Diferencia y realidad en una poiesis de la memoria dolorosa: Marcel Proust, Sylvia Molloy. Lic. Claudia Pérez Profesora de Literatura de la Escuela Municipal de Arte Dramático "Margarita Xirgú", Cenfores. |
«
(...) quizás ese miedo al golpe que estaría produciéndose en mi
cerebro, ese miedo era como un oscuro conocimiento de lo que iba a ser,
como un reflejo en la conciencia del estado precario de un cerebro cuyas
arterias van a ceder »
[1]
“Pasó años maquillándose levemente antes de acostarse por si moría durante la noche. Murió en cambio al atardecer, descuidada de ropa, y sin los dientes postizos”.[2] |
Una
intertextualidad literal y temática se tiende entre algunos
pasajes de À
la Recherche du temps perdu de Marcel
Proust y El
común olvido (2002), de la teórica y novelista argentina
Sylvia Molloy. Intertextualidad
que puede ser iluminada
teóricamente por el pensamiento de la diferencia, centrada
en un discurso acerca
de la memoria articulada con una cierta noción de “real”,
en torno a la necesidad de la creación poética como barrage
contra « la
experiencia polimorfa del ser para la muerte”, como dice Kristeva
en clave heideggeriana,[3]
y el sentido del tiempo. La
escritura así deviene lucha y a la vez admisión de la fuerza
disolutoria de la muerte, una imposibilidad de conocer lo
“real” entendido como la
ilusión de una referencia denotativa y no connotativa.[4]
La conciencia
del aplazamiento, la diversidad y
la imposibilidad de la clausura del
sentido que transmite la noción derrideana de différance
en el lenguaje es un concepto que también llama a la muerte. Pero a qué
muerte? La disolución de la forma, de la memoria, de la carne; éticamente?
se preguntaría Victoria Camps en su debate eutanásico, [5]
cuestionando los saberes naturalizados en la definición de
muerte . Frente a ella,
quizás, « el
espacio imaginario sigue siendo el único lugar en donde se reabastece
la singularidad inaprensible, siempre en fuga hacia adelante », [6]
que, como lectores, nos
desplaza hacia lo divergente. El primer puente es la
PoiesiV,
una construcción: «Ya
sea porque la fe creadora se agotó en mí, ya sea porque la
realidad sólo se forma en la memoria, las flores que hoy me muestran no
me parecen verdaderas flores »
[7]
“
Quise a tu madre y ahora te quiero a vos (...)
‘La réalité ne
se forme que dans la mémoire’, no te vayas a olvidar. No
necesito decirte de quién es la cita” . [8]
La realidad aparece como “formada” en la memoria, en creación diferida y a la vez inscripción. Necesidad de repetición estructurante de la Recherche, señala Derrida, como una estructura llena de entradas. En
la definición platónica
simposial de poiesis
Diotima incluye “toda
causa que haga pasar desde lo que no es hacia lo que es” y,
específicamente, a la creación en “música y en verso”. [9]
Ese ser,[10] trae implícita la noción de “presencia” como un salir a la luz desde el no ser, asumir una forma, una medida, un decir, arrancarse de lo no manifestado y ser designado por la palabra e ingresado en un orden. Este pasaje se vuelve frágil, pues el aparecer como presencia dicha es producto de una labor constructiva, en constante tensión fundamental entre el ser y el no-ser. Así la poiesis surge de la relación del ser en el sentido de presencia, pero también en el sentido de "emerger" y donde la presencia se ve amenazada por el posible ocultamiento, frente al ser presente y visible, construido. Una potencia para la construcción de la identidad, segundo puente, lo constituye la memoria: «
La memoria es un don elusivo, a menudo infernal »
[11] “un libro es una gran cementerio donde, sobre la mayoría de las tumbas, no se puede leer los nombres borrados».[12] La
memoria formó parte de la retórica, señala Aurora Egido,
[13]
“ como una especie de escritura mental”, [14]
como un tejido de imágenes ya que “los marcos de referencia
son semejantes a una tablilla de cera o al papel, las imágenes a las
letras, la disposición y colocación de las imágenes, a la escritura,
la dicción, la lectura”. La
memoria funciona en tanto
que se represente simbólicamente
una escena que le permita recordar los argumentos, y siguiendo a
Quintiliano, es “continuo y penoso ejercicio”, [15]
según Agustín :“algo que me causa horror (...) multiplicidad
infinita y profunda” . [16]
Frente a esa multiplicidad, un desesperado deseo de reconocerse
en unidad, una discusión sobre la función y el lugar del olvido, el
valor de los silencios y las elipsis.
