Culpa de las ballenas
Juan Ramón Pombo Clavijo

Sucedió éste episodio, allá lejos, en mi adolescencia y como aún y por suerte, sé que hay muchos testigos de la época, que pueden corroborar lo que voy a contar.

Por respeto a las muchas personas que se verán involucradas, más que nada por el conocimiento y otros por ser parientes directos de los protagonistas; cambiaré los nombres y agregaré un poco de fantasía a mi testimonio.


Amigos de toda la vida, ya que vivieron siempre de vecinos y en la misma cuadra.

También sus padres, jóvenes ellos en aquel acontecer de ésta historia, aun son amigos y aun son vecinos y los ata, éste recuerdo que forma parte imborrable de sus vidas.

No sólo jugaron juntos sus primeros juegos, compartiendo sus juguetes cuando la ocasión lo permitía, ya que la diferencia de sexos, no lo dejaba a él compartir las muñecas de ella, pero sí ella podía jugar a la pelota y todos los demás esparcimientos propios de los varones.

De cuerpo muy menudo ellos, siempre aparentaron menos edad de la que tenían y ésto los impulsaba, a tener cierta distancia aunque muy buenas relaciones con los demás chicos.

Y como su carácter amistoso y abierto, siempre los relacionaba de la mejor manera con sus compañeros de estudio.

Aunque había una cualidad que los diferenciaba de todos los demás y que marcaba una gran virtud y peculiaridad, en esta pareja de chicos; la capacidad y el talento de subirse a cuanto árbol se lo propusieran.

Desde muy pequeños, cultivaron esta cualidad, que el entorno de sus casas, rodeadas de montes de acacias y de pinos y allende a la costa, les permitió ser especialistas en este tipo de juego.

En ésto no había diferencia de cual era mejor, ya que la competencia de tantos años, los perfeccionó de tal manera que ninguno tenía supremacía sobre el otro, en lo que a trepar árboles se refiere.

Sus padres, si bien en un principio quisieron impedir ésta clase de ejercicio, con el correr del tiempo y viendo que sus chicos realmente no solo tenían destreza, sino que lo hacían con mucha responsabilidad y con mucho celo por su seguridad, les restaron, con el tiempo importancia.

Se podía decir que su habilidad era archí conocida en el entorno de sus amistades, en el centro de estudios al que concurrían y que los destacaba de los demás muchachos, era en ciertas gimnasias a pesar de su corta estatura; detalle que pasaba a segundo plano en cuanto a competir se trataba.

Ella, hija mayor con dos hermanos varones, uno de ellos, el benjamín con pocos meses de vida y el del medio con cinco años de diferencia con la chica, que ya contaba con catorce, casi quince.

Él, hijo único, ya que su mamá no pudo tener mas hrmanos, a pesar de lo mucho que luchó para obtener el tan ansiado y buscado, nuevo integrante de su pequeña familia.

El padre de ella, “Araceli” tenía y tiene de profesión Arquitecto y su madre estudiaba magisterio, hasta que nació su rallito de sol y primera hija; luego se dedicó a ser ama de casa y aumentar la familia.

Sólo hubo un pequeño susto en el nacimiento de su amada hijita, una pequeña falla en su corazón y que los médicos dijeron que cuándo viniera el desarrollo, tal vez se tuviera que corregir.

Pero con el tiempo, si bien aquel detalle no quedó olvidado; se le fue restando importancia, ya que nunca se manifestó ningún síntoma como para alarmarse y la vida sana y en contacto continuo con la naturaleza, ayudaron a que dicho problema, quedara bastante soslayado. 

Por parte de él, “Javier”, cuyos padres siempre fueron empleados bancarios, los dos y que se quedaron por circunstancias de la vida, con un sólo hijo, que era el divino capital de la corta familia.

Compañeros de siempre, compartían como dije, estudios, juegos y vivencias, primero en la primaria y luego en el secundario.

Aunque sólo se llevaban unos pocos meses de diferencia en la edad, siempre concurrieron al mismo grado de estudios.

En sus ratos libres y enamorados de los bosques adyacentes, los recorrían en busca de hongos, piñas, flores y con la más grande de sus aficiones, la de trepar en cuanto árbol alto que se les pusiera delante y los desafiara con su altura y con su oportunidad de otear a la distancia.

Que les daba el deleite de descubrir, nuevos horizontes y cubrir sus fantasías de juventud, que elucubraban en la sana sociedad de su intimación de toda su corta pero fructífera vida.

