Solidaridad y democracia radical según José Luis Rebellato
por Edgardo
Pérez y María Gracia Núñez (Comunicación en el Encuentro sobre la noción de Solidaridad, Facultad de Humanidades y Ciencias, Montevideo, 2 y 3 de octubre de 2003 en Actio 2.2, marzo de 2004. pp. 23-43)
http://www.fhuce.edu.uy/public/actio/num2-2/Nuniez.pdf
Resumen
El
presente trabajo es una elaboración de algunas conclusiones a las que
arribamos en el libro Introducción
al pensamiento de José Luis Rebellato: teoría, práctica y praxis,
resultado de la recopilación de trabajos éditos e inéditos de Rebellato
y producto de la investigación que realizamos en la Multiversidad
Franciscana de América Latina entre 2002 y 2003[1]. En esta ocasión,
tratamos de proporcionar un panorama general del pensamiento de este filósofo
uruguayo quien sostiene, en síntesis, que la filosofía se realiza en la
praxis. En tal sentido, su reflexión sobre la noción de “democracia
radical”, sustentada en las ideas de solidaridad, ética del
reconocimiento, comprensión hermenéutica y praxis política, supone uno
de los aportes más significativos del pensamiento filosófico de
Rebellato porque esto engloba las proyecciones narrativas de diferentes
individuos y comunidades excluidas.
La iniciativa ciudadana como una praxis política
En
Rebellato la noción de solidaridad está relacionada con la idea de
democracia radical en tanto ésta implica una superación de las
políticas hegemónicas en el campo político, económico
y cultural. Este pensador uruguayo evalúa e integra los aportes de
Foucault, Deleuze, Guattari, Vattimo, Derrida y Kuhn y otros autores de
fundamental importancia en su análisis de la incidencia de la cultura
neoliberal y la re-producción histórica de la fragmentación social
justificada por el individualismo metodológico basado en la ética de una
Ciencia Social sistémica. Los citados autores, en su opinión, han
contribuido a comprender las posiciones del sujeto con respecto al poder,
la diversidad, la autenticidad y las redes de complejidad que resisten
tras la superficie del pensamiento único.
El neoliberalismo como
concepción cultural y económica, presenta un fuerte componente ético y
político, que propone una “cultura de la desesperanza” porque su
naturalismo ético provoca en el imaginario colectivo la imposibilidad de
pensar alternativas. La ideología del mercado como sistema natural que
regula a los sujetos, defiende el individualismo ético y la privatización
de las cuestiones políticas. En
este sentido, la ética del mercado y del orden extenso, excluye como
ilusoria la posibilidad de un consenso racional entre hombres que permitan
formular un sistema ético de alcance universal (Rebellato,
1995a:25).
El neoliberalismo reproduce
una cultura autoritaria de clase, que propugna
las relaciones de dominación y dependencia en todos los niveles de la
sociedad, penetra profundamente en la vida cotidiana, en las relaciones al
interno de los movimientos y de los espacios territoriales.
Rebellato propone
el reconocimiento de los espacios autónomos (redes) con respecto a la lógica de la sociedad
capitalista, basados en la lógica de la solidaridad. Sin embargo, dichos
espacios de autonomía son susceptibles de ser neutralizados por la
hegemonía, en tanto no se logren construir articulaciones hacia un bloque
de poder capaz de contraponerse e incidir en relación a dicha lógica
dominante. En estas prácticas políticas como procesos alternativos al
discurso hegemónico, es importante el papel de las redes
sociales. Rebellato sostiene:
La ideología no es solamente una forma de
reproducción, es entrelazamiento de redes y procesos de saber y poder
desarrollados en el mundo de la vida, es una forma de experiencia,
construida como tal activamente y perteneciente al orden de lo vivencial,
que está en conexión con los modos en que se entrecruzan sentido y el
poder en el mundo social. (Rebellato, 1999a:15).
