"Historicidad,
devenir y afirmación de la identidad en La
Tercera Ciudad
de Norma Pérez Martín". Cristina Pizarro |
Introducción La
producción literaria de Norma Pérez Martín se despliega no sólo en la
narrativa sino también en la poesía y en la crítica; en todos los casos
con un alto grado de conocimiento acerca de las distintas esferas del
quehacer técnico- profesional y
con un intenso desarrollo de paradigmas estéticos. La
novela La tercera ciudad recoge un pasado pero no un pasado literal sino
ese pasado que nos envuelve con imágenes selectivas de escenas cobijadas
en nuestro mundo interior. Observamos
construcciones simbólicas impresas con mirada retrospectiva por las
dimensiones histórico -
sociales que impregnan nuestra identidad, especialmente la realidad de
Latinoamérica. Este
sentido de la historicidad se entrelaza a una visión del mundo que
impulsa la conformación de un devenir, posible dentro de las situaciones
límites del acontecer humano. Los
espacios escénicos están representados con una sobria descripción y se
sitúan en tiempos vividos y contados desde las voces y perspectivas de
distintos personajes. La
diversidad cultural se manifiesta en las historias de familia, retratos de
inmigrantes italianos, españoles, alusiones
a una sociedad cerrada, obsoleta, contaminada de prejuicios y que, además,
ha sepultado sus pasiones por temor al castigo. El mito de la caída se
anuncia desde el inicio de la novela y pondrá a la figura femenina
en todo su protagonismo. El procedimiento de la repetición y del
paralelismo le otorga al mito de la caída una suerte de armonía en la
simetría de la construcción del relato. Allí tendrá lugar la
transformación y nacerá una nueva ciudad, esa tercera ciudad que supo y
pudo desafiar las mezquindades y la mediocridad latente en el mundo de las
apariencias. La tercera ciudad nos ofrece no la imagen apocalíptica sino una
nueva etapa fundacional de una sociedad en busca de la plenitud, digna de
los seres que vivimos en pro de la justicia y la paz. Destaco
las apreciaciones vertidas por la escritora argentina María Rosa Lojo[1]: "Esta
novela, lírica en su registro más profundo, triunfa al enlazar en una
coherente trama simbólica, la historia personal e individual de Francisca
Sánchez, con la Historia entera de la sociedad en que vive: la
protagonista del relato y la Argentina comparten la misma "carencia
original", los mismos problemas, las mismas desazones, Francisca, huérfana,
adoptada por las hermanas Magdalena y Victoria Fiorucci, atraviesa la vida
sin develar el enigma de su origen: ni recuerdos, ni rumores, ni viejos
papeles, ni las preguntas que no se ha atrevido a hacer, servirán para el
caso. Sin embargo cuando la novela concluye, eso ya no importa, porque
Francisca ha vivido: ha crecido, se ha entregado a una vocación, a una
lucha política, a un amor, ha sufrido, ha intentado comprender. La
tercera ciudad (la de los "recuerdos y retornos transfigurados")
es la arquitectura existencial que cada uno se ha logrado construir: el
nuevo orden, peculiar, original, creado a partir de los fragmentos, las
esquirlas, los restos de otros mundos, las frustraciones, los sueños." 1. Hacia
el sentido de la historicidad. Una de
las cuestiones de la novela La
tercera ciudad podría estar relacionada
simbólicamente, es decir, al conocimiento intuitivo del
funcionamiento psíquico, a responder a la pregunta que se formula el
hombre: "¿qué debo hacer de mi vida?" De la
solución a este problema ético podría depender la satisfacción o la
insatisfacción vital. A
partir de la búsqueda de la protagonista se indaga no sólo a poder
resolver este problema, sino también a responder a la interrogación última
que concierne al origen del mundo, de la vida, de la sociedad y del puesto
en el cosmos que le toca ocupar a cada uno. Habría, pues una manera de
despertar en el hombre el impulso de adherirse a esta organización
legal, es decir, de descubrir y de realizar el sentido de la vida,
su dirección evolutiva de la que dependerá su valor. De la
misma manera que los mitos de todos los pueblos comienzan con el relato de
