La república de los tristes - de Mary Acosta - Prólogo - Umbral - por Cristina Pizarro |
El título parece instalarse en una postura proveniente del mundo platónico, con un matiz peculiar que le otorgan los sentimientos y el amor. Desde la cita inicial se va desplegando un itinerario semántico, cuyos hitos están fundados en la importancia de la creación en la vida, enmarcada en la libertad, a través del símbolo del vuelo, que nos permitirá alcanzar la Eternidad. En la estructura bipartita, se vislumbra la observación de la realidad social ante el dolor de lo que acontece y la introspección del yo lírico que logra conquistar su identidad y se plasma en el ser poeta. El espacio de la tristeza es un desierto crepuscular donde se perciben los matices de un color que se esfuma en esa pena expresada en lágrimas. Es la intensa necesidad de la palabra en ruego. Un ondulado lenguaje metafórico va cimbreando el cuerpo que, audazmente, y siguiendo pasos de acróbata, busca el instante de la resurrección. Imágenes impregnadas de sensualidad se rebelan con alquímica apariencia. Es la mujer del chal que expresa su agónica existencia a través del uso metonímico del nylon como provocación seductora. Un ritmo de fuego se mece entre tinieblas y tormentos en esa atmósfera de angustia que no cesa. Los títulos de los poemas, que se engarzan finamente, van conformando un universo temático. Los textos impresionan fuertemente nuestro mundo interior, se enlazan a nuestras propias súplicas y arrebatos. Se mezcla a esta cotidianeidad un vocabulario arcaico extraído de ámbitos celestiales, a veces con una adjetivación profusa que connota ese sopor que produce la melancolía. La nominación alegórica y elusiva esconde el pudor de una concepción cristiana. En la matriz violada, también hay un luto que ansía la paz. Es conmovedora la imagen que se desprende de esa mujer suplicante, ante el miedo de la desdicha. Hay una construcción con forma de paralelogramo constituida por líneas rectas y curvas, como la vida misma. Se observa una oralidad enclaustrada con el sabor difícil de tragar. Besos y cicatrices torturan el cuerpo fatigado por la inminencia de la muerte. Hay un fluir de instancias vividas interceptando la lucha constante. Un tono alentador anima la vigilia. La ofrenda de los versos del puro Romanticismo se erige en un ritual de vida. Una pasión sin fin se despliega de este cuerpo de mujer que clama. La dualidad del cuerpo y alma, a veces se debate entre "infieles instintos", "vísperas profanas del pecado" y "ángulo amatorio virginal" en la "ceremonia de estoico sacrificio" y al fin, "la cosmogonía angelical del ser". Se desliza la palabra poética hacia el encuentro con el ser, con esa subjetividad de mujer que ama. En el recorrido de este bello poemario se instaura la identidad poética como esencia y existencia. |
Cristina
Pizarro
Buenos Aires, 25 de marzo de 2007
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