Mirado/mirante: un sesgo de lo abyecto. |
Soy
mirado en un mundo mirado(...)el mirar de otro que es mirar-mirante y no
mirar-mirado- niega mis distancias de los objetos y despliega sus
distancias propias (Sartre,77) Una mirada que pretende verlo todo, a observadores y observados, acto de captura sobre la exclusión invisibilizadora asumiendo enfrentarse a lo marginalizado, a la vez constructora de su objeto y sujeto desfijado. Cuestiones en torno a la visibilidad e invisibilidad y a la voluntad de mirar. Una muestra que interpeló a los espectadores desde múltiples emergencias, solicitando su mirada desde un paisaje explícitamente golpeante: porno, que da lugar a visibilizar públicamente los cuerpos no legitimados por la normatividad. Esa manera de posicionarse sobre lo que Kristeva llamó lo abyecto ( ab-iectus, iunctus, lo separado de, lo alejado de) desencadena un cierto alboroto no sin dejos de moralina reductora y otorga una presencia mediática mayor a la muestra. Sorprende esta revuelta de opiniones en un campo cultural ya dotado de presencias abyectas en los medios. La pregunta consiste en indagar sobre el verdadero motivo de la polémica. La muestra estaba inserta en ámbitos universitarios, legitimadores del conocimiento y de una cierta mirada constructora de lo real. Fotografías, textos, comentarios, prensa, materiales presentados en este libro, testimonio más abarcador de un movimiento sísmico en el campo cultural. Varias miradas y una espiral de recepciones que se fueron desplegando en capas sobre la propuesta originaria. La visión esplendente del transgénero desencadena alabanzas y críticas, la inadecuación al posar una mirada deshabituada que no puede reconocer al otro sin asimilarlo a categorías reconocibles. Perturbador poderoso del orden normativo, el transgénero exhibe su ostentosa performance, evidencia la inútil imitación de modelos imaginariamente construidos. Cuando ya la distinción sexo/género está en cuestión, y quizás el sexo siempre ha sido el género, la parodia se extiende a todas las representaciones. No habría más acá ni más allá. Ni las ferias de fenómenos. Sino revisarse, resituarse y representarse continuamente en escenarios diversos Por medio de la mirada se genera una intermediación entre mí y mí misma[1], un movimiento de salida o retorno, una incertidumbre, también la fuga de hacerme perder. Algo que se me escapa frente a la mirada de un otro que me objetualiza. Por la mirada de otro me siento vivir coagulado en medio del mundo, como en peligro, como sin remedio. Pero no sé ni quien soy, ni cuál es mi situación en el mundo, ni qué aspecto presenta para otro ese mundo en que existo. El otro viene hacia mí desde su trascendencia, se realiza esa presencia del otro, experimento directa y conjuntamente con mi ser- la inaprensible subjetividad de otro [2]. Es por esa mirada que mi ser-para otro en tanto ajenidad se realiza, tengo conciencia de ser objeto para un sujeto y no puedo en principio desprenderme de esa sujeción. Ese otro que me mira me subordina desde su lugar de poder, desde la reproducción de la normatividad, desde cada mirada hace conciencia de ser para otro algo. En ese punto Sartre reconoce la presencia de dos actitudes: la vergüenza y el orgullo; la primera es aquella por la cual reconozco a otro como sujeto que me objetualiza. La segunda es la que me permite percibirme libre frente a otro objetualizado, y es el orgullo. Y éste surge del primero, como consecuencia. Y el temor, como actitud, se presenta como una conducta mágica tendiente a suprimir por encantamiento los objetos amenazadores que no podemos mantener a distancia[3]. Todo en esos rostros expuestos. Así, el esfuerzo constante es mantener al otro encerrado en su objetividad, clasificarlo, normativizarlo. Pero basta una mirada del otro para que se manifieste, agónicamente. Mirada condescendientemente receptora del otro cuerpo, ¿mirada sobre el sexo tímidamente ostentado? Podemos
seguir el pensamiento
del escritor Ercole Lissardi [4]:
En realidad la distinción erotismo/pornografía es la expresión estético-conceptual
de la necesidad profunda que tiene nuestra sociedad -o que nuestra
sociedad cree que sigue teniendo- de ghettizar lo sexual. En el punto de
mostrar o no mostrar, ¿cuándo la dicotomía se explicita en
erotismo/pornografía? Continúa Lissardi: Se nos dice que, al limitarse a
sugerir, el artista respeta y acciona la imaginación del consumidor del
producto. Pero el que muestra, y aún el que muestra hasta la minucia,
también respeta y acciona la imaginación del consumidor, simplemente que
