Analogías a propósito de García Márquez y Faulkner: críticas a la crítica
por
Lic.
Edgardo Pérez y Mag. María Gracia Núñez |
Gabriel García Márquez |
William Faulkner |
Faulkner
recibió el Premio Nóbel de Literatura en 1950 y García Márquez en
1982. Tanto García Márquez como algunos de sus críticos –Vargas
Llosa, Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Volkening y otros–, se han
referido a la “influencia” de Faulkner en su obra. En el presente
trabajo tratamos de analizar las analogías respecto a la técnica
narrativa que puede establecerse comparando textos de ambos autores, así
como, las analogías cartográficas (la presentación de un condado o una
provincia) donde ciertos personajes son referidos en diferentes novelas o
cuentos. Por otra parte, señalaremos que la obra de García Márquez ha
generado un fenómeno generalizado, desde el realismo mágico, en el que
el macondismo aparece como representación cultural con la que se
identifica a Latinoamérica. Y, por último, abordaremos la relevancia de
la hermenéutica como estrategia de abordaje de diferentes tipos de
textos. 1-
Algunas analogías realizadas por el autor Al
recibir el premio Nóbel de Literatura ante la Academia Sueca, García Márquez
afirma: “Un día como el de hoy, mi
maestro William Faulkner dijo en este lugar… (…). (García Márquez,
1983). No obstante, en entrevista con Plinio A. Mendoza, plantea el
problema desde otro punto de vista cuando sostiene: “mi problema no fue imitar a Faulkner, sino destruirlo. Su influencia me
tenía jodido” (Mendoza, 1982:67) como aporta otra perspectiva en
1997, cuando, frente a un auditorio de estudiantes de la Universidad de
Georgetown afirma: En
el caso de Faulkner, las analogías son más geográficas que literarias. Las descubrí
mucho después de haber escrito mis primeras novelas, viajando por el sur
de los Estados Unidos. Los pueblos ardientes y llenos de polvo, las gentes
sin esperanza que encontré en aquel viaje se parecían mucho a los que yo
evocaba en mis cuentos. Quizás no se trataba de una semejanza casual,
porque Aracataca, el pueblo donde yo viví cuando niño, fue construido en
buena parte por una compañía norteamericana, la United Fruit. (García Márquez
en Plinio A. Mendoza, 1982) No
obstante, el colombiano también establece en esa ocasión una analogía
respecto a la técnica narrativa cuando interrogado sobre los vínculos
entre Mientras yo agonizo[1]
y La hojarasca (1955), García
Márquez responde que “es indudable esta
relación” (García Márquez, 2001:299)
porque Mientras agonizo
fue una de las fuentes de inspiración de su primera novela, y que, ante
la cantidad de personajes (son quince en total) del texto Faulkner, con la
finalidad de simplificar la trama y debido a sus propios propósitos
narrativos, él los redujo a tres: el abuelo/coronel, la hija/Isabel y el
nieto, únicos asistentes al funeral del médico suicida. Cada uno, en
representación de cada una de las tres generaciones que abarcaban la
historia de La Hojarasca[2].
2-
El monólogo interior y el fluir de la conciencia como estrategias/técnicas
narrativas Mientras Vargas Llosa como Rama destacan la “influencia” de Mientras agonizo en La hojarasca de García Márquez, Donald MacGrady entiende que la novela de Faulkner que más influencia a García Márquez es El sonido y la furia. Para Vargas Llosa la influencia de Faulkner sobre García Márquez tiene más que ver con el proyecto de una obra globalmente considerada que con detalles temáticos y formales. Señala que “La coincidencia entre Faulkner y García Márquez es total cuando se trata de construir un mundo que se va configurando mediante ampliaciones y revelaciones, no sólo prospectivas sino también retrospectivas”[3]. (Vargas Llosa, 1971). Vargas Llosa sostiene que en La hojarasca es donde la influencia de Faulkner a nivel de estructura es aprovechada de una manera más eficaz. (Vargas Llosa, 1971:143) y fundamenta su afirmación sobre la base que ambas historias (La hojarasca y Mientras agonizo) no