Investidura y parodia en la "Babel de la diversidad": elaboraciones de la voz lésbica en Cristina Peri Rossi. |
Esta mirada sobre un corpus acotado temáticamente de la
obra narrativa y lírica de Cristina Peri Rossi pretende
dar cuenta de alguno de los procedimientos de la voz, la
voz narrante, lírica, la voz implícita, la voz del
personaje cuando asume el rol de género masculino.
Y esa voz, cuando procede por investidura masculina, ¿remite a una idea de apropiación de un lugar en el logos o de parodia falicista? ¿Voz investida, voz parodial, voz deconstructora o simplemente voz poética deseante?
¿Es pertinente responder afirmativamente a una de las
opciones o establecerlas como posibilidades alternantes?
A lo largo de la extensa producción
ficcional, lírica y testimonial de Peri Rossi se sucede la
presencia de la voz lésbica, y por tal entendemos la voz
que nos conecta con un plano simbólico identificado con
una determinada noción de lesbianismo. Autora, personaje
masculino, objeto de deseo femenino, a veces tema
lesbiano, ¿se corresponden con una matriz lésbica?
¿Existe una única voz lésbica? ¿O es una constelación de
apropiaciones del plano simbólico, de prácticas en el
plano sexual, varias voces concertadas que se articulan
desde espacios diferentes, creando una
illussio de
identidad unitaria, una ironía sobre ella, un
desplazamiento de niveles de apropiación internalizada de
valores? Desde dónde surge: “la voz que me dicta (...)
Pero, ¿qué es esa voz? Soy yo? Es una parte de mí que a
veces habla.” (Peri Rossi, Deslindes, 1993:71-76).
¿Quién habla desde el género
en este poema de Evohé utilizado como epígrafe?
Hemos elegido deliberadamente para comenzar un texto
ambiguo y polisémico.¿Desde qué espacio lírico, cargado de
resonancias simbólicas, se articula este texto? El yo
lírico está atravesado por el plano simbólico epocal, por
la psicología, por la corriente de
cwra
a que alude Kristeva para
sugerir ese imaginario arcaico y deconstructor ligado a lo
semiótico que irrumpe en el logos del lenguaje. ¿Es otro
hombre desde la normalización universalizadora? ¿Es una
mujer que habla desde el despecho por el cambio de género
que hizo la amada? A quién le habla? ¿Qué significa “el
hombre” para una receptora heterosexual u homosexual, aún
admitiendo como hipótesis la existencia de estas dos
categorías? La ilusión de neutralidad encubre un oyente
masculino universalizado y naturalizado, la recepción
femenina sería una recepción–otra, y ¿la nuestra
recepción lesbiana? ¿La connotación difiere? El
desprendimiento final al ver a su amada en el acto de la
receptora vulgaridad, aquí colocado en la imagen de lo
masculino que “le lanzaba bolas de pan a la cara” invoca
un “no valía la pena” que tiñe nuestro efecto de
lectura. La formulación poética del amor como
imposibilidad sublimada corresponde a una cierta
feminización a su vez de la escritura, escribo de aquella
mujer “ella” idealizada y destronada que establece su
relación diacrónica con un sistema literario utilizado por
el autor-hombre, pero ¿de igual modo? ¿Puede hablarse de
la inclusión-inserción del asunto lesbianismo en lo
femenino como subespecie o como terceridad, dado que el
objeto de deseo es femenino?. Siguiendo a Sartre en Qué
es la literatura, permitiéndonos hacer la analogía
sexo/raza, convocamos su pensamiento al referirse a un
autor que muestra la enajenación del negro en la sociedad
norteamericana blanca:
¿A quién, pues, se dirige Richard Wright? (...) desde
luego, no al hombre universal(...)se dirige a los negros
cultos del Norte y a los norteamericanos blancos de buena
voluntad(...) Para Wright, los lectores negros representan
la subjetividad. La misma infancia, las mismas
dificultades, los mismos complejos(...)por mucha que sea
la buena voluntad de los blancos, éstos representan el
Otro para un autor negro.[2]
Un sistema de vivencias se
adhiere al receptor en el acto de decodificar un mensaje y
la voz nos habla al oído desde ese cruce simbólico. La
analogía con una posible categoría de literatura lesbiana
puede establecerse: la tensión, como dice Sartre, está en
los códigos de recepción, de apropiación que distintos
receptores ponen en movimiento al enfrentarse con el
texto. Pero disolvemos entonces, en principio, el concepto
de lector universal.