Era considerada potencia anímica,
[17]
por Juan Huarte, el lugar donde se custodian las cosas,
desarrollada especialmente por los melancólicos,
junto con el entendimiento, la imaginativa; guarda las imágenes
("fantasmas") de las cosas para cuando las quiera ver el
entendimiento. También la
reminiscencia, pero unida ésta a la imaginación
para reconstruir las figuras de la memoria que se han perdido.
Deleuze subraya el
poder de la inteligencia
como máquina descifrante de los signos amorosos y mundanos en la novela
proustiana, [18]
y la memoria cumple un papel secundario. Es memoria voluntaria,
al servicio del celoso,
quien obsesivamente quiere retenerlo todo y se enfrenta así
a su
imposibilidad, “patética” en su deseo totalizador.
En su faceta involuntaria
interviene sólo en los signos sensibles, los signos que determinan el
aprendizaje hacia el arte,
que anticipan el
tiempo recobrado. Opera
asociativamente, articulando una semejanza de la sensación presente con
la pasada, la contigüidad de la sensación pasada con un conjunto del
que no éramos conscientes y que ahora resucita bajo la sensación
presente, así la memoria involuntaria rompe con la actitud de la
percepción habitual. Pero
ese surgimiento del recuerdo se
produce en un contexto de recuperación que tiene un plus de
afectividad: “Nada más que un momento del pasado ? Mucho más,
quizás ; algo que, común a la vez al pasado y al presente , es
mucho más esencial que los dos ».[19]
La memoria voluntaria, en cambio, estaría
desprovista del rescate del
ser en sí del pasado y
actúa como constitución en el presente del pasado, con un
mecanismo de selección
y en construcción. Beatriz
Sarlo, en Tiempo pasado, [20]
retoma el concepto de “vistas del pasado” de Benveniste como
construcciones y subraya que el presente se hace comprensible en la
medida en que se lo organiza mediante una narración, una ideología que
revele un continuum
significativo e interpretable.
Pero esa elección de lectura implica excluir las otras posibles.
Sylvia Molloy también se inserta ideológicamente en esa operación
de rescate evidenciador de lo “marginal”, de
la “refutación a las imposiciones del poder material o simbólico”
(18), de “reconstruir la textura de la vida”, siempre en el dilema
de confrontar la fijeza de la puesta en discurso y la movilidad de lo
vivido; Proust también lo observa :
“Nada más doloroso que esa oposición entre la alteración de
los seres y la fijeza del recuerdo”
. [21]
Sin
abordar en su complejidad el tema de la autoficción en Proust
ni aún la
teorizada autobiografía en Molloy , sí nos interesa traer
una afirmación de
esta última: “escribir sobre uno mismo sería ese esfuerzo, siempre
renovado y siempre fallido, de dar voz a aquello que no habla, de dar
vida a lo muerto, dotándolo de una máscara textual”. [22]
Es un intento de construir una presencia por medio de la palabra
atravesada por la memoria, y puede llevar
a un sujeto autoconstruido o a una fragmentación inevitable. Se
busca a través del vacío:
« nuestra
memoria, reteniendo el hilo de nuestra
personalidad ».
[23]
La novela El
común olvido
intenta reconstruir Bs. As.
en los años 60, en actitud de pesquisa por parte del personaje de
Daniel, conociendo el mundo de su madre y los escritores que la
rodeaban,
[24]
descubriendo también un espacio intersexual, como Marcel.