están contadas por un narrador omnisciente sino por los propios personajes (que velan al muerto), cuyas conciencias van sucediéndose en el primer plano del relato. ¿Cómo fundamenta Ángel Rama que “La hojarasca derive directamente de Mientras yo agonizo? El crítico uruguayo afirma que “puede pensarse que estamos en presencia de una adaptación de una novela extranjera al mundo hispanoamericano” (Rama, 1987:34-35) y que “la obra fue elaborada por la sucesión de los monólogos, a lo largo de media hora y los tres personajes – que son sucesivos sistemas de racconto y flash back - reconstruyen momentos y períodos de por lo menos veinticinco años transcurridos”: Pero el sistema de monólogo nos da el conocimiento directo de una conciencia, la aproximación inmediata a la vida interior de un determinado personaje. Nuestro conocimiento de estos personajes es un conocimiento situado en su interioridad en su realidad interna e inmediata, en el fluir de su conciencia. Por lo tanto es un conocimiento directo y real. El lector tiene una visión privilegiada de tres seres humanos por que los ve de un modo que solamente es posible a través del procedimiento literario. Es decir, a través de esta invención que nos abre la intimidad y el fluir de una conciencia. (Rama, 1987:38) La distorsión temporal y espacial que se produce cuando el narrador asume la primera persona permite, en primer lugar, que la historia no llegue al lector en el orden cronológico “real” en el que ocurrieron los sucesos narrados, sino a través de fragmentos temporales fracturados, que corresponden a momentos distintos del pasado, y que van encontrando su cabal colocación, no en el texto, sino, retrospectivamente, en la memoria del lector y, en segundo lugar, los datos de la historia no llegan objetivamente al lector sino que pasan siempre a través de un intermediario, de una subjetividad que los relativiza, complica, y, a veces, adultera. (Vargas Llosa, 1971) Los
narradores-personajes son voces que hablan, conciencias que piensan y que
van rotándose ante el lector y refiriendo la historia. La afinidad, para
Vargas Llosa, pasa por: · los lineamientos generales de la historia y su estructuración, · el tratamiento del tiempo narrativo, · la presencia de los narradores-personajes lo que conlleva la distorsión del punto de vista espacial donde los datos de la historia no llegan objetivamente al lector sino que pasan siempre a través de un intermediario, · la atmósfera malsana y pesimista que respiran los habitantes de ambas provincias rurales y el clima histórico y psicológico tortuoso que se encarna en ambos mundos ficticios. Parecería que existe cierto consenso respecto a que las innovaciones técnicas fueron aprendidas por García Márquez de manera casi unilateral de Faulkner. Cuando hablamos de innovaciones nos referimos a narrar la acción desde diferentes puntos de vista, la variedad de monólogos interiores, el procedimiento de desarrollar, simultáneamente y a retazos, en desorden cronológico, varios hilos novelescos, la presentación fragmentada de la historia, la visión parcial de los personajes: cada narrador describe sólo una partícula de la realidad, y el lector tiene que ensamblar las distintas piezas para formarse una idea cabal del conjunto. Los
personajes aportan su percepción sensorial que opera como parte de la
percepción de la realidad porque hablamos de personajes cuyos viajes (no
son de tipo físicos como los que sufren los personajes de las obras
criollistas), sino que cambian de espacios y tiempos desde sus
pensamientos y estados oníricos. En este sentido, el presente se repite o
se parece al pasado. El multiperspectivismo consiste en presentar diversos
enfoques que en ocasiones pueden coincidir y en ocasiones contradecirse.
Esto hace que la historia se presente, entonces, ambigua y plantee dudas
porque no sólo estamos ante el punto de vista del narrador sino también
ante el punto de vista de los personajes que son testigos de los hechos.