Un paso siguiente al
considerar este abordaje del yo narrante o lírico y
personaje masculino es considerarlo desde el espacio del
yo fragmentado. La negativa de Peri Rossi a considerar un
yo unitario, concentrado a partir de una sola mirada en el
espejo, se ha manifestado en reiteradas ocasiones en su
narrativa y en sus reportajes y sin embargo cabría
preguntarse si no estamos frente a trampas del closet,
funcionando igualmente en forma enmascarada:
Mi mirada (mi múltiple mirada: te miro desde el pasado
remoto del mar y la piedra, del hombre y la mujer
neolíticos(...)te miro desde otros que no son enteramente
yo y sin embargo;(...)te miro desde mi avergonzado macho
cabrío y desde mi parte de mujer enamorada de otra mujer[3].
Así se posiciona el
narrador-personaje al comienzo de Solitario de Amor,
antes de adoptar decididamente la voz masculina. Los pares
“macho cabrío” / “mujer enamorada de otra mujer”
heterotópicamente no se constituyen en oposición, vale
decir, dejan de lado la posición pasiva femenina como
posibilidad. ¿Nos hallamos igualmente ante una ponderación
del principio masculino y sus asociaciones simbólicas de
poder, razón, claridad, control?
Un intento de
esclarecimiento, propuesta de este trabajo, podría
constituir acercar este tema a algunos puntos del
pensamiento de Judith Butler, concretamente el
desplazamiento del falo lesbiano, falo entendido como
significante privilegiado, la desestabilización de la
identidad y el procedimiento paródico, y también al
estudio de Biddy Martín[4]
sobre las etapas de la construcción de la identidad
lesbiana.
Asimismo habría que
considerar, dentro de las estrategias de acceso al poder
falogocéntrico, que la apropiación del lenguaje del logos
constituye una investidura de autoridad. La investidura
remite al vestir con una dignidad o cargo desde el ropaje
externo, habitar esa vestidura, adoptarla internamente o
conservar la máscara parodiada.
Amy Kaminsky[5]
se ha referido a la posición ambigua de Peri Rossi frente
la relación literaria y personal con el lesbianismo. No
siempre hay presentación del lesbianismo en sus obras,
como si se tratase de una negativa a establecer una
política estable, tal como señala Parizad Tamara Dejbord.
Dice al respecto la propia Peri Rossi:
Utilizo el femenino o masculino según el efecto que me
interese despertar en el lector, para provocarlo. Me
interesa a veces neutralizar mi yo. Tengo las múltiples
personalidades: el yo del poeta y del yo del
narrador(...)Querer ser hombre, o querer ser mujer, o
querer ser homosexual, siempre es neurótico y lo es porque
crea una tensión entre la multiplicidad del ser y las
exigencias sociales: no hay nada más ridículo que un
hombre que se cree muy hombre, esto es siempre una
simplificación, una reducción.(...)A mí me interesa
mantener una distancia que me permita un juego más rico[6] Hablábamos anteriormente de
la voz y sus intersecciones, de la remisión a un sujeto
fragmentado, de un yo que al mirarse se objetualiza y
construye centralizando una identidad que no obstante es
un acto de la voluntad más que de autopercepción, un yo
negociado permanentemente desde el ideal de integridad y
control. Si la identidad sexual se desestabiliza desde sus
fronteras y deja de considerarse esencia para
transformarse en actividad, sexualidad, decir “ser
lesbiana” entonces debe considerarse como una construcción
política que estabiliza, una acción de negociación y
apropiamiento de espacio público. Cuestionadas por Judith
Butler[7]
las categorías de sexo/género/deseo, estableciendo la
noción ante todo discursiva y de referencia textual y no
de los objetos del mundo, relativizada la noción de sexo
biológico, ¿qué implica hablar de identidad múltiple?
Equis en La nave de los
locos observa a Lucía vestida de hombre:
se sintió subyugado por la ambigüedad. Descubría y se
desarrollaban para él, en todo su esplendor, dos mundos
simultáneos, dos llamadas distintas, dos mensajes, dos
indumentarias, dos percepciones, dos discursos,, pero
indisolublemente ligados, de modo que el predominio de uno
hubiera provocado la extinción del otro (...) La
revelación era casi insoportable.[8]
Existen dos, binariamente,
dualistamente pares de, ¿se coloca al lesbianismo entre
las categorías de la matriz heterosexual? Lo diverso no es
lo opuesto exactamente, es lo que se abre en todas
direcciones, divertere
es desbaratar las tropas, sacudir la linealidad, es lo
variado.
Una primera posibilidad es
la presentación del amor lesbiano a partir de la dinámica
del par, pero desde la igualdad de los cuerpos, del “mujer
contra mujer”, de las bodas de lo semejante, el deseo de
lo mismo. El cuerpo es una extensión de difusión del
placer donde no hay zonas privilegiadas, ordenamiento
jerárquico genitalizado. Tal podría ser este caso de “La
semana más maravillosa de nuestras vidas” en Desastres
Íntimos,:
Habíamos alquilado la suite la noche anterior, creo,
porque luego de haber hecho el amor de pie, en la cama, de
espaldas, sobre la alfombra, contra la nevera, ella
arriba, yo abajo, ella abajo, yo arriba, desnudas o con
las prendas de lencería erótica que habíamos comprado en
un sex-shop de la calle 45, mi sentido del tiempo era tan
débil y escaso como mi energía.[9]
Podría considerarse aquí lo
que Monique Wittig llamará el “tercer género”, la lesbiana
como trascendencia a la restricción binaria realizada en
su propio cuerpo. Distinguirá entre “lesbiana” y “mujer”.
El uso preposicional: “de”, “en”, “de”, “contra”,
desestabiliza la alternancia binaria arriba/abajo; la
pureza lésbica femenina como mito es transgredida
inmediatamente con los artículos de lencería del sex-shop.
La proliferación orgásmica se ordena en la categoría de
matriz lesbiana. No obstante, la apropiación del rol
competitivo fálico parece asomar en la reacción: “-Tengo que llamar por
teléfono a mi marido. ¿No te importa si lo hago desde la
habitación? (...)No me dijiste que estabas casada –observé
con voz ronca.”[10] Luego de la noche de amor,
la develación del rol de género sitúa el problema en la
concepción de dos especies. Volvemos al concepto de
fragmentación de género: sexo anatómico, identidad de
género, representación de género, elección de objeto
sexual.
Una especie de recetario
lesbiano de autoprotección, generacional, es transmitido
como conocimiento adquirido y axiomático, diferencia de
vivencia frente al objeto de deseo, de esas dos especies
mujer y lesbiana; la palabra “marido” es llamador del
mundo heterosexual y quiebra la
illusio de la
paridad, hay otro mundo inaccesible:
Tengo dos principios en la vida. El primero es: ’trata a
los demás como te gustaría que te trataran a ti misma’, y
el segundo, dice:’Las mujeres casadas tienen dueño. Son
propiedad privada. Aléjate de ellas, si no quieres
problemas’ (...)No me hubiera acostado contigo –mentí, de
mal humor-. Las mujeres casadas no me gustan(...) No estoy
resentida con las mujeres casadas – subrayé-. Somos
especies diferentes. Como los hombres y las mujeres
–expliqué-.[11]
La endogamia y la
guettización crean intersecciones con otros grupos
considerados marginales que así se protegen de la mirada
coercitiva hegemónica y sus
loci de
reducciones.
Siguiendo a Butler en su
decostrucción de las categorías cuerpo-biológico, género
y la centralización del tema no en los cuerpos biológicos
sino en la sexualidad “se demostrará que el sexo siempre
ha sido el género”. Para esta pensadora la identidad es
una secuela de prácticas significadoras que existen en el
discurso y la representación. Pero existe por lo menos
una “estabilización semántica provisional”. “Para Butler
toda representación de género y su relación con el sexo
son imitaciones de ideales fantaseados, disfraces por lo
tanto, nunca copias originales ni de simples fundamentos
biológicos”[12]
Vale decir que la reproducción de ideales fantaseados de
masculinidad y feminidad constituyen la base de la matriz
heterosexual a través de prácticas sociales repetitivas
que crean la illusio
de naturalidad. La mirada busca como
intermediaria entre el adentro y el afuera, elabora la
distancia entre la fantasía creada y la percepción
voyeurista de tradición masculina hacia el sexo lesbiano.
