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Canto a las nueve musas
Baldassarre Tommaso Peruzzi, "Musas danzando con Apolo", Palazzo Pitti,
Florencia, 1500-37 c. del libro "Oro y Oropel" |
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I A Euterpe
Hojas que apenas vibran mecidas por el viento, ramas que troncha, rudo, impetuoso huracán, más allá de las horas y de los días, van tejiendo, para ti, un canto y un lamento.
Campanas do el misterio es voz del sentimiento, olas que de armoniosas danzando siempre están, en floración de gracia a tu grandeza dan el ritmo más sutil y el más puro concento.
Y caen los grandes sueños como blancos capullos, como cifras y númenes de astrales pentagramas, sin humillantes duelos, sin altivos orgullos.
Es que la ley suprema que rige tu destino, ha puesto en tus pupilas negras, místicas llamas, y en tu conciencia cósmica, un sentido divino.
II A Clío
En el séptimo día de la historia sagrada, debió crearte el Señor para la humanidad; pero eras va una forma sutil de la verdad nacida con la luz del fondo de la nada.
Soñabas con un reino. Y audaz, casi ignorada,
a los hombres rendiste con
llamarte deidad. modificas, si quieres, por otra figurada.
Amas a los valientes, mas no siempre eres justa.
Te admiran las naciones. Los príncipes te adoran.
mientras brindas
laureles y consagras la gloria. III A Talía
Un telúrico numen de fuerza turbadora, que con luces y sombras ornamenta la escena; y un deshojar de rosas y un castigar de arena como si todo fuera delirio de una hora.
Así el ser y el no ser, alma que canta o llora, pero alma al fin con voz, o triunfa o se condena. Incomprendido anhelo de la humana colmena, que con ritual acento ríe, impreca o implora.
Tú que me viste fuerte, heme vacilante. Heme
como quien duda, pálido;
como quien torpe, teme.
El tiempo huye. Medito. ¿Qué soy sobre la cáscara que en tu mano lilial, una gran mueca imita.
IV A Erato
Como encendida rosa, perfumas la mañana
y la tarde y la noche con tu
aroma sutil. deshojas, venturosa, tus sueños de sultana.
Y te dejas querer. Y te dejas, ufana,
adorar de rodillas en trono de
marfil. y tienes el hechizo de una canción gitana...
Todos sueñan contigo. Y tú sueñas con todos. opone a tus afanes la fuerza o la razón.
Divinizas lo humano con tu fuego divino.
para llenar de luna
tus noches de pasión. A Melpómene
En actitud hierática, miras como abstraída, con tu mirada extraña, lejana, indiferente. Ensombrece, velada sombra, tu blanca frente, el sino ineluctable de ser bella y temida.
Y no existe ni el tiempo. Y la luna, vencida,
se rompe en mil pedazos
sobre él fiero torrente. que envuelve tu grandeza más allá de la vida.
Sin embargo, mañana, tal vez el sol sonría en tus pupilas vagas, inmóviles. Tal vez se insinúe, en tus labios, un poco de alegría.
Pero en mi corazón, ayer alegre, boy triste,
no habrá ya nunca más ni
alegría ni fe...
VI A Terpsícore
Rosa viva de carne. Rosa de fuego, pura como la sangre ardiente, llama íntima del ser; rosa llena de vida, que en el amanecer esparces tu perfume y muestras tu hermosura.
Eres como una estrella que bajó de la altura, rosa de la luz, iris del amor. ¿Quién al ver
tu belleza y tu encanto no te llega a querer ?
La música del viento te acaricia, te mima; tú, sonriendo, te das a ella armoniosamente... y brota de tu hechizo la más extraña rima.
Pero una duda cruel al pensamiento asoma. persigue, que huyes siempre, tus alas de paloma?...
VII
Sueño, sueño hecho canto, sueño de la inasible estrella de la tarde, suprema florescencia de luz y de armonía. Sueño hecho sangre. Esencia que fatiga la forma cual la ola inaccesible.
Cifra, acaso, del orden. O, más bien, invisible
llama. El poeta conoce
tu mítica presencia. como el viento y el mar, un poder invencible.
Pero eres leve, leve. Semejas una nube blanca que en la mañana hacia el cielo azul sube.
Diríase humo aromado, suave humo de sahumerio
VIII A Caliope
¡Qué bronce de campanas hay en tu voz potente
cuando la inspira un
fuerte aliento arrollador? que diríase un volcán lanzando lava ardiente.?
¿Quién con sólo mirarte tu conmoción no siente
y no siente vibrar tu
acento en su interior? que sacude tu espíritu generoso y valiente.
Grave y grande, No ríes nunca. Mas, soñadora, llevas en tu amplia frente un reflejo de aurora, símbolo de tu fuerza, símbolo de tu unción.
La espada del cobarde, y el tirano mezquino,
IX A Urania
Vago sopor de sueño. Nocturno azul brumoso de las aguas marinas. Estrellas temblorosas
como finas bujías, altas y misteriosas.
Sobre la tierra bajan, del cielo luminoso, rayos de plata y oro. Y pasan, silenciosas, fugaces sombras mientras deshoja rojas rosas un vientecillo brujo de aliento voluptuoso.
Larga noche sin tiempo. Clepsidras olvidadas más allá de las horas. Con inquietas miradas busca el hombre secretos en los astros profundos.
Mas no halla en el arcano insondable del cielo |
poema de A. D.
Plácido
del libro "Oro y Oropel"
Revista "Hiperión" Nº 80
Montevideo, 1940
Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay
Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com Fb: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Inédito en el cyber espacio mundial al 10 de noviembre de 2016.
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