Cuernos |
Con
varias copas adentro, entre pecho y espalda, de los que vienen recorriendo
“piringundines”; los que caen de rebote y son tres los parroquianos
que atentaban contra la verticalidad y que se hicieron presente en aquel
tranquilo bar. El
uno: __¿Ustedes
creen que yo no sé que ella gusta del “Pancho”, el panadero?—dirigiéndose
a uno de sus dos acompañantes -- ¡Dáme un cigarro hermano! El
dos: ¿Seguimos
con lo mismo? ¡Mozo!...Tres “Kiwis” del Nacional, con hielo. El
tres: <¡No
señor!, del importado, del bueno; yo lo pago y con éste me despido por
ésta noche ¿tamos muchachos? Yo ya estoy en “pedo” y mañana tengo
que laburar.> <¿Vos
querés decir que sabés que sos cornudo? – agregó - ¿O interpreté
mal yo?.> __No
me agredas así, yo no digo que la “nami” me esté metiendo los
cuernos, yo digo que gusta del panadero que hace poco sacó la grande. <¿Pa
mear?...¡Já! ¡Já!
¡Já!> __La
de la lotería “boludo”, un toco así de guita; es capaz que con ella,
le hagamos la cama y dentro de poco, no les dé más bola a ustedes ¡manga
de borrachos!. Todos
rieron estruendosamente y se dijeron una seguidilla de improperios que izo
sentir incómodos a otros clientes esparcidos en las pocas mesas del pequeño
local . Digo
yo, ¿no? nosotros, ¿no podemos entrar en la “rosca”? ¿Somos amigos
o tarritos de cerveza?, dale, vos tenés la papa en la boca.
__No,
no, para nada, vos no entras en ninguna “rosca”, voz lo que querés es
levantarme la guaina, ¿o te crees que no me doy cuenta, de cómo la miras
con esos ojillos de comadreja?. Más
risas y algún grito fuera de lugar, que llevó al “bolichero” a que
les llame la atención. Los
tres”mosqueteros” hicieron un agresivo silencio, lleno de odio en la
mirada y cuando parecía que aquello se iba a poner bravo; alguien
rompiendo el hielo dijo: <Perdón
Jefe, ¿nos sirve otra ronda por favor?, pero del importado, no se
olvide> El
despachador de bebidas, de inmediato se le tiernizó la mirada (después
de todo su cometido era vender alcohol) y apelando a su sapiencia Ibérica,
Español era el hombre; accedió a servirles otra ronda, cuidando de
cobrarles de inmediato, también en esto tenía experiencia. Aquello
continuó así en ese tono de parte de los tres alegres amigos, de a ratos
muy divertidos y de a ratos algo agresivos. La
carga etílica que portaban entre pecho y espalda, después de tal vez
varias horas de berberaje en incontables lugares, estaba haciendo sus
efectos nocivos y no pasó mucho rato en que nuevamente el “gaita” les
amonestara, ahora con más vehemencia, incluso se negó a seguirles
sirviendo. Ahora
los tres adoptaron una postura de cristianos ofendidos e intercambiando cómplices
miradas entre ellos, alguien dijo: ¡Nos
vamos muchachos! Hay otros lugares donde ir y la noche es joven aún. _¡Jefe!...¿se
debe algo? La
respuesta del aludido fue sólo con un agresivo movimiento de cabeza. A continuación y bajo protesta, aquellos tres mosqueteros, salieron raudos a conquistar otros mostradores, dejando a su paso un fuerte vaho de alcohol y tabaco. |
Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”
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