Cartas de “Pupeé” |
Como
una cosa lleva a la otra, fue que me vi involucrado en una involuntaria
situación que trastocó mi vida y la de los que me rodean y la sacó del
cause natural a la que yo la tenía acostumbrada. Tiempo
atrás, o sea varios años ya de ésta historia, yo como todo hombre o ser
humano, me dedicaba a sobre vivir por medio de mi trabajo y con el mismo,
tratar de sostener con el mismo a mi familia, aquellos eran épocas muy
difíciles. Mi
oficio en aquellos tiempos, era el de Instalador Sanitario o conocido comúnmente
como “plomero”. Teníamos
de vecinos de puerta, en aquel entonces a un matrimonio, que con el correr
del tiempo, nos hicimos bastante amigos, sobre todo mis hijos, que
simpatizaron con ellos enseguida. Ella,
una señora de unos cuarenta años; Maestra de enseñanza primaria y que
prestaba servicio en una Escuela ubicada a pocas cuadras de distancia. Él,
también docente, en la Escuela de Artes y Oficios o más conocida como
“Industrial”, enseñaba Electricidad en la misma. Ambos
a su vez y como complemento de sus respectivos trabajos, se dedicaban a un
hobby artesanal, con cuero, que les reportaba una buena entrada extra de
dinero. Aquello
y que desgraciadamente, no tenían hijos, por razones que ya pasaremos a
enumerar, les permitía llevar una vida bastante holgada y sin apuros económicos. Algún
fin de semana, ellos y nosotros, nuestra familia, nos reuníamos para
degustar algún asado, he incluso compartimos alguna “Noche Buena”
juntos. Sabíamos
de sus simpatías por las ideas de izquierda y también, los sabíamos
como participes militantes de un partido político que profesaba ideas
totalmente en las antípodas de las que sustentaban por la fuerza, los que
detentaban el poder y que por aquellos tiempos estaba proscrito.. En
esos tiempos en que el País se debatía bajo las garras de una solapada
primero y luego cruel dictadura. De
ella, Roxana Pietracapina o “Pupeé”, como se la llamaba y conocía,
sabíamos de su imposibilidad de procrear, al haber soportado ciertas
atrocidades de malos tratos (tortura) en una de las varias detenciones,
que ella y su marido, Severino Alderette habían tenido en su larga
militancia como Sindicalistas. Aquellas
privaciones de libertad, no habían echo más que fortalecer las
convicciones de la varias veces golpeada pareja; la que si bien sus ideas
no comulgaban con las nuestras, nunca fue motivo de discusión en nuestra
relación de amistad. La
cosa empezó así. Un
buen día, cuando yo volvía a mi hogar, en las primeras horas de la noche
y luego de una agotadora jornada, al llegar al mismo, me percaté que mis
vecinos tenían alguna dificultad con su vehículo. Metí
mi camioneta en el garaje de mi casa y me les apersoné. Buenas
noches, ¿qué les está pasando? Y
haciendo gala de mi irónico humor, agregué. ¿Porqué
no se compran un auto como la gente?
– Lo dije, sabiendo que con el costo de su vehículo, podrían comprar
varias camionetas como la mía, mi humilde “Austin A-40”, modelo 1954. Me
saludaron sonrientes a pesar de la bronca que en esos momentos tenían con
su móvil. <En
eso estamos> me respondió él, que tenía su cabeza metida debajo del
capó, el que estaba levantado y agregó; <Justo
cuando más necesita uno de los vehículos, es cuando se rompen; hace más
de media hora que estamos renegando con ésta “porquería” y ¡no hay
caso! ¡No arranca!> <Debe
de tener alguna basura, ya que no le va nafta al carburador y a ésta
hora> <¡Justo
ahora!> <¡Qué
desgracia.> De
inmediato me ofrecí para llevarlos a donde ellos se dirigían, a lo que
fueron renuentes en un primer momento, pero dado a mi insistencia,
aceptaron, ya que según aquellos , los estaban esperando. Sólo
tuvieron una salvedad, que tendrían que cargar ciertas cosas en la caja
de mi móvil, que llevaban en la cajuela del coche. Con
premura descargué los bártulos que tenía en la caja de mi camioneta,
mientras ellos cargaban en la misma, un balde con tapa, una pequeña
brocha de pintar y varios rollos de papel, que se me antojó que era de
los del tipo de panadería, los que usan para envolver. Avisé
en mi casa, a mi Esposa de que iría a llevar a los vecinos y que vendría
enseguida a bañarme y a hacerle honores al acostumbrado “viejo y
querido Mate”. Entre
risas y cargadas, nos subimos a la vieja “Austin” y partimos; yo al
volante “Pupeé” al medio y Severino en el otro extremo y tres
personas la verdad, que van apretadas en éste tipo de vehículo. No
habíamos recorrido ni dos cuadras, cuando de pronto, aquella gauchada se
convirtió en un pandemonio. Una
gran camioneta de las que usaba el Ejército se atravesó por delante de
mi sufrida A-40, ignorando su chofer que mi vehículo, no contaba con el