la pone a funcionar a un nivel distinto: cree que sólo puede alcanzar el
nivel al que aspira siendo exhaustivamente concreto. Se nos dice que al
evitar el mostrar se evita la obscenidad, que conduce inevitablemente al
mal gusto. Varias
miradas que dicen sobre el mundo. ¿Qué mundo? El viejo mundus
latino en la ceremonia de fundación? El
hoyo donde se deposita tierra traída desde los lugares de origen
de los nuevos habitantes. Con este rito se trasladaba al nuevo lugar de
residencia un trozo de la tierra de los antepasados, los
"Manes". Este
hoyo era el "mundus, cámara consagrada a los dioses infernales,
espacio intermedio entre lo
subterráneo y lo terrestre, un entre
cavado y cerrado, encendido y no olvidado.
Alrededor de este hogar se eleva la urbe, como la casa se eleva
alrededor del hogar doméstico, la fundación descansa sobre esa cámara.
Delimitación del espacio sagrado,
simbólicamente, lo que separa el mundo ordenado o Cosmos del mundo
externo o Caótico. Cubierto el mundus,
se encendía el fuego. Ahora ya habían dado
a luz una ciudad. Y el mundo deviene lo que tenemos ante los ojos, el ser de eso que tenemos ante los ojos, mundo como existente. Una forma del ser en el mundo. El mundo circundante está dotado de una cierta espacialidad, imposible aparentemente de comprender sin los discursos. Las cosas de este mundo están dotadas de valor. El ser está en el mundo como des-alejamiento, como haciendo desaparecer la lejanía. Para Heidegger es una cualidad del ser-ahí, ser esencialmente desalejador.[5] Ver, entonces, es desalejar. Pero en la existencia el ser humano no sale de un interior hacia un exterior, sino que la esencia de la existencia consiste en estar dentro estando afuera, acontecimiento que ocurre en la escisión esencial del claro de lo ente. [6] Fenomenología de la percepción, el desocultamiento de lo ente se sucede en la obra de arte. La manifestación, el develamiento, una construcción de sentido que la obra trae y nada es igual después de ella, transforma. Y rescatemos esta metáfora de Heidegger con respecto a la obra de arte como sacar fuera, sacar agua de la fuente. Esa
forma de acercar puede establecer los límites fijos, el sentido definido
como inductor del entumecimiento mental. Una forma del ser, que lo admita
como objeto, referente extra-lingüístico, o que exponga fehacientemente
cómo los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.[7]
Una geografía de simulacros. ¿Y el intento fundacional constituye una ilusión de fijeza? La instantánea de la performance, del momento presente no absoluto e indivisible, nunca autónomo, dondela presencia debe estar ya marcada por la diferencia y la compartimentación (...) pensar en el presente a partir del tiempo como diferencia, diferenciador y aplazamiento. [8] Estas palabras de Derrida aluden a la deconstrucción de la idea de presencia como efecto, no ya como matriz, y la demostración de que ésta contiene las cualidades de su supuestamente opuesto, la ausencia, efecto de la différance. Lo que está incluye lo que no está. La huella opera entonces señalando las formas que no se expresan en el significante, como resabio. El acto diferenciador supone categorías de pensamiento que ya hayan determinado ese acto como posibilidad en la mente. La presencia del significado al que se interpela desde la enunciación ya está habitada por la diferenciación. Introduce este concepto de différance aludiendo a la alternancia insoluble y no sintetizable entre las perspectivas de la estructura y del hecho [9], en su significación de diferir (aplazar y ser distinto de) : diferencia-diferenciador-aplazamiento. Diferencia pasiva y a la vez acto diferenciador ( la a de différance indica esta indecisión en lo referente a actividad y pasividad, la misma que no puede sin embargo ser dominada y organizada por esa oposición) de intervalos sin los cuales los términos plenos no podrían significar, no podrían funcionar.[10] Hay que pensar en el ser como presencia y ausencia a partir de la posibilidad del juego. Metodológicamente equivaldría a amenazar metódicamente la estructura para percibirla mejor[11]. El procedimiento de la repetitividad, entonces, opera como instrumento de conocimiento, introduciendo distancia con la intención original, haciendo de la significación un proceso incontrolable. La historia deviene una construcción desmontable, una historia sinónimo de exclusión de la diferencia. ¿La mirada ve la presencia y también la ausencia? ¿La
violencia se refiere entonces al mostrar o al excluir de la representación?
