marido, éste le sobraba. Del
varón de sus hijos, el mayor, ya iba para un par de años que no tenía
noticias de él, pero que era muy natural que apareciera en cualquier
momento con alguna nueva mujer y con tal vez, nuevos problemas. Lo que se dice, todo un
picaflor, pero que por suerte, él sólo solucionaba sus problemas sin
involucrarla a ella para nada y en eso emulaba a su finado padre que el único
gran pecado que cometió, fue dejarla sola contra el mundo y con dos retoños. Desde que le presentaron a su
actual compañero que curioseaba por un remate de antigüedades, al que
ella había llevado algún adorno y algún cuadro a la venta para ir
paliando sus necesidades. Al verlo tan bisoño en el
ambiente en que ella se movía y enterarse de su condición reciente, en
el acto se vio ante un filón de oro que si lo explotaba a su antojo;
tendría la jubilación del reto de su vida asegurado. Era la ocasión que había
estado esperando, su “vellocino de oro”; hombre tal vez con pocas
luces, rico reciente, no mal parecido, con aquellos ojos color cielo, muy
celestes, que le daban el toque de distinción para que ella, se pudiera
lucir en su compañía. Luego de cierto tiempo
transcurrido y olvidado aquel desafortunado incidente en el teatro, fueron
a ver un campo con la intención de comprarlo que les recomendaron algunos
de sus nuevos amigos como una opción de inversión y que distaba unos
doscientos y pico de kilómetros de la ciudad. Ya había dado uso a su nueva
fortuna, comprando una buena casa a su hermano (único vínculo familiar,
luego de la muerte de sus padres y sabiendo que quedaban algunos parientes
lejanos, éstos nunca tuvieron mucho trato con él y su hermano) y un mas
que decoroso vehículo para que éste se desplace en la atención de un
pequeño mercado que explotaba, ya hacía vario años y que gracias al
mismo había criado cuatro hijos; dos mujeres y dos varones. También había comprado en un
mediano edificio de una zona allende al centro y con el apoyo y el consejo
de su querido hermano, al que acudía cada vez que necesitara de sus
consejos, que los aceptaba con agrado por ser aquél, el mayor de los dos;
cuatro apartamentos para que le generen una pequeña renta y su compañera
y él, estaban de estreno de una hermosa casa quinta, la que estaban
redecorando con la ayuda de un profesional del ramo que
circunstancialmente, era del círculo de amistades de su compañera. Lo bueno es que estaban
atendidos por un matrimonio mayor, en lo que se refiere al personal doméstico,
que los trajo él de su viejo barrio y que los conocía de toda la vida,
se diría que desde la Escuela, Ariel y Eva le tenían mucho
afecto y él les había construido su casa, ya hacía de esto varios años,
en el barrio. A quienes los ayudaba una joven
también, que a su vez era sobrina de ellos, Mónica y que prácticamente
la habían criado, luego de que su madre, hermana de Ariel se suicidara. Por un desengaño amoroso que la
había dejado embarazada, aunque su amante nunca se enteró de tal
embarazo. Mujer del barrio, muy buena y
con la cuál Martín había tenido un corto pero intenso romance, luego
quedó una muy buena amistad. El fruto de aquel embarazo, una
hermosa Bebé de la que su Madre se sentía muy orgullosa ante los ojos de
sus vecinos y amigos, capeando con altura el síndrome de “Madre
Soltera”. Niña de la que a partir de los
seis años, se hicieron cargo sus tíos y que la criaron como el hijo que
nunca pudieron tener. La enviaron a buenos Colegios y
a un Secundario muy acreditado. Por suerte, con ésta chica, sus
tíos se complementaban muy bien y de esa forma Renda y Martín se sentían
atendidos de maravillas. Mónica, quien estudiaba derecho
y estaba dando las materias en forma libre, por lo tanto le dejaba la
posibilidad de trabajar y de esa manera, se pagaba sus estudios. No teniendo de ninguna manera
apremios económicos, ya que de su finada madre que se llamó Teresa en
vida, heredó dos hermosas casas que vendió y el fruto de esas ventas le
dejaba muy buenos dividendos en el sistema bancario. Que ella acumulaba para tener
una buena perspectiva, el día que finalice su carrera. Salieron muy temprano rumbo al
campo de marras, ya que se avenía una recia tormenta, según lo que preveía
el Servicio Meteorológico y pasaron a buscar a quién los acompañaría,
primo lejano de su mujer, que conocedor de la zona, iba prendido sin duda
en la mordida de la comisión que resultara de la compra de dicho bien,
era su “modus vivendi”. El nuevo rico que era bastante
torpe para desenvolverse en éste círculo de aprovechadores y taimados,
trataba de aprender lo más rápido posible todas las mañas que la nueva
vida le demandaba. Si bien estaba recién, tratando
de aprender los vericuetos en que se movía ésta sociedad que él siempre
miró desde lejos, tenía a su favor primero que no era idiota y que por
naturaleza siempre fue muy desconfiado. Esta cualidad le había hecho
padecer muchas chanzas por sus anteriores amistades, las que conservaba y
por su estimado hermano y su familia, que le solían decir que era
“desconfiado como caballo tuerto”. Lejos de ser tonto, tenía
estudios secundarios que no pudo terminar por la necesidad de tener que
trabajar, pero que complementó con su pasión por la lectura que sin
discriminar, leía todo lo que caía en sus manos. Luego de unas tres horas de
viaje y rogando que la tormenta que se mostraba a punto de desencadenarse,
les diera tiempo a visitar la pequeña instalación agropecuaria, tomando
un camino que bordeaba un alambrado y que por fin terminaba o empezaba en
una recia tranquera. Los anfitriones que por supuesto
estaban advertidos de la visita, los trataron de maravillas y les
explicaron con lujos de detalles, la funcionalidad de
las instalaciones del establecimiento. Buenos alambrados, con varios
potreros y con su correspondiente tranquera, cada uno. Éste establecimiento, contaba
con unas cuatrocientas hectáreas muy bien instaladas, ya que contaba con
dos buenos galpones, un pedazo de campo se explotaba como chacra y la
mayor parte como cría de ganado e invernada, pero una gran parte del
mismo que se encontraba en abandono total, había sido explotado como una
gran huerta o chacra y que fue lo que más interesó al novio. Las instalaciones tenían muy
buen abastecimiento de agua, ya que para ello contaba en su linde con otro
campo, con un pequeño arroyo, cuya cualidad era que nunca se secaba
porque provenía de un manantial y
con tres molinos de viento, dos de ellos con instalación de tanques tipo
“australiano”. Uno de ellos abastecía en la
parte de chacra que se había explotado, como una gran quinta. Todo esto un poco abandonado,
porque los actuales dueños, viejos y cansados, desde ya hacía un par de
años, que querían vender, pero querían hacerlo al contado y esto no
resultaba muy fácil. No se encontraba todos días
interesados, con dinero disponible y dispuestos a invertir en campo. Motores, máquinas, tractor y
otros enseres que demostraban que en su momento fue un establecimiento
pujante. Hijos profesionales unos y otros
emigrantes, ninguno de ellos interesados en dar una mano en la explotación
agropecuaria. El estado general de aquellas
instalaciones, le gustaron sobremanera al interesado, aunque no lo dejó
traslucir. Estaban a punto de aceptar la
invitación de los dueños de casa para un aparente opíparo almuerzo,
pero era el deseo de todos, de volver a la ciudad antes de que la tormenta
se desatara, ya ésta había sido generosa y les había dado cierto tiempo
y no querían abusar. Quedaron en volver pronto o
comunicarse vía telefónica y estudiar la factibilidad del costo de la
propiedad y ajustar mas detalles sobre el mismo. La vuelta, no fue todo lo feliz
que se hubiera querido; apenas salieron del camino vecinal, la tormenta
descargó toda su furia en forma de viento y lluvia que más que lluvia
emulaba al diluvio. El conductor del vehículo que
era su dueño, “El Polaco”, conducía el mismo en forma por demás
cuidadosa, primero que la visibilidad, así lo ameritaba, segundo que
todavía tenia in mente lo que le había costado. Algo así como el costo de unas
cincuenta motos, como la que tenía y que luego de aquel bello incidente
económico, se la regaló a uno de sus sobrinos. No sin antes sentir nostalgia al
desprenderse de esa compañera que lo acompañó tantos años. El tránsito de camiones que
circulaban como bólidos dueños de la carretera, tornaba más peligrosa
la acción de conducir. Después de todo, tuvo que
reaprender a manejar de nuevo, aunque ya sabía hacerlo, al sacar su
brevet de chofer, tuvo que dar examen y aprobarlo, por supuesto. Pararon en una “Estación de
Servicio” a reponer combustible y de paso a estirar las piernas y ver la
posibilidad de beber un café caliente ya que la temperatura en esos
momentos estaba bastante baja. Repostaron el vehículo y sus
humanidades, recibiendo una atención que dio para hacer elogiosos
comentarios. Al ingresar al móvil, la dama
cambió de lugar con su primo para que los hombres pudieran hablar con mas
tranquilidad, dado que el ruido de la lluvia por momentos obligaba, sobre
todo al que iba detrás, a dialogar gritando. Ya casi llegando, le llamó la
atención que su compañera casi no había intervenido en el diálogo,
sino que por lo contrario, se había pasado ablando por teléfono; esos
telefonitos móviles a los que él aún no se podía acostumbrar, pero que
su actual media naranja se ocupaba de darle uso por los dos o por cuatro o
cinco usuarios, suponía por el alto costo de las facturas de la compañía
telefónica. La conversación que sostuvo con
“el primo” y ciertas actitudes que observó en las conversaciones en
el campo y la coincidencia, cuando salía de la zona de los baños, de
encontrar a aquél conversando animadamente pero en voz baja, con otro
parroquiano muy bien vestido que al verlo a él, le vino el apuro de
despedirse del mismo, no abriendo ningún comentario sobre el incidente. Estas acciones le hicieron tomar
mas brillo a la luz de la desconfianza, luz que nunca osaba apagar, menos
ahora que navegaba desde hacía un tiempo por un mar plagado de tiburones. Aunque según pensó, éstos
pobres escualos se verían como pejerreyes al lado de éstas verdaderas
barracudas; pero el, ya iría aprendiendo a deseambular por este pantanoso
modo de vida, donde estaba seguro de que si bajaba la guardia, lo engullirían
como picada de vermú. Dejaron al pariente en dónde lo
habían recogido y ya coordinarían cuándo volver a verse, cosa extraña
cómo estaba creciendo de golpe la confianza y el cariño que le profesara
dicho integrante lejano de la familia que traía consigo, la damisela que
iluminaba sus pasos por el momento. Cuando llegaron a la recién
estrenada residencia, notó que su compañera, lejos de acusar cansancio
por el viaje, estaba eufórica y le gastaba bromas y le sacaba el sombrero
y se lo colocaba ella en su cabeza y en honor a la verdad, que le sentaba
de maravillas. Claro que la ayudaba su
prestancia y su no poca belleza, por lo que pensó el nuevo rico, si merecía
todo aquello que estaba recibiendo a cambio de un poco de dinero. Bueno, no tan poco dinero, éste
ya le estaba dejando ciertos intereses y sabía que si no se descuidaba,
podría vivir el resto de su vida de una forma tan cómoda, como jamás
imaginó el día que compró los benditos billetes de lotería. Billetes que habían quedado sin
vender en aquel kiosco y que él que nunca jugaba ni a la perinola, en un
arrebato de inspiración y habiendo cobrado un trabajo que terminó; sacó
los billetes, tratando de que no lo mordiera el cocodrilo que moraba en
sus bolsillos desde siempre, los adquirió y la suerte lo premió con
aquel suculento premio de ocho cifras. Recordaba aún como le dolía,
haber gastado todo aquel dinero en unos simples y vetustos papelitos y lo
ocultó a sus amistades e incluso a sus seres queridos por temor a las
chanzas que le pudieran gastar. Menuda sorpresa cuando se enteró
de que el agraciado con el primer premio de aquella lotería, era él y sólo
él. Se sentía cómodo con esa nueva
manera de vivir y se adaptaba más rápido de lo que se imaginó, tal vez
por aquello de que “a lo bueno, uno se acostumbra rápido”, se hallaba
haciendo la plancha en una piscina de agua tibia y lo disfrutaría
mientras le durase. Estaba conociendo cada vez mas a
su (como dice la juventud) amigovia y si bien ésta tenía cosas y
costumbres que él no compartía, ésta le brindaba toda una avalancha de
sexo, despertando sensaciones que jamás pensó que existían y él
trataba de que a su vez ella se sintiera a gusto. Él sería desconfiado desde
siempre, pero siempre fue muy agradecido y ¿quién sabe? tal vez, con el
tiempo se convierta en la esposa que él soñó en sus horas de soledad,
que con su edad que ya pellizcaba la sexta decena, casi había perdido las
esperanzas de llegar al matrimonio. O a tener una pareja estable,
alguien por quien preocuparse y que a su vez alguien, se ocupe de él. Su vida, hasta ahora, había
transcurrido alrededor de la de su muy amado hermano que lo apoyaba en
todo y de la familia del mismo. Que él la consideraba como suya
y quería a sus sobrinos como si fueran sus hijos. Los que ya nunca pensaba tener,
una por su edad y otra que en lo referente al amor, nunca el destino pudo
encontrarle a su “Media Naranja”. Con sus defectos y sus virtudes,
su compañera, hasta ahora estaba haciendo buena letra y el futuro diría
lo que le depararía, en compañía de ella. Después de todo, si él miraba
hacia atrás en el tiempo y se veía subido a un andamio o con una maza y
un cortafrío en sus manos y lo comparaba con su vida actual,
“demonios” se dijo, la diferencia que no era poca, no lo molestaba,
sino que lo complacía de gran forma. Claro que la araña estaba tejiendo su red, sin prisa y sin pausa. Transformaciones Varias idas y
venidas por medio, tiras y aflojes en lo referente a la adquisición del
campo, éste por fin se compró y como siempre para algunos se logró un
bajo precio y para otros, éste fue muy alto. Realmente para el “Polaco”,
cuyo nombre es Martín Losievich – la compra de esta propiedad, la llevó
a cabo realmente, en común acuerdo con su hermano – David – y de ese
modo cumpliría con la aspiración de que en conjunto con éste, exploten
a medias, ésta fracción de campo con sus instalaciones que sin ser
ampulosas, eran muy cómodas y agradables. El negocio se cerró con la
inclusión de todas las existencias, herramientas, animales, instalaciones
e incluso y de común acuerdo con los anteriores dueños; los empleados
que eran dos, con sus respectivas familias. Una de ellas cumplía la función
de “Caseros”, llamados José y que de aquí en más, conoceremos como
“Pepe” y su esposa Rosa, la otra ocupaba, una pequeña pero
confortable casa situada en uno de los ángulos del linde del campo y
cuyos nombres son Francisco (Pancho) y Elvira. Esto la situaba a unos
cuatrocientos metros de la casa principal, o sea que sin estar muy cerca.
tampoco estaba muy lejos. Y ¡ho! Coincidencia, las
esposas de dichos empleados de larga data ya en el establecimiento, son
hermanas; Lo que convertía a éstos como
compañeros de trabajo y cuñados; cuyos hijos ya adolescentes, se criaban
con sus abuelos en el Pueblo cercano, distante unos quince kilómetros y
llamado “Centeno”. La esposa del matrimonio que
ocupaba la casa o sea Rosa, cumplía las veces de doméstica y atendería
a los dueños cuando éstos se trasladen de la ciudad. Su hermana, esposa de Pancho, la
ayudaría en algunos quehaceres, como limpiezas generales, lavados,
enceradas, ordeñe de dos vacas y todo lo que acostumbraban a hacer asta
ahora, con los anteriores dueños. Sólo a los efectos de la
verticalidad en las responsabilidades, quien dirigía las cosas cuando no
estaba el actual dueño, era “Pepe”. Así las cosas, todo estaba
funcionando de maravillas y en forma muy armónica, ya que se mejoraron
algo los sueldos y había espíritu de solidaridad. Los hermanos tomaron todo con
mucho optimismo y con la
ayuda de la familia de David, que se trasladaba los fines de semana,
dejando parte de ésta para que atienda el mercado, las cosas se iban
logrando según las previsiones y en lo que refiere a los pagos y papelerío,
todo lo dejaron en manos de un contador de la zona o sea del pueblo
cercano. Ya se había extendido,
escribano mediante, un poder total a nombre del hermano David Losievich,
por cualquier circunstancia y porque de esa forma todo resultaba más cómodo
para Martín y porque entre hermanos siempre hubo una confianza a prueba
de toda duda. Martín y su novia – Celedonia
Renda Campizteguy – “Renda” para sus amistades y familia (otrora de
alcurnia y con alguna fortuna, pero con el devenir de los tiempos, sólo
conservaba, los sueños dormidos de viejos lujos y placeres) cada día se
acoplaban más entre sí y con sus respectivos familiares. Una mañana, luego de casi dos
años de convivencia entre Renda (así le gustaba que la llamen) y Martín,
que se le conocía como “El Polaco” y como Sombrero Blanco
indistintamente, ya que éste adminículo ya formaba parte de su figura y
era casi imposible verlo sin él; se le ocurrió hacer algo distinto con
su pareja y se lo plantearía, seguro de que sería una sorpresa muy buena
para ella. Ahora que casi todo estaba
encaminado, le propondría hacer un largo viaje por Europa, dándole a
elegir a ella el itinerario y el tiempo que considere necesario para
disfrutar a lo grande; sólo una condición le pondría, que ese
itinerario los llevase a Polonia y allí a un pequeño pueblo llamado
SWIDNICA, ya que quería visitar el pueblo de donde eran oriundos sus
Padres, donde tal vez pueda conocer algún descendiente de las familias y
a su vuelta poderle contar a su querido hermano. Contaba que con el entusiasmo
que le infundiría a su regreso, éste se decidiría a emular su acción
junto a su esposa, ya que se lo merecían con creces. En su cabeza, desde ya hacía
algún tiempo rondaba la idea loca de que a la vuelta, Renda aceptase a
ser su esposa y así legalizar su matrimonio de echo. Por su parte la damisela nadaba
a sus anchas en el mundo “Fashion” que había perdido, pero que ahora
se insertó en el mismo a “mandoble cruzado” y del que nadie la sacaría,
por lo menos viva. Ella gozaba de bastante tiempo
libre y eso le permitía frecuentar algunos conocidos “non santos” y
con los cuales compartía ciertos negocios, que le dejaban pingües
ganancias. A ello se le agregaba la
disponibilidad de dinero que su “querido”, le proporcionaba y con un
mediano automóvil, también fruto de la generosidad del benefactor de su
presente. Todo esto estaba encaminado a su
nunca olvidado postulado de venganza que cada día que pasaba, más cerca
estaba de poder llevar a cabo. De su hijo, sólo noticias de
que sus cosas marchaban bien y todo por medio de su hija que cuando se
acordaba, le escribía alguna letra o se dignaba a llamarla por vía telefónica
y que siempre haciendo gala de un sutil cinismo (heredado quien sabe de
que gen), la invitaba a que vaya a visitar a sus nietos, pero que nunca ni
siquiera mostró la intención de mandarle un pasaje. Cuantas veces se preguntó, como
hacía para soportar y adaptarse a la familia de su compañero, ella a la
que la habían mandado a los mejores colegios, donde se hablaba por lo
menos tres idiomas, donde las fiestas de su círculo las amenizaban,
orquestas de primera categoría y donde las vacaciones se contaban por
tres meses, intercalando idas a la estancia propia de la familia o de
amigos y con alguna escapada a Europa. No es que su “nueva” familia
fuera mala, sino que se sentía desubicada dentro de aquel ambiente al que
ella trataba de fusionar con el suyo, pero el aceite, no se junta con el
agua, por más que se quiera. Menos mal que la docilidad de
Martín le permitía repartir su tiempo y vida a su antojo; claro que
cuidando ciertas reglas, ya
que hacía tiempo que comprobó que su amable compañero, no tenía un ápice
de estúpido. Con ella es por demás
complaciente y la atiende como a una reina. Tiene una buena figura, tal vez
algo recia y lo referente al sexo, los dos se estaban desquitando del
atraso (más en él) al que la vida los tenía condenados y en este
momento como que la relación de ambos, estaba llegando a un estado de
convivencia casi perfecto. Ella a su vez trataba de que
Martín estuviera complacido con lo que concierne a su entorno y todo
transcurría sin que se suscitaran casi discusiones, él llevaba la voz
cantante y ella acataba sus deseos a pie juntillas. Salvo
algún arrumaco y revolcón con su primo lejano, que luego de engullir la
mordida en la comisión de la compra del campo, se había desaparecido;
estaba procediendo como toda una dama. En su rapto de locura cuando le
regaló aquel elegante Sombrero Blanco, nunca hubiera apostado a
que esa relación se afianzara, lo mismo pensaron sus amistades que vieron
en aquel nuevo rico de modos un poco rústicos, como un nuevo pasatiempo
con planes de desplume de su conocida. En ciertos momentos hasta tuvo
sueños y en ellos elucubró ideas de que le hubiera gustado tener algún
hijo con él, lástima que a los dos, las hojas del almanaque, los pasaron
por encima. En fin, todo sea por el
apostolado en que estaba dedicada con alma y vida, del que no cejaría
mientras no le hiciera tragar sus palabras a su ex. Con el que se había estado
cruzando en alguna reunión de amigos comunes y que tuvo el tupé de
apersonarse a que le presente a Martín y él a su vez, le presentara a su
querida; como si no la conociera, a ella y a su fama de atrapa hombres
ajenos. Provenía ésta de una numerosa
familia, contaba con cinco hermanos más, otra mujer como ella de la misma
edad ya que eran mellizas y cuatro varones, dos de ellos militares,
siguiendo la tradición familiar, ya que su padre y varios integrantes de
la familia integraron los cuadros del ejército. Con su hermana, nunca se
llevaron bien y de hecho las dos eran totalmente distintas, tanto en
apariencia como en carácter, una, la pareja de su ex, es rubia y desde
muy joven dejó los estudios, por sus pocas luces y se dedicó a atrapar
el marido ideal, que nunca encontró entre los novios (numerosos) snobs
que había tenido. Y
su hermana morocha y que había pasado por un brillante transitar
de estudio, para recibirse de arquitecta, ya casada con un colega, con
hijos y con un futuro brillante y lo más importante con una fortuna que
le aseguraba un relevante status dentro de la sociedad. A la casquivana y bastante
inocentona, por su carácter de complaciente y remisa a todo lo que estaba
fuera de lo “normal”, dentro del círculo de gente entre la que se crió,
sólo le atraían los hombres casados o con pareja, era como una obsesión
y una posición que siempre tomó frente a las braguetas ajenas, claro que
su figura la ayudaba bastante, pensaba Renda. En la bolsa del odio a su ex,
había metido a quién la suplantase y estaba dispuesta a hacerle todo el
daño que pudiera, como una forma de cobrarse la afrenta que le izo su
anterior hombre. No comprendía como todavía éste
la retenía, tal vez todos se estaban cargando de años y eso los hacía más
complacientes y más hipócritas. A Martín nunca le había
contado nada de esa desdichada relación, en realidad poco y nada sabía
él de su vida de antes de conocerla y según le había dicho, no le
importaba. Sólo lo que vendría después
de conocerla tenía importancia para él. Fue en el desayuno que Martín
se explayó con la sorpresa, si hasta tuvo un gesto padrero al sugerirle a
su compañera que podían pasar a visitar a su hija y nietos.