Y sería ir más allá preguntarse si sexo es realmente una
categoría válida desde lo genitalmente construido, desde
donde (y quién) lo ha construido, cuando los mitos sobre
las prácticas lesbianas toman en cuenta sensualidad vs.
sexualidad, tacto múltiple no centrado exclusivamente en
penetrativo sino además, oralidad privilegiada:
Y
colocas con precisión mi boca en la pequeña cuna, cápsula
donde guardas tu clítoris celosamente(...) Balbuceo
guturalidades. Rozo apenas con la lengua al recién nacido
que yace en su cuna,. Lo embisto dulcemente.(...) Lo mezo
de derecha a izquierda, de izquierda a derecha.(...)Lo
lamo y se moja. En el extremo del clítoris, como un higo,
hay una gota fija, transparente, esfera de miel que
intento atrapar con los labios(...)Ahora tu sexo es una
fuente de aguas termales. (...)
[13]
Las largas descripciones eróticas en Solitario de amor
describen y expanden ese “sexo que no es uno”[14],
a la vez que desde una voz masculina. En El amor es una
droga dura, un fotógrafo mira a dos mujeres:
Javier las miró, como si estuviera preparando una
fotografía. Muchas veces había trabajado con dos mujeres
juntas, y podía percibir perfectamente cuándo, entre
ambas, existía complicidad, erotismo, magia, seducción,
fantasías correspondientes. No ocurría muy a menudo, pero
cuando ocurría era fascinante (...) Con la mirada se
persigue, con la mirada se ad-mira, se atrapa, se tiene la
ilusión de poseer[15]
Pero existen otras
posibilidades de lectura. Los modelos lesbianos han
atravesado épocas, desde el discurso decimonónico del alma
de hombre encerrada en el cuerpo de mujer hasta la
androginia y parodia posmoderna: visibilidad e
invisibilidad, “presentación de sí”, salida del closet,
modelos positivos, acceso mediático. El tropo de la
inversión de género hacía preservar “una heterosexualidad
esencial en el interior del deseo mismo”, el deseo va de
lo masculino a lo femenino y vice-versa sea cual sea el
sexo biológico. La posición opuesta sería el separatismo
de género, las bodas de lo semejante, el deseo por el
igual. Pero al cuestionarse las categorías de género, y
establecerse las núcleos constituyentes de esa noción
provisional, las categorías proliferan.
[16]
Estas ideas, manejadas por Eve Sedgwick en
Epistemología del closet, permiten que las
identificaciones con roles masculinos o femeninos se
cuestionen desde el punto de vista de la mimesis. La
parodia no es una imitación. La parodia desestabiliza. El
perfil de la lesbiana mutó primeramente hacia la
esencialización y reivindicación de lo femenino, de la
lesbiana-femenina, desprovista de los rasgos masculinos
que otras épocas le dieron: la “mujer enamorada de otra
mujer”.
Otras visiones más
contemporáneas han enfatizado en mayores aperturas. Cabe
mencionar en este aspecto la labor de Susie “Sexpert”
Bright, editora de la revista lesbiana
On our backs,
desestabilizadora de la idea de una sola categoría
lésbica. Puede hablarse de una categoría por oposición a
la heterosexualidad como matriz dominante, como estrategia
política de creación de espacios, pero ¿existe un solo
modelo de lesbiana, o dos, siguiendo la división binaria
masculino femenino, o más aún? ¿O el falo, desplazado tal
como indica Judith Butler en su diálogo con Lacan en
Cuerpos que importan se ha desplazado metonímicamente
para dar lugar a entrecruzamientos y temblores mixturados
de componentes que quizás no puedan adscribirse a lo
masculino/femenino? El intento de perfilar una identidad
lésbica, donde “ la investidura de la estabilidad,
coherencia interna y unicidad “[17]
debilitaría la percepción de las complejidades y el
desarrollo de un tejido menos condicionado y más
complejo. Para dar coherencia y estabilidad lesbiana se
sacrifica al control la fantasía:
Sólo los tontos o los excesivamente racionales (...)se
preguntarían por qué una mujer hermosa (...)elige a una
mujer disfrazada de hombre para hacer el amor(...) ese
hombre falso(...)nunca será un verdadero hombre, la seduce
a partir de lo imaginario. Le da lo que no tiene, lo que
no es.(...)La ficción de ser otro, de elegir el sexo como
se elige el color del vestido.[18]
Peri Rossi coloca como uno
de los epígrafes a Solitario de amor este texto de
Lacan: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”.
