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Los poetas también se jubilan
De "Cuentos para Francisco"

Nelson Perazza

 

Ágil, enhiesto, conservando la humilde prestancia que caracterizó su vida, con ese andar rítmico y algo despreocupado propio de aquellos personajes que conociera otrora Canelones, aún pasea su gallarda bohemia por las calles del pueblo cuando recorre todos los días el camino que va desde su casa a la plaza para hacerse del diario de la noche.

Todo el mundo le saluda con afecto y simpatía, pero hay una generación, acaso dos, que no saben que Raúl Machín Llamosa, todo un personaje fue el poeta costumbrista más importante que, a nivel popular, ha contado esta ciudad y un pedazo vívido y latente de su historia.

Llegó desde su pago natal de San Antonio, cuando corría el año 21, contando apenas con nueve años. Y aquí se quedó, en aquel barrio de "La Cantera",

castigado por la pobreza y las inundaciones; o en aquella esquina querida de "Italia y Vázquez Ledesma"; o en el "Centro Obrero" del "Turco Maraburi"; o en aquel legendario boliche de Don Juan Pacheco.

Allí echó raíces, delineando dentro de su inveterada e intransigente bohemia, un perfil poético propio, único. Humilde, pero erguido; simple, pero altanero. Buscando en la evocación de las cosas comunes, en las estampas de su mundo y en los hechos de diario vivir, una comunicación directa con sus iguales. La sencilla gente de pueblo de la que se proclamó, por decisión compartida, su personero.

Vivió la noche y se entregó a ella. En un Canelones de serenatas, de fiestas populares, continuas, de carnavales intensos. Aunque fue hombre de menguados recursos nunca puso precio, trabas, ni condición a su mensaje.

Recitaba sus propios versos alternando en lo artístico, con buenos valores locales, de la talla de Juan Carlos Melo; Luis Cougget; "Angelito" López y el enorme Hermenegildo Celhay.

Fue pintor, de rasgos precisos y certeros de situaciones y personajes de aquel Canelones que él reconoce escaso de industrias, con pocas posibilidades de trabajo pero dueño de espíritu fraternal y de gran sentido solidario.

En 1943, llenó el "Teatro Politeama" en dos oportunidades, con una pieza versificada, de su autoría: "La Venganza de Don Nicola".

Obra de estilo sainetero, recreaba personajes y aconteceres comunes de la época, dentro de una trama que, no por repetida, dejaba de concitar la entusiasta adhesión de todos los públicos.

Fue quien inmortalizó, en la bien lograda plasticidad de un fresco, esa estampa de boliche que evoca y evocará con indisimulado orgullo todo "curda" que, arrimado a un mostrador renueve, con íntima fruición, el sabor agridulce de su nostalgia.

"Boliche de mi barriada,
con vino en el mostrador;
donde Celhay, el cantor,
le cantó a la muchachada.
Boliche de las trompadas,
de discusiones y risas;
boliche en que las gurisas
ponían una nota bella.
Boliche de mil querellas,
con los vasos hecho trizas."

Hace unos años fui a buscarle. Para reandar las calles del pueblo y revivir perdidas emociones.

Anduvimos por San Ramón, que así se llamaba Martínez Monegal, paramos en "La Cantera", adormecida en su vigor; contemplamos "La Rosada" del año 42 con vestigios en su frente del color que le diera nombre, y terminamos en el comercio de Abdón Sturla, junto a la plazoleta.

Nos habíamos detenido antes, frente a lo que queda del viejo boliche de Don Juan Pacheco, marcando presencia ante la inolvidable escuelita del barrio, de Doña Eustaquia Llamosa, tía de nuestro amigo.

Le reproché, amablemente, escudado en una larga y profunda amistad que hemos cultivado, la razón de haber enmudecido su estro. De no haber producido nuevas composiciones, de haber maniatado al poeta...

Pretextó algunas cosas, fácilmente rebatibles.

La real y auténtica verdad estaba en que no era el de hoy el Canelones que él conoció, ni estaban sus amigos y que le asistía el temor -infelizmente fundado- de que era muy probable que no le comprendieran.

"Y bueno - comentó con un dejo nostálgico - los poetas también se jubilan..."

Nelson Perazza

De "Cuentos para Francisco"

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