No hay
conversión, iluminación del arte, sino la conciencia de continuar
siendo “ viajero entre
dos mundos inestables, y la noción de que su propio yo seguirá siendo
plural y fragmentario ”, ya desde el mismo bilingüismo del
protagonista. La
autobiografía está vinculada
a una noción de identidad, a
un ordenamiento de la
memoria, [25]
estrategia que considera el lenguaje como única posibilidad de
representación.
En su estudio sobre la autobiografía Molloy señala que es la
prosopopeya quien rige la autobiografía: “De cierto modo, ya he sido
narrada: narrada por el mismo relato que estoy narrando” .[26]
Una puntual indicación sobre el carácter
androcéntrico de la autobiografía señala Sidonie Smith, [27]
remitiendo al género introspectivo como específico de las
mujeres, perspectiva
patrilineal”. Pero también puede verse como una puesta en escena de
un algo del sujeto que logra una economía descentrada del logos y de la
matriz patriarcal, donde desaparece la oposición ficción/narración.
La lengua balbuceante, la fragmentación de la memoria, la necesidad de
ordenar un relato se muestran en El
común olvido con la disolución mental de Ana, comparable al
final de Odette: “A veces
se queda dormida no bien pronuncia una de esas frases lapidarias,
brutalmente críticas, que siempre me sorprenden; es como si la poca razón
que le queda se refugiara en esas aseveraciones tajantes,
discriminatorias(...)Pienso que es una estratagema para asegurarse de
que no está del todo ida”.[28]
Así Mme. de Forcheville es exhibida en su deterioro senil en el
salón de Gilberte: “moviendo
la cabeza, apretando la boca, sacudiendo los hombros a cada impresión
que sentía, como un borracho, un niño »
, [29]
y el narrador insinúa un rasgo de crueldad, punitivo
y un matiz de misoginia:
« ya
que a ella , que había engañado a Swann y a todo el mundo, ahora
el universo entero la engañaba.
[30]
El próximo
puente, la memoria en dolor: « Las
penas son servidores oscuros, detestados, contra los que se
lucha(…)servidores atroces, imposibles de sustituir y que por vías
subterráneas, nos conducen a la verdad y a la muerte ».[31] El
dominio de la percepción de muerte y la conciencia decepcionada que
registra el sufrimiento también detenta una idea de aprendizaje a través
del dolor, de otorgarle un sentido. La vejez en la Recherche
es retratada con vocación de “zoologista”: tipos de deterioro.
Y un eco de Schopenhauer parece asociarse a esa conciencia de
vivir en la repetición, subrayada en cambio en la identidad: « Cualquiera
que ha sobrevivido a dos o tres generaciones se encuentra en idéntica
situación de ánimo que un espectador sentado en una barraca de
titiriteros en la feria, cuando ve las mismas farsas repetidas dos o
tres veces ».
[32]
Una
conciencia que también vincula el dolor como condición de existencia
y, así como el melancólico: « Cuando
más elevado es el ser, más sufre (83).
En torno a esta idea de condición de sufrimiento, de vida en la
fisura, según Molloy, que
también admite una lectura desde una condición de abyección
en la llamada melancolía de género, concepto que desarrolla
Judith Butler, Proust trabaja una necesidad de sacrifico. La
muerte inspiradora del trabajo, el trabajo como cerco contra la muerte
también en la protagonista de En
breve cárcel, encerrada entre cuatro paredes para escribir.
Y la muerte de Adrien Proust en pleno trabajo
,[33]
la de Ruskin
en 1900, constituyen prefiguraciones
de la muerte de Bergotte, donde la conciencia del
fin incorpora el
asidero al objeto artístico transformado en símbolo de misterio
sensible indescifrable, desplazándose metonímicamente, y el narrador
deja caer casi brutalmente la interioridad de Bergotte :
« Fijaba
su mirada, como un niño en una mariposa amarilla que quiere atrapar, en
el precioso
‘petit pan de mur’ (…) Un
nuevo golpe lo derribó, rodó del
canapé al suelo, acudieron todos los visitantes y guardias. Estaba
muerto” . [34]
Papillon
jaune, mur jaune,
el referente intralingüístico: “‘Es
inútil. (…)Se la deja en su rincón. Además, está un poco gaga’.