mejor de los sistemas de freno. De
hecho, nos estrellamos contra una de las puertas de aquella, aunque no con
mucha fuerza por suerte y nadie salió herido. De
inmediato nos vimos rodeados por efectivos vestidos en traje de combate y
armados como para ir a la guerra; todo eran gritos y golpes, de ese modo
nos hicieron bajar del viejo vehículo y tendernos de cara contra el
pavimento. Lo
que siguió, para mí, fue como si hubiera visitado anticipadamente las
profundas fosas del averno. Largos
días de interrogatorio, con golpes incluidos, plantones, torturas de
varias formas, mojaduras continuas, colgado de las muñecas, golpes de
corriente en partes muy denigrantes y lo peor de todo, estar días con
nuestro dolor y con nuestras miserias sin poderme asear. De
mis vecinos y circunstanciales acompañantes, ni noticias, a pesar de que
estaban presentes sus nombres en cada interrogatorio. Aquellos
individuos que me agredían e interrogaban con preguntas que ya golpeaban
en mis oídos sangrantes, como un sonsonete, a los yo no veía por tener
mi cabeza metida en una pestilente bolsa con olores de mil orines. Luego
vino mi internación en un nosocomio, varios traslados de lugar, de los
que nunca me pude comunicar con mi familia. Luego
me enteré de las peripecias de aquella por saber algo mí o por lo menos
saber si estaba vivo, así como yo, cientos. Un
día, me entregaron una carta que se veía que había sido abierta y
cerrada muy burdamente. Mi
corazón, recuerdo que dio un vuelco dentro de mi pecho, me imaginaba que
por fin sabría algo de mi familia luego de dos meses de haber salido a
llevar a mis vecinos. Menos
mal que le había pedido a mi amada Esposa que me esperara con el mate
pronto, así ambos lo degustaríamos luego de mi baño reparador. Si
bien en los últimos días, el trato para conmigo había pasado de ser
inhumano a ser casi cordial; porque según adujeron aquellos sátrapas,
que hubo una confusión con mi persona y que no me preocupara más. Según
algún compañero en desgracia como yo, aquello anunciaba que me estaban
“por largar” y que estaban esperando que me reponga de todas las
humillantes palizas que me dieron para que diga cosas de la vida y
costumbres de mis vecinos que yo desconocía. Esperé
que se alejara mi carcelero de turno, después de que me diera la misiva,
luego la abrí con desesperación y lágrimas en mis ojos, me estaba
matando la emoción. Decía
la misma: Estimado
amigo y vecino:
Espero que cuando ésta carta llegue a tus
manos , tu salud esté en su mejor grado, así como tu estado de ánimo. Supimos
de tu familia y a pesar de todos los nervios del primer momento; ahora están
todos más tranquilos. Por
razones obvias, no puedo extenderme mucho pero
te volveré a escribir en cuanto se presente la ocasión. Saludos
de Severino. Besos........
Pupeé.
Tan
corta que era aquella carta y que pequeño el papel que la contenía, sin
embargo para mí significó, un atisbo de ilusión, en aquel odioso lugar.
Aquella
noche, recuerdo que dormí muy profundamente, como desde hacía mucho no
lo hacía, aquella carta me trajo algo de esperanza y por lo menos supe de
mi querida familia. Dos
semanas después de haber recibido aquella grata carta, recibí la
segunda. Hola
vecino:
¿Cómo anda ese ánimo y salud? Espero
que lo mejor posible, nosotros por suerte estamos bastante bien y tu seres
queridos también. Con
Severino, estamos haciendo bastantes artesanías, así que cuando podamos,
las verás y nos aportarás como siempre tu imponderable opinión, que
siempre valoramos. No
te hemos podido ir a ver, pero tengo una gran noticia para darte, que creo
que te va a alegrar y mucho; tu Libertad, (fíjate que se lo escribo con
mayúscula) está muy próxima. Con
tu mujer y tus hijos, estamos programando con Severino, esperarte con un
regio asado con ese vino fino que tanto te apetece. No
creo que te pueda escribir de nuevo, pero pronto nos veremos ¡Dios lo
quiera!. Fuerte
abrazo de Severino y mío..........
Pupeé.-
Cinco
días después de haber recibido ésta carta, la segunda en poco tiempo, las que aún conservo como
si fueran un talismán; recuperé mi Libertad (con mayúscula, como dijo
“Pupeé” en su carta) con la algarabía que eso representa para uno y
para la familia. Ellos
fueron los que me dieron aquella tan nefasta noticia. Severino
y “Pupeé”, fallecieron veinticuatro horas después de aquella brutal
detención ????. El cuatro de Octubre de mil novecientos setenta y ocho..............* Q.E.P.D. * ¡Amigos! |
Juan
Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”
Ir a índice de Narrativa |
Ir a índice de Pombo Clavijo, Juan Ramón |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |