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H. D., el viejo maestro Publicado, originalmente, en: Marcha Montevideo Año XVIII Nº 864 31 de mayo de 1957 pdf |
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Una fuerte corriente de interés por la enseñanza del pasado se advierte a comienzos de este siglo. La diversidad de manuales entonces publicados, los nuevos programas que ampliaban el período de la historia nacional que debía estudiarse en los institutos oficiales, son pruebas de cuanto afirmamos. El siglo XIX, en el que había transcurrido la etapa principal de nuestra formación política, se ofrecía ya al observador y al estudioso con la perspectiva de un ciclo definido que exhortaba a la labor de síntesis. Fue entonces que un didacta francés llegado a nuestro país en 1898, Gilberto Eduardo Perret, Hermano de la Sagrada Familia, aplicó sus aptitudes a la redacción de un manual de historia nacional. El Hermano Damasceno no era propiamente un historiador, ni un investigador, ni un erudito. Era un pedagogo, un didacta capaz de englobar dentro de las grandes líneas de un manual los conocimientos esenciales para la enseñanza de cualquier disciplina, con la claridad y don de síntesis propios de los maestros de su raza. Identificado con el país, seducido por la historia de un pueblo que reflejaba sus luchas por la libertad, el Hermano Damasceno emprendió su obra con la equidistancia de quien estaba ajeno a los bandos políticos y con la madurez de juicio que le daba su cultura universal. Sus fuentes de información fueron las obras de consulta más autorizadas de que se disponía en la época, las de carácter didáctico hasta entonces publicadas de las que sin disimularlo, antes por el contrario haciéndolo constar, aprovechó todo lo útil y bueno que podían brindarle. • El “Ensayo” de Historia Patria El Hermano Damasceno al redactar el "Ensayo de Historia Patria" tuvo, además, a la vista y tomó como guía en algunos aspectos, a los manuales franceses que le eran familiares. No olvidó entre ellos al viejo "Compendio de Historia Universal" de M. Daniel —posiblemente el que usó en su patria en sus tiempos de escolar— cuyas nociones preliminares reprodujo con pequeñas variantes; pero en particular, y a los efectos del método expositivo, siguió el plan general de las obras de Víctor Duruy, del Abate Drioux y Gustavo Ducoudray, libros desarrollados con sujeción a la disciplina lógica de la cronología, que sustituyeron a las antiguas historias de exposición maciza, en los cuales los hechos se desarrollan en distintos grados según su importancia y carácter. H. D. subordinó el plan de su obra al orden cronológico que siguió recordando la sentencia de Taine: "El orden cronológico es el más hermoso, porque es el más natural". Dio a las fechas, jerarquizadas por su importancia, el valor y la utilidad que deben tener en una obra destinada a fijar conocimientos generales. Refiriéndose al punto, a lo ocurrido en Francia, su tierra natal, expresó: "Un tiempo hubo en que las fechas eran allí lo esencial en el estudio de la Historia y el principal objeto de los exámenes. Vino después la reacción, en que so pretexto de corregir el abuso, díóse en el opuesto; pero los anacronismos garrafales en que incurrían los examinados demostraron bien pronto que la Cronología era indispensable para el estudio racional de la Historia". H. D. se colocó en este aspecto y en otros en el justo medio. "Los textos existentes, hay que confesarlo —escribió en 1901— aunque escritos por personas de mucha erudición, adolecen, todos de un gran defecto, pues son demasiado detallados para que se les pueda usar como libros de estudio, y demasiado abreviados para constituir un interesante libro de lectura". Con sujeción a estas ideas H. D. concibió su manual apartándose de todos los modelos locales que le habían precedido y adoptando, con un criterio original, las sugestiones de los modelos europeos al caso particular de un país en el que había que suplir la ausencia de libros de tradiciones y de lecturas históricas. El proceso de la historia nacional desde los orígenes hasta los albores del siglo XIX se desenvuelve en cada uno de los capítulos del "Ensayo de Historia Patria", publicado en 1901 en tres planos distintos. En el manual propiamente dicho el autor expone los hechos en forma clara y concisa. Del cuadro general de la época toma para el relato los acontecimientos fundamentales. Cuando destaca algún detalle lo hace siempre por su eficacia didáctica. En otro plano, y en otro lugar de la página y en un cuerpo distinto, desarrolla un programa de lecturas históricas tomadas de obras y autores de diferentes épocas. La exposición cronológica y sintética de los hechos y las lecturas que descubren los rasgos y el color de cada período, son a la vez complementadas por la serie de esbozos biográficos de los personajes notables que se suceden en el decurso de la historia. H. D. logró dar en su "Ensayo" una perfecta trabazón y unidad a los tres planos en que desenvuelve la obra: la exposición cronológica, el libro de lectura y la galería de hombres notables, que colocan al estudiante en presencia de los elementos capaces de proporcionarles la sugestión del pasado. El profesor es quién debe animar esos elementos que el autor del "Ensayo" ha puesto al alcance del alumno. El libro de texto es un medio y no un fin en la enseñanza. A través de las lecturas incorporadas por H. D. a las páginas del "Ensayo", en las que se suceden el relato de una batalla, una anécdota, el fragmento de un documento representativo, una crónica de costumbres, el juicio sobre un personaje o la descripción de una escena, el estudiante se familiarizó con los autores de la historia del Río de