Furtivamente Mme. de Forcheville lanzaba una mirada a los interlocutores
injuriosos, con sus ojos aún tan bellos».[35]
“mientras
que con Ana se trata de palabras ahuecadas, como una cáscara lingüística.
Ana dice “así que”, pe r o no hay un antes para la frase, ni un
después” .[36] “El
tiempo recobrado sería de este modo el tiempo del lenguaje como
experiencia imaginaria” .[37]
Aunque la sofocación, como dice Kristeva, amenaza , y hay una
distancia de frustración entre
lo percibido y lo dicho, una fisura, imposibilidad de la clausura del
sentido, podríamos decir. Hablamos
de lenguaje como vehículo de transmisión o medio donde se produce la
interpretación de nuestra propia experiencia?.
No hay lugar fuera del lenguaje? El lenguaje se constituye en
“horizonte dentro del cual son posibles tanto la experiencia como el
pensamiento”. [38]
El mundo ordenado y comprendido a través de los discursos. Y éstos
operan por repetición: « si
mi amor por Albertina había repetido con grandes variantes, el amor de
Swann por Odette, el amor de M. de Guermantes recordaba al que yo había
tenido por Albertina »[39]
La
postmodernidad, no monolíticamente entendida, ha rechazado la noción
de sujeto autorregulado y
autoconstituyente frente al mundo
como objeto y representación. El sujeto descentrado, incongruente,
pulverizado dio lugar a las filosofías
de la muerte del sujeto, colocándolo en un lugar de emergencia de una
variable vacía. “El sujeto se constituye en el repliegue, en el
doblez narrativo”, los hábitos lo construyen como pliegue de la
materia. [40]
La noción antes imperante de subjetividad y de identidad ha
imposibilitado el pensamiento de la diferencia. Deleuze señala
cómo tras la subjetividad está la noción de diferencia, el ser
como diferencia, ser como tiempo. [41]
No la repetición como copia de un modelo originario, no
re-presentación, esa misma argumentación plantea Judith Butler para el
concepto de sexo/género: las bases no están en
una identidad concebida, una analogía juzgada, una oposición.
Esas operaciones dejan de funcionar y se desnaturalizan. Cuando la
diferencia se somete al pensamiento representativo, a la
presencia, excluye un
sistema de singularidades
libres. Este concepto se vincula con el con el de agencia más que con
el de privación y carencia como motivación del deseo.
“Tanto la diferencia como la repetición se identifican
entonces con el simulacro, con el teatro, con la máscara”.
[42]
Todo es máscara. En Proust, cada repetición de la serie parece
implicar diferencia, no sumisión a un modelo original , primario, como
el amor hacia la madre, por ejemplo: si las identidades son simuladas,
producidas por un juego más profundo, el de la diferencia y repetición,
existe un desplazamiento perpetuo de una diferencia en las repeticiones
mecánicas, una carrera metonímica infinita, la de la lengua, la del
significante en la construcción poética.
Sin embargo está el problema de la búsqueda de la generalidad,
la construcción y la fijeza escritural,
en constante tensión con la temporalidad.
La actitud transgresiva de la repetición se relaciona con
el humor y la ironía,
como singularidad que se
opone a las leyes del hábito y a la memoria,
transformando el olvido en algo positivo.
La
diferencia está comprendida en la repetición, porque las variantes
expresan mecanismos diferenciales. El interior de la repetición siempre
está afectado por una diferencia desplazadora, así
no repito porque reprimo, reprimo porque repito, porque ciertas
cosas sólo pueden ser vividas por medio de la repetición.
Esa constante destrucción de la fijeza es lugar también de
la muerte, que trabaja siempre en el lenguaje. Y dirimir la noción
de fondo/forma trae la
indeterminación, como dice Deleuze,
el monstruo,
lo excluido.