Pero
las redes tienen un carácter ambiguo: potencian la solidaridad,
configuran una identidad, se constituyen en un referente para los
participantes, y a la vez, desarrollan poderes, generan rivalidades y
conflictos, enfrentan competencias. Se trata de transformar estas redes y
estos espacios, conformándolos como redes que dan libertad, es
decir, como factores que potencian una identidad socio-cultural,
fortalecen intercambios de comunicación, capacitan en la construcción de
espacios de cultura democrática, ayudan a visualizar colectivamente la
situación de exclusión, permiten construir estrategias y distribuir
equitativamente las responsabilidades del poder y la decisión. En este
sentido, Rebellato afirma:
Se requiere, pues, apertura y reconstrucción de las
redes de comunicación, una recuperación de la historia de lucha de los
barrios y de los movimientos sociales, un fortalecimiento de la memoria
histórica en sus potenciales subversivos y un conocimiento del imaginario
popular, en sus múltiples prácticas, sabidurías e imágenes.
(Rebellato, 1998c:27)[2].
Para
Rebellato, los pensadores pos-racionales y la cultura posmoderna
aportan elementos críticos para superar la cristalización y
repetición que supone el
pensamiento del racionalismo de la modernidad, y para comprender que la
diversidad y la incertidumbre son conceptos estratégicos de una dialéctica
que trasladada a los movimientos
sociales la posibilidad de crear nuevos espacios alternativos que
acepten los más diversos aportes culturales realizados por sujetos históricamente
activos. Estas instancias se relacionan con los siguientes principios:
1) En el proceso de interacción social los sujetos
colaboran mediante el establecimiento de redes de solidaridad.
2) El proceso de socialización cooperativo
contribuye al desarrollo de las identidades personales.
3) El proceso de reproducción cultural reúne la
tradición de una comunidad y la modificación del saber cultural (hermenéutica).
En síntesis,
el desafío al paradigma neoliberal es la construcción de un bloque
social basado en la noción de “democracia radical”, susceptible de
revertir los fundamentos de una sociedad con crecientes niveles de
dominación y exclusión. Esto requiere de prácticas que potencien la
construcción de una subjetividad colectiva entendida como maduración
integral de identidades. Rebellato afirma que no es posible resistir sin
abrir espacios alternativos, y por lo tanto, es preciso fortalecer
microalternativas y microprocesos que se encaminan hacia una alternativa
global, hacia un nuevo modelo político y económico, tanto a nivel
nacional, como mundial. (Rebellato, 1998c:26).
La identidad narrativa
Rebellato trabaja una
noción de identidad fundamentada en el reconocimiento y sostiene que,
generalmente, el desconocimiento de los otros provoca verdaderos
perjuicios, daños y distorsiones en la identidad, por lo que considera
imperativo el reconocimiento de grupos, pueblos y culturas. Por otra
parte, señala que la dominación asienta su hegemonía mediante la
internalización de una imagen de inferioridad del sometido. (Rebellato,
1996d:7). Influido por la filosofía de la praxis de Gramsci
y Mariátegui que se interesaban en las estructuras de la vida
cotidiana, en el folklore, en las manifestaciones religiosas del pueblo,
en el lenguaje, en los mitos, en la literatura popular; Rebellato
considera que los mitos, las leyendas y las proyectos culturales en
general, pueden servir a la liberación de los sectores oprimidos en tanto
estos son símbolos de una identidad auténtica y en tanto logran
convertirse en manifestaciones emergentes contestatarias.(Rebellato, 1988b:16). Así, afirma que en los barrios es que se desarrollan redes de comunicación y
producción de saberes y poderes, que tienen que ver con las situaciones y
urgencias de la vida cotidiana, con la luchas por la sobrevivencia. De allí
que el espacio territorial resulte un lugar privilegiado para el ejercicio
y análisis de formas de poder.
Esta comprensión hermenéutica
se relaciona con la temática de los valores éticos y al respecto
Rebellato insiste en torno a una dicotomía que será preocupación
constante en toda su obra: la dicotomía entre subjetividad y objetividad.
Piensa que la producción de significaciones (la práctica cultural) es
eminentemente subjetiva, en cuanto son sujetos los que producen
significados. No es posible comprender los significados si no se comprende
el contexto de las experiencias vitales, los procesos de sedimentación de
experiencias y el modo como elaboran e interpretan la realidad. Rebellato
intenta reformular la clásica “teoría del reflejo” basada en primacía
de la percepción, la objetividad monológica y la Naturaleza, en una
“elaboración hermenéutica” que integra la producción simbólica,
cultural y dialógica de la significación. (Rebellato, 1983:55,63-68).