Si sorpresa fue para ella, para
él no fue menos al ver que ésta
aceptó casi sin pensarlo, pero repuesto de esta reacción, festejó el
momento con mucha alegría; más cuando ella alegó que “pasearemos el
sombrero por toda Europa y lo aremos más famoso” En pocos días solucionaron
todos los pormenores que anteceden a un largo viaje, como ser documentos,
pasajes, valijas, ropa de estación, coordinación con los caseros del
campo y con el personal de su casa quinta. Su hermano y familia acompañaron
el plan con desbordante alegría y ayudaron a que todo quede listo para el
ansiado viaje. Hasta se organizó un gran asado
en el campo, a modo de despedida, donde fueron vecinos, conocidos del
pueblo, familiares, algún que otro “colado”, algunos de ellos
aportados por el nunca bien ponderado y casi olvidado primo llamado
Rodolfo. Llegó el día de la partida y
la despedida de amigos y familiares en el aeropuerto no pasó
desapercibida, la atención se centraba en el adminículo que ostentaba
sobre su cabeza Don. Martín; como lo nombraban en el campo (en su
ausencia lo nombraban cono “El Polaco” y a su compañera “La
Vieja”), típico “argot” de los medios rurales. Todo quedaría en manos de su
hermano y del contador Dr.Raymondi, quien venía respaldado por la gente
del pueblo, ya que su familia tenia arraigo en el lugar, desde tres
generaciones y que tenía un “buffet” de profesionales que
dominaban la mayoría de los negocios agropecuarios del lugar,
ventas, remates, administraciones y en general, no había negocio en la
zona que pasare desapercibido para ellos. Martín le había confiado la
administración de todos sus bienes, acrecentados últimamente por nuevas
adquisiciones, entre ellas la compra de una fracción de campo lindera con
el suyo, el viejo arroyo compartido. ahora le pertenecía. La que su hermano David, pensaba
explotar como reserva de engorde de ganado y que estaba preparando y
convirtiendo praderas para tal fin. En las últimas despedidas,
desde la escalera del avión de línea que los llevaría en aquel ansiado
y largo vuelo, Martín sentía que sus piernas eran candidatas a
convertirse en flan, era su primera vez y casi no lo podía simular,
aunque sabía que su compañera iba munida de un buen surtido de pastillas
para inducir al sueño y él haría uso generoso de ellas. No se le había pasado por alto
que Renda, en pastillas y otras cosas raras, era bastante asidua y
experta, aunque nunca le pareció propicio encarar el tema con ella, ya
que mientras no interfiriera entre la convivencia de ellos, consideraba
que ella tenía suficiente sapiencia y edad para que él interfiera en sus
viejas costumbres, aunque le molestaba bastante su hábito de fumar. Aunque había un pequeño
acuerdo y éste se refería a que ella trataría de no fumar en lugares
como el dormitorio, la cocina, el baño y lugares donde no lo obligue a
aspirar a él el humo, puesto que éste jamás probó un cigarrillo y no
iba a empezar ahora. Eso se debió a
que de niño padeció de asma, mal de familia. Llevaban muy poco equipaje,
¡Renda se sentía a sus anchas, sólo algo la tenía preocupada
y la causa era que no quería arriesgar su pasada por las aduanas y por lo
tanto, no podía llevar provisión suficiente de aquello a lo que con el
correr del tiempo, se le había transformado en adicción. Fruto de épocas padecidas en un
mar de depresión y en la cual la había sumido según lo comentaba a los
cuatro vientos, su anterior pareja. Ya se había empezado a cobrar
algo de lo mucho de lo que le haría pagar a aquel “canalla” que la
botó hacia un lado y que tan maltrecha la dejó. Ella en épocas no muy lejanas
pero muy lastimosa para su existencia, se involucró con algunas de sus
amistades que estaban enredados en el tráfico y uso de estupefacientes y
otras yerbas. Todo empezó por probar y luego
cuando la droga se hace dependiente, la falta de dinero para el
abastecimiento, la obligaron a entrar en el comercio de la misma y no le
costó mucho puesto que en el círculo de la sociedad que frecuentaba,
encontró enseguida, tierra fértil para colocar su mercadería y
abastecerse a si misma. Eso la ayudó a paliar en algo,
los estragos económicos en que había quedado luego de su waterloo
amoroso. Aunque el ambiente en que se
zambulló, nunca le permitía salir, sino que la había atrapado de tal
forma que pensó que su vida ya estaba signada por aquel sistema maldito y
al cual ya estaba resignada; cuando quiso la suerte (una gran suerte) que
aquel hombre con cara de curiosidad, que se le cruzó por su camino, fuera
su tabla de salvación y ella estaba aferrada a él con uñas y dientes. Aunque le costaba muchísimo
desarraigarse de aquel sub. Mundo de la droga y de la maquinaria en la que
ella formaba parte. Por otro lado, su adicción la
obligaba a que su divorcio de la misma, nunca se llevara a cabo y a esa
sociedad es que ella trataba de encaminar a dónde mejores frutos pudiera
sacar, una de ellas era la dulce venganza. De tal manera que acudiendo a
malditas artimañas, izo que la “ramera” que estaba prendida como una
hiedra lo hace con las paredes, a su ex, hoy es una consumidora de narcóticos
o sea droga dependiente. La tal señora de tal, como se
hace llamar, hoy estaba en sus manos y su inquina se veía regocijada por
aquel horroroso logro. Y todo se debía a su maquinación
e ingenio maligno que fue incubando con el entorno en que la incauta mujer
se movía y que le llevó algún tiempo y dinero, pero que por fin había
conseguido lo que se había propuesto. Sabiendo que su ex, cuyo nombre
nunca quiere nombrar aunque lo tiene y se llama Alberto Casals, es acérrimo
enemigo de todo lo que se parezca a drogas y sabía del daño que sufriría
cundo se entere que el amor que fue capaz de desbancarla a ella, era
drogadicta. Allí no terminaba, ni mucho
menos el daño que le infligiría a su ex Alberto y a su querida de
apellido raro y que se llama Ana Garverent. Ya proseguiría con su labor de
araña, cuando volviera de tan ansiado viaje y se las ingeniaría para
abastecer sus propias necesidades, el dinero todo lo puede, bueno casi
todo. Del vuelo, poco se puede decir,
ya que Martín en algún momento de cordura y despertar, bebió y comió
muy poco, dejando que un nuevo suministro de pastillas, lo vuelvan al sueño
y le acorten el tiempo del viaje. Entraron a Europa aterrizando en
el aeropuerto de “Fiumicino” Italia y de esa manera Renda visitaría a
su hija y conocería a sus nietos. De paso ésta le podría
enrostrar a su hija y yerno, su actual pareja y que se enteren de que éste
contaba con una mediana fortuna. Fue largo el itinerario por la
Europa, donde de hecho, visitaron ocho países y que les insumió un
tiempo bastante prolongado y en el que disfrutaron todo lo posible. Visitaron cuanto museo, iglesia,
lugares pintorescos y hoteles se les cruzara, compraron ropa, regalos y
comieron de tal manera que tenían adicionados varios kilos de más y
sacaron tantas fotos con las cuales testimoniarían los lugares en que
estuvieron, con sus parientes y amigos, con los que se comunicaban
asiduamente vía telefónica. El gran momento de Martín fue
cuando visitó Polonia y el pueblo que ya era una hermosa y pintoresca
ciudad, cuna de sus ancestros, Swidnica. Y hubo lágrimas de alegría
cuando visitaron la casa donde nacieron sus padres; ¡qué emotividad para
trasmitirle a su amado hermano! Claro que todo llega a su fin y
luego de dos meses de paseo, ya deseaban retornar, sobre todo Renda, que
se las había ingeniado para que nunca quedara desprovista de su cuota de
droga; nunca imaginó que en Europa, el abastecimiento de éstas fuera tan
fácil, ya que no había hotel, fonda, bistró o café que no las
ofreciera. Aunque a este respecto hay que
señalar que Martín ya se había desayunado desde hacía algún tiempo de
la adicción de su mujer y esto había creado un bache en las relaciones
de ambos. Y aunque Renda se las ingeniaba
para ir postergando las discusiones sobre el tema, sabía que éste
estallaría en cualquier momento. Tendría que apelar a toda su
astucia si quería superar aquel contratiempo (el único por otra parte)
con su pareja y vería la forma de no perder aquel maná que le había
enviado el cielo. El recibimiento en la vuelta al
País, fue apoteótica por parte de la familia y amistades y hasta hubo
una gran sorpresa para ambos, puesto que entre los que los que los recibían,
estaba el hijo de Renda. A Martín no le cayó nada mal y
casi se diría que hasta le simpatizó el muchacho, y quedaron en verse
pronto y así poderse conocer mejor. Lo tendría cerca, ya que éste
se alojaría en el apartamento de su madre. Muy comentado el reparto de
regalos e históricos los asados que se realizaron en honor de los
viajeros recién llegados. Contento Martín con las buenas
nuevas recibidas por su hermano David y por el contador, ya que parados
los grandes gastos, se vislumbraban algunas ganancias y hasta se había
arrendado el otro campo lindero o sea el que correspondía al otro costado
(el que lindaba con su campo y a su vez con el recientemente comprado y de
superficie más grande que éstos dos juntos) con vistas de comprarlo,
esto si el “patrón” así lo ameritaba, demostrando que todo iba por
buen camino. David ya contaba con un camión
grande y nuevo, ya que la producción hortícola y de chacra producía lo
suficiente como para abastecer a pequeños mercados de barrio, de la
ciudad. También esto ameritó tomar
ocho nuevos empleados del cercano pueblo de Centeno y que consiguió el
contador Raymondi, “gente de a caballo” y para toda tarea, que bajo la
égida de Pepe y del hermano de éste, Pancho, llenaban las necesidades de
mano de obra. Ya se encargaría “El
Polaco” de retomar el trabajo y darle la oportunidad prometida a su
hermano y familia. Empezaría luego del fin de
semana, ya que estaba programado embarcar ganado para llevar a un frigorífico
e ir a ver una ternerada para comprar que gracias a buenos oficios de
David, esto sería costumbre de aquí en más. Ese fin de semana lo dedicaría
en arreglar cierto asunto con Renda, si bien aún no sabía de que forma
lo haría, realmente no hubiera querido llegar a esta instancia con quien
tenía planes de pasar juntos el resto de sus días. Aunque
ambos se venían adaptando a las costumbres del otro, los dos sabían que
habría ciertas cosas que ya eran de toda una vida y costaría mucho
acoplarlas al ritmo de ambos. Pero éstas cosas debían
aclararse en el momento justo, pensó. Fue a la salida de cierto espectáculo
que vieron y que no era malo, pero entre ellos había una tensión que
casi se podía entrever aun entre quienes no los conocían. Frente a dos humeantes tazas de
café, se explayó Martín con mucho nervio pero con gran decisión, dándole
a entender a Renda que respetaba sus costumbres, todas, menos su
convivencia con las drogas y todo lo malo que acompañaba a esa manera de
vivir y menos donde se use, como ya hacía un largo tiempo, su dinero. Que esto no encajaba con su
forma de vivir, que siempre lo izo con las reglas sanas de su pobreza y
con honestidad, de la que se sentía orgulloso por provenir de sus
progenitores y que ella ya sabe de que manera su hermano y él honraban a
sus Padres. Lo que le causaba dolor era que
ella actuaba a espaldas de él, tanto aquí como en Europa, hiriéndolo en
su pobre pero sana inteligencia y que si las cosas fueron hasta allí, era
porque él sentía con ella lo que nunca sintió por ninguna mujer y que
al decirle esto y a pesar de los años que contaban encima ambos, lo que
estaba diciendo y a pesar de meditarlo concienzudamente, le cuesta trabajo
decirlo. Que su posición para con ella
era clara y concisa y que dependía de la decisión que tomara ella en ese
momento, allí junto a esa mesa, del futuro que él tenía planeado para
ambos. La condición era por demás
arto elocuente, o se salía de ese ambiente en forma radical y se avenía
a tomar el mejor tratamiento para liberarse de su adicción, que él le
pueda pagar, o cada cual tomaría por su lado. Claro que ambos verían la forma
de que ella no quedara insolvente y que gustoso él le ayudaría a poner
un comercio para darle espacio a su hijo o lo que ella disponga. Aquí el silencio fue largo, muy
largo y decidieron pedir otra taza de café cada uno,
puesto que el brebaje que tenían servido sobre la mesa en ese
momento, había abandonado su caloría hacía rato. Ella sintió que algo en su
fuero íntimo se quebraba y hasta recordó que esa misma sensación la había
sentido, unos años antes y hasta le pareció reconocer ese gusto horrible
que pugnaba por salir de su boca. Por un buen rato ambos se
llamaron a silencio, degustando el nuevo y recién servido café caliente. El silencio de él se debía a
que según pensaba, había dicho todo lo que debía y quería; tal vez no
con la delicadeza que le hubiera gustado y que lo que sentía en sus entrañas
era mas dolor, que otra cosa. En su silencio, ella recorría
in mente su pasado que pasaba en forma vertiginosa por sus pensamientos y
evaluaba y cotejaba todo con celeridad pasmosa
y sintió que a sus ojos la invadían unos granos de arena y hacían
que sus lágrimas, que no podía contener, se hacían avalancha e
invocaban al no querido llanto. Se excusó y se retiró a la
zona de baños para acondicionar su maltrecha cara, volviendo pronto y
sugiriéndole a su pareja a que fueran a otro lugar, ya que le pareció
adecuado, puesto que presintió que ambos se sentían incómodos. Optaron por volver a la casa y
allí conversar con mayor tranquilidad, no sin antes prometerse ambos, que
esa noche, esa conversación quedaría zanjada, para bien o para mal de
ambos, ya que los dos sentían por el otro, sentimientos que se
aproximaban y mucho, al amor. Iban
casi en silencio y sus cabezas eran dos torbellinos. Sus
corazones tenían un ton y son que bombeaba sangre con fruición, pero que
sabían que la solución de todo aquel aquelarre, se dilucidaría muy
pronto. Eran
dos seres que deseambulaban por la noche y por la vida a punto de signar
sus destinos. La
araña podría quedarse sin mosca.
Capítulo 2 Tragedia
La avenida por la que se
desplazaban a esa hora en que recién comenzaba el nuevo día, tenía muy
poco tráfico y eso les permitía deseambular a bastante velocidad por la
ciudad, desplazamiento que sólo se veía interrumpido de tanto en tanto
por la presencia de algún que otro semáforo. Ella venía fumando y con la
ventanilla de su lado un poco bajada, él no le dijo nada al respeto, de
ninguna manera quería entrar en una discusión sin sentido. Fue todo tan
repentino y violento, que sólo por milagro ambos no murieron de forma
instantánea, victimas de un infarto cardiaco fulminante. Estaban
esperando el cambio de luces en un semáforo, que les permitiera continuar
la marcha, cuando el vidrio de la ventana del lado de Martín, estalló,
explotó de forma feroz a consecuencia de un golpe brutal. Casi de
inmediato un brazo con un arma en la mano se introdujo por la abertura de
la ventanilla de Renda y brutalmente se apoyó en la cabeza de ésta y se
sintieron dos voces, que más que voces eran alaridos que ordenaban que
abrieran las puertas de atrás y del lado de Martín. esa orden también
era respaldada por una impresionante arma. No pasaron
cinco segundos, cuando en el asiento de atrás, llevaban dos pasajeros no
queridos. El horror se
había dibujado en sus caras y el espanto imperaba en sus corazones. Martín
sintió que alguien desde atrás le apoyaba algo duro y frío en su nuca,
quiso mirar a Renda pero el miedo era dueño y señor de su cuerpo, quiso
balbucear algo y se dio cuenta que a su lengua, la había reemplazado un
montón de estopa. Una garra
desde atrás, le aferraba a Renda su pelo con tanta brutalidad que pensó
que se lo arrancaría, obligándola a clavar su cabeza contra él apoya
cabeza del asiento. Sintió que
su vejiga le jugaba una mala pasada, dejando escapar orín muy caliente
que se depositaba en su bombacha y en su pollera, presintió que sus
pechos pugnaban por salirse de su habitual prisión. Creyó
escuchar que de sus labios se escapaba un quejido y que su cráneo se
desintegraría en cualquier momento, también quiso mirar a su compañero,
pero su deseo no pasó de intención. Aminoró el
chofer, la marcha del vehículo mas por reflejo que por
querer hacerlo y trató de no tener un accidente de tráfico,
apelando a fuerzas anímicas que nunca pensó que tendría, guardadas en
algún rincón de su alterado celebro, escuchó que alguien le escupía
una orden en su oído derecho. “Que
doblara a la derecha en la próxima esquina y luego al llegar a una pequeña
plazoleta, volviera a doblar y que continúe derecho hasta que se le
indicara” Unas cuantas
cuadras después necesitó “El Polaco” para, por fin tratar de
balbucear alguna palabra con expresión de pedido, “por favor no nos
lastimen”, “dígannos que es lo que quieren y con gusto se los
daremos, pero por favor no se pongan nerviosos”,“y por favor tengan
cuidado con las armas y les ruego que no le hagan daño a la señora” Se preguntó
éste si los que deseambulaban dentro de los vehículos que se cruzaban,
verían algo del drama que les estaba ocurriendo o si por el contrario
como imaginó, la gente (y se incluyó) ni se entera de éstas cosas. Se escuchó
una fuerte carcajada, seguida de otra que marcó más énfasis en su
notoriedad y luego la misma voz de antes que ordenaba junto a su sistema
auditivo, “pare el auto al llegar al costado de los muros de una fábrica
que están en la próxima cuadra”. Al llegar al
lugar que le indicaban, todo el horror volvió a apoderarse de él, la
sombra de esos muros que ocupaban toda la cuadra, sería el lugar ideal
pensó, para que estos mal vivientes los ultimaran sin más. Más, si se
enteran de que no transportaban mucho dinero (por costumbre) y que salvo
sus relojes y algún pendiente y collar de su dama, no llevaban muchas
cosas que les pudiera interesar a los defenestrados que tenían la vida de
ellos en sus manos. Por la
cabeza de Renda, pasaba el mismo pensamiento y su llorisqueo que hasta
ahora era casi imperceptible, de pronto se convirtió en llanto, al
deducir que cuando se detuviera el coche, los matarían a ambos para
sacarles lo poco que llevaban. Estaba a
punto de que cayera presa de una crisis nerviosa cuando la voz de Martín
la contuvo y le dijo que no se ponga nerviosa y que mantuviera la calma
(aunque le pareció que se quería convencer a sí mismo) que los
“muchachos” entrarían en razones como personas civilizadas. Las risas de
los dos sujetos, ahora ya no eran tan estruendosas.
