El decapitado |
Nadie llorará mi muerte –tú lo sabes sólo en tu alma habrá aflicción, y cuando mi cabeza caiga talada por el hacha, un seco golpe de mar se hará trizas en tu memoria. La tierra se tragará mi sangre Que devolverá en cada primavera convertida en flor, que regarás con tus sagradas lágrimas. Tal vez guardes mi blanca y manchada camisa como un nefasto recuerdo que ya en pasado, será presente y será culto de tu devoción, mezcla de tragedia y esperanza que enlutará a tu corazón. Porque el eterno mar golpea y golpea la piedra de la sinrazón y el amor prohibido, no será pecado cuando los pechos abriguen una ilusión. Cuando las miserias del Mundo sean juzgadas en el más allá, tú y yo seremos testigos en el juicio eterno del cielo. Que el verdugo sea mi amigo un instante y que su mano ruda sea certera para que el golpe sea glorioso y que con orgullo, baje del cadalso con la satisfacción de su tétrica labor. De mi hermética boca, no oirá un sollozo, ni una súplica siquiera; sólo será él un instrumento del destino que alguien manipuló con desatino. Qué iluso, quien decretó mi sentencia, quitándome sólo la vida; yo viviré por siempre en ti, como tu as vivido en mí. Sé que en tu rostro angelical y dulce a las lágrimas quemantes como brasas las secará el viento de la desdicha y cada noche en tu ser, mi recuerdo será pecado, o amor con pasión eterna que no obnubilará la desidia, ni la venganza de los que lloran en vida lo que sufrirán el averno. ¡Fuerza! Y no le muestres tus lágrimas al vulgo; guárdalas todas para mí. Verás que en el canto de las aves, yo te cantaré mis alabanzas y desde el fulgor de una estrella oirás mi voz que te nombra. Contigo quiero irme, mi dulce amada. Juntos y fundidos en un abrazo tierno y que la muerte nos arranque la vida pero que no pueda con el amor eterno. |
Juan
Ramón Pombo Clavijo
Del Libro “Plenilunio”
8 de octubre de 2008
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