la Plata; Schmidel Funes, Mitre, Díaz, De María, de la Sota, Bauzá, Arreguine, Maeso, Zorrilla, Acevedo Díaz, de cuyas obras se transcriben pasajes seleccionados siempre con acertado criterio, Antes de H. D. un solo autor había utilizado el grabado como elemento auxiliar y complementario en la enseñanza de la historia. Nos referimos a Enrique M. Antuña, colaborador de Diógenes Hequet en la magnifica realización de los hoy olvidados "Episodios Nacionales". H. D. en las sucesivas ediciones del "Ensayo" ilustró sus páginas con el más variado y rico conjunto de elementos iconográficos reunido entre nosotros: grabados que representan indios, ganchos, soldados, conquistadores, gobernadores y prelados, escritores y artistas, episodios memorables, batallas, congresos, escenas costumbristas y tradicionales, cromos con escudos y banderas, monedas y medallas, planos, mapas y croquis engarzados en la composición tipográfica de cada página a la que esa variedad de elementos da un encanto especial. • Los valores del “Ensayo” Al resumir con acierto los hechos, y traer en su auxilio las lecturas selectas y los grabados elegidos ; poder de evocación H. D. logró animar su libro con aquel soplo vivificador que Carlos María Ramírez echaba de menos en las páginas escritas por la pluma pulcra pero fría de D. Francisco Berra. A estos ligeros apuntes sobre el plan de la obra y método del autor habría que agregar algo que dio al “Ensayo de Historia Patria” un sello inconfundible. Nos referimos al estilo y al tono en que está escrito. La fuerza didáctica del estilo de H. D. es indiscutible. Al comenzar los capítulos su don de síntesis logra frases de una eficacia tal que fijan con naturalidad en la memoria el concepto principal del tema a desarrollar. "Me he esforzado en ser sencillo y conciso —expresó en 1901— procurando siempre decir mucho en pocas palabras'’. Cuando adjetiva traza siempre en una palabra el retrato moral del personaje. En la leyenda al pie de un grabado lo resume todo. Así resultará difícil referirse a la invasión portuguesa de 1816 sin decir que ella se efectuó "so pretexto de pacificar el país”; más difícil aún nombrar a Manuel de Sarratea sin calificarlo de "intrigante” y observar un retrato de Juan F. Giró sin recordar que “su gobierno fue tan agitado como breve”. H. D. convirtió la historia del Uruguay, hasta entonces fragmentada por absurdos temores y controvertida por los odios y las pasiones partidistas, en capaz de conciliar “mediante el culto común" de la tradición nacional, evocada en las páginas del “Ensayo” en un tono cordial y bondadoso, con amplitud de juicio para explicar el error, con generosidad para exaltar los valores positivos, con énfasis para poner de relieve las manifestaciones del progreso, con optimismo frente al porvenir. Todo ello envuelto en un diáfano y a veces ingenuo sentimiento patriótico y religioso que a nadie pudo haber hecho mal. Logrado su libro, H. D. adoptó respecto del '‘Ensayo’* una actitud ejemplar. Vivió consagrado a mejorarlo. Sin ser un investigador de archivos ni de bibliotecas, se mantuvo atento a todo cuanto se publicaba y pudiera ser de utilidad para su obra a la que fue incorporando en sucesivas ediciones los elementos representativos aportados por las nuevas investigaciones, ya se tratara de un documento, un grabado o un juicio que modificaba viejos conceptos. Con franqueza y sencillez rectificó los errores de datos y hechos como las opiniones equivocadas de su libro (errores que no eran sólo suyos sino de todos) cuando la crítica o la investigación puso de manifiesto los nuevos elementos de juicio. En la medida humana en que ello puede lograrse a través de medio siglo, mantuvo su obra al día, recogiendo con honradez el fruto de su trabajo de todos los estudiosos, dando a cada uno lo suyo y al “Ensayo” el carácter de un repertorio clásico que no obstante renovarse en cada edición, conserva intactos para cada uno de nosotros el rasgo de la época inolvidable en que por primera vez llegó a nuestras manos. Cuanto expresamos acerca del “Ensayo'', su obra maestra, debe hacerse extensivo a los manuales destinados al curso elemental y al curso medlo, y a la “Cronología” no menos valiosa, serie didáctica a cuyo perfeccionamiento el autor consagró una dedicación en la que se confunde su fervor por la enseñanza y su amor al país. Las obras didácticas de H. D. nunca fueron declaradas textos oficiales. Otros manuales publicados por distintos autores les disputaron en la época el interés y la atención de los profesores y de los alumnos. Algunos de esos manuales no estaban desprovistos de reales méritos. Pero sin que mediara el peso de ningún factor oficial, antes por el contrario, los textos del Hermano Damasceno, el “Ensayo", en particular adquirieron hondo arraigo en los centros de enseñanza y fuera de ellos. H. D. pasó a ser una fuente de información popular, de divulgación histórica de una y otra generación no obstante los reparos que suscitaba en muchos espíritus las frecuentes invocaciones religiosas de un autor que logró mantener durante cincuenta y cinco años el interés en torno a sus libros, en un país al que sí ha querido imprimir una orientación laicista tan radical. Esa supervivencia del “Ensayo”, testimoniada por las diez ediciones realizadas durante medio siglo, lo que configura un caso excepcional, no transcurrió bajo el signo de opiniones siempre favorables. La obra ha tenido sus impugnadores. En algún caso la reacción contra ella suscitó iniciativas que adquirieron gran resonancia. |
Publicado, originalmente, en: Marcha Montevideo Año XVIII Nº 864 31 de mayo de 1957 pdf
Gentileza de Biblioteca Nacional de Uruguay
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