CAP I - Memorias de los Jóvenes Años
Nelly Perino

Muchas veces retornamos a las circunstancias que vivimos. Somos tiempo que se encierra en los aguijones del amor sembrando en la piel de los días el sueño que nos reclama, sumándose en lo transitado la calidez del afecto, el compañerismo y la amistad.

Los lazos familiares sostienen las paredes del hogar que pintamos con la esperanza, y ya crecidos volvemos a revivir los consejos paternales, acariciando el panal de la niñez, la dulzura amorosa o la impresión inevitable que nos raptó la alegría.

 

Cada raíz tiene su propia tierra y el riego que la hace fecunda y cada pueblo en su destino, la extiende desde el centro gravitante donde arranca la iniciación de su historia con sus características y renovadas estructuras. El hombre viene y va, es peregrino en sus propios paisajes, crece con la voluntad, se reafirma en su conducta.

 

Pensamos en la Paz que se va logrando en la progresión espiritualizante a través del propio esfuerzo y sacrificio, en esa lucha por la subsistencia - muchas veces heridos - en los golpazos de los días adversos, asistidos por la esperanza que nos roza como un inquieto sueño.

Aspiramos desterrar el odio, la crueldad y la violencia y somos concientes de los desequilibrios que llevan a la destrucción. Nos lastiman los desencuentros, la desoída prédica acerca de los beneficios que nos aportan la bondad y el amor.

Ratificamos la conciliatoria invitación que va transformando las realidades hacia el sendero renovador que conduce con armonía al bienestar común, sin los horrores de la guerra, las agitaciones y la violencia que impera en el mundo actual. No hay peor miseria que la ignorancia. Soñamos con el hombre identificado con el amor, sin estrecheces tiránicas y egocéntricas, cimentando los objetivos sin limitaciones ni separatismos y con la practicidad del deber a cumplir solidariamente hacia el futuro, liberado de bajas ambiciones y sintiendo el desprendimiento, para su propia salvación. Es la milagrosa aventura de vivir, que nos enfrenta a las marejadas de los siglos donde resuenan los ecos de tanta sangre alada rondando en los antiguos campanarios que aún llaman al reencuentro.

 

En los avances y logros está también la impactante contracara, entre el bien y el mal. Vivimos la era de los deslumbramientos (la TV, el video, la computación, el Fax, Internet que nos conecta con las diversas redes de información, etc.) en la que sin tomar conciencia, estamos cada vez más incomunicados espiritualmente.

Testigo de estas marejadas, intenté mantener encendida la llama perdurable del amor, con la voz de Dios y la luminosidad guiadora, despojada de intereses transitorios.

Hablar de mí pueda resultar tedioso porque nunca alcancé a franquear los portales de la perfección, conozco mis limitaciones. Solo puedo ofrecer a través de este libro, los acercamientos con tantos hombres y mujeres ilustres que gravitaron a mi alrededor y brillan en la constelación de la gloria. De estos equilibrios se nutren y regulan las nuevas fuerzas, como tallos vivos erguidos en el basamento histórico que da respuesta a los privilegiados destinos.

Para llegar a ellos debo retroceder, hundirme en las cosechas de sus siembras luminosas y ante todo, calzarme las sandalias de la sinceridad.

Hacia los caminos de la poesia

Salteo charcos de lágrimas que no se evaporaron totalmente porque el recuerdo aflora y dejó en lo imprevisto sus burbujas, en el ciclo de la muerta primavera con la que me refugié en mi pozo de agua inquieta.

Ya había descubierto mi pasión por la lectura.

¡A tantos escritores podría citar!. Releía páginas y poemas hasta memorizarlos apoyándome en ese báculo prodigioso al repetirlos.

En ese aluvión de voces interiores, desgrané las espigas de la esperanza junto a las obras maestras que fueron y son mi compañía, como fiel custodia con su nutriente belleza.

Tiempo de juventud como la misma tierra que se prodiga reverdeciendo. Juventud que como pétalo de porcelana se quiebra sin darnos cuenta, porque nada es estático. Irremediablemente los caminos se modifican o se bifurcan. En el apremio indoblegable de la creación debí recluirme en la morada del silencio.