Se detuvo el
vehículo y a punta de pistola, que ahora que Martín pudo observar con la
baja luz del coche, se dio cuenta de que eran de gran calibre; lo
obligaron a bajar y sin mediar palabra uno de los cacos, le aplicó un
golpe fenomenal en la cabeza que lo dejó sin sentido o sin vida. Los gritos
que había empezado a proferir la dama, fueron ahogados por la acción rápida
de los mal vivientes, que le pusieron una mordaza con un trapo que ya
llevaban dispuesto para ese cometido y le ataron sus manos a la espalda y
la subieron a la parte de los asientos traseros. Luego
procedieron a meter a Martín o su cuerpo, en el baúl del vehículo. Todo pasó
tan rápido que algún coche que osó circular por esos lares, no detuvo
su marcha ni se percató de nada de lo sucedido y si alguien por un casual
vio algo, con seguridad que emularía a Pilatos. Uno de ellos
tomó el volante y el otro se subió atrás, donde estaba la mujer echada,
“tirada” en el piso y ésta escuchó que el vehículo se ponía en
marcha de forma violenta. ¿Qué sería
de su hombre? ¿Estaría muerto? ¿Qué harían con ella? ¿A donde los
llevaban? Las preguntas, la ahogaban como aquel trapo que tenía en la
boca y que hedía horrible y que si pudiera vomitaría hasta el día del
juicio final, algo que no estaba lejos por lo menos para ellos, pensó. Quiso
moverse para acomodar el cuerpo y no sólo que no pudo, sino que sintió
que una mano le apretaba un seno casi con brutalidad, gimió todo lo
fuerte que le permitía su situación y entonces percibió que todo empeoró
porque la misma mano, junto con otra ahora, estaban escudriñando entre
sus piernas y trataban mas que bajar su pantaleta, de arrancarla. Acción que
se interrumpió por una voz que provenía del individuo que estaba a cargo
del volante, “espera a que lleguemos y allí sí que nos aremos la tal
fiesta con esta viejita” A Renda que
tuvo un pequeño alivio por el momento, no sabía si le dolió mas al
enterarse de lo que le harían, o el adjetivo que ese estúpido, le nombró
a su cómplice. ¿Qué querrían
hacer con ellos? Porque hasta ahora no escuchó decir nada sobre dinero,
tal vez sólo querían el auto que era bastante caro, de marca muy
cotizada, si así fuera, ellos no serán necesarios y tal vez los dejen
abandonados por algún lugar alejado,¿Con vida? ¿Y si tenían
pensado luego de “divertirse”, matarlos a ambos? ¿Y Martín, en que
estado estaría? ¿Estaría vivo? Si bien ella
fue criada en la égida religiosa, nunca clamó tanto por Dios y en su
interior se juntaban los ruegos, los arrepentimientos y las promesas que
cumpliría al pie de la letra, si conseguían salir sanos y salvos de ese
terrible trance. Sumida en
sus pensamientos, que estaban ajenos a la conversación que mantenían
entre sí, los culpables del mal rato que estaban pasando y luego de un
rato, se dio cuenta que el coche había ingresado en algún camino de
tierra; echo al que estaba acostumbrada por los seguidos viajes que
efectuaba al campo con su pareja. ¡Cómo le
dolía todo el cuerpo! y las manos que no las sentía, estaban dormidas
por lo fuerte que las habían atado aquellos “animales”. ¿De que
sucio hoyo, salieron aquellos dos?. Interrumpiendo
aquella urticante conversación entre Marín y ella, en la que estaban
tratando de clarificar el futuro de su relación. De pronto el
coche, se detuvo y con el motor del mismo en marcha, el que estaba a su
lado, golpeando en sus nalgas, se bajó, volviendo a subir luego de que
sintió que avanzaban unos metros, por lo que le pareció que éste se bajó
para abrir una portera o portón. Continuaron
la marcha y aquel no querido pasajero que le puso nuevamente una mano
sobre sus senos, con la otra le quitó aquel asqueroso trapo de su boca. Pareció que
los globos de sus ojos volvieron a su órbita y que el aire que aspiró,
le hería los pulmones y aunque no lo pensó, de su boca salió una
palabra, que comprendió que no era fruto de su educación sino que le
salió del alma y como un lastimoso gemido... ¡Gracias! El
defenestrado que seguía con su manoseo le dijo “ya podes gritar todo lo
que quieras, aquí no te va a escuchar nadie “viejita”, ya vas a ver
lo bien que te vamos a hacer pasar”. Dicho esto
abrió la puerta, ya que el vehículo se había detenido y la empujó
hacia afuera del mismo. Renda cayó
de bruces y el que venía manejando, procedió a desatarle las manos y con
un gesto casi humano, la ayudó a levantarse y la ayudó a dar unos pasos
rumbo a una casa que recién veía. En eso, la
mujer estalló en llantos clamando por su pareja y casi se arrojó sobre
el otro hombre que estaba bajando a Martín o a su cuerpo. Con
celeridad, el que recién había mostrado algún atisbo de caballerosidad,
le tomó por el pelo y la tiró al suelo, dándole una terrible
“patada” en las nalgas y le gritó mas que decirle que si no se
comportaba, la ataría de vuelta y agregó varias imprecaciones de tono
por demás subido. Se sentó en
el piso con un llanto que la ahogaba y casi se desmayó de emoción cuando
escuchó y vio que Martín, ayudado por el otro hombre, quejándose,
trataba de ponerse de pié. Los
empujaron en dirección de la casa que en penumbras, de pronto se iluminó
sólo donde los introdujeron, por obra y gracia de un pequeño farol, un
pequeño living que en otras épocas habría sido muy confortable, pero
los años y el abandono junto con la tierra que se estacionó sobre toda
la superficie de muebles, pisos y demás, se parecía a una verdadera
pocilga. Mientras uno
de los delincuentes sacó a relucir su arma, el otro, se dedicó a
recorrer la casa ayudado de la luminosidad de una linterna, la que
sustrajo de la guantera del vehículo. Quiso Renda
abrazar a su querido, que vio que tenía sangre seca en su cara y que por
la penumbra del ambiente, su figura se veía fantasmagórica, pero la
amenaza de muerte del individuo que los encañonaba, le izo desistir de
tal propósito y sólo se tranquilizó algo, cuando su hombre le dijo que
estaba bien y que por favor se quedara tranquila para no empeorar las
cosas. Cuando volvió
el de la inspección y exploración del resto de la casa, (de la que se veía
que tenían mucho conocimiento) obligó a Martín a punta de pistola, a
introducirse en una habitación en la que en penumbras éste vio algo
parecido a una cama. Quiso hacer
lo propio con Renda en otra habitación que aparentemente y por el alo de
luz de la linterna, ésta contaba con una gran cama, según vio la mujer,
la que le suplicó que le permita pasar al baño. Le señalaron
una puerta que suponía que pertenecía al reservado y entonces pidió por
favor que le alcancen su bolso-cartera, cosa que hicieron. También
les dieron la campera de él y un saco-chaqueta de ella, no sin antes
revisar todo y sacar el teléfono móvil de su interior y cosa extraña no
tocaron su dinero, la dama rogó
que por lo menos en la casa hubiera agua para poderse asear, ya que tenía
olor a orín, a transpiración y algún otro olor que se juntaba con el
aroma a miedo. No, no había
agua y gracias a su encendedor, pudo ver por lo menos donde poner sus
nalgas y gracias a que la cartera de una dama, lleva todo lo imaginable
para salir de un mal momento como aquél, pudo paliar en algo sus muchos
inconvenientes. Al salir del baño, sólo vio a
uno de sus captores, el que tuvo de compañía en el viaje y que ya sabía
que se llamaba o le decían “Chumbo” y el otro, respondía al nombre
de “Gamba”, que la introdujo en la habitación que antes le señalara,
metiendo su sucia mano dentro de sus nalgas. Ella se atrevió a preguntarle
en voz alta “¿mi compañero está bien?” y escuchó que la voz de
Martín le respondía con cadencia, “está todo bien, quédate tranquila
que trataré de hablar con los muchachos y todo se va a solucionar, por
favor no pierdas la compostura”. Le pareció,
mientras estaba en el baño que había escuchado que el auto, se alejaba,
eso quería decir que estarían en manos de uno solo de los delincuentes y
tal vez tuvieran entre Martín y ella la ocasión de reducirlo o de
convencerlo para que los deje ir. Tal vez
también, el otro fuera por mas delincuentes. ¡Por Dios cuántos, tal vez
y cuántas preguntas se agolpaban en su cerebro! Martín,
sentado en la cama y con sus manos en la cara, se devanaba los sesos
pensando de qué manera saldrían de esa situación y vio por la ventana
que contaba con recias rejas, que la aurora dejaba ver un poco mejor su
entorno, ya que la luna en fase de cuarto menguante, prácticamente no
iluminaba casi nada. Lo
que sí olía, que del otro lado de la puerta, que era de dónde provenía
aquel aroma, el caco estaba fumando marihuana, olor que conocía muy bien
por la práctica de la fumada de aquella, por parte de su pareja. En su
cabeza, las ideas se agolpaban y recordó que esa mañana, su hermano lo
pasaría a buscar temprano para embarcar unos novillos y dirigirse ambos a
un remate de hacienda, donde tenían intenciones de comprar una ternerada
que les recomendaron. ¿Qué pasaría
cuando sus caseros y los demás se percaten de su ausencia? ¿Con qué
intenciones los retenían allí? ¿Los matarían?
¡Qué situación! Todo era como que estaban viviendo en un horroroso sueño,
que siempre que uno escucha de éstas cosas, piensa que nunca le sucederá. Justo que estaban tratando un
asunto tan importante con su amada (ahora él no tenía dudas que la amaba
o por lo menos de que estaba dispuesto a pasar el resto de su vida con
aquella mujer) y que pese a ser muy intrincado el tema, tenía la
esperanza de que podrían sortear con la mutua comprensión de ambos,
aquello que se interponía entre los dos como una piedra en el camino de
la total convivencia. De pronto sintió que su vejiga
mandaba desesperados mensajes al celebro y amenazaba con estallar en
cualquier momento, miró que el día avanzaba y que su vista tomó dimensión
de la habitación en que se encontraba, una cama con colchón y almohada,
dos frazadas dobladas al pié de la misma, un pequeño ropero, una mesita
de luz con un candelabro sin vela y una silla. Algún cuadro colgados en las
paredes, que su pintura no estaba en mal estado, sino que lo que
necesitaban a gritos era una buena limpieza, sobre una repisa empotrada en
una de las paredes, una repisa con varios libros. No podía aguantar más el
llamado de la naturaleza y decidió llamar a su carcelero para que le
permita pasar al baño. De paso, mojaría su cabeza que
según vio en la imagen que éste le devolvía, el pequeño espejo del
ropero, su rostro lucía bastante maltrecho. Tuvo que llamar varias veces al
apodado “Chumbo” antes de que
obtenga alguna respuesta de él que los vigilaba, no así de su mujer, que
enseguida se preocupó por su llamado. Soportó el mal humor de su
carcelero que se despachó con una sarta de insultos y esperó algunos
minutos, luego escuchó que la puerta se abría. En su vano vio la figura de un
hombre joven con barba algo rala, fruto
de algunos días sin afeitar, de no más de unos veinte y pocos años
de edad, de complexión gruesa y ¡horror!, sin nada que cubra su rostro,
eso lo alarmó, por la suposición de que tal vez los matarían y por
ende, no les importaba de que vieran su rostro. Este lo encañonaba con la misma
arma, tal vez con la que lo golpeara, hacía pocas horas y le indicó que
pasara al baño, pero que el agua para el uso de la casa, se abastecía de
un aljibe situado en el patio de la casa. Apropiándose de dos baldes
ubicados allí cerca, para esos fines y según indicación del carcelero,
debería acarrear agua. Para su uso y el de su mujer, la
que debería limpiar un poco aquel lugar, haciéndole la severa
advertencia de que no debían preguntar nada y que cualquier locura que se
les ocurriera, él los mataría sin más. Martín le dio su palabra de que
no intentarían hacer nada raro, pero que apelaba al sentido común de
ellos y no les hicieran daño, por lo menos a su compañera. Sin agregar nada más, se
introdujo en el baño, luego acarrearía toda el agua que se necesite. Llenó con agua cuanto
recipiente encontraron en la casa y descargó varios baldes de agua en el
closet, luego fue encerrado de vuelta, dando paso a que su mujer se aseara
y se haga cargo de la limpieza de aquella abandonada y sucia casa. Que según pudo ver Martín ésta
estaba alejada de todo, no vio nada que se pareciera a civilización, por
lo menos en lo que pudo observar en su función de aguatero. Sólo unos ruidos muy lejanos de
alguna ruta o camino transitado, que indicaba que no estarían lejos de éstos. La casa, ahora que pudo verla
mejor, por lo menos en el espacio que podía ver, saliendo por la puerta
de lo que vio era una cocina, que daba a un patio bastante grande. Con tres o cuatro árboles de
buen porte, un brocal, pequeños caminos que bordeaban lo que antes fue un
jardín, pero que ahora estaba invadida por yuyos y pasto, también vio un
aparente garaje-galpón a unos quince metros; todo en buen estado pese al
descuido. Sobre el techo se veía un
tanque de agua que evidentemente conoció mejores tiempos, ya que se suponía
que abastecía la casa, por medio de una bomba reloj que se mostraba
desarmada, empotrada a la pared de la cocina. Evidentemente que no era que
estaba tan abandonada, sino que lo que estaba era descuidada. Ciertos aspectos de la misma le
hicieron entrever esto, como por ejemplo que se veían enceres de
limpieza, garrafa de gas en la cocina, ciertas huellas de vehículos y
otros. La casa, de muy buena construcción
( él de esto algo sabía) aunque sin lujos, había tenido mejores épocas
y tal vez haya sido una chacra de fin de semana, pero que ahora se usaría
para malos fines, como el que ellos estaban viviendo. Vio que la misma tenía muy
fuertes rejas en todas las aberturas, salvo en las puertas que eran
macizas y gruesas, lo mismo que las interiores. Una vivienda ideal para usar de
cárcel, práctica que supuso que ya sería común en aquellos
“elementos” y tal vez la usaran para otras prácticas, como orgías y
“aguantadero” de drogas. Su cabeza era un dechado de
pensamientos intrincados. Cerca del medio día, se sintió
que un coche se aproximaba a la casa y Renda y Martín, ambos se dieron
por enterados de que no se trataba del vehículo de ellos, ya que el ruido
que escuchaban no correspondía al mismo. Era el “Gamba”, según
escucharon que aparentemente traía comestibles y que le pidió a su compañero
de que lo ayude a bajar aquellos, del vehículo y así guardar éste en el
garaje. Liberaron la mujer, para que se
hiciera cargo de la cocina y hasta le permitieron ver a su “fulano” y
a pesar de algún manoseo de los atrevidos, las cosas en lo que restó del
día, pasaron bastante tranquilas. El “Gamba” era el que
llevaba la voz cantante, ese hombre flaco, alto y de edad que rondaría
los cuarenta y pico de años, era el más peligroso y aparentemente por
las actitudes que adoptaba y que dejaba trasuntar, llevaba años en la
industria del delito. A ése le tenía particular
odio, por que el degenerado se había apropiado de su Sombrero Blanco,
compañero de todas sus horas y regalo de su media naranja. Se lo quitó, la noche anterior,
cuando lo golpeara de forma tan salvaje, su odio se agigantaba por
momentos y si no dijo nada fue porque sabía que sus vidas pendían de un
hilo. Les dieron algo de cenar y los
encerraron, cada cual en su habitación. Hasta ahora las cosas no eran
tan graves, porque salvo algunas amenazas para que no dialoguen, cosa que
les resultaba difícil porque a Martín sólo lo liberaban unos momentos
para ir al baño o para que acarree agua. Escuchaba Martín cada vez que
la manoseaban a su compañera y eso lo enardecía al “Polaco”, pero
aquel dúo maldito no se andaba con chiquitas cuando apelaban a la
violencia y hasta los amenazaron con atarlos a ambos y golpear a su compañera
delante de él, si éste insinuaba rebelarse. Se venía la noche y con ella,
el infierno, supuso el prisionero, porque vio que aquellos truhanes se
encontraban bien abastecidos de bebidas, puesto que le pareció ver varias
botellas y supuso que también estarían provistos con abundante droga. La
pareja de delincuentes, dialogaba de a ratos en forma muy baja y cuando se
retiraban al otro lado de la casa o a su habitación que estaba al lado de
la cocina, no se les oía para nada. Era un echo que éstos
individuos, no sólo eran violentos, sino que se los veía como
“profesionales” y acostumbrados a menos preciar la vida ajena y
dispuestos a todo si les pagaban su precio. Si bien les proveyeron de velas,
les ordenaron pronto a que se mantengan a oscuras. Renda que dentro de la situación,
tuvo el alivio de poderse asear y ver que su compañero no estaba muy
lastimado, también sabía que cuando el alcohol y la droga surtieran sus
efectos nefastos, ella sería pasto fácil de aquellos depravados. ¿Cómo debía actuar? Aquel hombre flaco la había
acosado con violencia y si bien aún lo la habían violado, con amenaza de
silencio, éste había
intentado meter sus sucios dedos en la vagina y la había baboseado. Si se atrevían a hacerle algo,
¿cómo debía actuar?. Si gritaba, su Martín, estaba
segura que se haría matar, intentando defenderla y si permitía que la
usaran ¿cómo enfrentaría a su amado?. El miedo a lo que vendría, la
izo entrar en un estado de desesperación y llanto silencioso, que hasta
pensó en el suicidio, cuando comenzó con sus oraciones y promesas al
todo poderoso, que aparentemente no estaba muy interesado en lo que les
estaba sucediendo. Dios, si pudiera ¡mataría! a
aquellos mal nacidos. ¿Quién los había mandado a
que les hagan aquello? ¿Pensarían matarlos? Y si así lo tenían dispuesto
¿porqué ya, no lo habían hecho? Los mismos pensamientos
abrumaban a Martín con respeto al futuro y a sus vidas, intrigaba que no
les quitaran su poco dinero, ni su reloj de marca muy cotizada y que