Différance :
“pero
determinando así la vida que hemos llevado, excluyó por eso mismo
todas las vidas que hubiéramos podido llevar en lugar de aquella »
. [43]
“a
lo mejor uno se resigna al hecho de estar compuesto de fragmentos
contradictorios(...)de que todo es muy raro”. [44]
El
pensamiento de la diferencia en Derrida se enmarca en el concepto y práctica
de la deconstrucción, como crítica al pensamiento hegemónico, como
herramienta de alerta contra las operaciones habituales de pensamiento,
naturalizadas peligrosamente, como
la causalidad, [45]
invirtiendo la posición jerárquica de su esquema,
creando una economía que escape a un
sistema de oposiciones para
introducir, o reconocer las
diferencias, pero “
volviendo contra él sus propia estratagemas”.
[46]
La deconstrucción expone el problema de la representación, sus
límites, insiste en “la imposibilidad de aislar un sentido originario
principal del centro de una construcción conceptual (...), desautoriza
los axiomas hermenéuticos usuales de la identidad totalizable. Los
desplazamientos, las transferencias de los conceptos y las prácticas no
son accidentes de un núcleo esencial. La autoridad de la presencia ya
está marcada por la diferencia y la compartimentación. Différer
es aplazar y ser distinto de, en el sufijo -ance,
la a de différance
indica esta indecisión en lo referente a actividad y pasividad, la
misma que no puede sin embargo ser dominada, organizada y reducida por
esa oposición. [47]
La arbitrariedad y convencionalidad del signo quedan establecidas
por esa diferencia que lo distingue de los otros signos.
“Nada, ni en los elementos ni en el sistema, está nunca solo
presente o sólo ausente. Hay únicamente, siempre, diferencias y
huellas de huellas formando
un identidad relacional. El
lenguaje es escritura como desaparición de la presencia supuestamente
natural y así, la
situación de la literatura se
vuelve un vacío alrededor
del cual se habla, sin posibilidad de ser cercado, imposible de
clausurar su sentido.
“Su objeto propio, ya que la nada no es objeto, es más bien el
modo como esta nada misma se determina al perderse”. Esto genera la
necesidad y la angustia de la escritura:
“Hablar me da miedo porque, sin decir nunca bastante, digo
siempre demasiado”. [48]
El sentido se desplaza interminablemente en la cadena de significantes,
ya que “La ausencia de significado trascendental extiende hasta el
infinito el campo y el juego de la significación”. La
totalización resulta una operación inútil,
estéril, en el esfuerzo imposible de un sujeto por querer dominar una
riqueza que no podrá dominar jamás.
“Una vez repetida, la misma línea no es ya exactamente la
misma, ni el bucle tiene ya exactamente el mismo centro. “La pura
repetición, aunque no cambie
ni una cosa ni un signo, contiene una potencia ilimitada de perversión
y subversión”. El centro
de la estructura, desplazado, es duelo para Derrida.
Entre la escritura como descentramiento y la escritura como
afirmación del juego, la vacilación es infinita.
A los elementos de una serie o cadena en la que se inscribe la
deconstrucción Derrida los llama indecidibles:
son falsas
unidades verbales que habitan, casi ilegalmente, el cuerpo de la tradición
logocéntrica, sin estar inscriptos en el sistema binario de
oposiciones: verdad-pensamiento, sensible-inteligible, habla-escritura,
pensamiento-lenguaje, significante-significado. Producen parálisis en
el sistema conceptual de la metafísica logocéntrica, y entre ellos
queremos destacar la huella,
interrupción de la economía de la presencia;
la différance:
que divide el sentido y difiere su
plenitud, sin fin, sin finalidad que permita reasumirla en la
conciencia; espaciamiento : impide volumen homogéneo del espacio y
linealidad del tiempo; texto: proceso significante que somete el
discurso a la ley de la no-plenitud o la no-presencia de sentido y
sometido a la ley de la insaturabilidad del contexto.
Todo este pensamiento de la diferencia rescatando la
monstruosidad, lo prohibido, lo que una
sociedad construye de acuerdo
a procedimientos de exclusión. [49]
El aplazamiento del significado depende del puente del Tiempo: “Luego,
habiéndome dejado, corrió hacia la puerta (...) para recuperar el
minuto perdido en darme la mano y llegar a tiempo a lo de la reina de
España (...) Y corría en efecto hacia su tumba”.