El problema se vincula
entonces hacia “la representación sexual masculina
homosexual en el sexo lésbico, sobre las fantasías sáficas
de ser hombres homosexuales”[19]
En ese sentido la consideración interna hacia el sadismo
lesbiano, la penetración artificial y no manual, la
adopción de prácticas abiertas no diferían mucho de la
mirada homofóbica:
La comunidad lésbica ha ensanchado sus confines y sus
definiciones espectacularmente. ¿Recuerdan cómo era antes?
No eras lesbiana “de verdad” si utilizabas consoladores,
si te acostabas con muchas personas, si llevabas zapatos
de tacón y maquillaje, si tenías prácticas
sadomasoquistas(...)Junto con lo mucho más que ahora nos
aceptamos nosotras mismas (y lo poquito más que nos acepta
la sociedad heterosexual), se ha dado una mayor
flexibilidad, un gusto por la diversidad que hace quince
años no existía[20]. La vuelta a los roles de
lesbiana masculina o femenina ya no es una aceptación del
binarismo sino que puede interpretarse como un
procedimiento de parodización de algo que está presente en
la imagen ideal más que en los cuerpos. Puede leerse en
esta clave el siguiente texto de Peri Rossi en
Solitario de amor:
Grito y me hundo en tu cavidad, mientras tu pierna se
sacude como tocada por la electricidad. He entrado apenas
lo suficiente como para sentir la humedad de las paredes
de tu sexo. –Ábrete –grito, y entonces, del fondo de tu
útero se escapa un ruido sordo, el de las paredes
abriéndose, despegándose, haciendo el vacío.(...)Anhelo
lamer tu endometrio. Anhelo tu sangre menstrual, brillante
y roja. Dentro de ti resbalo como por una pista encerada.
El extremo de mi miembro toca la cabeza de tu útero.
[21]
La parodia, del griego
parwdia,
imitación burlesca.,
wdh,
canto,
para
, junto a, a partir de, remite a una obra seria: otro es
el discurso que se parodia. Ironía e hipérbole,
desacralización, destronamiento son conceptos que Bajtín
conjuga en este concepto, escarnecimiento de los valores
jerárquicos, derrocamiento de lo serio. La parodia
desestabiliza un orden.