Por ejemplo, en Crónica de una muerte anunciada el narrador debe reconstruir la
historia: asume la función de investigador y maneja informes, cartas,
testimonios diversos, su memoria. Así, el lector no percibe el tiempo
como lineal, sino como fragmentado y la trama para convertirse en historia
debe ser “puesta en orden” por parte del lector. Respecto
a la unilateralidad de la influencia atribuida, entendemos que la afirmación
de Vargas Llosa es falaz. En primer lugar, porque el mismo García Márquez
la desmiente cuando distingue, por ejemplo, las influencias
técnicas entre las que menciona a Virginia Woolf
(Orlando), William Faulkner, Ernest Heminway y Franz Kafka de sus influencias
literarias entre las que incluye Las
Mil y Una Noches, Sófocles y sus abuelos maternos. En segundo lugar, la afirmación de Vargas Llosa es falaz porque el monólogo interior y del narrador en primera persona no solo podemos encontrarlos en las novelas de Faulkner, también está presente en las novelas William James, en el Ulises de Joyce en el Orlando de Virginia Woolf. Joyce intentó registrar “lo que una persona dice, ve, piensa y lo que ese mirar, pensar, decir, causa en lo que ustedes los freudianos llaman el subconsciente” Virginia Woolf propone: “Registremos los átomos según caen en la mente en el orden en que caen, reconstruyamos el modelo, sin importar lo desconectado e incoherente en apariencia, que cada visión o incidente marca en la conciencia”. El producto de todo esto es lo que se ha llamado “el fluir de la conciencia” al decir de William James “una corriente, una sucesión de estados, de conocimiento, de sentimiento, de deseo, de deliberación, que constantemente pasan y repasan y que constituyen nuestra vida interior”. La expresión de todo esto cristaliza en literatura en el llamado “monólogo interior” que es un discurso del personaje puesto en escena y tiene por objeto introducirnos directamente en la vida interior de ese personaje, sin que el autor intervenga en las explicaciones y los comentarios y, como todo monólogo, es un discurso sin auditorio, que a su vez, es un discurso no pronunciado. (Steinberg, 1982:pp) 3-
Analogías cartográficas y contaminación (los territorios míticos) Vargas
Llosa, Volkening y Rodríguez Monegal señalan las similitudes entre
Macondo y Yoknapatawpha, condados para cuyos creadores constituyen “el
ombligo del mundo”, el eje en torno del cual, en general, gira el
universo narrativo. (Volkening, 1963:282). ¿En qué fundamentan dichas
semejanzas? Según Vargas Llosa, ambas son provincias rurales (Macondo de La hojarasca se parece al condado de Yoknapatawapha) que tienen una rígida estratificación clasista, ayer próspera y hoy ruinosa, sobre la que pesa una derrota en una guerra civil. En
ambas sus habitantes “se respira una atmósfera malsana y pesimista” .
(Vargas Llosa, 1971)[4].
En este sentido, Volkening entiende que Macondo, “nos recuerda en su
tristeza, su abandono y las metafísicas dimensiones de su tedio la célebre
aldea de Yoknapatawpha”. Para
Rodríguez Monegal, Macondo[5]
es un pueblo más o menos perdido en las soledades de Colombia, un pueblo
en receso, dominado por dos o tres familias rapaces (…) y que tiene en
los Buendía su propia leyenda de fundación, rebeliones y decadencia. Los
Sartoris, del narrador norteamericano, encontrarían en estos Buendía su
contrapartida. (Rodríguez Monegal, 1981:117) En Edificación de un arte nacional y popular, Ángel Rama explica el problema desde otro punto de vista porque entiende que, al ser “la zona cultural costeña de Colombia una zona abierta a las influencias” ocurre un fenómeno de “contaminación” de una literatura (la norteamericana o anglosajona) sobre otra (la literatura colombiana de la zona del caribe). En este caso, se trataría de la “influencia” de un grupo de autores extranjeros (Faulkner, Hemingway, Virginia Woolf) sobre otro grupo en el que se encuentra García Márquez, mientras que la literatura de la zona bogotana se mantiene dentro de las líneas de influencia que derivan del modelo francés y que “recogen la literatura de Valéry y Proust y el existencialismo de Sartre”. (Rama, 1987:21).[6] Rama describe en los siguientes términos la afinidad entre la literatura de Faulkner y la que desarrolla el “grupo de Barranquilla”[7]: (…) es una afinidad que tiene que ver una oscura relación genética entre el mundo que representa la literatura faulkneriana, y el mundo en el cual se encuentra inmerso el complejo cultural de la costa del Caribe. La verdad de esta relación secreta debe buscarse sobre todo en las similitudes entre el universo sureño, entre los conflictos del mundo y de la realidad social de las zonas que retrata Faulkner, y las que corresponden a buena parte de la civilización rural de Hispanoamérica. (Rama, año, p) Por
una parte, esta idea de Rama sobre que es la literatura de vanguardia
europea y anglosajona la que “permite la existencia” del Realismo Mágico,
choca con la concepción convencional de éste que es definido, por
ejemplo, por la Enciclopedia Británica como “una
estrategia narrativa de América
Latina que es caracterizada por la inclusión de hechos importantes
de elementos fantásticos o míticos en la ficción aparentemente realista”.