comprara a instancias de Renda, en su viaje por Europa. Era evidente que esta gentuza no
actuaba por cuenta propia, sino que aparentemente había alguien detrás
de todo esto ¿quién? y ¿por qué?. Tal vez su familia ya sabían de
la ausencia de ambos y es posible de que los estuvieran buscando. Al ir a buscarlo su querido
hermano, los caseros de su casa, Ariel y Eva, junto con Mónica, la
sobrina de éstos y a la que querían como a una hija,
estarían nerviosos por la no llegada de sus patrones, que más que
patrones eran sus amigos. Esta chica Mónica que se había
ganado el cariño de Renda y que la acompañaba a ésta en ocasiones de
salir de compras y que se apreciaba que tenía un alto valor intelectual,
hasta le confiaba su pequeño automóvil para que hiciera los mandados y
lleve a sus tíos cuando éstos tuvieran que salir. Ariel tenía por costumbre,
cuando salían de noche sus empleadores, mirar televisión levantado, por
si se requerían sus servicios y para abrir y cerrar los portones del
garaje de la casa. Que decepción al ver que
llegado el día, los dueños de casa, no volvieron, allí se activaría la
alarma. Hasta es capaz que la Policía,
los estuvieran buscando. Martín sintió un ruido raro,
como si alguien se quejaba y eso lo izo ponerse en guardia y poniéndose
de pie, apoyó su oído a la puerta del cuarto y allí estuvo unos
minutos, como no escucho mas nada, se tiró nuevamente en la cama con sus
brazos en jarras debajo de su nuca, mirando el techo que casi no veía,
debido a la poca luz que penetraba por la sucia ventana. Se dijo que tendría que dominar
un poco sus nervios y aflojarse de aquel continuo estado de tensión que,
estaba haciendo mella en su sistema nervioso y que tal vez y con un poco
de suerte, saldrían de todo aquel embrollo y todo pasaría a ser un
horrendo recuerdo. Un timbre sonó en su cabeza, si
no escuchaba nada, quería decir que los cacos se retiraron a dormir, cosa
que le pareció muy pronto, o que aquellos depravados tal vez estaban
molestando a su compañera. Claro que tampoco escuchó la
voz de Renda, aunque le pareció, tal vez esta pudo dormirse y descansar
un poco. ¡Qué angustia! Lo embargaba en
aquel momento y el dolor en su pecho, solo se comparaba con el que sentía
su alma. Luego de unos minutos trató de
conciliar sus nervios y su sueño. ¡Cómo le gustaría despertar y
que todo aquello no estuviera sucediendo en realidad! No podía entender cómo le
estaban haciendo eso a él, que nunca le había hecho daño a nadie y que
no tenía enemigos, por lo menos que el pudiera recordar. Aunque nunca se sabe, la envidia
y la ambición de alguien que se quiere apropiar de su dinero
aparentemente y que no dudaría en matarlos; le hacía pensar hasta el
cansancio y sospechar supuestos enemigos, que si bien no los encontraba,
los buscaba en las relaciones que entabló por parte de su mujer, ya que
le costaba insertarse en ellas y sospechaba de todos. Recorría rostros in mente, como
en una galería de posibles sospechosos y por más que la imaginación lo
ayudaba, no encontraba persona alguna que mereciera su sospecha. ¿Y si todo esto se debía a
hacerle daño a Renda de algún modo? Sumido en sus enredados
pensamientos, sintió que el sueño lo vencía, pese a que trataba de
rebelarse ante aquel. Cuando ella escuchó que alguien
trataba muy despacio de abrir la puerta de su cuarto, se enderezó de su
cama y pensó en gritar, todo lo mas fuerte que la dejaran sus pulmones,
pero se contuvo cuando una voz ya dentro
del aposento y que identificó al momento, le susurró, “sólo
vengo a hablar contigo, no vayas a gritar porque se pudre todo y mataremos
a tu querido y luego a vos” En ese momento la araña sintió
que su tela, se rompía en mil pedazos y que caía desde muy alto, en un
abismo sin fondo. Capítulo 3 Tormentos Se sentía sucia y mancillada y
con ganas de morir. Aquellos gusanos mal olientes,
la había poseído contra su voluntad y con una brutalidad que rayaba con
la locura, la habían lastimado con varios machucones en su carne y en su
hombro tenía un dolor, de mil demonios. La entrada al dormitorio de
aquel sátrapa, casi se podría describir como dechado de virtudes de
cordialidad, conversaron en voz baja. Él
sentado en la cama y a una distancia prudencial, la invitó con un porro
que en honor a la verdad, ella estaba deseando y como
aquella, algo de eso entendía, se percató de que ésta era de muy
buena calidad. Le extrañó el conocimiento que
demostraba aquel individuo de su vida privada, hasta le nombró a ciertas
personas del círculo de amistades en la que ella se movía, ¡sus hijos y
sus nietos, con sus nombres! Luego de unos minutos le
manifestó que iría a tomar un café a la cocina y que si ella lo quería
hacer, todos, incluido su consorte, tomarían. Sólo le apoyó casi con
amabilidad la mano en su hombro, al salir de la habitación, aunque ésta
tenía entre sus dedos la fría arma. Cuando estaban por entrar en la
cocina, de un feroz empellón la introdujo en el cuarto que ocupaban
ellos, con su arma en la boca que le provocó un pequeño corte en uno de
los labios y cerró la puerta. Allí estaba su compinche
acostado en la otra cama, boca arriba y fumando su pitillo de droga,
reinaba en el ambiente olores que se juntaban para que fueran repugnantes,
sudores, gases de intestino, marihuana y mugre. El “Gamba” la tiró
literalmente sobre la cama que se encontraba vacía y de inmediato, rompió
a tirones su “bikini”. Se
abocó a mitigar sus bajos instintos y la poseyó una y otra vez con
salvajismo y su compañero, como que no se daba por enterado de lo que
sucedía allí a un metro de distancia. Renda, se imaginó que el
infierno se cernía sobre ella y que éste le estaba cobrando sus pecados,
aumentados en los últimos tiempos por su despecho y sus vicios. Quería cerrar con fuerza sus
ojos y pensar que sólo estaba soñando un mal sueño, pero lo que vio
encima de una mesa de luz, junto a la cama que actuaba de potro de
tortura, le dio fuerzas para sobrellevar aquella infamia. Allí como testigo sin voz ni
voto, se encontraba aquél para ella maravilloso y muy apreciado Sombrero
Blanco, que como un faro en el mar de la horrible tormenta, en que
estaba sumida, le insuflaba, halitos de vida. Aquella cosa terminó su
“trabajo” y se quedó muy quieto sobre ella, sólo se movió cuando
ella le amenazó con vomitarle encima, que era lo que realmente tenía
ganas de hacer con urgencia. Se sentó en la cama y al
disponerse a marchar al baño, sintió que un brazo se enroscaba en su
cuello y la empujaba rumbo a la otra cama. Allí terminó caída de bruces
con tal violencia que su vómito salió despedido sobre la sucia almohada
y su cara aplastada contra aquella inmundicia. Otras garras, otras manos, la
inmovilizaban, boca abajo, tomada fuertemente de sus cabellos y uno de sus
brazos doblado en su espalda en una llave Nelson que le parecía que
dislocaría su hombro y sin ninguna compasión, la sodomizó, aquel
depravado, con no menos brutalidad que su congénere y con una saña, que
sólo imaginó en los animales. Lloraba en silencio cuando
trataba de asearse en el baño y lloraba cuando amaneció, sentada en la
cama, lloraba su desgracia y su impotencia. Se sentía sucia por dentro y
por fuera y un pequeño brillo se estacionó en sus pupilas, era el brillo
del instinto del animal acorralado. Ahora ya no importaba lo que
hicieren con ella, sólo le importaba lo que harían con su
querido Martín, que ni se imaginaba aquél, el horror que ella
acababa de padecer y si se enteraba, ella se moriría al momento. Estaba herida en su humanidad y
en su dignidad; estaba cayendo en un pozo tan profundo que en su fuero íntimo,
solo deseaba llegar al fondo de aquel y que todo termine de una buena vez. David, junto con su familia,
estaba llegando a la desesperación al no tener ningún indicio de Martín
y Renda, era como si se los hubiera tragado la tierra. Incontables veces cruzaron las
llamadas telefónicas entre parientes y amistades, aún las no tan
amistades, pero nada surgía que pudiera dar una idea del paradero de la
pareja. Se sumó a esta búsqueda, Pablo
el hijo de Renda, que últimamente se había acoplado en el equipo de
trabajo de la familia y lo hacía bastante bien. Mostrando buenas aptitudes para
el trabajo y buenos conocimientos de los mismos, la suerte de su madre lo
tenía realmente preocupado y no dejaba de pensar en el maldito ambiente
en que ella se movía desde, ya hacía cierto tiempo y tenía la esperanza
de que su actual pareja, que a él le pareció una gran persona,
finalmente la alejara de todo aquello, tan nefasto para ella. La vida un poco libertina de su
querida madre y el poco “filling” que mantenía con las parejas de
ella, lo llevaron a él a alejarse de su progenitora y buscar otros
horizontes, aunque siempre vivió de su trabajo La Policía estaba avisada,
desde el segundo día de la desaparición de la pareja, como resultado de
la denuncia que efectuó David y sin duda que estaba investigando, pero
hasta ahora sin resultados. El pueblo de Centeno estaba
convulsionado, al enterarse de las malas nuevas de aquellos integrantes de
su comunidad, ya que éstos habían sabido granjearse la simpatía de los
habitantes del mismo. La situación generada por aquel
in suceso, pasó a ser el tema diario en los corrillos de dicho pueblo y
no había comerciante, trabajador o ama de casa, que no emitiera
comentario sobre el mismo. Las cosas por aquella casi
abandonada casa y transcurridos ya seis días no estaban nada bien. Martín había notado que Renda,
casi no lo miraba, cuando tenían ocasión de verse en los pocos momentos
en que sus captores lo permitían. Cuando él la miraba, ella
bajaba la vista y hasta le pareció que rehuía su mirada. Él, trataba de enviarle en su
mirada, todo el amor que sentía por ella y expresarle la angustia que lo
embargaba, al verla metida en esa horrenda situación.
Situación de la que él, sólo
conocía una parte. Se preguntaba que pasaría por
la sufrida cabeza de su querida, si no estaba sufriendo algún colapso
mental. Se sentía de alguna forma,
culpable de lo que les estaba sucediendo. ¿Qué pensaría ella de él? Si sobrevivían de éste trance,
le ayudaría a que se deshaga de aquel maldito vicio y trataría que la
vida la compense de todo aquel martirio al que los estaban sometiendo. Tal vez ella esperaba que él
reaccionara de alguna manera distinta a lo que estaba aconteciendo, ese
pensamiento le perseguía por momentos, ¿dudaría de su capacidad de
coraje o ¿la asistiría el sentido común? Por cuatro o cinco veces, había
tratado de dialogar con sus captores, pero éstos lejos de darle alguna
explicación, lo denostaban y le amenazaban de muerte; en cierta ocasión
en la que él insistió, lo golpearon tan duro que creyó que lo matarían
a golpes. A los que ahora odiaba y
solamente por resguardo de la vida de su amada, no se les tiraba encima y
con uñas y dientes, les arrancaba el corazón. Qué raro todo aquello, no les
quitaron nada de valor, sólo el teléfono de Renda, les daban
medianamente bien de comer y nunca les pudo escuchar ningún comentario
que delate sus intenciones. Estos delincuentes sin duda tenían
oficio y sin duda estaban muy bien pagos y por lo que se veía, estaban
dispuestos a todo, incluso a ultimarlos si era necesario o si así se les
indicaba. Ahora sí que estaba convencido
de que alguien se movía detrás de aquellos individuos y vaya a saber que
suma o que exigencia les abrían impuesto a su familia. ¿Cómo estarían ellos moviéndose
en ésta situación? ¿Hasta cuándo duraría todo
aquel infierno? Lo que sí estaba seguro, era
que la importante conversación interrumpida de forma tal cruel, ya no tenía
tanta prioridad, ahora lo que había que intentar primero que nada, era
salvar la vida de ambos o por lo menos la de la mujer, que encontró después
de tantos años de su vida y con la que tenía tantos planes en el futuro,
¿futuro? Para peor de los casos, no lo
dejaban estar a solas con su amor, ni que crucen ninguna palabra, sólo la
veía en ocasiones en que él, acarreaba agua hacia la cocina, él era el
aguatero oficial de la casa. Una vez por día y casi al
llegar la noche le permitían asearse, luego de cumplir con la obligación
del agua y otra vez para que vaya al baño,. luego la puerta del
dormitorio permanecía cerrada. Sólo escuchaba música (a
volumen no muy alto) todo el día y toda la noche que provenía, según
había visto, de un aparato de radio pero que lo que utilizaban era el
pasa casete, a pilas y siempre las mismas cintas, una y otra vez como un
sonsonete interminable. Ellos, en su dormitorio, los había
visto cuando llevando agua a la cocina y por la puerta del mismo, que
estaba entre abierta, tenían un pequeño televisor combinado con radio
pero que nunca se escuchaba, sobre aquella maldita música. La que evidentemente usaban como
cortina. Todos los días la misma rutina,
sólo rota cuando el “Gamba”, salía muy temprano en el auto. lo hacía
cada dos días mas o menos y volvía luego de varias horas con los víveres. Menos mal que su querida, hacía
milagros con lo de la comida y que hasta le preguntaban, (según oyó) lo
que necesitaba para hacer la misma, incluido productos de limpieza. Si bien la comida no era
abundante y muy improvisada por su compañera, que sin heladera y con
mucho empeño trataba de que por lo menos, su amado comiera lo mejor
posible, aunque éste todo lo tuviera que comer con cuchara, ella le
preparaba casi con devoción, su porción. Ya estaba perdiendo la noción
del tiempo, aquella música actuaba como un lavador de cerebro y con el
olor a droga que estaba impregnado por toda la casa, (había visto que
Renda también fumaba, sin dudas la proveían de ésta) tenía miedo de
perder la cordura, en cualquier momento. Y aquel desgraciado, que no le
había devuelto su estimado sombrero, ¡Maldito tipo!. Un detalle que le llamó mucho
la atención entre muchos otros, era que cada vez que el “Gamba” volvía
de traer provisiones, cambiaba de auto, ya había traído dos distintos,
eso y lo oneroso que por lo visto resultaba mantener la “casa”, le hacía
sospechar de que detrás de todo esto, había gente con cierto poder. ¿Quién? David y sus hijos, junto con
Pepe, Pablo y algunos amigos que se habían sumado a la búsqueda de la
pareja, formaban verdaderas brigadas y rastreaban cuanto lugar conocían,
como de costumbre para los desaparecidos, que solían des ambular estos en
la rutina de todos los días. Sacaban mil conjeturas y hasta
pusieron un mensaje publicado en dos periódicos de los de mayor circulación
y con asesoramiento de abogados y de la propia Policía. {Se solicitan datos sobre el
paradero del Sr. Martín Losievich y de la Sra. Celedonia Campizteguy –
Se recompensará cualquier información sobre los mismos (a continuación
se leía resaltado,un número telefónico)} junto con esto, se publicaba
la foto tipo carné de ambos, extraída de los respectivos pasaportes, que
tanto disfrute les habían dado no hacía mucho tiempo. Sabían que esto alborotaría a
todos, a los conocidos y a los no tan conocidos y que perjudicaría tal
vez la parte comercial de todos, pero ya no sabían que más hacer, no tenían
ni siquiera un indicio de la pareja, después de su salida del cine y del
“Bar”, que los recordaba el mozo que los atendió. La policía nada tenía aún y
ya estaban transcurriendo cinco días. Ni siquiera el coche de ellos
aparecía, ninguna llamada, nadie pidiendo rescate, ni sus cuerpos
(recorrieron cuanto hospital, morgue y sanatorio pudieron), todo tan raro
e incomprensible. Renda ya había soportado por
tres veces ser comida de sexo, para aquellos caranchos, aunque ya no tenían
la ferocidad de la primera vez y hasta olían mejor, detalle que por ello
no le resultaba menos repugnante. Estos individuos la habían
llevado por turnos a un pequeño galpón, otrora tal vez utilizado como
depósito de herramientas, junto al galpón-garaje y distante unos pocos
metros de la casa. Que ellos se preocuparon en
limpiar y acondicionar para llevar a cabo sus “juergas malditas” en un
rincón del mismo con ella y hasta un colchón habían traído y
preparado, La primera vez que le sugirieron
trasladarse hacia dicho sitio, trató de negarse y amenazó con gritar,
aunque la maten, ya que no sabía con qué intenciones la llevaban, con
seguridad para ultimarla. Les suplicó que le dejen
despedirse de su amado, que no les daría problemas ya que estaba
dispuesta a morir, si por lo menos la dejaban que se despidiera de él. Le pusieron una mordaza que
reconoció como un repasador y la ataron con sus manos detrás, antes de
que pudiera intentar algo. La llevaron en vilo, hasta el
galpón que estaba iluminado por dos velas, que se quemaban pegadas a un
plato. Allí pudo ver lo dispuesto y
eso la tranquilizó algo. ¡Ha! Si pudiera tener la ocasión,
de tenerlos a su merced, aunque más no fuera un minuto, los mataría como
a perros rabiosos. La sexta noche y luego de que la
dama terminase con la limpieza de la cocina y se disponía a ir al baño,
le dijeron casi con cortesía que tendrían función en el galpón y que
no se preocupe por su “marido” porque le pusieron en la cena (como ya
lo habían hecho antes) una dosis de pastilla molida para dormir, así se
podían divertir a gusto. Y que si se portaba bien, la
recompensarían con dejar que al día siguiente se junte con su querido y
que tal vez hasta los dejen, que estén juntos en un solo dormitorio. A
esta altura de las circunstancias, ella, estaba dispuesta a todo con tal
de reunirse con su amado, pagaría gustosa con su vida el sólo hecho de
tenerlo en sus brazos. Aunque temía que su vida no
valdría ni un céntimo, si Martín se enteraba lo bajo que ella había caído.
