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Sólo ella es real en la vorágine.
La sonrisa.
Ojos claros que adivinan
la forma de una flor,
la postura vertical,
o la línea oblicua de tantas
diagonales
en el espacio y las cosas.
La palabra breve que interroga,
ofrece otras palabras, escondidas,
que vibran latentes
en el comienzo de los días.
La caricia, la madeja y las agujas
son semillas del orden
y el trabajo.
Y en el mediodía -la separación solemne y despojada -
llamas rituales preanuncian el retorno.
Morada de Ceres y de Juno sin ornamentación
- a veces con la tristeza del jazmín caído -
trocó,
por el hechizo de la constancia,
en profuso vergel.
Dones por doquier
pasos silenciosos
recorren la distancia
y en el alejamiento
se instauran las pasiones,
la nostalgia y la melancolía del paisaje aquel donde jugábamos
a las escondidas
y éramos
bailarinas españolas con novios.
Y aquí, en el espejo de la imagen soñada,
el cuerpo devora mi cuerpo;
y al amar y sentir,
la angustia de la espera
se convierte en luz y fantasía. |