La
comprensión científica de los significados sólo es posible si se acepta
una comprensión “objetiva” de la subjetividad y si a la vez se
reconoce que toda subjetividad está penetrada por una diversidad de
perspectivas subjetivas. (Rebellato, 1983:60). Sin embargo, Rebellato no
propone una visión relativista y en este sentido, concluye que la dinámica
de la creatividad histórica no anula la posibilidad de una ética de carácter
universalista. Afirma que corresponde hablar, no de un universalismo ético
abstracto de tipo habermasiano, constituido por normas abstractas
descontextualizadas, sino de un constructivismo
ético, que no parte de una posición neutral y que demuestra disposición a construir normas y valores en
un diálogo con la comunidad: “Cuando digo universalismo abstracto,
quiero significar valores y normas establecidas a priori, fuera de
contextos históricos. Este universalismo abstracto ha legitimado la
dominación, el genocidio y el ecocidio; en nombre de principios
universales e indiscutibles, sacralizados por un fuerte dogmatismo y por
un etnocentrismo, se han cometido grandes injusticias.(Rebellato,
1997a:8).
Rebellato coincide con Bruner cuando distingue el
modo de pensamiento paradigmático y el modo narrativo. El modo de
pensamiento narrativo consiste en contar-se historias en una comunidad y
al narrar historias se construyen significados que dan sentido a nuestras
experiencias. La construcción de significados surge del continuo
actualizar historias en una trama narrativa que integra experiencia
emergentes. En tanto el pensamiento paradigmático se interesa en los
aspectos conceptuales más universales o generales, la capacidad
abstractiva del pensamiento narrativo surge del interés por los mitos
compartidos en todas las comunidades. Contar historias es un procedimiento
opuesto al pensamiento paradigmático, ya que la narración integra
eventos sorpresivos,
inesperados, anómalos, irregulares o anormales. Eventos que cobran
significación en el conjunto de la narración y permiten una interpretación,
una hermenéutica.
Aunque Rebellato no concuerda con la ética
anti-universalista de MacIntyre, rescata la expresión "unidad
narrativa de la vida", para relacionar la ética con la construcción
de identidades en una trama narrativa que da continuidad y sentido a los
sujetos en una tradición particular. (Rebellato, 1995a:109 y 1997a:6).
Una secuencia de significaciones constituye el mantenimiento de la
continuidad de la historia de vida. Según MacIntyre la identidad
narrativa significa que el sentido que el individuo puede atribuir a su
vida depende de su capacidad para organizarla en una "narración",
pero esta historia individual sólo es posible si se inscribe en la
tradición de su comunidad.
MacIntyre afirma que las
acciones humanas se hacen inteligibles porque encuentran su lugar dentro
de una narración y una tradición. El sentido de una vida es posible si
aparece la identidad del yo, personaje que da unidad reside a la narración
que enlaza nacimiento, vida y muerte como comienzo, desarrollo y fin de un
relato. (Rebellato, 1997a:6).
Rebellato
recuerda que Ricoeur propone comprender a la ética como una
“intencionalidad”, distinguiéndola de la moral. Se trata de una ética
que compete a una “intencionalidad de la vida buena” en el sentido
aristotélico del término, que es llevada adelante “con y para otros”
en tanto la meta del lenguaje es el entendimiento como fenómeno
comunicativo y dialógico y, por último, requiere de “instituciones
justas” que aseguren igualdad, esto es, condiciones que fomenten el
desarrollo de las diversidades.
Rebellato sugiere,
inspirado por la perspectiva hermenéutica de Ricoeur, la necesidad de
articular la praxis social y una educación liberadora y crítica con el
discurso del análisis textual, un discurso que toma distancia de los
textos, poniendo en descubierto los significados, contradicciones y
diferencias, que abre el texto a la desconstrucción situando al lector
como productor activo de significados. Por esta razón rescata el hecho de
que Paul
Ricoeur recurra a los
aportes de los maestros de la sospecha –Marx, Nietzsche y Freud– para
afirmar que es posible dudar de la conciencia (sujeto) como de sus
representaciones. De este modo, la estrategia hermenéutica consiste en
considerar las “ficciones narrativas” sospechando de las verdades
instituidas, considerando el inconsciente, (Freud), la voluntad de poder,
(Nietzsche) y el dominio de clases (Marx). Ricoeur parte de una
trans-culturalidad que relaciona la acción de narrar una historia con el
carácter temporal de la existencia humana como historia donde se produce
la expresión del tiempo a través de la narración.