¿Podría algún día Martín
perdonarla de tanta atrocidad? Si la vida le daba otra
oportunidad, por Dios que trataría de rever todo lo actuado en su
existencia y mejoraría su comportamiento para estar en paz con su
conciencia, con la cual discordaba. Aquel séptimo día,
aparentemente transcurriría como calco de los otros seis, salvo que no
habría ida a buscar provisiones, porque ya se trajeron ayer y por lo demás
todo estaría signado por la odiosa rutina. Amaneció con una suave pero
pertinaz lluvia, que mojó a Martín en su acarreo de agua, no a su captor
que nunca lo dejaba de apuntar con su arma, desde abajo de un pequeño
porche y se agregó algo que se salió de libreto. Éste delincuente que lo
vigilaba, “Chumbo”, le izo notar que su rostro estaba barbudo y que si
quería, le facilitaría una afeitadora de las descartables, cuando se
tome el tiempo que tenía asignado para su aseo de todas las mañanas y
hasta se permitió hacerle una chanza, “para que su mujer, no lo viera
tan feo”. Aquel animal, vestido de humano
no se imaginaba el regalo que le ofrecía a su cautivo, pensó Martín, el
sólo echo de poder abrazar a su compañera, lo pagaría con gusto con lo
que le pidieran. Aceptó
el ofrecimiento, tratando de que no se trasuntara en su cara, la emoción
que lo embargaba de alegría y que le hicieron brotar alguna lágrima. Cuando el aguatero entró los últimos
dos baldes de agua por esa mañana, la llovizna, se había convertido en
lluvia casi torrencial. Al entrar, mojado hasta los
huesos, tuvo ganas de gritarle a Renda que pronto, (si aquel energúmeno
cumplía con su palabra) la estrecharía en sus brazos, pero no dijo nada. En su turno de uso del baño, se
bañó y se afeitó (había provisto con mas agua el recinto) y hasta se
permitió usar del desodorante, de alguno de aquellos delincuentes, (que
curiosamente, últimamente su aspecto era más limpio) y se sintió como
un novio que acudía a su primera cita. Se cumplió lo pactado y al
llegar la hora del almuerzo, los dejaron que almuercen
juntos en la habitación de Renda, ambos con cuchara. Aunque el alimento humeante se
veía con buena pinta, el abrazo fue apoteótico, se diría interminable y
se intercambiaron caricias y besos y hubo llantos aplacados y desesperación
por saber uno, del estado del otro. Los carceleros realmente e hipócritamente,
disfrutaron de aquella escena que se les ofrecía y rieron a carcajadas un
buen rato, diciendo cuanto vituperio se les ocurrió, antes de dignarse a
cerrar la puerta y dejarlos en la privacidad que ellos imploraban, en
silencio. No se había cerrado la puerta,
cuando Martín se dio cuenta de que estaba teniendo una furiosa erección,
también ella lo sentía en su bajo vientre. Copularon como si en esos
momentos, los ángeles anunciaran el fin del mundo y los orgasmos de Renda
fueron interminables. Le llamó la atención a él,
que su dama no llevaba ropa interior (tal vez la tenía lavada) y el
estado general de su ropa que estaba prácticamente echa jirones, su
pollera y su blusa. Sus zapatos de tacón, hacía
varios días, los había cambiado por unas viejas zapatillas que le
proveyeron. La verdad era que su pinta en
general, daba lástima, si uno comparaba su figura con la de unos días
atrás. No tenía dudas de que aquellos
malditos, tenían que ver con ello. Luego vino la risa, el llanto y
las ganas locas de comunicarse, que hacían que se interrumpieran de
continuo, para contarse y preguntarse cosas. Sólo pellizcaron la comida, que
ya fría, esperaba sobre la mesa de luz y que fue testigo de aquel efímero
momento de gloria. Hablaban en voz baja, porque
suponían que del otro lado de la puerta, los estaban escuchando. Aunque la maldita música seguía
sonando y afuera el cielo continuaba mandando lluvia con algunos relámpagos
de fondo. Se miraron sus heridas, por
suerte leves y sus magulladuras y el estado de sus ropas, aunque nada de
eso tenía mucha importancia frente al hecho de estar juntos y vivos. Intercambiaron ideas, sospechas,
y presunciones que no llevaban a nada que pudieran sacar en limpio, lo que
les estaba pasando. Dos horas después, aquellos dos
vulgares, intempestivamente les abrieron la puerta del cuarto y les
dejaron pasar al baño de a uno por vez. Luego le ordenaron a la dama que
aseara la cocina que había que dado sin limpiar y les prometieron que
volverían a estar juntos nuevamente. Miles de conjeturas se agolpaban
en la cabeza de los infortunados “huéspedes”¿Porqué de aquel
afloje? ¿Eran buenas o malas señas?. Tal vez la muerte, se acercaba
para segar dos vidas con su vieja y mellada guadaña. O tal vez se estaba llevando a
cabo el pago o se había convenido el mismo con los familiares y las cosas
estaban bien encaminadas y por eso el cambio de actitud de los mal
vivientes. Pobre de su gente, (pensó Martín)
y el hijo de Renda, ya que ellos también estarían pasando lo suyo y quién
sabe todo lo que estarían haciendo por la liberación de ambos. Sombrero Blanco, (sin él,
en aquellos largos días) ya
sabía que de ser así tendría una deuda eterna de gratitud con todos. Eso, si su vida continuaba. ¡Ha! Si pudiera avisarle a su
amado hermano de que estaban vivos, eso aplacaría en algo, la angustia
que sentía dentro del pecho. La tarde caía muy rápido ese día
y la incertidumbre se hacia cómplice del miedo, para matarlos poco a
poco. Se abrió la puerta del curto y
le ordenaron a la mujer que saliera y que dé un repaso general y que deje
todo como lo encontraron el día que llegaron, (con menos mugre por
supuesto). Martín quedó sólo en la
pieza, tal vez más sólo que nunca. Ya casi de noche, le ordenaron a
éste, que se pusiera la campera, junte todo lo de él,que pudiera estar
en la pieza, sus pertenencias y le sugirieron que fuera al baño y al
volver del mismo, le ordenaron que pusiera las manos a la espalda. A continuación, procedieron a
atarle las mismas, sin mezquinar su cuota de brutalidad y le colocaron una
venda en sus ojos y una mordaza que por lo menos tenía olor a limpio. Con la mujer hicieron lo mismo,
sin demostrar diferencia alguna, en el trato. Luego los llevaron hacia el
frente de la casa y aguardaron hasta que el auto, se acercó, traído por
uno de ellos que supusieron que se trataría del que conocían como el
Gamba. Llovía en forma tenue, como
para ponerle un fondo más tétrico a aquel acto, de una obra macabra. Los obligaron, empujándolos con
sus armas a que se metieran como pudieran en el baúl del auto. Ambos emitieron un sonido que si
no fuera por las mordazas que estaban atadas tan fuerte, hubiera sido un
grito descomunal. Se cerró la tapa del baúl con
un golpe que les pareció a ambos que se parecería a la tapa de un ataúd. Luego de varios minutos, el móvil
se puso en marcha. Se detuvieron donde se suponía
que estaba la portera o portón y luego continuaron la marcha. La araña, ya no contaba con su astucia. Capítulo 4 Tramas y hechos atan cabos.
Desde que ambos
llegaron de su viaje, estaban siendo seguidos y observados, en un trabajo
de inteligencia que no tenía nada que envidiar a ningún servicio
secreto. Se tenía registrado todos sus
movimientos, a que hora se levantaban, qué y dónde comían cuando no lo
hacían en su casa. Quienes eran los que los
rodeaban, que ropa vestían y los pequeños trucos de Renda mantenía a
espaldas de su pareja, en fin, todo. Cuando vino la orden de actuar
con los hechos sabidos, aquella noche en que concurrieron al biógrafo; al
salir de su casa-quinta, ya los seguía un auto que se turnaba con una
potente motocicleta que era ocupada por dos personas, las que a la postre
eran el “Chumbo” y el “Gamba”. A la salida del espectáculo,
tenían la orden de actuar, pero el traslado de la pareja hacia aquel café,
izo retrasar un poco el trámite. Luego los hechos se dieron de la
siguiente forma. Al abandonar la pareja el café
y dirigirse a su auto, un coche los esperaba con el motor en marcha, lo
mismo que la moto a una cuadra de distancia Se puso en marcha el vehículo
caro e inmediatamente, se puso en marcha el operativo. A poco de tomar la Avenida y
como ya tenían la hoja de ruta sabida, previa comunicación telefónica móvil,
la moto, tomó posición varias cuadras antes de donde avanzaba “la
presa”. La moto que quedó estacionada,
recién al otro día se la llevó el “Gamba” y el automóvil que venía
a una distancia prudencial, se detuvo a varios metros detrás de la pareja
victima, en el fatídico semáforo y viendo lo que aconteció en pocos
segundos, literalmente desapareció de escena. Luego los hechos, son arto
conocidos. La gran maraña se venía
elucubrando desde ya hacía mas de un año y se decidió llevarla a cabo,
costare lo que costare, esa noche. Hubo un sondeo en el mercado del
hampa y por referencias de alguien totalmente confiable, se llegó a las
personas ideales para que hicieran aquel sucio
trabajo. Se hicieron los contactos y se
discutió largo y tendido sobre el costo de dicha “labor”. Luego, se planificó todo muy
detalladamente y se tomaron todos los recaudos, en caso de que las cosas
no salieran según lo esperado. Los que llevarían a cabo aquel
“trabajo” realmente eran hermanos, con experiencia sobre secuestros ya
que fueron contratados un par de veces en otras ocasiones, como terse
rizadores o sea como pequeña empresa especialista en retener rehenes. Su labor consistía pura y
exclusivamente en guardar los prisioneros a buen recaudo hasta que se les
ordene liberarlos o matarlos. Por esto último, sólo se
cobraría una suma extra. Dejando plena libertad de que
hagan con la mujer lo que les plazca; es más, se les pidió que actuaran
lo más abusivos que quisieran. Estos hermanos curiosamente tenían
trabajo fijo, desde ya varios años, trabajaban en una fábrica de
tejidos, una textil, uno en mantenimiento y el otro en distribución, con
la casualidad buscada por ellos de sacar su licencia anual de descanso
juntos. Los favoreció para que la fábrica
les concediera ésta práctica a que eran muy buenos operarios y también,
su calidad de hermanos. Era en el lapso que duraba la
misma, que se dedicaban hacer su extra casi anual, salvo que se les
presentara algo muy apetecible, no solían tomar más trabajo hasta la próxima
licencia. A parte de tener sus vicios, tenían
mucha conducta y desde la muerte de sus Padres; distinto Padre uno del
otro, vivían juntos, luego de que el mayor de ellos quedara viudo, por
culpa de una enfermedad incurable que agredió a quien fuera su gran amor. Vivian en una gran casa que
heredaron, junto con la casa de marras, la que utilizaban para sus
ocasionales juergas y para sus “trabajos”. Complementándose muy bien el
uno con el otro, que compartían mujeres, vicios y que guardaban una
verticalidad de disciplina y de cariño. Con el dinero extra que ganaban,
se podían dar varios lujos, en vestirse con buena ropa, tomar lo mejor y
fumar de la marihuana más pura y cara, también contaba cada cuál con un
buen coche y tenían una cuenta en común que llevaban bastante suculenta,
para el día que se decidan a retirarse de todo aquello. El “Gamba” o sea el mayor de
ellos, tuvo en el pasado un altercado con gente del hampa y fruto de una
discusión se liaron a balazos, resultando herido éste y muerto el otro,
por lo que purgó varios años de cárcel. Esto le dio los conocimientos y
los contactos con los que hoy se nutría y que le habían dado cierto
respeto en los círculos del delito. El “Chumbo” si bien tenía
su personalidad y su mediano estudio, siempre vivió a la sombra de quien
se izo cargo de él cundo fallecieron los padres de ambos. A éste nunca se le pudo probar
nada ilícito, aunque por cierto tenía sus cosas, muchas, no del todo
limpias. Ambos eran consientes de que con
lo que cobraron por ese trabajo, (ellos siempre cobraban por adelantado,
siempre cumplían) tendrían para un tiempo sin preocupaciones y a su vez
verían engordar su cuenta bancaria. Los contactos para aquel
contrato, los izo el “Gamba” como siempre y por algo él llevaba la
voz cantante en esa empresa de dos. Las condiciones para éste
“trabajo”, se llevaron a cabo en forma telefónica, también el
contrato para el mismo (que primero consistió en todo el seguimiento de
inteligencia) que por supuesto salió todo, bastante oneroso. Los pagos se realizaban a través
de instrucciones de dónde dejar el dinero, que tendría que ser
“contante y sonante”. Los mismos siempre se hicieron
con toda regularidad. Los riesgos hay que pagarlos y
ellos tenían asumido que realmente cualquier desliz o falencia podía
llevarlos a la cárcel o lo que es peor a la tumba. Y siempre que ambos tenían un
nuevo contrato, trataban de sacar el mejor provecho, como sucedía en la
casa de campo. Cabe preguntarse, que pensarían
del proceder de éstos dos, sus Padres si estuvieran con vida. Aunque quien conozca sus vidas
desde su crianza, justificaría el accionar de éste par de lacras
sociales, ya que la madre de ambos, luego de una juventud bastante pletórica
de “dulce fair niente”, recorrió una larga fila de postulantes
amorosos. El Padre de el “Gamba” cuyo
nombre de pila de éste, es Valentino, fue un ladrón de bancos fracasado,
que pasó mas tiempo de su vida dentro de la cárcel que en libertad. Murió relativamente joven, la
causa, tropezó con una bala en una pelea de gente como él, de avería. Dejando a su concubina con un
hijo de diecisiete años de
edad, que luego de su periodo escolar, que terminó dentro de un instituto
para los menores de mala conducta, se dedicó con seudos grupos de bandas
de adolescentes a cometer toda clase de tropelías. Desde pequeños robos, hasta
arrebatos a ancianas y ya se las rebuscaba para transar con algún alucinógeno. En ese ínterin conoció a quien
sería su gran amor, una chica estudiante de abogacía que estudiaba y
trabajaba para pagarse los estudios y que siendo oriunda del campo y única
hija, – sus padres explotaban un pequeño predio como medianeros que
apenas les daba para subsistir – se trasladó a la gran ciudad para
abrirse paso por la vida. Y que gracias a su gran empeño
y tenacidad, trataba de alcanzar su objetivo para poder algún día ayudar
a sus progenitores. En uno de esos accidentes que
tiene la vida, conoció a Valentino al acudir éste a la tienda de ropa,
donde ella trabajaba y desde entonces disfrutaron de un romance de los que
solo se leen en las novelas rosa. Ahí la vida del muchacho y a instancias de ella, cambió
radicalmente y éste se puso a trabajar y a formarse un futuro, ya que
estaba motivado por su gran amor. Claro que nunca, se despegó del
todo de sus malas juntas y luego de dos años y pico de convivencia casi
ideal, con la que lo prendó de tal forma que ya tejían su porvenir de
matrimonio e hijos, luego de que aquella termine su carrera; ocurrió el
percance que derivó, con el incidente que llevó a Valentino a purgar
largos años de cárcel. Años que se vieron reducidos,
por la defensa tenaz de la causa de él por parte de su compañera, que
apenas se recibió, se abocó con toda sus fuerzas a defender y sacar del
encierro a su gran amor. Casi de inmediato sobrevino la
corta y mortal enfermedad de ella, que lo marcó al “Gamba” de por
vida. De ahí en más, éste se abocó
a ayudar a su madre, que luego de un desliz amoroso, tuvo un nuevo hijo
con aquel hombre, que habiendo enviudado anteriormente, tuvo la virtud de
casarse con ella antes de sufrir aquel mortal accidente. De él heredó las dos casas que
los hermanos poseían y usufructuaban con pingues ganancias. Luego, el hermano mayor tuvo que
hacerse cargo del más chico, porque la vida se empeñaba a arrancarle
todo lo que amaba en la perra vida. Hete ahí el porqué del cariño
y la obediencia que el “Chumbo” le prodigaba a su hermano, que prácticamente
lo crió y lo envió a estudiar y luego por decisión de aquél, lo orientó
en la difícil tarea de delinquir. La comunicación con los que los
contrataban siempre se hacía por vía telefónica, más que nada por
seguridad de ambos, el que contrata no conoce a sus contratados y los
contratados no conocían nunca a sus contratantes, de esa forma ambos se
cubrían. La noche del sexto día,
recibieron una de las habituales comunicaciones, que curiosamente éstas
tenían, voz de mujer. En la misma, les ordenaron que
preparen a los prisioneros para una liberada o traslado de los mismos y
que les trataren a éstos lo mejor posible. Aunque los desconcertó un poco
ésta nueva orden, como era de estilo y por ética, acatarían sin más,
aquella ordenanza. Claro que luego de una ingesta
de alcohol y de una fumada habitual de “porros” de marihuana,
decidieron que si era el último día de su “trabajo”, se divertirían
como nunca con la mujer del “gil” que tenían a buen recaudo. En la cena, que les dieron un
poco más temprano que lo habitual, le pusieron a él, lo que
acostumbraban, simples pastillas de “valium” molidas y entreverada con
la comida. Hasta les convidaron con un poco
de vino, acción que desconcertó aún más a sus rehenes. De los fideos con tuco, que la
damisela había cocinado al medio día y que no estaban nada mal, al decir
de los tránsfugas, “cocinaba bien la veterana”, hubo un bis para la
cena. Luego vino todo el episodio del
galpón que denigraba aún más a los dos delincuentes. Cada vez que la conversación de
los hermanos derivaba en dirección de la mujer, se preguntaban por qué,
las órdenes con respecto a ella eran de que se le maltratase “sin
llegar a mayores”, aunque nunca se les aclaró qué era lo de
“mayores”. Pensaban que estarían
exprimiendo, a la familia del “veterano” al que le sacarían mucho
dinero, ya que éste contaba con mucho, ellos lo sabían luego de la
investigación, en que ambos se abocaron desde casi un año atrás. ¡Cuánto dinero les dejaba éste
trabajo! Especularon con las ganas de
“mejicanear” la jugada de su contratante y de hecho que, Sergio el
“Chumbo” lo hubiera llevado a cabo si no fuera porque su hermano, se
opusiera terminantemente “Y dónde manda capitán, no
manda marinero” pensó el más joven, su hermano tiene fama de ser
“honesto” y gracias a ésta cualidad, el “trabajo” no les faltaba. Hasta habían admirado al
“Polaco” por su buen talento, en lo que refiere a los negocios y pese
a no estar preparado, había sabido en poco tiempo, acrecentar su fortuna,
con el “garrón” que la suerte le prodigó. El tercer personaje, que los
acompañó a bordo de un auto, la noche que sucedió el secuestro y que
sin duda, estaba involucrado en el mismo, (nunca se dio a conocer) nunca
se imaginó lo bien que se cumplieron sus intrusiones. Todo se estaba cumpliendo al pié
de la letra y según lo planeado. Lo que le restaba a éste
personaje que era el responsable de todo, era dar tal vez las últimas órdenes
y entregar el último pago de aquel tan caro “contrato”, pero que si
lo pensaba bien, le resultaría barato por los dividendos que le aportaría,
tal vez no monetarios. La Policía, tenia en marcha
todo un equipo de investigadores abocados a la dilucidación de aquella
misteriosa desaparición, no era mucho lo que se había avanzado. Se había indagado un montón de
gente, pero se hacía difícil trabajar sin ninguna hipótesis, nadie se
había comunicado con la familia pidiendo rescate, alguna otra extorsión. Los cuerpos no aparecían por
ningún lado, en el supuesto caso de que éstos estuvieran muertos, cosa
que se cotejaba como posible, aún por la familia, que temía lo peor. El hallazgo del lujoso automóvil
por una patrulla, en el fondo de una abandonada cantera de balastro y que
la usaban como basurero ocasional, les decepcionó al comprobar que aquél
estaba totalmente quemado. Menudo desembolso de dinero
tendría la compañía aseguradora. Por parte de las pericias de
laboratorio no se había conseguido absolutamente nada, lo que se presumía
que se estaba frente a profesionales del crimen. Pero era el único indicio que
contaban por ahora. Al no pedir dinero de rescate,
según la familia, salvo de que estuvieran mintiendo, por eso se les tenía
bajo investigación, se especulaba con un ajuste de cuentas. El hombre no tenía antecedentes
y su vida hasta el tocado de la buena suerte, transcurría sin
sobresaltos, dedicado a su trabajo y a su familia. Con el metiere de la gente común
que nunca trasciende en nada que pudiera romper la sana rutina. Por parte de su novia sí, que
algo había, antecedentes por comercialización de drogas, consumo de las
mismas y aunque nunca se le pudo procesar por nada, la lista de casos,
algunos chicos y otros grandes, era bastante abultada. Sus amistades que formaban parte
de la clase media alta y alta, no se distinguían como de conducta
excelente, precisamente. Por allí se estaba
investigando, tratando de llegar a una punta de hilo que lleve a la
madeja. A
medida que pasaban los días, la familia se desesperaba cada vez más,
todos estaban abocados a la búsqueda de Sombrero Blanco, pero no
tenían ningún indicio de donde empezar, así que iban dando palazos en
el aire como queriendo romper una piñata invisible.
En el pueblo de Centeno y por
iniciativa de la comunidad, hasta se efectuó una misa para que lo que no
conseguían los mortales, lo aporten los santos. Por el campo se seguía
trabajando y las cosas marchaban a pesar de la incertidumbre, muy bien. Se conseguía llevar adelante
todo con eficiencia, gracias al esfuerzo y la capacidad de todos. Rosa atendía la casa con la
colaboración de su hermana, que le daba una mano porque la misma estaba
todo el día muy concurrida por David, su familia y amigos que iban y venían
de continuo. Su marido, Pepe junto con su cuñado
Francisco, llevaban adelante las labores en el nuevo campo, siguiendo las
directivas de David. También Pablo ponía lo suyo,
a pesar de que la mayor parte acompañaba a la familia del Polaco en las
diligencias que éstos hacían en procura de saber algo de los
desaparecidos. Ya había pasado un mal momento,
cuando la Policía lo citó para interrogarlo con respeto a su madre, pero
él, se nutrió de información al enterarse de las cosas de ella. Se veía que su madre, había
acusado muy fuerte el golpe del desengaño de su último amante, al que él,
nunca le tuvo simpatía, pero que jamás quiso cruzarse en la felicidad de
su progenitora. Aunque lo que más le dolía,
era todo aquel embrollo sobre drogas en que ésta se encontraba
involucrada; se izo a si mismo la promesa, de que si hallaban con vida a
su mamá, trataría de ayudarla a salir de todo aquello. Información que desconocía por
suerte por un lado, por su alejamiento de tantos años de la responsable
de sus días, pero por otro lado, le hubiera gustado haber estado cerca de
ella (a pesar de sus continuas discusiones y peleas) para evitar que se
involucre en aquel infierno. Aun no se había decidido a
avisar de la desaparición de la misma a su hermana menor que vivía en
Italia, pero no dejaría pasar mas allá del día de mañana en hacerlo. Si hasta aquel primo lejano y
“ligero” de su madre, al que él conocía por referencias, las que no
eran buenas por cierto; se había presentado para saber si había noticias
de su “querida” prima y de su “amigo” y hasta se había ofrecido
para que dispongan de él, en lo que les pueda ser útil.