En
la entrega del Nóbel de literatura al colombiano, el secretario de la
Academia Sueca, Lars Gyllensten, afirmó: “Sus
grandes novelas nos llevan a pensar en William Faulkner (...) Como en
Faulkner, los mismos protagonistas
y personajes secundarios aparecen en diversas narraciones (...) García
Márquez ha creado un universo propio, el mundo que rodea a Macondo, el
pueblo inventado por él”. A
la hora de establecer analogías en cuanto a la forma de relatar a partir
de un lugar imaginario, los
críticos olvidan que según Malcolm Cowley la “colección de relatos”
que conforman Winesburg,
Ohio novela de Sherwood Anderson publicada en 1919, ejerció una
influencia reconocida por W. Faulkner. Esta influencia según Cowley se
expresaría en The unvanquished (Los invictos)
y Go Down Moses (Desciende,
Moisés (1942) de Faulkner porque presentan un ciclo de relatos unidos
por su ambiente, por el personaje central y por una trama subyacente que
persiste en cada nuevo relato. (Malcolm Cowley, 1972:196 y 209). De
profundizar en la analogía cartográfica de Macondo deberíamos incluir
la Comala, Hades mejicano de Juan Rulfo (Pérez Venzalá, 2007) y, la
Santa María de Onetti, ciudad inventada por Brausen, uno de
los personajes de La vida breve
(1950) y termina siendo interpolada a la “realidad” de otras novelas
como Dejemos hablar al viento (1979)
o en su novela corta “Jacob y el otro” De
profundizar en la analogía sobre la presencia de personajes que
“retornan”, también en Onetti, tenemos a Junta Larsen, Brausen Diaz
Grey, etc.[8].
(Rodríguez Monegal, 2007). 4-
El realismo mágico y el fundamentalismo macondista como producción
literaria ¿ tercermundista o poscolonial? El realismo mágico funde la realidad narrativa con elementos fantásticos y maravillosos. La realidad 'veraz' (cotidiana) se ve quebrada abruptamente por elementos fantásticos, colocando a los personajes en un ambiente que conjuga realidad y fantasía y les devuelve un mundo cotidiano, que es aceptado como normal. Refiriéndose a la verosimilitud pretendida por el Realismo Mágico, García Márquez afirma: Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga. Un
antecedente de esta visión exótica de la realidad americana –es la
construida por los europeos– que en cartas y crónicas, hablaba de la
leyenda de El Dorado y otras ciudades ocultas, animales fantásticos,
fuentes de la eterna juventud y árboles cuyos frutos eran capaces de
proveer todo lo que los hombres necesitaban para su subsistencia. Por
otra parte, la irrupción de la imaginación y de lo fantástico en el
Realismo Mágico también sería vinculable al psicoanálisis (la
interpretación de los sueños), el surrealismo y del mundo onírico en la
literatura europea de vanguardia y lo que se ha denominado fantástico
moderno cuyo máximo representante es Kafka. La
Transformación de lo común y cotidiano en una vivencia que incluye
experiencias "sobrenaturales"/"fantásticas"/“mágicas”/“fabulosas”
que son percibidos por los personajes como parte de la
"normalidad" del mundo real. Un suceso común, puede plantearse
de manera fabulosa, mientras que acciones de la vida común adquieren un
carácter fantástico e irreal. Tal combinación de elementos fantásticos
y fabulosos con el mundo real, la percepción distorsionada de los fenómenos,
no induce un efecto de sobrecogimiento o terror frente a los hechos
sobrenaturales y tampoco los personajes se desconciertan frente a esos
eventos que se describen por lo que el Realismo Mágico se distancia de la
concepción tradicional del “género fantástico” sustentada por
Todorov. Los mitos americanos y el pensamiento mítico del pueblo están presentes en la obra de los autores del realismo mágico –García Märquez, Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier–. Parece entenderse que el realismo mágico, lo real maravilloso[9] implica el reflejo literario de la peculiaridad americana tanto en sus sujetos como en su naturaleza, en su pensamiento, en su pasado y en sus relaciones sociales y políticas. Se establecen extraños vínculos entre la realidad cotidiana o histórica de los habitantes de América y la mitología propia, el folklore, etc. Teniendo en cuenta estos antecedentes ¿podemos establecer una analogía entre Realismo Mágico y la consolidación de una “identidad regional”? El