[50] Si
la experiencia aparece ubicada como realidad, la trama narrativa se
constituye en viaje
de ida y vuelta del pasado al presente y viceversa en ambos textos.
La alternancia entre
amor y muerte recorre la experiencia de ambos personajes, Marcel,
Daniel, los rasgos
esenciales de esa “radiografía de la memoria”, [51]
fragmentada, de cronología dislocada, dolorosa y radiante, como
sostiene Ricoeur en el caso de Proust, y que creemos extensible, en un
grado de disolución consentida. Si Ricoeur ve a Proust como al asmático
oprimido entre dos épocas, dos religiones, dos sexualidades e ironías
divergentes, [52]
“Todo está en Proust” dice Samuel, un personaje de El
común olvido, [53]
y tal vez el comentario marca esa faceta disolutoria que la
postmodernidad trabaja y horada. Una
fragmentación que se sobrepone mediante la estructura narrativa, aunque
en fuga de
significado en el lenguaje. El
Tiempo es el tiempo psíquico, un
valor imaginario que la novela puede proponer. Un héroe
-narrador que alterna en la Recherche,
desde la experiencia a las máximas y
aforismos, la búsqueda de leyes
generales, el carácter ejemplar de la experiencia narrada, la decepción
que se resuelve en ironía y tono peyorativo, el rigor
mortis que ya invade la figura de los contemporáneos,
cruelmente
retratados en el
bal
de têtes. Los
lugares reales son imaginados, preceden a la experiencia, la encantan
con su nombre, entre los límites de lo imaginario y lo real: “se me
borra cualquier sensación de límite, ¿dónde termina Palermo, dónde
empieza Villa Crespo y dónde Villa Devoto?”, [54]
pero en el momento de recobrar el tiempo la
muerte los atraviesa. Ese anti-climax
que antecede a la conversión, que la rodea del vacío, salva o
pierde? .
Y nuevamente encontramos es relación productiva con la muerte,
que hace diferencia
entre las dos significaciones del tiempo recobrado : el ser
extra-temporal que trasciende « les
inquiétudes au sujet de ma mort »(III,
871) y la resurrección de la obra del tiempo perdido. La
Recherche se
cierra sobre un sentimiento “de fatiga
y de espanto” y
el Arte parece
más asidero que conversión. “Sin duda también mis libros, como mi
ser de carne, terminarían un
día por morir. Pero hay que resignarse a morir”.
Último puente,
la realidad : « Lo
que llamamos realidad es un cierta relación entre esas sensaciones y
esos recuerdos que nos rodean simultáneamente ». [55]
“yo,
y no mi madre, quien había decidido que era demasiado tarde para
inventarse una vez más y que se había dejado vivir (o morir, como decía
ella), yo, y no mi madre, quien gradualmente había perdido asidero en
la realidad”. [56]
Una realidad mental, imaginaria, también relacional, las impresiones « envainadas a medias en el objeto, prolongadas en nosotros mismos por medio de otra mitad que solamente nosotros podremos conocer ». [57] Y el reconocimiento « L’art est ce qu’il y a de plus réel », [58]; la novela de Molloy cierra con otra conversión, el retorno: « Y no pregunté más » de Daniel, [59], dolorosa y tranquila asunción de la temporalidad fugaz y de la imposibilidad no dramáticamente vivida. Vuelve la escritura, a través de la autobiografía, un indecidible, en términos derrideanos, [60] a presentar esa “economía del pliegue”en la enunciación, que desplaza hacia el lugar de la ausencia la autoridad del yo y que anula la presencia de la identidad. La voz propia se construye escribiendo y recoge su “insuperable ausencia” por una experiencia de disolución del sujeto, donde el cuerpo deviene “cuerpo esquizofrénico” de Deleuze, [61] “ espacio más allá del marco, ese lugar de mi fantasía, escenario de un juego variable, reinventable, sin adjudicación fija de sexo”. [62] Cuando Molloy dice “escribir para no morir” marca un encuentro voluntario y peligroso entre la escritura y la muerte, equilibrio precario contra el tiempo, deseo de una cierta percepción de la realidad extra-temporel, antes que, como en el ataque de apoplejía de Bergotte: “un vertige foudroyant le clouait sur sa banquette”. [63] Referencias: [1] « peut-être cette crainte du coup qui serait en train de s’ébranler dans mon cerveau, cette crainte était-elle comme une obscure connaissance de ce qui allait être, comme un reflet dans la conscience de l’état précaire du cerveau dont les artères vont céder » (LTR :344) [2] Molloy, Sylvia. El común olvido. Buenos Aires: Norma, 2004. Pág. 15. [3]
Kristeva, Julia. El tiempo
sensible. Proust y la experiencia literaria.