Ese poder social transmitido en los saberes y discursos que construye una
cierta noción del deber ser corporal en los ámbitos cotidiano y artístico.
Pero puede percibirse también la huella, entendida como el resabio de lo
que no se expresa, de lo excluido. La percepción de esa exclusión
persiste en agresividad o desasosiego, en la
preocupación por adscribirse a una normativa.
Siguiendo
a Bourdieu, la fuerza del orden masculino se ve en el hecho de que no
precisa justificación: la visión androcéntrica se impone como neutra y
no tiene necesidad de enunciarse en los discursos que tienden a
legitimarla.[12]
El mundo social, su maquinaria simbólica, construye el cuerpo como
realidad sexuada, estableciéndose una relación circular entre lo biológicamente
dado y la diferencia social, que determina la percepción. Las relaciones
de dominación se constituyen bajo la forma de divisiones objetivas y
esquemas cognitivos que organizan la percepción de esas divisiones
objetivas. Esa
construcción no puede concebirse como un acto voluntarista
que supone un sujeto que
la realiza. Ese yo se construye desde el comienzo asujetado al género, es
a través de la matriz, o mejor patrón, de género al que se adscribe,
patrón que hace posible toda disposición previa, es anterior a lo
humano, interpelador desde el origen: hace pasar a un niño o niña de la
categoría de el bebé a la de niño o niña y la niña se feminiza
mediante esa dominación que la introduce en el terreno del lenguaje y el
parentesco a través de la interpelación de género.
[13]
Así estos trabajos desde sus diferentes soportes hablan de la diferencia y la exclusión, del edificio de poder que se destaca, del artificio en sus sentidos y la normalización, de un efecto desestabilizador de la fijación. O en todo caso de una mirada sorprendida inclinándose hacia adentro. |
Referencias: [1]
Sartre, Jean-Paul. El
ser y la nada.
Bs. As., Iberoamericana, 1961. (ed.
orig. 1943). T.II. Pág.
62. [2]
Sartre, op.cit. Pág.77-79. [3] Sartre, op.cit. pág. 114. [5]
Heidegger, Martín..
Ser y tiempo. Bs.
As.: FCE, 2003. (ed. orig.
1927). [6]
Heidegger, Op. cit. Pág. 58. [7]
Wittgenstein, Luwdig. Tractatus
Logico-Philosphficus.
Trad.
Jacobo Muñoz e Isidoro Rega. Barcelona:Altaya,1997.Pág. 143.
[8] Culler, Jonathan. Sobre la deconstrucción. Madrid: Cátedra,1998. (ed. orig. 1982). [9] Culler, op.cit. Pág. 89. [10] idem [11]
Derrida, Jacques. La
escritura y la diferencia. Barcelona,: Anthropos, 1989. (ed.
orig. 1987).Pág. 13. [12]
Bourdieu, Pierre. La
domination masculine. Paris: Seuil ,1998.
Pág. 15. [13] Butler, Judith.Cuerpos que importan. Trad. Alcira Bixio. Bs. As.: Paidós. 2002. (ed. orig. 1993).Págs. 25-26. |
Lic.
Claudia Pérez. Artículo publicado en Alexina B. de Sebastián Alonso y Martín Craciun. Montevideo: Tradinco, 2006. |
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