fenómeno del realismo mágico en la academia norteamericana tiene que ver
con discursos académicos, posturas intelectuales y estrategias de
mercado. Aquí se plantea un juego de orígenes y apropiaciones. Durante más
de un siglo, la literatura latinoamericana fue vista y leída desde el
paradigma de la imitación. Los modelos de escritura, romanticismo,
neoclacisismo, realismo, naturalismo, tenían origen en Europa y era
apropiados como "ideas fuera de lugar" (Schwarz) en localidades
que no presentaban las características socio-económicas que les habían
dado origen. (Walde, 2007) Las
definiciones latinoamericanas de realismo mágico operan desde la voluntad
de postular la diferencia, la esencializan y ofrecen así el material que
posibilita la mirada internacional sobre la producción artística del
continente. Esta es la mirada que José Joaquín Brunner llama macondista:
la que tiende a leer a América
Latina desde sus productos culturales, desprovistos de contexto. La misma
pretensión de convertir la literatura en el texto de la historia, en el
testimonio de la realidad, permite el desanclaje. Se convierte a su
manera en la gran narrativa de "lo latinoamericano" y permite
desactivar el lugar y sus temporalidades. ¿El
macondismo supone algo así como la interpretación (criolla) de la
realidad del nuevo continente que permite –a académicos europeos y
norteamericanos– realizar una lectura de la realidad latinoamericana que
solo confirma nuestra situación de marginalidad y colonialismo? (García
Canclini:1995, 94) Por
otra parte, el Realismo Mágico, apropiado como clave de lectura del
Tercer Mundo en la academia del Primer Mundo, actualmente, es cuestionado
en la misma academia norteamericana desde las teorías poscoloniales. Por
ejemplo, el teórico indio Aijaz Ahmad, criticando la lógica de la
otredad en Jameson, considera que "lo que se conocía como "Literatura
del Tercer Mundo" ha sido rebautizado como "literatura
poscolonial" cuando el marco teórico imperante del nacionalismo
tercermundista se ve desplazado por el del posmodernismo" (Ahmad:
1992, 276). Canclini ve en el macondismo la exaltación del irracionalismo y de la supuesta esencia de lo latinoamericano, fijación fundamentalista de la identidad. Tanto García Canclini como Brunner señalan que el macondismo no es tan sólo una construcción desde donde nos leen, sino también una construcción de identidad. El macondismo se incorpora como "affirmative action" de la irracionalidad, de lo incomprensible, de lo nostálgico. Es lo que marca la diferencia, que se teluriza y sustancializa. El macondismo es lo que permite que se nos pueda leer por fuera de contexto. Es la fórmula mágica que nos sitúa, como dice Nelly Richard, "más acá de los códigos" (Richard 1989: 24). Cien
años de soledad
se constituyó en el texto base de la lectura macondista, lo que permite
que se adapte camaleónicamente como un posible Latinoamericanismo. (Walde,
2007) No
obstante no puede atribuírsele necesariamente a la obra de García Márquez
porque ésta ha sufrido en parte
las consecuencias de la lectura macondista cuando se reduce la complejidad
narrativa de la obra a la fórmula del realismo mágico. (…) La utopía
política que atraviesa la obra construye un espacio
"latinoamericano". La vaguedad histórica y geográfica permite
las lecturas alegóricas, las apropiaciones y adaptaciones. (Walde,
2007). El
Realismo Mágico que Jameson y Spivak discuten no es tan sólo una
construcción de la otredad elaborada desde el centro, sino que es
incorporado como macondismo, como relato de identidad. Originado en América
Latina como forma para hablar de nosotros mismos en relación, contraste u
oposición a las miradas "occidentales", el
macondismo aparece para los latinoamericanos como la forma afirmativa de
representar el "Otro" de los europeos y norteamericanos.