El pastiche, término del
francés, procedente del italiano, es la imitación, la
copia, poniendo acento en la combinación. Del latín
popular pasticium,
tiene también el valor semántico de conjunto de elementos
copiados de sus originales. El
pasticium, de
referencia gastronómica, consistía en una preparación ya
presente en el recetario de Apicio
De res coquinaria
de la Roma del siglo I d.c , con rellenos a base de
cacería. Como señala Jameson, en la postmodernidad el
pastiche sustituyó a la parodia con la desaparición del
sujeto individual. “El pastiche es, como la parodia la
imitación de una mueca determinada, un discurso que habla
una lengua muerta: pero se trata de la repetición neutral
de esa mímica, carente de los motivos de fondo de la
parodia, desligada del impulso satírico(...)es una parodia
vacía”[22]
Para Butler, “ese desplazamiento perpetuo constituye una
fluidez de identidades que sugiere una apertura a la
resignificación y la recontextualización; la proliferación
paródica impide a la cultura hegemónica y a su crítica
afirmar la existencia de identidades de género
esencialistas o naturalizadas.” El fracaso imitativo, para
Butler, remitiría a “sitios ontológicos
inhabitables”,categorías de identidad que funcionan
constriñendo.”Hay una risa subversiva” en el efecto
paródico.[23]
El travestismo, o la
investidura en un grado menor, representa no la parodia de
un original sino una “parodia de la noción misma de un
original”
. La noción de mujer masculina u hombre femenino
parodian en estado de evidencia y resignifican esas
nociones e ideales fantaseados. Ser una mujer da un nuevo
contexto a la masculinidad en el rol de lesbiana
masculina. Butler llama “yuxtaposición disonante” a este
juego. La disociación de la penetración de la falicidad
lleva a Susie Bright a decir que “la penetración es tan
heterosexual como besar”. Tanto para Butler como para
Bright el lesbianismo como homogeneidad también es
acreedor de una serie de prácticas por un lado y de
fantasías por otro que parecen serle acordadas desde la
normalización. La idea es “fracturar la categoría lesbiana
al reinscribir el lesbianismo en términos de prácticas
sexuales concretas que trascienden las diferentes
categorías”
. La imagen de pureza lésbica, de apropiación de
los roles familiares heterosexuales en tanto seres
femeninos deviene en nuevas representaciones reformuladas
de la ruda y la femenina. “El deseo de la ruda se
organiza en torno al placer de la femenina, nutriéndose de
las categorías heterosexuales y transformándolas. Los
intercambios entre la ruda y la femenina “desestabilizan
la relación entre ‘cierto cuerpo femenino descontextuado y
una identidad masculina sobrepuesta aunque diferenciada.
El desplazamiento, el momento en que la supuestamente
femenina muestra su “agresiva necesidad”, intercambia su
rol con la otra, mostrando “la fluidez de las diferentes
posiciones eróticas”: “Y ansiosa de que me penetre la
mano de esa mujer” ( Joan Nestle, A Different Place):
Yo avanzaría sobre ella, esperando a que me suplicara
penetrarla, y luego, cuando supiera lo que esta mujer
quería, y me ocupara de dárselo lo mejor y más profundo
que pudiera, todo el tiempo que fuera posible, estaría
respondiendo a todos los deseos que yo siempre había
experimentado acostada de espaldas, bajo las mujeres que
habían avanzado sobre mí.”[24]
Estos pasajes cuestionan toda intención de establecer
continuidad recíproca entre el sexo, la identidad de
género, el deseo, la práctica sexual y el papel sexual:
Marlene (de frac y galera, con larga boquilla oscura)...Y
Lucía imitaba a Marlene y alguien (un hombre disfrazado de
mujer, o una mujer, un travesti, uno que había cambiado
sus señas de identidad para asumir la de sus fantasías,
alguien que se había decidido a ser quien quería
ser(...)era Dolores del Río.(...)Dolores se acercaba,
ardiente y sigilosa, la boca llena de saliva(...)¿ Quién
pensó que era Marlene quién iba a montarte?(...)la lengua
araña, a veces se yergue con algunos pelos en las fauces
como el león que devora a su presa, los enseña al público,
los vellos casi dorados(...)Marlene se da vuelta, queda de
espaldas, Dolores introduce su mano entre las piernas.[25]
Y finalmente el
procedimiento paródico de la vestida: en Fantasías
Eróticas de Peri Rossi, la narradora, al relatar al
comienzo una nochebuena en un bar de lesbianas de
Barcelona, ve entrar una pareja aparentemente
heterosexual:
Pensé que muchas de las jovencitas(...) que reaccionaban
con extrañeza ante esa aparición (ellas, que explotaban
con tanta convicción el modelo lesbiano de la ambigüedad,
de la incetidumbre o duplicidad sexual) no tenían, quizás,
los mismos puntos de referencia que yo.(...)Evidentemente,
habían trabajado mucho sus papeles, para conseguir una
pareja tan contrastada(...)El único reproche era lo
obsesivo: estaban algo sobreactuadas, demasiado perfectas
para ser ciertas: la boca roja de ella y los labios
pálidos de él, el negro del traje y de la falda, la blusa
y la camisa blancas[26]
En “Condición de mujer”, de
Otra vez Eros, (cita del célebre verso sáfico)
dice “la advenediza que irrumpe en el banquete”:
Se preguntaron
quién osaba interrumpirlos(...)