Bs. As.:Eudeba,
2005. Pág. 413. [4]
Barthes, Roland. “L’effet
de réel”. Communications
Nº 11,
1968. [5]Camps,
Victoria. La voluntad de
vivir. Barcelona: Ariel, 2005. Pág. 102. [6]
Kristeva. Op. cit. Pág.
414. [7]
Proust,
Marcel.
Du côté de chez Swann.
Pág. 182. « Soit que la foi qui crée soit tarie en moi, soit
que la réalité ne se forme que dans la mémoire, les fleurs qu’on
me montre aujourd’hui pour la première fois ne me semblent pas de
vraies fleurs» . [8]
Molloy. ECO. Pág. 352. [9]
(205b) οισθ'
ότι
ποίησίς*
εστί
τι
πολύ:
η
γάρ
τοι*
εκ
του
μὴ
όντος
εις
τὸ
ὸν
ιόντι
οτωουν
αιτία
πασά
εστι
[205c] ποίησις.
The Perseus Digital Library. Gregory Crane, editor-in-Chief,
Tufts University. http://www.perseus.tufts.edu/cgi-bin/ptext?doc=Perseus%3Atext%3A1999.01.0173&layout=&loc=Sym.+205b [10]Fleitas,
Carlos. “Poiesis”.
http://usuarios.netgate.com.uy/carlosfleitas/poiesis.htm [11]
Molloy. ECO. Pág.4. [12] « un livre est un grand cimetière où sur la plupart des tombes on ne put plus lire les noms effacés” (LTR:210). [13]
Egido, Aurora.« La memoria y el Quijote »Cervantes:
Bulletin of the Cervantes Society of America 11.1
(1991):
3-44.URL: http://www.h-net.org/~cervantes/csa/artics91/egido.htm [14]
Mortara Garavelli, Manual de retórica.
Pág.322. [15]
Inst.
Orat, XI, 2, 40.
16]
Agustín.
Confesiones, Libro
X, cap. XVII, 26. [17] Huarte de San Juan, Juan (h. 1529-1588). Examen de ingenios. [18] Deleuze, Gilles. Proust y los signos. Barcelona: Anagrama, 1972. Pág. 64. [19] Rien qu’un moment du passé? Beaucoup plus, peut-être; quelque chose qui, commun à la foi au passé et au présent, est beaucoup plus essentiel qu’eux deux” (LTR:178). [20] Sarlo, Beatriz. Tiempo pasado. Pág. 13 [21] “Rien n’est plus douloureux que cette opposition entre l’altération des êtres et la fixité du souvenir” (LTR:293) . [22]
Molloy,
Sylvia. "Ficciones De La Autobiografía." Vuelta.253
(1997): 65-68 en Maldonado. Nely. “Exilio/migración/nomadismo/fronteras”
. http://artsandscience.concordia.ca/cmll/Dislocation_Maldonado.htm [23] “notre mémoire en retenant le fil de notre personnalité identique attache à elle(...) les souvenirs des sociétés où nous avons vécu”. LTR. 271. [25]Jara, Sandra. “Autobiografía: una retórica del pliegue en En breve cárcel, de Sylvia Molloy” en Piña. Cristina (ed.) Mujeres que escriben sobre mujeres que escriben. Buenos Aires: Biblos, 2003. (Vol. II). Pág. 173. [26] Molloy, Sylvia. Acto de presencia. México: FCE, 1996. Pág. 11. [27] “Hacia una poética de la autobiografía de mujeres” en Jara. Pág. 177 [28] ECO: 135. [29]LTR: 257. [30]
« hochant la tête,
serrant la bouche, secouant les épaules à chaque impression qu’
elle ressentait, comme ferait un ivrogne, un enfant (…) car
elle qui avait trompé Swann et tout le monde, c’était l’univers
entier maintenant qui la trompait». Pág.