Aparece como una nueva mirada que sustituye a la decimonónica, y en la
que el relato que sirve de base ha sido suministrado por la propia cultura
latinoamericana. Empata con los sobrantes del discurso antiutilitarista
que nos postulaba más allá o más acá de la racionalidad mercantil del
mundo modernizado. El macondismo arrastra rezagos de la visión telúrica de la raza,
llevada a la indolencia y al desorden por una naturaleza indomable. Se
apropia del gesto europeo, supuestamente enalteciéndolo, para así dar
razón del atraso con respecto de los países industrializados, remitiéndolo
a una cosmovisión mágica que postula sus propias leyes y se sustrae a
las lecturas racionalistas. A su manera, el macondismo otorga el sello de
aprobación a la mirada euro-norteamericana, y legitimidad a las
divisiones geopolíticas de Primer y Tercer Mundo. (Walde,
2007). Entre los teóricos poscoloniales[10], Spivak reacciona contra la lectura, generalizada, de tomar el realismo mágico como forma paradigmática de la producción literaria del Tercer Mundo. Su argumento es que éste es un estilo de origen latinoamericano y que "el conducto formal del realismo mágico puede decirse que alegoriza, en el sentido más estricto, una configuración social y política en la que la "descolonización" no puede ser narrativizada" y considera que este estilo literario se inscribe en aquellos "gestos declarados de "descolonización"" que "repiten hasta la saciedad los ritmos de la colonización con la consolidación de estilos reconocibles" (Spivak 1990). Spivak entiende que la reacción contra la "canonización" del Realismo Mágico como paradigma de lectura de la producción literaria del Tercer Mundo, aquella que postula Jameson. El Realismo mágico, entendido como versión de la otredad suministrada por el Otro, al ser incorporado por la academia del Primer Mundo, desanclado de su contexto histórico y convertido en una fórmula, no logra más que ser gesto, pero, finalmente, termina formando parte de un proceso de colonización discursiva: el Tercer Mundo queda reducido a una otredad que no incomoda, con la que se puede convivir. 5-
¿Es posible una lectura hermenéutica de García Márquez? Nos
preguntamos acerca de nuevas posibles lecturas de lo que se dio en llamar
el “Realismo Mágico”. Más allá de toda consideración proveniente
del mundo académico, digamos de paso, compuesto una multiplicidad de
sujetos sumamente institucionalizados, es decir, que tienen infusos una
gran variedad de procedimientos, cánones, sistematizaciones, cortes
clasificatorios derivados, a su vez, de sistemas, filosofías o corrientes
de pensamiento que a la hora de abordar una obra literarias se hacen
manifiestos direccionalizando las posibles lecturas. No
hay más que ver como induce a una particular lectura los estudios
introductorios o las mismas biografías del autor donde los hechos
relevantes de sus vidas lo son por su relación con los aspectos
destacables del texto. Ni hablar cuando se le enmarca en una corriente o
un grupo. Sin duda este efecto de sistematización muy adecuado para el
estudioso puede en muchos casos obstaculizar los procesos que conlleva la
lectura. Lo importante es saber discernir cuándo un recurso pensado para
agilitar su ordenamiento con el fin de su uso y cuándo el recurso
conlleva un cierta evaluación de su calidad como obra artística o induce
a ciertas lecturas. Y así como muchos de los recursos de análisis que
los docentes utilizamos al momento de abordar los textos. La mirada desde
lo académico esta reforzada por una suerte de acceso a lo ontológico.
Puede convencernos de que se acceder al sentido o significado genuino de
la obra por una suerte de imposición desde lo institucional. El recurso del monólogo interior, las analogías, el uso del tiempo, las secuenciaciones o los encadenamientos que componen la trama o los personajes componen un universo particular que es la obra de arte. Dichos universos son pasibles de ser ubicados en un proceso histórico, en una corriente o en una relación dicotómica del tipo norte-sur, centro-periferia, desarrollado-subdesarrollado solo por esa “necesidad” de entroncar los hechos o los fenómenos a los procesos históricos. Y este es un problema netamente filosófico. Cada cosa debe ser una parte, un eslabón o causa o efecto de algo. Es ese el modo en que la razón comprende el mundo. En
este trabajo de inserción de la obra, problema que merece ser investigado
o mejor preguntar por la intencionalidad del autor con respecto a su
inclusión o exclusión en tal o cual elenco de producciones, resultan muy
oportunas las consideraciones de la ciencia hermenéutica. Sobre la base
de la distinción provista por Dilthey entre explicación para las
“ciencias exactas” y comprensión para las “ciencias del espíritu”
podemos potenciar la capacidad significante de los textos. Entendemos por
explicación un acto descriptivo donde se detallan las señas y características
que definen una obra. Esta es la actitud clásicamente positivista en la
que se detallan los recursos técnicos, temáticos, la historia del