¿Qué tal? El contador que integraba el
staff del escribano Raymondi, en el pueblo de Centeno, había dispuesto en
conjunción con los Bancos y siguiendo directivas de David, tener
disponible una suma de dinero bastante importante por si las
circunstancias lo ameritaban. Se había consultado al médico
de cabecera de Martín, por si alguna dolencia que éste pudiera tener o
padecer, necesitara de alguna precaución. Aunque la impotencia de la
incertidumbre, los hacía golpear contra un muro y dejar que todas las
previsiones cayeran en saco roto y lo que es peor fueran inútiles. Ya algunos de los allegados a la
desaparecida pareja, especulaban con la posibilidad de éstos estuvieran
muertos. En los últimos días, estos
rumores estaban tomando cuerpo. Innumerables llamadas, se recibían
de gente que actuaba con buena intención (y de las otras) y que
informaban que los habían visto en tal o cual lugar y a todas horas; esto
llevaba a que los parientes y amigos vivieran continuamente en tensión,
porque no se desechaba ningún dato y trataban de investigar absolutamente
todo. También contaban con la Agencia
de Detectives que había contratado David, pero tampoco éstos conseguían
nada. La cosa se estaba volviendo
desesperante, ya estaban viviendo el sexto día de aquel tormento. La araña pasó de ser cazadora,
a ser víctima.
Capítulo
5 Incertidumbre Aquel séptimo día de encierro contra su voluntad, vino
raro para los secuestrados, que llenos de incertidumbre y angustia tejían
varias conjeturas sobre su suerte, se sentían desconcertados por las
pequeñas libertades de movimiento (para ellos eran como maná del cielo)
que les prodigaron sus captores, auque ello aumentaba su temor y su
terror. Estaban nuevamente juntos en el
dormitorio de Renda y ambos trataban de consolarse de la incógnita de su
suerte, que se acrecentaba minuto a minuto y elevaba el clima de tensión. Trataban de escuchar por si había
algo que les diera un indicio, algún movimiento raro o algo que les
indicara lo que se proponían hacer con ellos, sus captores. Sólo se escuchaba la ya
conocida y escuchada hasta el hartazgo música, la que de salir vivos de
todo esto, jamás de los jamases, olvidarían. En la maraña de ideas que
elucubraban, cotejaban la posibilidad de calcular de que manera, podían
escapar de sus captores. Esto debían de hacerlo juntos,
porque si Marín lo intentaba sólo, estaba seguro de que aquellos
desalmados matarían a Renda y viceversa. Tratar de desarmarlos, era casi
imposible, puesto que nunca se descuidaban, demostrando una aptitud muy
profesional en los artilugios del crimen. ¿Qué se traían entre manos
aquellos miserables?, se preguntaban ambos y casi al unísono, ¿Qué
orden tendrían para el destino de los prisioneros?, las preguntas se
agolpaban en la angustia de ambos. Y aunque ya éstos habían
recibido sus últimas órdenes, nunca se enterarían los desdichados
rehenes que de las mismas, dependía la suerte de su vida o su muerte. Fueron más de dos horas de
marcha, les pareció a ambos cuerpos, que aun tenían vida pero, que les
quedaba poca por la posición incómoda en que se encontraban y por la
dificultad para respirar, que se acrecentaba al pasar los minutos de aquel
calvario. Martín sintió que su amada, se
recostaba temblando a él y que con unos sollozos apagados, trataba de
juntar sus caras. Él pensó que por lo menos,
morirían juntos. Desde ya hacía largo rato, que
habían desistido de tratar de escaparse, porque las ataduras que eran de
sunchos de plástico de los que se usaban para atar caños y cables en los
automóviles, que a su vez estaban cruzadas y dobles, hacia casi imposible
cualquier intento. Aunque la carne al derredor de
las muñecas, se estaba convirtiendo en jirones, estas casi no sentían el
dolor, no tenían sensibilidad y por lo tanto el cerebro ya no recibía señales
del martirio. Por fin el coche se detuvo,
luego de un largo derrotero en el que se incluían, infinidad de vueltas,
se sintieron dos portazos y alguien abrió la puerta del baúl, acto
seguido, bajaron a la mujer que ya estaba en estado calamitoso y
totalmente acalambrada, al igual que su hombre. Temblando y no pudiendo
contenerse, se orinaba en forma continua, lo que le provocaba
convulsiones, que aminoraron algo cuando le quitaron la mordaza, no sin
antes advertirles a ambos que si gritaban o lo intentaban, serian muertos
de forma inmediata. Exactamente lo mismo hicieron
con el hombre, el polaco no lucía mucho
mejor que su mujer, todo transpirado y mojado por el orín de su
mujer y algo de él, más un poco de sangre de su cara y de sus muñecas,
que se produjo en el intento vano de soltarse. La verdad que la estampa que se
veía de ambos, a la poca luz de la linterna que los alumbraba a ambos,
era patética. Los obligaron a ambos a que se
tiraran de bruces en el pasto mojado (estaban cerca de algún arroyo o
canal por el ruido de agua que corría) y a continuación les quitaron las
vendas de sus ojos y les cortaron, casi con suavidad las ataduras, les
permitieron sentarse sobre el pasto mojado, por turnos y les alcanzaron
una botella plástica con agua que aunque estaba bastante tibia, por
cierto, a ellos les pareció maravillosa. Ambos vomitaron algo de lo que
tenían en sus estómagos y tomaron agua con desesperación, tomando la
botella con las dos manos porque a sus ateridos miembros todavía no los
sentían; Les preguntaron si ¿estaban
bien? ¡Diablos!. Aquellas fueron las primeras
palabras amables después de siete días de cautiverio. Les permitieron que se queden
sentados muy juntos y haciéndose mimos el uno al otro, luego les dijeron
que pusieran mucha atención con lo que les iban a decir y les advirtieron
que no debían de hacer ninguna pregunta ni interrumpir para nada, bajo
pena de que los maten allí mismo. Tomó la palabra el Gamba, arre
costado al auto y de forma pausada pero firme, habló: {Ustedes, fueron secuestrados
por un mandato o sea por un “contrato” y hasta el día de hoy, ni
nosotros sabíamos, si debían morir o los teníamos que dejar libres. _Con los dos se hizo un trabajo
de seguimiento, que duró casi un año, para que vean y sepan ustedes,
desde antes de que se fueran a Europa, éste se vio interrumpido pero
cuando volvieron, se prosiguió con el mismo. _Sabemos de ustedes, casi tanto
como ustedes mismos, desde el nombre de cada uno de sus parientes,
sobrinos e hijos de David, amigos, hijos de Renda, empleados, conocidos, dónde
compraban y los lugares que frecuentaban, casi día por día. _Dónde viven todos, de que
trabajan o estudian, sus enfermedades, el número de sus cuentas bancarias
y cosas que no se imaginan. _Les decimos esto porque si
alguna vez se les ocurre tomar alguna acción en nuestra contra, la más mínima,
les repito, la más mínima sospecha que tengamos de que ustedes nos
reconozcan accidentalmente y nos denuncien o cualquier otra ocurrencia que
tengan al respeto; no vamos a dudar en matarlos, a ustedes y a cualquiera
de sus seres queridos. _Si no lo hacemos nosotros,
contamos con “amigos” que lo harán. _Les doy mi palabra de
delincuente, (como dicen ustedes) pero que en nuestro círculo, nuestro
ambiente, si ustedes quieren, ésta es sagrada. _Díganme si van entendiendo lo
que les digo, preguntó elevando algo la voz y prosiguió al ver que ambos
movían sus cabezas, casi con desesperación, la familia de ustedes
creemos que no han sufrido ningún daño, por lo menos de nuestra parte. _Les repito, a nosotros nos
pagaron sólo para hacer lo que hicimos, nada más.} Y diciendo esto, les ordenaron
que se pongan nuevamente con la cara contra el pasto mojado y pusieran las
manos en su nuca, luego pusieron el coche en marcha y se alejaron por el
camino que vinieron. Sintieron como que con el móvil,
se alejaba aquella pesadilla. A Martín se le dio por ver, si
podía leer la patente del auto que se alejaba, pero vio que ésta estaba
tapada, realmente esos miserables eran “profesionales”. Se incorporaron luego de unos
minutos y a un escaso metro de ellos, mojado, sucio y golpeado, iluminado
por las centellas, se encontraba alardeando de su estampa, como un faro en
la tormenta, el icono que formaba parte de sus vidas, su “carísimo” Sombrero
Blanco. Estaban viviendo en el final de
un día Domingo, lloviznaba y se encontraban al fin o al principio de
cualquier parte. Averiados en su intimidad, en su
integridad, abandonados, mojados y con una impotencia que se mezclaba con
la furia, pero estaban ¡¡Vivos!! Se abrasaron y dieron rienda
suelta a sus llantos, se manosearon tanto que el dolor que Martín tenía
en sus muñecas, había pasado a segundo lugar y daba paso a aquella
hermosa sensación de “cachondeo” que lo embargaba y que pedía sexo
de forma tan urgente, como la que sentía su mujer, que presa de las
mismas ansias, casi pedía que la penetre. No les importó la lluvia que
ahora estaba arreciando, ni el barro, ni los dolores, ni el lugar, sólo
importaba que estaban juntos y vivos. Hicieron el amor con dulzura y
se tomaron su tiempo y se cuidaron de no hacerse daño, en los lugares que
tenían lastimados. Algún relámpago fue testigo e
iluminó aquella postal de
amor. Se sintieron plenos de vida y
los dos, fueron invadidos por una euforia que acompañaba aquel estado de
catástasis. Un pequeño arroyo, que
efectivamente corría allí cerca, sirvió para asearse un poco y luego
poniendo la campera de Martín, que estaba empapada y con barro, como
paraguas, tomaron la botella de agua, que aun tenia un poco y con los
zapatos de taco de Renda y su bolso-cartera en las manos, tomaron por el
camino. Mejor dicho por la orilla del
mismo con pasto, para que el balastro no lastime los pies de la dama y se
dirigieron con rumbo hacia dónde, se había alejado el coche, varios
minutos antes. Con elementos de aquel bolso,
ella improvisó una curación provisoria en las muñecas de él.. Caminaron bajo la lluvia que no
amainaba casi dos horas, cuando llegaron a lo que parecía una carretera,
no se animaban a entrar en ningún campo, que era lo que los rodeaba, por
temor a los perros o que algún dueño de los mismos y dado la hora, los
tomara de blanco de sus balas. No estaba en sus ánimos abusar
de los favores de su suerte. Les extrañó, que no circulara
casi tráfico, pero recordaron que era noche de Domingo. De pronto vieron aproximarse un
par de poderosos focos que supusieron de camión, les hicieron señas
desesperadas, saltando, gesticulando y rogando que les parase, a pesar del
estado calamitoso en que se veían. No, no les paró, sino que les
tocó un largo bocinazo y les mostró toda la gama de cambio de luces que
tenía, como una especie de burla. Allí descubrió Martín otra
faceta que desconocía de su mujer, que sus insultos, no tenían nada que
envidiarle a un domador de camellos. Tal vez desató todo aquello,
que desde hace varios días guardaba atado en su pecho y en su bronca, que
era mucho mayor y angustiante de lo que él, se imaginaba. Aunque ganas tuvo de acoplarse a
dichos improperios y formar un dúo de locos, con su amada. Cinco
o seis vehículos más, pasaron sin detenerse y la pareja decidió caminar
en cualquier dirección, más que nada para no congelarse. Llevaban caminando, un cuarto de
hora, temblando y nadie los levantó, cuándo de pronto, un patrullero se
detuvo en sentido contrario a la dirección que llevaban. Ambos agradecían con fervor a
alguien que debía de ser muy poderoso y estar muy alto, ya que miraban en
la dirección en que venía la lluvia con llanto-risa en sus rostros y sus
manos muy juntas. Y se persignaban y se reían
histéricamente y se abrazaban como en una danza, que tenía más de
macabra que de alegría. Una semana después y con
resabios de una pequeña gripe en ambos, los dos se encontraban, muy bien
atendidos por Ariel, Eva y Mónica. Ya las cosas estaban tomando sus
carriles normales, luego de toda la parafernalia de los días anteriores,
desfile de parientes, amigos, policías, periodistas, vecinos, extraños,
gente que no habían visto nunca y otros “fantasmas” como el lejano
“primo” que se puso totalmente a las órdenes.
Empezó Martín a ponerse a tono
de todo, en la compañía y la ayuda de su querido hermano, al cual le
contaba pormenores que no se atrevió a hacer público, a la demás gente. Se trasladaban a todas partes en
la camioneta de David; la compañía de Seguros, se tomaba su tiempo para
pagarle o reintegrarle su auto. En uno de esos apartes de
conversación, le trasladó Martín a su hermano, las crudas sospechas que
tenía de los horribles momentos que había pasado su mujer y que vaya a
saber que tormentos, le había tocado vivir a su sufrida novia. Incluso, le contó el último
episodio que tuvieron con sus captores, con lujo de detalles, ya que esa
conversación nadie aparte de ellos, la sabía, porque así lo decidieron
con Renda, más que nada por la seguridad y el resguardo de la vida de sus
seres queridos. No tenían ninguna duda de que
la amenaza que aquellos les hicieran, éstos la llevarían a cabo sin
dudarlo. David escuchó impávido lo que
le relatara su hermano, ambos estaban conversando a la vera de la
carretera, a varios metros de ésta, camino al establecimiento de campo y
muy cerca del pueblo de Centeno. Más de media hora, se explayó
el Polaco que nuevamente estaba “coronado” por su muy querido Sombrero
Blanco con el que una tintorería había hecho milagros. Cuándo terminó su exposición
de los hechos, le pidió a su hermano mayor, que por favor le diga que
opinaba de todo esto y que le diga, ¡Qué debería de hacer! A continuación se dispuso a
escuchar con atención, los sanos consejos que le pudiera aportar David,
ya que siempre le aconsejó como si fuera el Padre que ambos perdieron.
Se tomó unos minutos David para
empezar a explayarse, luego lo izo con la solemnidad y seriedad que el
caso requería. _Mira Martín, yo y “Nachi”
(así le decían a Natacha, su esposa) hace varios años que tenemos algo
muy importante que decirte, no es nada que urja, pero en estos días me
gustaría que nos juntemos a cenar, los cuatro, tu mujer, la mía, tú y
yo. _En lo que me has planteado, que
me imagino con mucho dolor y en lo que se refiere a lo acontecido ésos días
pasados con Renda, quien será tu esposa, en el cautiverio de ambos, yo no
me siento capaz de opinar. _Sí, te aconsejo que dejes
actuar a tu corazón, el te dirá lo que tengas que hacer y no te olvides,
que ya no estás en edad de herrar mucho en tus sentimientos, no te
olvides que tu felicidad, es también la mía y la de todos los que te
queremos. Y agregó en tono de sorna, si
no te apuras a casarte, ahora que tienes plata, novia y ganas, te vas a
quedar (como dicen las viejas) para vestir santos en la Iglesia. El Polaco, en esos momentos,
tuvo que bregar mucho para que no se le escapara una lágrima; el amor de
hermanos era muy fuerte por la forma y la manera de criarlos, de sus
Padres. _Con respecto al episodio de
amenaza de esas “lacras”, mira, si analizamos bien la cosa, veremos
que está todo embebido de un gran misterio. _Primero y principal, ustedes
están vivos, lo que padecieron, por más represalias que se tomen, nadie
los podrá resarcir de sus penurias. _Segundo y hete aquí lo más
extraño de todo este entuerto, éstos tipos no pidieron un sólo centavo. _¡Que hay alguien muy retorcido
y poderoso! detrás de todo esto, no me caben dudas, ahora ¿quién es? o
¿quienes son? a esta altura del las circunstancias, ¿Qué importa? _Lo único que importa ahora, es
que trates de vivir a pleno lo que te resta de vida, que espero que sea
mucha – y agregó con una sonrisa – así me aconsejas que número
comprar en la Lotería. Aquí Martín lo interrumpió
brevemente, tú ya sacaste la Lotería hace muchos años, con la hermosa
familia que tienes, que también son la mía, ¿qué hubiera hecho sin
ustedes? Hubo un breve pero cariñoso
abrazo en la incomodidad del vehículo _Y en lo referente a la amenaza,
yo te diría que la tomes muy, pero muy en serio, esa gente no se anda con
chiquitas, por lo menos yo, así lo creo. _De todo esto vamos a hablar
cuando nos juntemos en la cena o almuerzo, que por supuesto, (y agregó
con una sonrisa) tú tendrás la oportunidad de invitarnos a “Nachi” y
a mí, a continuación, decidieron proseguir su marcha, ya que los estaban
esperando en el floreciente Establecimiento de campo. La araña restañaba sus
heridas. Capítulo 6 Definiciones La realidad
golpeaba la puerta del diario transcurrir y el almanaque, inexorablemente
empujaba al tiempo. Tres meses después de la
conversación tenida en aquella cena, llevada a cabo finalmente y por
razones obvias, en la casa de campo y cuya sobremesa
se extendió hasta la madrugada, a Martín se lo veía cada vez más
jovial y suponían todos, que se debía a los preparativos de su boda.