258. [31]
“Les chagrinas sont des serviteurs obscurs, détestés, contre
lesquels on lutte, (…) des serviteurs atroces, impossibles à
remplacer et qui par des voies souterraines nous mènent à la vérité
et à la mort” LTR:216. [32]
Schopenhauer, Arthur. El
amor y otras pasiones. Madrid: Libsa, 2001. Pág.
67. [33]
Gamble, Cynthia.
“Adrien Proust et John Ruskin. La mort inspiratrice du
travail proustien”. perso.wanadoo.fr/marcelproust/
la_mort_inspiratrice_du_travail_proustien.pdf - [34]
La prisonnière :174-177.
« il attachait son regard, comme un enfant à un papillon jaune
qu’il veut saisir, au précieux petit pan de mur (…) Un nouveau
coup l’abattit, il roula du canapé par terre où accoururent tous
les visiteurs et gardiens. Il était mort. » [35]
“ ‘C’est bien inutile. (...)On la laisse dans son coin. Du
reste, elle est un peu gaga.’ Furtivement Mme. de Forcheville lançait
un regard de ses yeux restés si beaux pour les interlocuteurs
injurieux” (LTR:258). [36] ECO: 92. [37] Kristeva. Op. cit. Pág. 265. [38] Femenías, María Luisa. Aristóteles, filósofo del lenguaje. Págs. 11, 12. [39]
“si mon amour pour
Albertine avait répété avec de grandes variations, l’amour de
Swann pour Odette, l’amour de M de Guermantes rappelais celui que
j’avais eu pour Albertine” (LTR:321). [40]
Femenías, María Luisa. Sobre
sujeto y género. Bs.
As.:Catálogos:2000. Pág. 51-63. [42] “ La repetición en Deleuze y Freud”, por Susana Corullón Paredes (Madrid) http://www.lacavernadeplaton.com/articulosbis/deleuyfreud1.htm [43]
“Mais en déterminant
ainsi la vie que nous avons menée, il a par là même exclu toutes
les vies que nous aurions pu mener à la place de celle-là”. LTR:
222-223. [44]
217. [45]
Culler, Jonathan. Sobre la
deconstrucción. Pág.
80. [46]
Derrida. La escritura y la
diferencia. Pags. 32-33. [47]
Positions, 38-39 en Culler:89. [48] Derrida. La escritura y la diferencia. Barcelona: Anthropos, 1989. Págs. 18, 385-405. [49] Foucault. El orden del discurso, 14. [50]
“Y corría, en realidad, hacia su tumba” (LTR:286).
[51]
Ricœur, Paul. Temps
et récit. Paris: Seuil, 1984. Vol. II.
Pág. 224. [52] Op. cit. Pág. 219. [53] ECO, Pág. 46. [54] ECO, Pág. 37. [55] « Ce que nous appelons la réalité est un certain rapport entre ses ces sensations et ces souvenirs qui nous entourent simultanément » LTR :196. [56] ECO: 86. [57] LTR :198. [58] LTR :186. [59] ECO: 356. [60] Jara, op. cit., 182. [61] « à demi engainée dans l’objet, prolongée en nous-même par une autre moitié que seul nous pourrions connaître ».[61] Deleuze. La lógica del sentido, en Jara. [62] ECO. Págs. 270-271. [63] LP, 174. |
Lic. Claudia Pérez
Profesora de Literatura de la Escuela Municipal de Arte Dramático "Margarita Xirgú", Cenfores.
Ponencia
presentada en el Coloquio Internacional Montevideana IV: A
la Recherche du temps perdu
y Ulysses en ámbitos
rioplatenses: lecturas, traducciones, traslaciones, diálogos. 5 al 7 de
julio de 2006. Montevideo, Uruguay.
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