movimiento literario, la personalidad conciente e inconsciente del autor y
un panorama descriptivo de la cultura en la cual surge su impronta. Todo
ello constituye una analítica del texto, su desglose, su división. Por
otra parte tenemos la comprensión del texto por la cual advertimos el
sentido del mismo. En Dilthey advertimos un profundo psicologismo. Existe
como una tentativa de captar su esencia, su direccionalidad, aquello por
lo cual y hacia lo cual se mueve, su potencialidad. Y un traslado desde el
propio psiquismo a un psiquismo ajeno. “...llamamos
comprensión al proceso por el cual conocemos algo psíquico con la ayuda
de signos sensibles que son su manifestación.” (Ricoeur, 2001:132) ¿Cuáles
son esos signos? Dice “las manifestaciones fijadas de manera durable”,
“los testimonios humanos conservados por la escritura” o los
“monumentos escritos” (Ibidem). Por tanto tenemos aquí un nuevo
concepto; el de interpretación. Es el acto de comprender en función de
lo manifestado por la escritura y constituye también de alguna forma una
objetivación. Es la noción de explicación con su intención de
objetivación que hace estallar la idea de explicación y con ella la
distinción diltheyniana en explicación y comprensión. Pero tenemos una
nueva versión aquella en la cual ambos conceptos de interdefinen. Y la
base de eso el la noción de texto. Llamemos
texto a todo discurso fijado por la escritura y discurso a toda unidad de
pensamiento, es decir: una oración. Esta estrategia produce el pasaje del
psicologismo a lo científico. Recordemos que en Dilthey cada una de estas
distinciones debía excluir a la otra por la razón de que constituyen
ambas dos esferas de la realidad (ciencias naturales y ciencias del espíritu)
y con esta autorizamos mayores posibilidades de lectura. En
este apartado tenemos a la interpretación como una parte de la comprensión.
Esta categoría es fundamental a la hora de preguntarnos si son posibles
nuevas lecturas de los textos. Cuanto conserva y cuanto pierde un texto al
ser leído por personas pertenecientes a un espacio y un tiempo
diferentes. Qué es lo que autoriza a la interpretación y hasta donde el
autor es propietario de los significados de su obra. Todas estas preguntas
son las que hacen relevantes las consideraciones de la hermenéutica. El
texto como escritura siempre reclama lectura. La lectura es posible porque
un texto no está cerrado en sí mismo sino abierto a otras cosas. Leer
es, pues, articular un discurso nuevo, particular al discurso del texto.
Esta articulación la demanda el texto mismo a ser leído, es su esencia.
Pero también existe un acto de apropiación, como reconocen
Schleiermacher o Bultman. Estos autores llaman “apropiación” a “la
interpretación de un texto se acaba en la interpretación de sí de un
sujeto que desde entonces se entiende mejor, se comprende de otra manera,
o incluso, comienza a comprenderse.” (Ibidem: 141) De
esta manera se cumple con uno de los objetivos de la hermenéutica que es
minimizar la distancia cultural, una lucha contra el alejamiento del
sentido verdadero de texto. Es la función de la interpretación del texto
con la interpretación de uno mismo. Se parece a la idea de habla, y eso
es lo importante, en su dimensión de acontecimiento, como sostiene
Benveniste. El texto actualizado encuentra su recepción, un contexto y un
público; retoma su movimiento, interceptado y suspendido, de referencia
hacia un sujeto y otros sujetos. El mundo de la obra pertenece al lector,
el sujeto que escribe es ya un lector. Bibliografía
APULEYO
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[1]
Fue publicada en inglés en 1930 y la primera traducción al
castellano fue publicada en 1942 por la Editorial Santiago Rueda de
Buenos Aires. [2]
A La Hojarasca, le siguieron
La mala hora (1961); El
coronel no tiene quien le escriba (1962); Cien
años de soledad (1967); La
increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela
desalmada (1972); Cuando era
feliz e indocumentado (1973); Ojos
de perro azul (1974) y El
otoño del patriarca (1975); Crónicas
y reportajes (1976); Crónica
de una muerte anunciada (1981); El
amor en los tiempos del cólera (1985); El
general en su laberinto (1989);
Del amor y otros demonios (1994);
Noticia de un secuestro (1996);
Vivir para contarla y
Memoria de mis putas tristes (2004). [3]
Vargas Llosa entiende que La
hojarasca es la única obra de García Márquez donde la
influencia de Faulkner se manifiesta en el lenguaje, concretamente en
el prólogo: “enumeraciones, repeticiones, una sintaxis circular de
ritmo encantatorio, un tono solemne, una lúgubre musicalidad, un
soterrado pesimismo, un aliento fatídico... Señala las semejanzas
entre La hojarasca y Mientras agonizo: Vargas Llosa también puntualiza que La
hojarasca “aunque sólo en la breve introducción, aparente
fragmento de crónica, cuyo estilo es distinto del de los monólogos
que componen el resto del libro”. [4]
El libro de más de 600 páginas que Vargas Llosa le dedica a su
colega se titula Gabriel García Márquez: historia de un deicidio (1971).