Mucho se hablaba en los corrillos del lugar de estudio y en los chismes de las amistades sobre esta sutil pareja.

Que si ya eran novios, o si en el futuro formarían la pareja que todos entreveían, sin comentarlo, las familias de ambos preanunciaban como algo natural que se iba dando con el correr de los tiempos.

Ellos, se reían en su intimidad, de todo esto y lo cierto es que nunca se insinuaron nada mutuamente, porque su sagrada amistad tenía mas visos de hermandad que de otra cosa.

Y no veían la vida sin contar, uno con el otro y en la comunión sagrada de la amistad pura; por lo tanto los comentarios sobre ellos que les llegaban de sus allegados, les resbalaban y les provocaba motivo para reírse y disfrutar en sus largas conversas.

Muchas veces se los veía recorrer por la costa y por los arenales en las bicicletas con las que se trasladaban a su lugar de estudios, siempre en procura de lugares nuevos, donde su diálogo y sus desafíos formaban parte de su particular mundo.

Viniendo de vuelta del secundario, Javier a Araceli; “¿Qué tienes que hacer luego a la tarde?”- (Ellos concurrían al turno matutino)

_”No sé, hoy no tenemos ni gimnasia ni inglés, auque tendría que ir por la casa de mi Abuela, que hace días que no voy ¿Por?”

-“Porque te iba a invitar a recorrer la playa, ya que me comentó mi madre que por el noticiero dijeron que se veían ballenas, muy cerca de la costa, pero si tienes otros planes, lo dejamos para otro día.”

-“A no, no me lo voy a perder, si quieres, vamos y así aprovecho y me llevo la máquina de fotos nueva, que me regaló mi madrina y ya la estreno; ¿Qué te parece?

-“Dale, entonces nos vemos a eso de las tres de la tarde, ¿te parece? Te paso a buscar.”

-“Listo,chau, nos vemos”

-“Chau.”

Recorrieron gran parte de la tarde sin ver ni por asomo, las dichosas ballenas.

De pronto y cuándo ya se veían aburridos de sacar fotos y de sacarse a sí mismos y de vagar varios kilómetros por la costa, de pronto notaron una concentración de gente que se veía a corta distancia de dónde se encontraban.

Hacia allí se dirigieron y de pronto se percataron del motivo de aquel amontonamiento de gente.

A muy corta distancia de la orilla, dos ejemplares de ballena, jugaban y levantaban verdaderos surtidores de agua, que hacían las delicias de la gente, las que se regocijaban con el espectáculo.

La verdad que ahí sí, Araceli y Javier se extasiaron sacando fotos y cambiando comentarios con los que, al igual que ellos disfrutaban del espectáculo que brindaban los hermosos mamíferos cetáceos.

Ya a la vuelta, se decidieron retornar por una calle que corría paralela a la carretera de la costa, o sea por dentro del bosque.

No habían hecho muchas cuadras, cuando de pronto se detuvieron para admirar un enorme árbol que sobresalía de los demás por su altura a pesar de que tenía una pequeña inclinación que daba para el lado de la calle.

Enorme pino y que la pareja nunca había visto, o que tal vez esto se debiera a que no solían deseambular por esos entornos.

-“Mira Javier, que altura y que hermoso se ve; desde allá arriba se debe de ver clarito dónde están las ballenas ¿no te parece?”

-“Hasta podríamos sacar alguna foto “

-“Dale. ¿lo subimos?

Javier, que no estaba con ánimo de escalar, le sugirió: -“Porqué no subís sola, yo estoy echo pomada todavía, con el picado al fútbol que tuvimos ayer en el Liceo“

-“Vos subí, que yo me tiro sobre la pinocha a la sombra y te miro, mientras te controlo el tiempo, porque me parece que últimamente te estoy superando, pero como soy un caballero, no te lo he dicho”

Para que se lo dijo, fue como si le hubieran mojado la oreja, ya que ella tenía asumido, que su destreza siempre fue un poco superior a la de él, esto lo acreditaban los años de mutua competencia.

Aún y a pesar de que sabía que la baladronada de Javier, en realidad, era como un elogio soslayado; aceptó el reto y le dijo: -“Muy bien, tu me controlas con mi reloj, ya que tu nunca traes el tuyo (tal vez, no quieres que se te gaste)-le dijo con ironía que fortalecía al desafío- y luego subís tú y yo te controlo”

-“El que pierde –cotinuó- paga las entradas del sábado al baile, ¿qué me decís? ¿Aceptas o te achicas?

