Vivo entre los otros
y revivo
en esta terquedad
de legítima mordedura
que lastima hasta el hueso.
Y hace de mi
la espina testimonial sin malicia,
porque el halcón dejóme sus heridas
hasta sentir el vuelo del rescate.
El ángel sufrió calladamente
para mostrar el cielo de la tierra;
el tiempo del amor que habita en tu interior
afrontando la lucha tenaz de la existencia.
Quizás comprendas
que entre el halcón y el ángel
nos sumergimos en la luz
de la palabra misionera.