la creación del mundo y de la vida, hay un deseo de Francisca de bucear
en sus raíces. Unidad
y dualidad se entrecruzan constantemente. La historia se remonta remontar
hasta el comienzo de la existencia la dualidad y se sostiene en el
procedimiento del conflicto, de la reiteración, la duplicación. Si el
ser como creatura nace de la unión de dos que se aman, aunque en este
caso, si Francisca hubiera nacido por el pecado de mito de la caída, esa
culpa se reflejará en diversos episodios donde el antagonismo no deja
a la protagonista crecer sin ese estado total de perplejidad,
incertidumbre y desesperanza. Habrá
una necesidad de alcanzar el regreso a la unidad a la armonía, que como
tal no puede concebirse sin la dualidad entre un mundo interior y un mundo
exterior, entre psique y mundo. Pero también es inconcebible sin que se
restablezca de nuevo una unión armoniosa entre mundo interior y mundo
exterior, sin la cual sería imposible la vida. Esa búsqueda
de la armonía, unidad en la multiplicidad conducirá hacia la
certidumbre, hacia el devenir. Si
bien en los mitos de todos los pueblos, el hombre simboliza el espíritu,
la mujer simboliza los deseos terrestres, pudiendo ser cada uno de estos símbolos
positivo o negativo, según sus atributos; es la pareja fundamental espíritu-
materia. En nuestra sociedad,
aparecería como una inversión en estos roles y funciones y se genera esa
dicotomía del hombre macho y la mujer hembra. El hombre que posee a la
mujer y la abandona. La mujer víctima del pecado cometido y no merece el
perdón de Dios. La caída
de Adán simboliza la elección falsa, la tentación de confundir el valor
de la vida con el no-valor. En la universalidad del lenguaje simbólico se
encuentra forzosamente incluido el problema ético de los valores y de los
no- valores, es decir, la biogénesis
del conflicto entre valores y no-valores. La
temporalización simbólica condensa en la historia de Adán el problema
esencial de la vida humana. Sin embargo, indica, mediante el símbolo
" pecado original y hereditario" que la tentación de confundir
valor y no- valor son propias de toda la humanidad. Para
el espiritualismo, los valores son de origen trascendente; para el
materialismo, los valores son a lo más convenciones sociales. 2.
La infancia y el devenir La
novela como literatura de recuerdos, recoge las memorias
de la niña y la adolescente, en tanto una
proyección del adulto. La infancia es reinterpretada
en función de propia historia, el devenir, lo que nos queda de
ella, en estado consciente. La ficcionalidad reinventa esos primeros años,
ya que en la realidad no podremos ser totalmente verídicos sobre las
vivencias infantiles. El
trayecto ficcional es un ir al encuentro de su propia infancia en las
historias que cuenta. La voz del narrador aparece representada: por el
silencio, lo invisible, la fantasía, la evocación, el recuerdo, la
nostalgia. Siguiendo
a Elisabeth Roudinesco Y mañana qué...
( Derrida-Roudinesco,2003) La
idea de que la mejor manera de ser fiel a una herencia es serle infiel, es
decir, no recibirla literalmente, como una totalidad, sino más bien
pescarla en falta, captar su "momento dogmático". El narrador
le permite a Francisca la posibilidad de inquirir, analizar, comparar,
reflexionar, establecer analogías. Francisca
no sabe su procedencia genuina y auténtica. Hay una actitud
contradictoria, al no saber qué hubo antes, no se siente un sujeto libre
de elegir. ¿Cómo apropiarse de un pasado que se sabe que en el fondo
permanece inapropiable? Es
preciso no sólo aceptar dicha herencia, sino reactivarla de otro modo y
mantenerla con vida. No escogerla (porque lo que caracteriza la herencia
es ante todo que no se la elige, es ella la que nos elige violentamente)
sino escoger conservarla toda la vida. En el fondo, la vida, el ser - en -
vida, se define, acaso por esa tensión interna de la herencia por esa
reinterpretación. Francisca necesita una reafirmación de su identidad
familiar, individual y la convertirá en una elección y una decisión en
la forma de vida comprometida con la sociedad y su historia. La añoranza,
la nostalgia, el culto del recuerdo permite dejar la vida en vida, hacer