Viéndose tocado en su orgullo, por su querida amiga y a pesar de que ya tenía callos de éstos desafíos, aceptó.

Y pensó para sus adentros, que dejaría que ella subiera y luego, para hacerla enojar; él no subiría, ya estaba saboreando el momento.

-“Bueno dale, ¿estás pronta? ¡Yá!”

Veía Javier con orgullo como su amiga, su hermana, ponía todo su talento en práctica, poniendo la correa de la máquina de sacar fotos en bandolera y acicalada por el desafío reciente; se encaramaba en forma más que rápida y con la destreza que la caracterizaba, hacia la copa del impotente pino, el que pronto dejaría de estar tan orgulloso.

Tal vez, fue el canto de un ave de las que cantan en el atardecer, lo que por un instante, lo distrajo u otro ruido ¡nunca recordó!

Lo que nunca olvidó fue, el golpe que sintió, cuando vio que en medio de la calle de pedregullo, el cuerpo de Araceli, daba un pequeño rebote y quedó tendido como una muñeca, que alguien había tirado.

Tal vez el canto que escuchó, no fue un canto sino un grito ahogado, emitido por la garganta de su querida hermana.

Por un momento, se quedó paralizado y luego emitiendo un grito que más que grito era un sollozo, en dos saltos estuvo al lado del cuerpo que hace unos instantes estaba allá arriba y de pronto todo se quebró y en una escena macabra, la oscuridad del miedo estrujaba su alma.

-“Araceli,Araceli,Araceli por favor hábláme”

-“No te quedes callada por favor”- articulaba mientras sentía que su garganta, se cerraba y no podía emitir mas sonido y su llanto se ahogaba en sus lágrimas.

Aquella muñeca no respondía a sus ruegos, trató de levantar a su amiga y vio que la sangre se le escapaba por su boca y por varios lados de su quebrado cuerpo.

Miró por reflejo hacia ambos lados de la calle y no vio a nadie que lo ayude con su dolor, mientras repetía o quería repetir en su angustia, el nombre de esa carne, que yacía en sus brazos y que sorda a sus ruegos, no respondía.

Estuvo mucho rato besando y gritando, gritando y besando, mientras trataba de limpiar la sangre con sus manos y soplando con fuerza en esa boca, que en una mueca de muerte, no le respondía.

Caía la noche cuando despertó de su letargo de horror y se sintió, el ser mas sólo del mundo, tomando muy suavemente cada extremidad de su amiga, la acomodó como si estuviera durmiendo.

Luego trató de pararse y enderezó su cuerpo, aspiró muy profundo y gritó y gritó, todo lo más fuerte que pudo; Sólo él se oía.

Sus pies lo llevaron hasta la base del antes hermoso pino, al que de pronto, odiaba como nunca pensó que se podía odiar.

Trepó muy suavemente, no tenía apuro; el largo camino hacia lo alto le permitía pensar en lo que haría, pensar en sus padres, en los padres de ella, ¿qué podría decirles? ¡Cómo justificar aquél horror!

¿Las estrellas, lo estarían mirando? 

Sentía frío, mucho frío y de pronto le dio apuro por llegar, Araceli lo estaba esperando y el nunca le falló y no le fallaría ahora, por algo era su mejor amiga, su hermana, su compañera, ¿su amor? 

Que hermosa vista a pesar de la oscuridad, a lo lejos un montón de luces, el mar, ahora iluminado por la luna, semejaba un gran manto.

El viento en su cara, le arrancó una sonrisa, miró hacia abajo y la vio, la vio con el brillo que le prestaba la luna e imaginó que también ella le sonreía, en una sonrisa mortal.

Se dejó caer, así nomás y sin anunciarse en sus movimientos, solo se dejó caer.

Los encontró muy temprano, un jardinero de la zona y dijo que el chico abrazaba a la chica y vio que éste aun respiraba.

Luego, lo de siempre, la ayuda, el milagro de salvarle la vida, el largo tiempo para curar las heridas, de las que se curan.

De las otras, ni hablar.

Son hoy, luego de varios años, el hierro al rojo que nunca enfría y cada vez hiere más por la impotencia y aquel chico, hoy hombre de mi conocimiento que un día, hace ya tiempo me dijo... {CULPA DE LAS BALLENAS} 

Juan Ramón Pombo Clavijo
Del Libro “El Machuca”

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