Al morir la tarde |
Se tiñó la tarde al morir, de rojo carmín porque el sol es tímido y le da vergüenza de nosotros y no quiere que lo vea la luna. Tu rostro encendido por él, huele a jazmín, y lo alumbra el tibio atardecer a ultranza y en tus ojos la tarde brilla como ninguna. La fragancia de tu pelo me obnubila y embota en mi cabeza, todos mis sentidos. La magia de la tarde , se va yendo con el sol y con la noche, mi amor por ti, se desboca. Escucho en tu pecho, del corazón, sus latidos, y con el mío, forma tropel que se funde en crisol. Quiero fundirme en ti, ahora y para siempre, que solo la noche sea testigo de nuestro amor. Quisiera juntar las estrellas en bendito cuenco, para saciar en él, la sed de nuestra fiebre. Quiero que sientas en mi pecho el clamor, de mis odas que cantaré de cara al viento. La sal de tus labios tiernos, me sabe a mieles; me quema tu aliento y como llama, me enciende. Que suenen mil violines y los dioses serán testigo que te amo con locura y seré fiel entre los fieles. El mar nos lanzará su espuma porque no entiende que su agua, no apaga el fuego que encendí contigo. |
Juan
Ramón Pombo Clavijo
Del Libro “Plenilunio”
13 de julio de 2007
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