revivir, saludar la vida, "dejar vivir", en el sentido más poético
de lo que, por desgracia, se transformó en eslogan. Saber
"dejar", y lo que quiere decir "dejar" es una de las
cosas más bellas, más arriesgadas, más necesarias que conozca. Muy
cerca del abandono, el don y el perdón. El devenir. La
idea de la herencia implica no sólo reafirmación y doble exhortación,
sino a cada instante, en un contexto diferente, un filtrado, una elección,
una estrategia. Un heredero no es solamente alguien que recibe, es alguien
que escoge, y que se pone a prueba decidiendo. También la herencia, en el
sentido amplio pero preciso que doy a esa palabra, es un
"texto". La afirmación del heredero, naturalmente, consiste en
su interpretación, en escoger. Él discierne de manera crítica,
diferencia, y eso es lo que explica la movilidad de las alianzas. 3.-Afirmación
de la identidad La
Tercera ciudad de NPM es una
novela que trata de una mujer cuya identidad está representada por la
imagen que ella misma ha construido a partir de los recuerdos de los vínculos
familiares e individuales. En esta novela los vínculos entre
historicidad, devenir y afirmación de la identidad constituyen una búsqueda
ligada a la singularidad del ser femenino y el espacio de poder en el que
instala la mujer en nuestro contexto. Hay un escenario de la sexualidad que
se transforma desde una visión burguesa de principios del siglo XX
apuntalada por comportamientos predominantes y diferenciados de clases y
roles sociales. La construcción de la identidad del
sujeto se va configurando a través de un genuino discurso narrativo en
donde los personajes juegan a enfrentarse con la realidad que los acecha. La sexualidad reprimida y el quiebre
de la palabra darán lugar a la creación
y a la libertad de expresión en la afirmación de la identidad
femenina que es la intensa búsqueda de Francisca. El plano de la fábula o historia
consiste en el relato biográfico de Francisca Sánchez. Sucesos,
episodios de la infancia, adolescencia y juventud. La protagonista Francisca alude a la
tercera ciudad. El título de la novela alude metafóricamente
a distintas etapas fundacionales de la ciudad como espejo de las etapas de
nuestras vidas. Serían
los distintos rostros que aparecen en
la protagonista de la novela de P.M., como
dos espejos, dos unidades. Una suerte de ambivalencia del espíritu
visto desde la fenomenología, de modo que se van entrelazando las múltiples
imágenes de infancia que se esconden para desafiar las exigencias de la
sangre atribulada. Francisca intentaba refugiarse, consolarse en el mundo
de la ficción: las novelas, el teatro. En una etapa, en la casa
escuchaban los radioteatros, después ella comprará un televisor y serán
los teleteatros los que sustituyen la contemplación, especie de
voyeaurismo de la vida de los otros, cuando la vida propia se torna hueca,
vacía, carente de sucesos, acontecimientos entre la pérdida de la
infancia los recuerdos, la recuperación del camino perdido. Será también
un reflejo
propio de la soledad en ese desdoblamiento,
la doble visión: del ayer al hoy, del pasado al devenir. La multiplicidad de planos que
reescriben el mismo fenómeno: el origen, las raíces en una temporalidad
narrativa donde se van articulando en secuencias (etapas, períodos) desde
Francisca niña (en el recuerdo?) hasta la adultez. Escenas de vivencias
de la mujer protagonista y las huellas que de dichas vivencias permanecen
en la escritura. El
interrogante que subyace: ¿Hacia donde vamos? ¿Acaso recuperar la
memoria para poder reencontrarnos? Los
personajes disfrutan cada uno de los momentos por los que pasan y por los
que viven. La tematización se va construyendo a
través de una escritura dialógica y polifónica. Lo dialógico y lo
polifónico no sólo se da en la conjunción de los personajes sino que
también se patentizan en la misma voz del narrador. Se establece la
mirada especular Francisca contemplándose a sí misma al unísono que va
observando en la mirada del Otro y de los otros. La mujer que se mira a sí
mima. Actitud autorreflexiva. Camino de búsqueda. Espacios. Lenguajes.