Un poema que surgió de esa etapa de mi vida fue "Por defender el sueño salí a luchar soñando", poema que escribí convencida de que hay que dejar volar al pájaro de la libertad antes que se hiera y desangre.

 

" ¡ Por defender el sueño salí a luchar soñando !.

quebrado ayer volvía envuelto de dolor a la memoria ./Anduve, entre el sudor a hombres

hombres de mi pueblo, anduve .

Hombres como máquinas con olor a humo, sucios de grasa y barro

manchados de miseria, ganándose el sustento /Peligrando en estribos de ómnibus repletos

entre el cruce de voces gastadas de cansancio. Anduve. Pero antes fui burguesa con el otro prestado aquel que era muy mío( porque la ley lo dice).

En mi noche se yergue el ideal y ahora

el trigo se me da, labrando amaneceres.

El techo que sostengo tiene sabor distinto

y amaso pan de estrellas que comparto en mi mesa. Anduve como otra mujer entre mujeres,

pero con una lágrima siempre pronta a nacer defendiendo mi canto.

Palparon rostros mis pupilas húmedas,

rostros de inocencia, de maternal dulzura, o amargura extraña / El campanario tañía...tañía. / Anduve. /

¡ Por defender el sueño, salí a luchar soñando .! ".

El pasado es la vigencia de lo trascendente. No podemos renegar de él.

Muchos podrán con más precisión ahondar y exponer densas biografías o dedicarse al análisis crítico de la obra que presento en este libro. Yo simplemente narro lo que la vida me fue dando, premio que atesoro con hondo agradecimiento.

¿ Cuántos fueron ?, ¿ cómo se llamaron?, uno a uno trato de pincelar en sus crisoles de lunas invencibles dentro del fermental quehacer y proyecciones de sus pensamientos. Varios se encuadraron en el oro vivo del cariño permanente y recíproco en la comarca de raíces que me nutrieron.

Todos se imprimieron indeleblemente en mi corazón.

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Lo conocí cuando visitaba nuestra escuela semanalmente. Su talento, sensibilidad y sencillez ofrecían de inmediato espontánea comunicación y asimilé su labor pedagógica como sólido cimiento en mi formación. Lo que se aprende desde niño se graba por siempre y la imagen de quienes nos guiaron en ella permanece muchas veces nítidamente en la memoria.

La sabiduría del gran maestro, con su elocuente palabra, impregnó de magia esos años en los que trasmitió el ejercicio docente.

Muy lejos estaba de imaginar aquella alumna de once años convocada por tan grande personalidad - que tímidamente pasara a leer una redacción y contestara preguntas al respecto- que las elogiosas expresiones de aquel inolvidable día signaran una vocación, vaticinadas por el Profesor a mi maestra María Abate cuando le expresó: "Esta es una niña creadora". Esas palabras fueron creciendo conmigo. La vida transcurrió y el reencuentro con él, fue un premio maravilloso e invalorable que enriqueció mi sed por su sabia y cálida personalidad, en los frecuentes encuentros que se fueron sucediendo en el Instituto al que tanto empeño dedicara.

Años después, tuvimos la dicha de homenajearlo en una conferencia que ofrecimos sobre su " Vida y Obra" .

Su ejemplo es vida eterna, su palabra acción y profecía que más allá de la fugacidad ha de perdurar sobre el cambiante corazón de los siglos, y profetizaba:

"Nuestro superior destino es el crecimiento en la vertical, única dirección en la que no hay, egoísmo de fronteras, ni conflictos de límites, ni sujeción del débil por el fuerte".

El poema que es vida y transcurrencia queda como testimonio,, ofreciéndole en él, todo mi reconocimiento y admiración:

Al Maestro Clemente Estable

La serena presencia iluminando

vuelve desde el ayer y en este día

brindo con mi sentir la profecía

cumplida en el andar que se fue dando.

 

Era niña; tal vez venía asomando

una alondra en la sangre y buscaría

el horizonte azul de la poesía

mientras sus alas iba desplegando.

 

Fue el Maestro genial Clemente Estable,
que resopló la chispa inseparable
del sueño en la belleza revelada.

Y en las aspas del tiempo transcurrido
su voz vuelve en el aire sin olvido
por mi senda de luz transfigurada.

Nelly de Perino 
De su libro de Memorias "En la Piel de los Días" 2002

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