El término unidad
narrativa destaca la unión que realiza el relato, entre las
estimaciones aplicadas a las acciones y la evaluación de los personajes.
La idea de unidad narrativa de una vida garantiza que el sujeto de la ética
es aquel a quien el relato asigna una identidad narrativa. (Ricoeur
1996:184 y Rebellato, 1999a:66).
En relación al
concepto
de cultura popular, la hermenéutica permite plantear el tema del
"choque cultural", como experiencia en la interpretación de
culturas, de individuos y de grupos que utilizan variedades narrativas y
lingüísticas diferentes. (Rebellato, 1990:30). Esta perspectiva plantea
el estudio del conflicto de las interpretaciones o una hermenéutica del
conflicto.
De este modo, el conflicto pertenece a la estructura hermenéutica del hombre,
es decir, en cuanto ser que existe en la medida en que se comprende,
comprendiendo la realidad. (Rebellato, 1983:68 y 1986a:59). Se trata de un
método reflexivo y comprensivo entendido como una hermenéutica crítica
con capacidad de comprender la relación entre teoría y praxis, los
intercambios dialógicos entre sujetos y que permite transformar las prácticas
sociales mediante la interpretación de las mismas y de los sujetos que se
expresan mediante un universo simbólico,
porque el sujeto no tiene un conocimiento directo de las cosas ni de sí
mismo, sino a través de una “interpretación donde es necesario pasar
del sentido inmediato, literario y primario, al sentido indirecto,
figurado y secundario” (Rebellato, 1989:39).
En este aspecto, podemos afirmar que Rebellato sostiene que la teoría crítica latinoamericana necesita construir alternativas frente a la hegemonía neoliberal, una de esas alternativas posibles es la conformación de una ética, que trascienda la ética utilitarista y antropocéntrica, y que se apoye en valores y bienes que corresponde a la solidaridad, el respeto por la vida de los pueblos, la integridad, el bienestar, el sentido de la dignidad, etc. Discute la posibilidad de una “ética débil” a favor de un conjunto de “evaluaciones fuertes” (Rebellato, 1995a:84,226), que se dan dentro de horizontes de sentido, necesitan ser articulados en una totalidad que integre, entre otros aspectos, el componente de incertidumbre, el reconocimiento y la defensa de la diversidad –específicamente la diversidad cultural o interculturalidad–, la importancia estratégica del espacio público y de la sociedad civil, la dimensión simbólico-cultural. La solidaridad internacional y la utopía
El reconocimiento eurocéntrico
de la diversidad cultural tiene que ver con la crisis de modelos basados
en una visión lineal del progreso y en el paradigma de un pensamiento único;
dicho reconocimiento tiene un desarrollo interesante en la cultura de la
posmodernidad que exalta la pluralidad de formas de vida, pero corre el
riesgo de ser asimilado por el discurso hegemónico. Esto se debe a que la
actitud posmoderna no plantea una alternativa política a la dominación
del sistema capitalista cuya matriz sigue generando división del trabajo,
exterioridad, exclusión en la globalización de la economía y los
mercados. (Rebellato, 1993, 1997b, 1998a, 2000a y 2000b).
Hardt
y Negri sostienen que la solidaridad internacional era realmente un
proyecto para la destrucción del Estado-nación y la construcción de una
nueva comunidad global. Este programa proletario estuvo por detrás de las
con frecuencia ambiguas definiciones tácticas producidas por los partidos
comunistas y socialistas durante el siglo de su hegemonía sobre el
proletariado
La
solidaridad internacional debía ser reconocida no como un acto de caridad
o altruismo para el bien de otros, un noble sacrificio para otra clase
trabajadora nacional, sino como propio e inseparable del propio deseo y la
lucha por la liberación de cada proletariado nacional. El
internacionalismo proletario construyó una máquina política paradójica
y poderosa que empujó continuamente más allá de las fronteras y las
jerarquías del estado-nación y ubicó los futuros utópicos sólo en el
terreno global.
Este internacionalismo al que se refieren Hardt y
Negri está presente en la obra de Rebellato cuando comenta sus opiniones
sobre el Manifiesto, texto que
pese a ser considerado eurocéntrico, en su opinión, propone la
solidaridad internacional y un nuevo impulso ético. Se trata de una
lectura afín a la tradición crítica y emancipativa de Gramsci y Mariátegui,
que confluye con otras corrientes del pensamiento crítico, confluencia
que permite, según Rebellato, concebir lo que Girardi llama “humanismo
popular revolucionario”. (Rebellato, 1983:55 y 63, 2003).