Si era hombre o mujer(...)
Vengo de un pasado ignoto-dije-
de un futuro lejano todavía
¿Iba a ser la elocuencia
atributo de los hombres?
Hablo la lengua de los conquistadores,
es verdad,
aunque digo lo opuesto de lo que ellos dicen
Soy la advenediza
la perturbadora
la desordenadora de los sexos
la transgresora
[27]
Y más adelante, en “Poética”: “Versayanira-El mayor poeta
hindú-escribió más de seiscientos poemas /como si fuera
una muchacha/ escribiré entonces /como si fuera hombre,/y
nadie hablará de mi sexo.”[28]
Disyuntivo, desuno, saco del
yugo. Saco del lugar. Desplazo. Difiero en el tiempo,
desplazo en el locus. Diferir, de
differe, es
aplazar la ejecución y distinguirse de otra cosa,
distinguirse aplazando. En el aplazamiento hay ausencia,
un significado nunca presente. Aplazar es diferir. ¿Y
desplazar?
Desplazar es sacar del
lugar, trasladarse fuera de, hacia. Desplazo de los
lugares establecidos es un acto parodial. ¿Constituye una
burla o una apropiación, un instrumento de acceso al poder
del logos como lo masculino, o una desestabilización de
ese logos? Sigamos a Butler nuevamente: “cuando el falo es
lesbiano, es y no es una figura masculinista de poder; el
significante está significativamente escindido, porque
recuerda y desplaza el masculinismo que lo impulsa”[29]
Si el ser y tener el falo se confunden, se desestabiliza
la lógica de una cosa o la otra. “Si una lesbiana
‘tiene’el falo, también está claro que no lo ‘tiene’ en el
sentido tradicional y su actividad promueve una crisis
(...)La posición fantasmática del hecho de ‘tener’se
rediseña, se hace transferible, sustituible, plástica” se
desplaza desde el contexto masculino. Butler trabaja la
idea de simbolización del falo desde el desplazamiento a
otras partes del cuerpo: el carácter “desplazable del falo”;
“el falo lesbiano combina el orden de tener el falo y de
ser el falo; ejerce la amenaza de castración (que en ese
sentido es una manera de ‘ser’el falo, como las mujeres
‘son’) y sufre la angustia de la castración (y así se dice
que ‘tiene’el falo y teme su pérdida”
[30]
¿De qué falo parece apropiarse Peri Rossi? Compárese
esta noción de apropiación y la deconstrucción de las
significaciones del falo en Cuando fumar era un placer:
Qué haría sin mi pezón de blanco papel y filtro
acolchado?”[31]
(...) y le llevé el cigarrillo encendido a mi padre.(...)
ya no era un fumador solitario en la familia, ahora
compartía con alguien su vicio, con su hija mayor. De
alguna manera nos habíamos hecho iguales. (Los varones
fuman para convertirse en hombres; las mujeres también.)
(...)Yo, la hija mayor, estaba contenta, porque al fumar
con el
padre (y no contra
él) creía haber huído a la castración; la
madre y la hija - que no fumaban- compartían, en cierto
sentido, la condición de castradas: no tenían cigarrillo,
carecían de falo.[32]
Nos parece pertinente
concluir sin reducción con el “El bautismo” de Babel
Bárbara :
Yo te bautizo Babel entre todas las mujeres
Babel entre todas las ciudades
Babel de la diversidad
ambigüa
como los sexos[33]
emparentado con “Una pasión
prohibida” en su remisión a lo materno-arcaico que une lo
femenino y lo masculino:
lo mandaron a Europa porque estaba enamorado.(...)Pero
las ciudades siempre tenían una letra, un campanario, un
ruido de agua que la evocaban(...) los trenes lo
desplazaban sólo de una memoria de vidrios - Rímini- en
que se reflejaba, a una memoria de agua – Amstel- donde
volvía a verla. Viajó como en un sueño. Los nombres de las
ciudades eran palimpsestos: al repetirlos, al darlos
vuelta, lentamente aparecía el de la mujer que amaba
[34]
Actas del
Primer Encuentro de Literatura Uruguaya de Mujeres.
Montevideo 2003. |