Lo curioso, era que desde
aquella recordada cena, Sombrero Blanco, había cambiado, se lo veía
más jovial, más generoso (cualidades que sólo ostentaba de los dos, su
hermano) y hasta el trato con Renda, era la de un chaval enamorado. Esperaba con impaciencia la
novia, el día de la boda y si antes apreciaba a su compañero, después
de ver la actitud de Martín después de todo lo que pasó, no tenía
dudas de que aquél, sería quien le daría su apellido para agregarlo al
de ella y con orgullo lo luciría y pasaría a llamarse Celedonia Renda
Campizteguy de Losievich. Sus hijos, que lo único que
querían era, la felicidad de su madre, veían con muy buen grado su boda,
en especial Pablo que se estaba convirtiendo en amigo, de Martín y que éste
le había cobrado mucho aprecio al ver lo trabajador y honesto que éste
era. Había una promesa de parte de
ella, con su amado, de que de a poco dejaría todo lo que concernía a su
vicio y lo más importante ya se estaba desarraigando (aunque no era fácil)
de todo aquél sub. Mundo al que había pertenecido por tantos años. Todo esto lo asumía con la
invalorable ayuda de su querido hijo y de su amado compañero. ¡Qué cambios se habían
producido en su vida! ¡Que arrepentida estaba de todo
el daño que había hecho! Cómo le gustaría que el tiempo
retrocediera, para que lo infame de su acción, para con la novia de su
ex, no la hubiera llevado a cabo. Sabía que ya era un poco tarde,
pero se había propuesto que luego de la boda, se abocaría a tratar de
paliar en algo, todo el daño que le había hecho a aquella infeliz mujer. Era tal su cambio, que la saña
y el odio que la embargaba, para con su anterior pareja, Alberto Casals,
se estaba esfumando a pasos agigantados, “a Rey muerto, Rey puesto”. Si hasta su hija prometió,
junto con su familia acudir a la boda. ¡Cuánta cosa le esperaba para
hacer!. Menos mal, que contaba con la
invalorable ayuda de Mónica, la sobrina de Ariel y Eva (sus caseros) que
ya muy cerca de recibirse, se estaba convirtiendo en algo más que su
empleada, casi se diría, que ya eran amigas. Su próximo marido, se había
encariñado muchísimo con ella y trataba de que ésta se sintiera como
una hija de él, ( tal vez por la nostalgia de no tener descendientes
directos ) sin querer usurpar el lugar de los tíos de ésta. Renda
también compartía aquel afecto, sobre todo luego de la larga
conversación mantenida en aquella histórica, cena en el campo. Los problemas que tuvo que
afrontar aquella joven, luego del suicidio de su madre y la determinación
de estudiar una carrera, cosa que estaba consiguiendo llevar a su fin,
gracias a la ayuda de sus tíos y ahora también de ellos, sumada a la
eficiencia que mostraba en el trabajo, al que no descuidaba a pesar de sus
estudios, le habían granjeado toda la confianza, de sus patrones. Solían salir mucho juntas, a
hacer mandados, compras y paseaban ambas como que fueran de la familia,
siempre que el tiempo de Mónica lo permitía. Ella usaba el coche de Renda
para las diligencias de la casa y para sus traslados de estudio y cosas
personales, ya que el Polaco tenía planeado comprarle un nuevo automóvil
a su novia y dejarle aquél a la chica. La muchacha nunca demostró en
demasía, su afecto, pero al decir de sus tíos, con él in suceso que había
padecido, siendo muy chica, hasta tuvo que tener tratamiento siquiátrico
(aún estaba bajo el mismo) y lo curioso es que todos sabían, que desde
esa época ésta llevaba un diario, por sugerencia de los galenos que la
habían tratado, que al decir de ésta, en él tenía toda su vida
posterior a la muerte de su Madre, pormenorizado al detalle en él. Esperaban todos y se lo hacían
saber a veces en tono de broma, como el deseo de los que bien la querían,
que pronto el amor golpee su corazón; no le faltaban pretendientes, ya
que si bien no era una belleza destacable, rubia, alta, de ojos muy
celestes, cuerpo atlético y bien parecida, tenía atributos de mujer que,
despertaban la envidia de sus compañeras de estudio.
La boda, se llevaría a cabo en
el campo y se estaba preparando todo para aquel acontecimiento. Se usaría para el agasajo de
los muchos invitados y la fiesta, el nuevo galpón recién construido y de
muy amplias dimensiones, el cual, se usaría luego del festejo, para
instalarle dos cámaras, para el almacenaje de los productos hortícola,
que ya la gran producción de los mismos demandaba. Y por iniciativa de David, para
guardar los dos camiones y alguna máquina, con la que ya se contaba. Por eso éste, se estaba
pintando a full y la mitad del personal que ya era numerosa, estaba
abocada a limpiar, arreglar, preparar el parque que rodeaba la casa,
reparar los caminos de ingreso y en fin, que todo estuviera listo para el
acontecimiento. Rosa y su hermana Elvira, a
instancias de Pablo, que era al que se le había encargado todo lo que
concernía a la fiesta de marras, contaban con la ayuda de dos señoras más,
provenientes de Centeno y con recomendaciones del Contador Dr. Raymondi. Pablo tenía como enlace con los
patrones a Mónica, que coordinaba todo y que con la anuencia de todos los
que los conocían, entre los dos, se estaba engendrando un futuro romance. Algo que había caído muy bien
a su madre, a su padrastro y a los tíos de ella, que veían que hasta el
ánimo y el carácter de su querida sobrina había cambiado de un tiempo a
la fecha. Y todos lo atribuían a éste
estado de relación que mantenían
ambos. Ya se sabía que Pepe y su cuñado
Francisco, serían los encargados del asado con cuero, cordero y lechón
(los asadores) y a los efectos estaban previendo todo lo que precisarían
en la ocasión. Una semana antes, de tan
esperado acontecimiento, estrenó Renda su nuevo “chiche”, un nuevo
automóvil que dejaba opacado al que ella tenía y que ahora Martín le
dejara a Mónica, con órdenes precisas al Dr. Raymondi, de que se haga
cargo del traspaso de los papeles del mismo, a nombre de la muchacha, como
premio a que ya estaba al final de la carrera de Abogacía. El Polaco, en lo que refiere a
su auto, la compañía de seguros, le repuso el costo del mismo, de común
acuerdo y con el invalorable consejo de su hermano, se compró un muy buen
vehículo, pero mucho más barato y menos lujoso que el anterior, que tan
malos recuerdos le traía. Todos evitaban hablar de aquel
episodio tan nefasto que les tocó vivir a los futuros marido y mujer. Aquella semana tan tétrica que
de alguna manera, todos vivieron. Pero todos sabían que en la
cabeza de los damnificados, rondaba la incertidumbre del porqué les había
pasado a ellos aquello y con qué objeto. Si no hubo dinero por medio,
como rescate, ¿quién se había gastado aquella pequeña (se imaginaban)
fortuna en el sólo hecho de hacerles tanto daño?. ¿Con qué objeto? De vez en cuándo
las preguntas acudían en tropel, a las mentes de la pareja. Aquello tan nefasto, había
cambiado sus vidas y su modo de ver las cosas, tomaban precauciones que
antes, nunca soñaron siquiera que las deberían tomar y desconfiaban casi
de todo y de todos los seres humanos que estuvieran fuera de la familia. Renda, no salía si no era
acompañada por algún integrante de la casa, por lo general con la compañía
de Mónica, aunque a veces lo hacía con Ariel, que también manejaba, o
con Eva. Trataban de no salir de noche,
salvo que fueran acompañados por algún familiar, de Sombrero Blanco,
hermano o sobrinos de aquel o por Pablo que organizaba salidas con la
compañía de Mónica. Los cuatro se llevaban de
maravillas y las relaciones de los muchachos, hacia que las bromas de Martín
para con Renda versaran en que pronto serían mas que marido y mujer,
padres (él un poco adoptivo) y padrinos de la boda de los “chicos”,
por supuesto que si ellos y Ariel y su señora Eva, lo permitían. Si hasta especulaban, que cuando
éstos se casen, vivirían en uno de los cuatro apartamentos nuevos, que
el Polaco comprara en uno de los primeros actos de inversión en su nueva
vida de “nuevo Rico”. Y
que lo estaban usando de oficina de sus negocios y que ésta era atendida
por dos de los hijos de David, que eran muy duchos para los negocios y algún
empleado. Estos hijos de David que eran
muy queridos por su tío, de hecho uno de ellos “ahijado” de él,
Gregory (al que le regaló su vieja, potente y querida moto) y Maya,
hermosa mujer, que ya se estaba por recibir de Contadora y que a los ojos
de todo el que la conocía, era una “luz” para los negocios y que en
el futuro suplantaría al Dr. Raymondi. Ellos que antes ayudaban a su
madre Natacha, “Nachi”, en la atención del mercado que tuvieron por años,
hasta que a instancias de su tío, que sugirió que su madre, ya era hora
que dejara de trabajar y cerraran el mismo. Si bien todos estaban un poco
alterados con la inminencia del casorio, aún la nube negra de lo pasado
reciente, todavía no se había disipado. Sabían que la Policía estaba
trabajando en el caso, a pesar del deseo
de los damnificados, que no deseaban que ello ocurra, querían olvidar
todo de una buena vez, aunque sabían que sería imposible, pero las
autoridades les dijeron que estaban actuando “de oficio” a instancia
de un Fiscal, que se había ocupado del caso. Más allá de lo pasado en aquel
horrendo episodio, las cosas (negocios) de Martín estaban andando, sobre
ruedas. Martín, no perdía ocasión de
recordarle a su querido hermano, de que
debía viajar a Europa con “Nachi” cuanto antes y que se tome
el descanso que tenía muy merecido, con su amada mujer. Mujer, que siempre fue como una
hermana para él, le lavó su ropa, se preocupaba de su salud y hasta lo
cuidó cuando le extirparon la vesícula, que tenía una bondad envidiable
y que siempre recibió de ella, el consejo sano y justo, como los de su
hermano. Estos unieron sus vidas y fueron
de ahí en más el apoyo moral de Martín, hete ahí del porqué éste los
apreciara tanto y les ayudó a agrandar la casa que fuera de sus Padres,
cuando empezaron a llegar los hijos de ellos. Le insistía para que hiciera
aquel viaje y así conocer todo lo que él le contó cuando volvió del
mismo y hasta se permitió a darle algunos consejos. David le prometió que luego de
su boda, partiría con su media naranja, en pos del mismo, que tratarían
de volver antes de que Maya, su hija, se recibiera y le agregó en tono de
broma, (cualidad que dominaba) “de paso descansamos un poco de nuestra
jauría”. De la araña, ni noticias.
Capítulo 7 Insólito juego del destino Faltaba una
semana para la boda y los preparativos estaban casi listos, en los
corrillos del campo, se rumoreaba que la “Vieja” y el “Polaco” se
preparaban para su casamiento como si fueran dos adolescentes. Las jornadas, se presentaban
espléndidas y con una temperatura por demás agradable en esos hermosos días
de Octubre. De alguna forma, Renda se había
ganado el respeto y la simpatía de los integrantes del pueblo, sobre todo
después del in suceso que de alguna manera todos vivieron. Su carácter, que no era el
mejor antes de ello, se transformó como por encanto y pasó de ser la
mujer del dueño de aquél Establecimiento, a formar parte de la
comunidad. Pablo y Mónica, cada día que
pasaba acrecentaban más sus relaciones y de hecho que se cumplimentaban
de maravillas en sus quehaceres para con el trabajo, al cuál se dedicaban
con mucha eficiencia. Casi estaba todo determinado
para el gran día, la boda se llevaría a cabo en el Juez de Paz del
pueblo de Centeno y luego la gran fiesta se realizaría en el campo, al
que bautizaron los hermanos con el nombre de “El Milagro” en
concordancia a los hechos pasados y se decidió que dicho nombre se daría
a conocer durante el festejo. Hasta se tenía previsto
inaugurar dicho nombre, con la presentación de un gran cartel
confeccionado en madera, que se pondría en la entrada del
establecimiento. Rodolfo, el lejano “primo”
de Renda que aparecía y desaparecía, según sus apetencias monetarias,
se “plegó” en los quehaceres de la preparación del evento, se le
permitió por que “vaya casualidad”, era conocido del Dr. Raymondi y
éste lo avaló, como persona de su conocimiento desde hacía muchos años..
Reconocía que en materia de
negocios, éste “muchacho”, así lo definió, si se le daba alguna
ventaja, éste la tomaría de inmediato, pero que en el fondo (no aclaraba
que fondo) era muy servicial y que podría ser de gran ayuda por los
conocimientos que tenía de gente y de la zona. Más ahora, que era el reciente
propietario de la “Estación de Servicio” de la cual se abastecía en
sus necesidades de combustible, aceites, gomas y otros, el establecimiento
agropecuario. Estación que la pareja,
viajando junto con él, conocieren cuando fueran a conocer dicho campo,
con intenciones de comprarlo. Ahora se le aclaró a Martín,
aquella rara conversación en que Rodolfo y otro individuo mantuvieran,
cuando todos, auto y pasajeros se detuvieron a repostar en la misma, aquel
personaje que estuvo hablando con el ”primo”, no era otro que el
antiguo dueño. El intenso trajín que llevaban
todos, desde hace un par de meses, les hicieron perder varios kilos a
Renda (que mal no le venía) y a Martín, por lo que la confección de los
trajes para la ocasión, llevaron varios ajustes por parte del sastre y
modista. El tratamiento muy estricto, que
se le hacía a Renda por parte de los mejores especialistas que se pudo
conseguir en lo referente a su antigua adicción, por suerte estaba dando
buenos resultados. Eso, sumado a su alejamiento
gradual, de sus antiguas y nocivas amistades, le daban a su compañero, la
convicción de que se estaba por fin construyendo el futuro promisorio
para ambos. Por supuesto, que no podía
faltar a la fiesta el convidado de honor y que era parte del milagro, cuyo
festejo se sumaba a la boda y por lo que la fiesta se hacía tan ampulosa,
el cada vez más querido Sombrero Blanco. Renda dispuso mandar éste a la
tintorería para que luzca como nuevo en tal ocasión. La asignatura pendiente de la
mujer, con motivo de la reveindicación de su arrepentido daño, lo llevaría
a cabo sin pérdida de tiempo, apenas se convierta en la Señora con todas
las letras de su amado Martín. Ella también y quizás mas que
nadie, intrínsecamente se preguntaba y se repreguntaba, quién estaba
detrás de aquel ingrato complot. De que raro designio, se nutriría
la mente tan perversa que había elucubrado todo aquello, ¿se habría
conformado con todo aquel tormento que les izo pasar a su querido y a
ella?, a ella más que nada. ¿Estarían en el futuro
corriendo el riesgo de que de alguna forma toda esa violencia volviera? ¡Qué cúmulo de preguntas se
agolpaban en su cabeza desde que sucedió todo aquello! Ojalá que la felicidad del
matrimonio aleje por fin, todos aquellos pensamientos nefastos y que por
fin, luego de su acto de contrición, llevado a cabo en los peores
momentos pasados en la casa del horror, se encuentre de frente con la
felicidad y ésta la acompañe en lo que reste de vida. Rodolfo, se había hecho cargo
del servicio de confitería y mozos y bebidas, había insistido en ello,
tal vez calculando las pingues ganancias que le reportaba en el correr del
año, aquel emprendimiento agropecuario de su “amigo” y futuro primo,
no así la torta de grandes dimensiones que sería regalo de David y
familia. La playa de estacionamiento,
para los concurrentes de la fiesta, tal vez quedaría escasa, por eso se
dispuso que todos los vehículos, camiones, camionetas, máquinas y todo
lo que no se necesite, se guarde provisoriamente en un rincón de uno de
los potreros. Dos
días antes del acontecimiento, se dieron por terminados los preparativos,
quedando pequeños detalles que se iban solucionando a medida de que éstos
aparecían. Todo y todos funcionaron con una
eficacia que los patrones reconocían y que lo demostraban, con el afecto
que tenían en el trato con ellos. La luna de miel de los casados,
se llevaría a cabo, quedándose una semana en el mismo campo, que tantas
satisfacciones les estaban dando y dónde tenían planes de quedarse a
vivir en forma definitiva y allí esperar su esperada feliz vejez. Unos pequeños detalles, le venían
llamando la atención a David, desde no hacía mucho tiempo, dos o tres
veces le pareció que distintos autos lo seguían, primero no le dio mucha
importancia, pero estando haciendo ciertos trámites, observó que alguien
lo seguía con mucha discreción . Tanta coincidencia, le llamaron
la atención, pero se dijo que no lo comentaría con nadie y que tal vez,
todo se debiera a su imaginación la que estuviera un poco alterada con el
trajín de esos días. Nunca se olvidaría, de la cara
de su hermano y de Renda, en la ocasión de la cena casi en privado que
llevaron a cabo en el hogar del campo. Allí, fue donde la vida de Martín
marcó un antes y un después, luego de oír lo que Natacha, su mujer y él
personalmente les contaron. Textual, _“¿Te
recuerdas Martín, de la hermana de Ariel? Aquella flaquita con
trenzas que nosotros le gastábamos bromas en la Escuela, vecina del
barrio que era hija de Don. Alberto y de Doña Esther, que tenían aquella
vieja pero muy surtida tienda en la esquina y que eran célebres por lo
amarretes y que al morir ellos, su hija la Teresa – que tu conociste muy
bien – ya que le hiciste una reforma en el comercio, trabajó el mismo
con mucho éxito.
_Sabrás, que Ariel con lo que
le tocó de la herencia de sus Padres, puso varios negocios, pero nada le
anduvo, a pesar de su honorabilidad y su gusto por el trabajo, se ve que
todo lo de comerciante, de sus Padres, lo heredó Teresa, su finada
hermana. _Cuándo la infortunada Teresa
murió, le dejó una carta a su hermano, en la que le pedía que se
hiciera cargo de su hija y que los había nombrado herederos de todo lo
que dejaba, para que una vez que su hija cumpliera la mayoría de edad, se
lo den, junto a dicha carta. _Esa chica que tú no conociste
porque nació, cuando te fuiste a trabajar en aquella represa, por siete
largos años. ¡Cómo te extrañamos! _A raíz de tu ausencia,
recordarás, que de todo esto te enteraste cuando volviste y recuerdo que
te causó mucha pena, porque todos sabíamos de tus cortos amores, que
mantuviste con la finada Teresa. _Bueno, la cosa es que Ariel y
Eva, su señora, cuándo ustedes estaban en Europa, nos comentaron que tenían
aquella carta (que Mónica se las devolvió, luego de tenerla un tiempo,
en su poder) que te involucraba y que no se animaban a mostrártela y nos
la dieron a mí y “Nachi” , con la condición de que nos ocupemos de dártela. Diciendo esto David le pidió a
su esposa que le trajera dicha carta, cosa que izo, al retirarse de la
mesa en la que habían cenado tan opíparamente. Con
dicha carta en sus manos Martín tuvo varias sensaciones, primero y en su
primer lectura, no entendió muy bien lo que ésta decía. Pero una segunda lectura, ahora
en voz alta para que la oigan todos, ya que no habría secretos, entre él
y su amada, leyó lo siguiente: “Ariel, querido hermano,
espero que con la bondad que siempre tuviste para conmigo, me puedas
perdonar por lo que voy a hacer, aunque no lo comprendas, el amor, el amor
sano aunque no correspondido me lleva a hacer lo que para, el que no
comprende, una locura. _Sabes que luego de la muerte de
nuestros amados Padres, yo nunca pude
superar mi pena, que también es la tuya, pero que en mí, dejó
que los nervios, atacaran de mala manera mi psiquis. _Me siento muy sola a pesar de
los cariños que me prodigaban, tú y Eva, a la que quiero como a una
hermana y del trabajo de la tienda (que por suerte me ha ido tan bien, con
la misma) y la crianza de mi “Rayito de Sol”. _
Que es la luz de mis ojos.
_Tú supiste de mis amores con
nuestro común amigo de la infancia y vecino, Martín Losievich, el único
hombre que llevé a mi cama, te lo juro por la memoria de nuestros Padres. _Él hubiera sido mi compañero
ideal, con el que compartiría mi vida con todo gusto, fue tan bueno
conmigo, tan cariñoso y tan honesto que yo me creí capaz de expresarle
mis sentimientos y mis intenciones de que se case conmigo. Lo
hice a sabiendas de que yo, ya tenía un atraso de tres mases en mi regla,
situación que jamás me atreví a comunicarle a él y que hasta éste
momento, en que te escribo éstas letras, no me atrevería a hacerlo. _Él
se negó de la manera más amable posible, alegando “que no estaba
preparado para el acto del matrimonio, pero que en el futuro
ineludiblemente, tendría que pensar en ello”. _Luego
de aquel diálogo, se enteró del trabajo muy bien remunerado que se ofrecía
en la construcción de la famosa
represa y se fue a trabajar en la misma. _Nos
carteamos un tiempo y yo tenía la ilusa esperanza de que cuándo vuelva,
conociera a su hija Mónica; su vuelta se fue postergando y la comunicación
se cortó, sólo alguna que otra postal de vez en cuando. _¿Cómo
le diría hoy que ese pedazo de mis entrañas, es su hija? _Ya
mi amada hijita tiene seis años y acaba de comenzar a ir a la Escuela,
que no me guarde rencor por lo que decidí hacer. _Pero
no soporto más, éste amor que quiere salirme del corazón y me mata,
todos los días. _Te
pido de todo corazón que te hagas cargo de ella, mi muy amada hijita, la
hagas estudiar y ser alguien que se enorgullezca en su vida. _Que
comprenda que de Amor también se muere. _Cuando
Mónica tenga su mayoría de edad, recién en ese momento y no antes, muéstrale
mi carta y cuándo ésta la lea, yo trataré desde donde esté, de
consolar su corazón y que sienta el calor de mi abrazo, junto con todo mi
amor de madre. _Y
que si puede, por favor me perdone. _Espero
que nunca Martín, se entere de ésta carta porque sé que me odiará y
tendrá mucho dolor de culpa y yo nunca sería capaz de herir a mi otro
gran amor. _Aunque
luego de que se la entregues
a Mónica, ella y ustedes, vean si es conveniente que mi Martín tenga
conocimiento de ésta y que sepa que lo amé y lo amaré más allá de la
muerte. _Yo
esto que ago lo he pensado y sé que está mal, pero las terapias a las
cuales acudí no me resultaron, que paso las noches sin dormir y no puedo
soportar más esta angustia que me quema, día a día. _A
todos, perdón, perdón, perdón, te quiere tu agradecida hermana ...