Asimismo,
la utopía a la que apunta Rebellato después de haber fracturado y
desplazado a las estructuras de poder binarias y totalizantes, no es una
existencia aislada y fragmentaria, sino una nueva forma de comunidad, una
comunidad de los “sin-hogar”, un nuevo internacionalismo, una reunión
del pueblo en la diáspora. La afirmación de la diferencia y la
hibridización es en sí misma una afirmación de comunidad porque las
semillas de la comunidad alternativa germinan en la proximidad de la
cultura localista, su hibridez y su resistencia a la estructuración
binaria de las jerarquías sociales.
El pensamiento humanista marxista de
Rebellato
Se
puede entender que la propuesta de Rebellato integra los siguientes
niveles: (a) ético-político que implica la educación popular como práctica
preocupada por la autenticidad y creatividad de los sujetos y la
consideración de los valores de la pluralidad de comunidades; (b) teórico-metodológico,
que analiza la relación crítica entre una episteme etnocéntrica y los
saberes populares, el rol de la ideología en los conflictos como factor
que genera alienación en la realidad social; (c) ontológico, en la
consideración de la pluralidad de culturas, la diversidad de
subjetividades, la discontinuidad y la contingencia de los procesos
sociales e históricos y el antagonismo dialéctico como posibilidad de
cambio creativo.
Reconociendo
la originalidad y el valor de estos niveles de análisis que configuran el
pensamiento filosófico de Rebellato, se ha tratado de señalar en este
trabajo que los mismo constituyen herramientas para llevar adelante
estrategias para incidir en la realidad social mediante una praxis ética
y política. En este sentido, el pensamiento de Rebellato consiste en una
estrategia política que nos plantea una tarea de re-apropiación de la
historicidad de la cultura, la economía y la naturaleza humana, tratando
de articular representaciones, mitos, cosmovisiones, narrativas, proyectos
y memoria, mediante una agonística dialógica en el reconocimiento de la
diferencia intersubjetiva cuyo contexto es la naturaleza como ecología,
como expresión de un biopoder y de un geopoder re-humanizado.
Esta preocupación constante en la búsqueda de un
paradigma crítico centrado en la transformación de la sociedad y de la
historia, explica la postura intelectual que Rebellato asume al rechazar
radicalmente lo que juzga como reducción cognitiva y ontológica de la
realidad humana: la “teoría del reflejo” del marxismo ortodoxo tanto
como la razón instrumental de la economía de mercado. Así, propone una
hermenéutica aplicada al campo social que valora el proceso de elaboración
interpretativa de los sujetos y coloca a la centralidad de la cultura y a
la ética, en el marco de un
proyecto
liberador.
Así,
el concepto de solidaridad en Rebellato se puede relacionar su idea de
promover con una racionalidad no etnocéntrica, no dominante que se
desarrolla mediante una praxis política concreta. Se esfuerza en exponer
la idea de que una construcción solidaria de espacios alternativos al
poder, se debería producir entre individuos y comunidades diferentes a
través de la comprensión y el diálogo evitando una perspectiva
populista, asistencialista o concientizadora que no fuera capaz de superar
la relación asimétrica con el otro.
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[1] Esta investigación estuvo dirigida por el Lic. Ruben Tani y en ella participó también la Lic. Beatriz Carrancio. [2]
Rebellato afirma que las nuevas corrientes que insisten en la
interacción en redes sociales, señalan la necesidad de integrar tres
categorías fundamentales: instituyente, instituido y transversalidad.
Lo instituyente se refiere al proceso de creación, de imaginación y
de construcción; es, por tanto, un concepto esencialmente dinámico.
Lo instituido es obra de los procesos instituyentes; es su producto y
resultado. La transversalidad, supone una interacción máxima entre
todos los niveles, en todos los espacios y en todos los sentidos.
(Rebellato, 1998c:27). |
Edgardo Pérez y María Gracia Núñez
Ver, además:
José Luis Rebellato en Letras Uruguay
Edgardo Pérez en Letras Uruguay
Mag. María Gracia Núñez en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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