Amor. Cuerpo. Sexo. 4. Pluralidad
de sentidos y constextualización dialógica. Una sucesión de veinticuatro capítulos
que se van encadenando para construir la urdimbre es la trama de la novela
cuya apertura pone, en primer plano, la casa de las incertidumbres,
rebeliones, cuyo jardín le permite a la protagonista Francisca Sánchez
tener acceso a un paraíso para leer, estudiar, crecer interiormente. En
el jardín, la vegetación pone de manifiesto la vida que se regenera periódicamente
sin agotarse. Hay indicios metonímicos depositados en ciertos objetos,
muebles: la cama, el ropero, las bibliotecas, el arcón. La casa así como
también dichos objetos nos remiten a símbolos de lo femenino en cuyo
interior se penetra, se guarda. Serán en La tercera ciudad sólo recuerdos los que van hilvanando la historia
de una niña que se asombra, inquiere, se deleita con las anécdotas de
gente que ama la libertad, se fastidia
por tanto recato pero no se atreve a preguntar, se anida en la
escucha de Piti, un doble, un desdoblamiento de la niña que siente su
orfandad con la desesperanza de quién necesita conocer sus raíces. Ese
otro yo, ese alter ego, como sombra irá acompañando a Francisca Sánchez,
( el mismo nombre de la amada de Rubén Darío que lo cuidó los últimos
días de su vida. Una mujer que sólo se podía definir por la pura
entrega y emoción). No será así la vida de Francisca que cultiva su
intelecto con sabias lecturas, es una aplicada alumna y llega a los
estudios universitarios asumiendo
también un compromiso social y político de su país en la hora en que le
tocó vivir. Tal vez, esa remembranza de la española Francisca Sánchez,
amada de Darío podría duplicarse en Rosa Sánchez de Chevalier, quien
había dado a luz una niña, a los diecisiete años, siendo soltera. Es sorprendente que la duplicación
se va poniendo de manifiesto en distintas etapas de la novela, a modo de
antinomias. Francisca/Piti; Nono Carlos /Juan
carpintero de Villa Gessel; Inés, asturiana/ Ramona paraguaya. La figura de Inés, se construye como
mujer libertaria, trabaja duro para ganarse el pan, lejos de la opresión
de hombres egoístas, como el tal Marcelino de su familia. Busca la
independencia. Manifiesta una rebeldía ibérica, y se expone ante la
simpatía que siente por Evita,[2]
mujer que en su contexto, se erige como heroína y salvadora del pueblo. Para las tías, la figura de Eva, era
como la de Rosa Sánchez, la
madre de Francisca, una mujerzuela, una perdida. La figura de Ramona incentiva en
Francisca un proceso de toma de conciencia de la realidad, ligada al duelo
por la pérdida de su tía Victoria, en
confrontación con los hechos se produce un aprendizaje de vida que
la conducirá a poner en marcha sus inquietudes comprometidas con la causa
político social del momento, donde bullían como hervidero las ideas
marxistas entre los intelectuales y las demandas de los trabajadores,
nucleados alrededor de los principios de justicia social. Las historias contadas por Inés
integran la trama de la historia de Francisca. Padre ausente/ Ovidio Souza. Para Ovidio Souza "hay
dos tipos de mujeres en el mundo. Unas son señoras y las otras trapos que
se usan y luego se echan a la basura."(95) Padre deseado/René Jartum. Padre idealizado/maestro Iglesias "Una
vez más, me fabriqué un modelo de barro. ¿Nunca aprendía, nunca pude
mirar a la gente en su estatura exacta?"(p
121) Rosa Sánchez /Solange Vigny. Para Solange, mujer de avanzada,
belga, madre soltera, "los
hombres son simples semillas al servicio de la mujer. Ellas, son
las únicas gestadoras de vida"
(91) Mabel, "insistía
en que el amor, en el mejor de los casos, suele ser un pasaporte
transitorio, una fantasía en medio del naufragio"(100) Victoria/ Magdalena. Actitud tibia y débil, dureza por el
otro lado. Jerónimo Ressio/Ovidio Souza. El espacio de la novela une dos
planos: el plano del recuerdo desde la mirada de ese otro que hay en la
identidad de Francisca y el plano de los sucesos en donde transcurre la
vida de Francisca y la vida de los personajes que fueron el espejo en la
construcción del proceso de identificación
individual y singular como mujer y como ser que vive forjando sus ideales
en la construcción de una identidad social colectiva. OBRAS CITADAS Derrida,Jacques, Roudinesco, Élisabeth,
Y mañana, qué…México, Fondo de Cultura Económica,2003. Pérez Martín, Norma, La tercera ciudad. Buenos Aires, Editorial Francachela, 2003. |
Cristina
Pizarro
Instituto Literario y Cultural Hispánico
XXIV Simposio Internacional de Literatura del 9 al 14 de agosto de 2004.
"Afirmación de la palabra y rescate de valores"
Temario: Revalorización de la historia familiar e individual.
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