Teresa.- Al
llegar al final, Martín ya no se pudo contener más y viendo que el
llanto lo ahogaba, pidió permiso y se retiró al baño, todos quedaron
mal heridos. Recordaba
David aquel episodio que desconcertó a su hermano, por supuesto que más
aún de lo que los había desconcertado a él y a “Nachi” cuando
tomaron conocimiento de la misma. Desde
ese día, que el Polaco, se enteró con amargura, por la forma, pero con
gran alegría al saber que después de todo, el cielo no se había
olvidado de él y le había enviado a alguien que llevaría su sangre, aún
después de su muerte, ¡Un descendiente!, ¡Una hija! Sabía
éste que de ahí en más, trataría de compensar, si le fuera posible,
toda la amargura que tuviera acumulada en su cuerpo y en su alma aquella
estupenda chica que era su ¡Hija! También
sabía que debería de actuar con mucho tacto y no olvidar de que aun
estaba bajo terapia, aunque ya casi y al decir de los facultativos, ésta
estaba casi curada. Si
de ella no salió, el darse a conocer con su Padre, sus razones tendría y
no sería él que le produzca un nuevo trauma. Eso
y el esfuerzo final en sus exámenes, lo obligaban a actuar con cautela,
lo mismo le pidió a Renda, tiempo al tiempo y ya llegaría el momento de
hablar con ella y si ésta lo permitía, darle el abrazo tan postergado
que pueda tener un Padre que como él, había ignorado tanto tiempo, de
que tenía una hermosa hija. Por
fin llegó el día tan esperado por todos, el de la tan preparada y
esperada boda. La
araña estaba de nupcias. Capítulo 8 Tétrico e inesperado final En el campo, había amanecido muy temprano en lo que se refiere
a las actividades que se llevarían a cabo en ese día. Desde
la madrugada, ya se veían altas llamaradas y el humo que se confundía
con la espesa niebla, normal para aquella época del año. Se
olía a pelo quemado, fruto del asado con cuero que en la labor de Pepe y
Francisco, con algún otro ayudante, deberían tener todo pronto y a punto
a la hora indicada. Las
mujeres en la casa también, ya se estaban poniendo en marcha, se las veía
con sus rostros cansados, fruto del trajín llevado a cabo en los últimos
días y a la noche pasada, que se retiraron a descansar, ya pasada la
media noche. Todo
era movimiento y apronte, también en la casa quinta, los novios y los demás
integrantes, se estaban levantando y duchando; afuera aún estaba oscuro,
ese sería un largo y glorioso día. Nada
de desayuno, los nervios no lo admitirían. Renda
tenía hora con la peluquera, la que acudiría a peinarla a su casa muy
temprano (el dinero lo consigue casi todo) y Martín ultimaría algunos
detalles vía telefónica, mientras la peinaban a la novia y ésta se vestía
para salir juntos con Eva y
Ariel, luego de cerrar todo. A
Mónica, la peinaría la misma Peinadora de Renda, pero al campo iría mas
tarde, porque todos se habían olvidado de retirar en la tintorería aquel
ya legendario sombrero, que al decir de Martín, sin él no se casaría. Ella
sería la indicada de retirar aquel famoso adminículo y custodiarlo hasta
el acto de casamiento. De
paso pasaría a buscar por su departamento, a Pablo como ya se habían
puesto de acuerdo el día anterior y todos se encontrarían en el Juzgado
de Paz de Centeno. La
boda estaba establecida para la hora diez de la mañana, luego una breve
sección de fotos. De
allí todo lo demás que se refiera a los festejos, se llevaría a cabo en
el campo, dónde los aprontes de última hora se estaban efectuando con
toda precisión, según pudo constatar Mónica, que tenía todo bajo
control por vía telefónica. Mónica,
de alguna forma, tenía en su cabeza, desde un tiempo a ésta parte, un
menudo intríngulis, que le consumía por dentro. Con
Pablo, las cosas iban bastante encaminadas, si bien sabía de su pasado de
picaflor, éste le estaba dando suficientes pruebas de que quería por fin
encausar su vida y de hecho aun no había insinuado acostarse con ella. A
pesar de que ella veía que su pantalón sufría en presencia y contacto
con ella, un abultamiento que sin duda infligía un gran tormento a su dueño. Su
carrera que ya tocaba a su fin, le permitiría independizarse y tener su
propio “Buffet”. Aquello
que hacía días, rondaba en su pensamiento, de confesarle a Pablo, con
referencia a que Martín era su Padre, (ella ya lo sabía desde que su tío
Ariel se lo comunicara cuando ella cumplió su mayoría de edad) lo venía
postergando para juntar, el casamiento que aquél le había propuesto y
que ella aún no había aceptado. Lo
haría en ocasión de juntar todo, su título, el casamiento con Pablo (al
que aún no amaba pero que encajaba muy bien en sus planes de futuro) y la
revelación que dejaría estupefacto a Don. Martín Losievich. ¿Qué
cara pondría éste cuando se entere? ¿Cómo reaccionaría? Estaba
muy asombrada de la manera que, éste la había incorporado a su equipo de
máxima confianza, de los regalos que le hacía, incluido el automóvil,
casi se diría que la había adoptado como su hija, ¡Si supiera! ¿O,
no tendría otras intenciones? ¿Y si así fuera? Lo
haría en alguna reunión que
ella, se las ingeniaría para reunir a Martín, sus tíos, Pablo y Renda. Esta
última que en algún momento, no fuera santa de su devoción, más bien
la aborrecía sin quererlo, tal vez por algún síndrome de celos que afluía
en forma natural, al saber que ella acaparaba el cariño que su Padre, le
debía a ella y que le debió a su querida Madre. Cómo
ésta mujer de vida tan liviana, libertina y viciosa había podido atrapar
a quién su madre tanto amó en silencio, amor que la llevó incluso a la
tumba.. La
que ocupaba el lugar de su Madre, hasta se permitía, usarla a ella de
confidente de algunas de sus cuitas, ¡Ha! si supiera cuánto la odiaba,
pero se convertiría en la esposa de su Padre y eso la colocaba como, su
madre política, así que no tenía mas remedio que aceptar los hechos y
vivir con ellos. Sabía
que Renda tenía para con ella, un cariño muy especial y que junto con su
Padre, le prodigaban mucha confianza y afecto. Casi
tanto, como el de sus queridos tíos, a los que siempre consideró como
sus Padres, sabiendo desde toda su vida, que no lo eran, ellos fueron su
apoyo total cuando su querida Madre, la dejó sola en la vida. Si
no fuera por éstos, no habría podido soportar aquellas largas secciones
de terapia, a la que la sometieron cuando tuvo aquel grave colapso, que
comenzó cuando volvía de la Escuela (cursaba primer grado) y una de las
Madres de las que van a recoger sus hijos en aquella; Le
dijo de una forma desalmada, (tal vez sin querer hacerlo de esa manera)
que no espere a su Mamá porque ésta, se había tirado bajo las ruedas
del tren. Ya
le demostraría a su Padre, cuando se recibiera, de su capacidad y trataría
de recuperar el tiempo perdido, si éste la dejaba. ¡Quién
sabe cómo tomaría el hecho de que ella era su hija!, ¿Le creería? y ¿Si
la rechazaba? Claro
que tenía de testimonio, la dolorosa carta que dejó su Mamá y que
guardaban sus queridos tíos. La
espesa niebla que se cernía sobre la ciudad o sus aledaños, no tenía
nada que envidiarle a la que se había adueñado del campo. Martín
conducía con mucha prudencia, al lado iba la que en pocas horas, sería
su mujer para toda la vida y detrás los muy estimados caseros. Los
que dentro de poco y cundo se aclaren las cosas, éstos pasarían a ser
parte de la familia, cuñado y concuñada. Iba
con una alegría que se le notaba en el semblante, al igual que su novia,
en el baúl, iban acondicionados los dos trajes de los novios, zapatos
camisas, blusas, corbatas etcétera. Ambos
lucirían trajes blancos para la ocasión, él camisa blanca de seda y
corbata con listas muy finitas rojas y blancas, con zapatos y madias al
tono y coronando todo, el “Icono” de la familia el querido Sombrero
Blanco. Ella
también con un traje del mismo color, blusa rosada y zapatos y cartera al
tono. Los
zapatos, la cartera y un hermoso broche con diamantes, que ésta luciría
en la solapa del saco, se los regaló su hija, que con su marido y sus
nietos, habían llegado de Italia, dos días atrás. Se
vestirían en la casa del Dr. Raymondi, que éste y su mujer tan
gentilmente les ofrecieran y de allí al juzgado que sólo quedaba a pocos
metros de la residencia del mismo. Aquella
maldita niebla, en tramos se acentuaba más y obligaba al tránsito a
circular a muy baja velocidad y con los faros encendidos, de todas formas
era temprano y llegarían a tiempo y como estaba previsto, pensó Martín. Esperando
que Mónica y Pablo (tal vez maneje éste) tomen las precauciones que el
caso requería. ¡Qué
lindo poder preocuparse de aquella maravillosa muchacha! Ya
se ocuparían con la casi su esposa, de oficiar de “Cupidos” y que esa
relación que se afianzaba día a día, culminara en boda y ¿quién sabe?
con el tiempo, éstos los conviertan en Abuelos. Eso
ya sería “tocar el cielo con las manos”, pensó el Polaco. Pablo
insistió, en que Mónica le permita conducir a él, pero aquella, rechazó
de plano aquella posibilidad, aduciendo que ella se sentía tan capaz como
él de conducir. Pasaron
por la tintorería a levantar aquel sombrero que era el cetro del patrón,
eran los portadores de toda una leyenda y pensar que su Madre le había
contado que cuando se lo regaló, llegó a reírse de él y de su dueño a
escondidas. Conocía
él de la tozudez de su novia, así que no insistió mas y se dispuso a
viajar con la mayor distensión posible. Muy
pensativo y casi en silencio, para no distraer la atención de la que
conducía, fue desgranando in mente los sucesos de los últimos tiempos. Claro
que su mano, de vez en cuando se trasladaba, ora a los muslos de ella, ora
a su cuello, al que acariciaba con la mayor delicadeza. Una
música muy suave que salía del pasa CD., casi le daba un marco de
romanticismo. Cuando
su Madre y su compañero aparecieron con vida, luego de aquel atroz
suceso, él pensó en volver a ausentarse y trabajar, como siempre izo,
desde que cumplió la mayoría de edad. La
oportunidad de trabajo que le brindó Martín, el cambio de actitud de su
Madre, que se decidió a cambiar de aquella mala vida, (él la ayudaría
en todo lo que le fuera posible) y luego la aparición de aquella rubia,
con un carácter tan especial que estaba al volante, le decidieron a
plantar bandera y tratar de formar familia. La
verdad es que ya estaba cansado de rodar por el Mundo. Su
relación con Mónica, estaba cada vez más fogosa y la deseaba como un
demonio, pensaba que ella también estaba pasando por el mismo trance,
pero no quería herirla y dejaría que las circunstancias se presenten
solas, aunque no descartaba que luego de la ceremonia y con el bullicio de
la fiesta y los sentidos un poco embotados por la alegría y la algarabía
de todos, con la ayuda del alcohol que se “escaviarian”, ella se digne
a darle por fin su “prueba de amor”. Ella
siempre le rechazaba con sutileza pero con firmeza y le aducía de que aún
era “Virgen” (aunque a él le pareciera mentira) y que quería llegar
así al matrimonio, auque eso sonara muy antiguo. Le
había dicho que desde muy pequeña se lo había prometido a sí misma y
que lo había hecho constar en su diario íntimo y que éste era el
testimonio de su vida, por lo menos hasta que llegue al matrimonio. Aquel
diario íntimo que ella jamás le permitió leer y que siempre le dijo que
en caso de decidirse a tomar nupcias con él, aquel sería su regalo de
casamiento, junto con todo “lo demás”. Nunca
quedó claro que era “todo lo demás”. La
verdad que se moría de ganas de violar el o los secretos de aquel bendito
libro. Pero
ella nunca se despegaba de él, ni de su inseparable agenda, que siempre
los llevaba en aquel talego-cartera que sería la envidia de Santa Claus. A
medio camino y viendo que la niebla en algunos tramos de la carretera ya
se estaba levantando, pero que en los bajíos, ésta se acentuaba y más
por gentileza que por otra cosa, él le sugirió que si ella quería, la
relevaría con gusto. A
lo que ella y como ya lo entrevía él, se negó, ¡terca la muchacha!. En
los próximos minutos y a modo de distracción y distensión, la
conversación se centró en aquel encargue que ellos levantaran de la
tintorería. Que
Martín casi no se lo sacaba ni para ir al baño, que aunque ya tenía sus
años, el mismo se veía muy entero. De
qué forma, éste era conocido por conocidos y por extraños, desde que la
prensa les sacó tantas fotos, luego de su feliz aparición, después de
aquel sonado secuestro, aquel sombrero pasó a integrar la galería de los
famosos. De
vez en cuando, los dos estallaban en sonoras carcajadas en alusión a
alguna cita de aquel sombrero. Por
suerte ya quedaban pocos kilómetros para llegar y así de ese modo poder
estirar las piernas, sobre todo él, que al ser bastante alto y aunque el
auto era holgado, la posición de mucho rato sentado y sin manejar lo
cansaba.
Su compañera lucía
esplendorosa, con aquel hermoso vestido con apliques de flores en un fondo
color verde agua, al que remataba una chaqueta que iba junto con la caja
del sombrero, el bolso-maleta y el saco del traje de él, en el asiento
trasero. Su
pelo rubio y peinado con naturalidad resaltaba su figura que a
consecuencia de los exámenes y los aprontes para la Boda, le habían
quitado algún kilo de más a su cuerpo y estaba más que apetecible,
opinaba Pablo. Los
dos lo vieron, pero ya no hubo tiempo para nada. Aquel
camión, su culata, emergió de pronto al salir de un pequeño banco de
niebla y Mónica quiso en ese instante esquivar el mismo, virando hacia la
banquina con violencia. Tal
vez, pensó en un último momento que era preferible volcar a un lado que
darse de frente con aquello, que había aparecido de pronto como de la
nada. Cuántas
cosas, debe haber pasado por su mente en esos instantes, antes de que
aquellos hierros, la decapitaran tan violentamente. El
automóvil, quedó como incrustado debajo de la parte derecha de la caja
del camión. En
un segundo todo había terminado. La
gente, que se arremolinó ante tan atroz espectáculo, estaba impávida
ante aquella escena que se presentaba ante sus ojos. Y
no menor fue el asombro, cuando comprobaron que dentro del auto
destrozado, alguien se movía y se quejaba. Varias
manos se brindaron para ayudar, a salir de esos hierros retorcidos, a
aquel hombre joven, que aparentemente y por acción de un verdadero
milagro, estaba prácticamente ileso. Cuando
llegó la asistencia de una ambulancia, tuvieron que sedar al muchacho,
que se debatía en una terrible crisis de nervios y que varias personas
trataban de contenerlo y alejarlo de aquel cuadro macabro. En
el pueblo de Centeno, la incertidumbre estaba ganando a los novios y a
toda la gente que se había congregado, con reservas de arroz dispuesto
para arrojarles a aquellos, a la salida del Juzgado. Ya
llevaban una hora y media de retraso y los teléfonos móvil de los
“chicos” no respondían ¿qué habría pasado?. Primero
fueron bromas para justificar el atraso, pero a medida que pasaban los
minutos, las bromas se transformaron en preocupación y luego en pánico,
ante lo desconocido con la suerte de los esperados. Martín
y Renda, se abrasaban y ambos volvieron a sentir aquella sensación que
creyeron que jamás volverían a tener. Cuando
aquel patrullero se acercó, a donde estaba el conglomerado de gente, todo
terminó. Ya
había pasado más de un mes, de todo aquel infierno desatado el día que
la boda no se llevó a cabo y se transformó en velorio.
Renda y Martín, se
encontraban viviendo en la casa de David y Natacha, por sugerencia de
ambos, (un poco a la fuerza) para poderlos contener por lo menos en los
primeros tiempos, dónde la angustia y el llanto, sólo se soportaba con
la ayuda de mucho amor y los servicios de los facultativos. En
la casa quinta, las cosas no eran distintas, por allí se había perdido
una hija. Pablo
que la mayoría de los días se aparecía, para ver a Eva y Ariel, éstos
lo apreciaban muchísimo, él trataba de convivir con ellos y los ayudaba
en los quehaceres de la casa y les hacía los mandados y les traía
novedades de sus patrones, aunque ellos se comunicaban todos los días, vía
telefónica. Era
uno de esos días que amaneció lloviendo y con viento, en la casa quinta,
los caseros calcularon que con ese temporal, Pablo no vendría, se
equivocaron. Aquel
apareció, a bordo del coche que se había comprado, hacía ya un tiempo a
plazos y que Martín, le ayudara a pagar al contado, con la condición de
que use el mismo, para desplazarse en las necesidades del trabajo y que
pase todo lo que fuera gastos del mismo, como combustibles, servicios,
seguros y todos los gastos que éste genere, como gastos de la empresa. Si
supiera que en los planes del Polaco, estaba regalarles un gran auto
cuando se casaren su hija y él. Compartieron
un café, Pablo y Ariel, éste lo invitó a revisar y acomodar las
pertenencias de la finada, que desde que la Policía se las había
entregado, dentro de una caja de cartón, ni él, ni su señora, se habían
resuelto a revisar, todo aquello que tan nefastos recuerdos les traía. Estuvieron
mirando cosas que extraían de la caja, reloj, anillos, cadena de cuello
que nunca se quitaba, (recuerdo de su Madre) y aquel enorme bolso del que
su finada dueña, no se desprendía jamás. Dentro
del mismo estaban como mudos testigos de la tragedia, la inefable pareja
de la agenda y el misterioso diario. No
se pudo contener Pablo y le pidió permiso al tío de Mónica, casi el
padre de aquella, para ojear ambos libros. Ariel
accedió luego de unos momentos de vacilación, estaba conciente de que se
estaba por violar un secreto, guardado por años con tanto celo, por su
querida sobrina, pero que dadas las actuales circunstancias, no tenía
objeto negarle a Pablo, que también perdió su amor, que hurgue en sus
escritos. Empezó
a ojear el dolido novio, aquellas páginas
y de pronto sintió como una gran descarga eléctrica, al leer en
voz alta y como un autómata, lo escrito en ese papel. _.......”le pagué hoy al
“Gamba”, la segunda cuota del contrato y le di órdenes expresas de
que no le hicieran ningún daño al Sr. Martín Losievich – mi Padre –
pero le di libertad de que le hagan lo que quiera, a su novia, la bruja de
Renda. Con
ella tenían libertad de hacer lo que les plazca, cuánto más doloroso
mejor. Después
veré, si les ordeno que la ultimen. Esa
me tiene que pagar, el robarme el cariño que me debe mi Papá y quiero
que su sufrimiento sea todo lo posible, con tal que se tenga que
arrepentir de su vida llena de drogas y libertinaje.¡Puta! No
me importa que en éste “contrato” me gaste todos mis ahorros, pero él
deberá sufrir lo suyo por dejar que mi Madre se quitara la vida por su
amor
Tal vez mañana cuando acuda a mi terapeuta, me anime a contarle
todo esto, pero no estoy segura de animarme,(tengo miedo que traicione el
secreto profesional) ya hace casi un año que estoy por hacerlo y no me
animo...(Sigue) Aquí
Pablo, ya no pudo seguir leyendo, su llanto lo ahogaba y no sabía si su
asombro era mayor que su rabia. A la araña le había nacido
una socia y ésta, había muerto. FIN |
Juan
Ramón Pombo Clavijo
Novela "Sombrero blanco"
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