[5]
La imagen que tiene García Márquez de ese Macondo en que siempre estén
centrados sus relatos es similar, en parte al Jefferson inventado por
Faulkner en su saga de Yoknapatawapha [6] “(…) en los años cuarenta, la literatura nacional y popular para el caso de Colombia, y en general para el caso de Hispanoamérica, está marcada por la demanda de un costumbrismo que ha avanzado hasta el tema social y que, por lo tanto, utiliza las formas del realismo, de un realismo decimonónico. Casi indemnes, atraviesan la fecundación modernista y plantean una problemática de tipo social. Sin embargo, en la misma época un grupo de escritores (...) optan, en cambio, por una literatura extranjera, una literatura de élite, una literatura de vanguardia”. (Rama, 1987:21). [7]
“La obra hispanoamericana del vanguardismo es la que logra en
Barranquilla fecundar el conjunto de escritores. Pero, sin embargo,
esto no hubiera producido una posibilidad de literatura si no hubiese
existido conjuntamente una respuesta coherente a la influencia
extranjera. Me parece en
primer término original, en estos escritores, haber optado claramente
contra la tradición nacional establecida, a favor de una tradición
literaria extranjera. Esta es una postura absolutamente insólita,
absolutamente contraria en apariencia, a los principios de la
literatura nacional. Y sin embargo, es la única que ha asegurado la
sobrevivencia y la consolidación de una literatura”. (Rama,
1987:22-23). [8]
Los críticos, en general, entienden que quienes influyeron en la
formación literaria de Onetti son los mismos que dejaron honda huella
en otros escritores latinoamericanos: Faulkner, Hemingway, Huxley,
Proust, Dos Pasos. La influencia de Faulkner es la que más se hace
sentir, especialmente en sus primeras novelas, Los Adioses y Para esta Noche.
Es de Faulkner de quien Onetti toma prestada la idea de crear un
pueblo imaginario - el Yocnatapawtha County faulkneriano- donde se
desarrollan sus novelas (a partir de La
Vida Breve). Santa María es el pueblo de Onetti. Alli se dan cita
todos los personajes de Onetti; Larsen, Diaz-Grey, Jorge Malabia, etc.
La misma técnica sería empleada años más tarde por otro escritor
latino, García Márquez, con su mítico Macondo. (fuente) [9]
El cubano Alejo Carpentier en el prólogo de su novela El reino de
este mundo (1949) formula
la siguiente pregunta "¿Qué
es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso
en lo real?". Carpentier antepone el término lo real
maravilloso al realismo mágico porque entiende que el realismo
puro es incapaz de recoger “la asombrosa realidad del mundo
americano. Por lo tanto, el realismo mágico es un intento de renovación
literaria que está unido a las renovaciones estéticas de las
vanguardias europeas, pues aunque se caracteriza por el intento de
reflejar la realidad americana, la mayoría de sus autores tienen un
gran contacto con el mundo europeo, tanto con las vanguardias poéticas,
como con la novela europea más renovadora”. [10] Para Spivak la idea de poscolonialidad no es estrictamente temporal y debería entenderse más bien como una actitud ante las fuerzas coloniales, ante discursos que operan como colonizadores. La tarea de las teorías poscoloniales consiste en gran parte en señalar cómo se han hecho las construcciones del Otro. Deconstruye tanto el discurso hegemónico como el de los "subalternos" en relaciones de dominación |
De Yoknapatawpha a Macondo: Faulkner y García Márquez en perspectivaPublicado el 7 oct. 2014
6/10/2014. Mesa redonda 'De
Yoknapatawpha a Macondo: Faulkner y García Márquez en perspectiva',
dentro del ciclo Premios Nobel Americanos. |
Lic. Edgardo Pérez y Mag. María Gracia Núñez
Ver, además:
Gabriel García Márquez en Letras Uruguay
William Faulkner en Letras Uruguay
Edgardo Pérez en Letras Uruguay
Mag. María Gracia Núñez en Letras Uruguay
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