Gotan de Estado de exilio (2001) |
Yo adivino el parpadeo de
las luces que a lo lejos van
marcando mi retorno No,
nadie te esperó, nunca. No
te esperaron los árboles que
habías plantado ni
la estatua del indio herido en
bronce enmohecido No
te esperó tu tía abuela que
murió llamándote ni
la silla de mimbre que vendieron ni
la calle que
cambió de nombre El
mar no espera nunca y
en su ir y venir no
hay Arrabal amargo no
hay Mi Buenos Aires querido cuando
yo te vuelva a ver No está Osvaldo Soriano con su gato recogido
en la rue que
maullaba en francés ni
la dulce francesita que te salvó de los flics una
noche de invierno, en París No
está Raquel que vendía periódicos y
preservativos y sabía el nombre de los árboles aún
de los más viejos No
adivino el parpadeo de las luces que
a lo lejos van marcando mi retorno No
hay retorno: el
espacio cambia el
tiempo vuela todo
gira en el círculo infinito del
sinsentido atroz No
quiero volver con las sienes marchitas las
nieves del tiempo platearon mi sien No
quiero un arrabal amargo metido en mi vida como
una condena de una maldición ni
que tus horas sombrías torturen mis sueños No quiero que el camarero del Sorocabana me
pregunte, treinta años después: “¿Un capuchino, como
siempre?” Siempre
no existe, Gardel
murió y
la Tana Rinaldi también emigró. Quiero
otra luz, otro mar, otras
voces, otras miradas romper
este pacto de nostalgia que
nos ata, como una condena de una maldición y
no volver a soñar con el barco que atraviesa una mar oscura para
devolverme a la ciudad donde nací. No
hay Volver no
hay arrabal Sólo
la soledad es igual a sí misma. |
poema de Cristina
Peri Rossi
de: Estado de exilio (2001)
Ver, además:
Cristina Peri Rossi en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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