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Becquerianas |
Leoncio Lasso de la Vega era andaluz, como los Machados, como Jiménez, como Bécquer. De la raza había tomado el ingenio, la agudeza y el buen decir. No conozco precisamente las causas -aunque algunos que le trataron las ubican en un desengaño amoroso- que motivaran que este singular personaje, ciudadano atildado de frondosa cabellera y prominentes bigotes, arribara un día a estas playas y más precisamente a este solar aldeano de Canelones, tan escaso de atractivos y posibilidades de aventura. Pero lo cierto es que allá por los primeros años del siglo lo ubicamos entre nosotros ejerciendo su magisterio intelectual y paladeando con verdadera fruición su pernod "la musa de Verlaine" -según su galano decir- que preparaba, como nadie, el popular Francisco Bastón en el Café de Don Luis Brause. Porque Lasso de la Vega, tan buen poeta como bebedor, rendía pleitesía todos los días a "ese Dios sabio, fecundo y danzarín" que se corporizaba en la rara habilidad de Francisco, elaborador del néctar con mano de alquimista y alma de brujo. |
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Componer pernod era un auténtico arte de alto contenido organoléptico. Comenzaba por con poner en vaso alto un poco de agua a la que se agregaba la goma o jarabe que le confería densidad y su particular sabor dulzón. Luego un poco de hielo y con una cuchara larga se agregaban tres o cuatro medidas del licor. Se revolvía suavemente. El líquido comenzaba a tomar diversas tonalidades hasta que, según el barman y las exigencias del cliente, había cobrado su punto cabal. Una verdadera fiesta de color y perfume a la que se sumaba la musicalidad de la cuchara golpeando el fino cristal. Como consecuencia directa de su etílica vocación Don Leoncio era un enamorado a ultranza, confesando:
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"Lo que nos ordena Dios
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¿Qué hacía en Canelones, qué quería y adónde procuraba llegar ese singular, conflictivo y desconcertante personaje que se permitía expresar, sin el más mínimo rubor, cosas tan inauditas como "no me gusta Dante más que en el Infierno. El Purgatorio y el Paraíso me cansan..." u "Homero me empalaga a menudo..." ó "El "Paraíso Perdido" es una lástima que no se hubiera perdido antes..." Procuraremos una explicación. No creemos como Froilán Vázquez Ledesma que la presencia del inefable poeta por estos lares obedeciera al hecho de "haber abandonado la bella y poética tierra andaluza y con el alma llena de ensueños y esperanzas cruzado la inmensidad del océano para anclar en el puerto seductor de estos países americanos, derramando a manos llenas sus bondades, sus alegrías, sus ideas de luz y redención". No nos identificamos con una idea tan pasiva, simple y convencional, ni tampoco a que actuara impulsado por un conflicto amoroso. Más bien pensamos en un Lasso de la Vega anarquista de avanzada, revolucionario, idealista capaz de anatematizar a la "sociedad engendradora de crímenes y de violencia blandiendo su pluma como una espada frente a los enemigos del pueblo: los curas, los militares y los capitalistas". De forma que le animaba una idea, quería imponerla y buscaba, como el buen sembrador, tierra apropiada para que la semilla germinara. ¿Y qué mejor lugar que este plácido y bucólico país de principio de siglo? Pero no es nuestra intención ahondar en su ideario político y social, lo que más nos anima es mostrar el agudo ingenio y humor de este original escritor ácrata, anarquista y profundamente anticlerical. Gustaba Lasso remedar a su genial compatriota Gustavo Adolfo Bécquer cambiando el texto de sus rimas de forma traviesa e intencionada. Por ejemplo, de aquella tan conocida:
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"Los invisible átomos del aire
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El poeta concluía, esta vez con deliberada intención política.
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"Brota en el cielo un astro nunca visto,
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Cuentan que una noche le vieron abatido y taciturno, saboreando su trago como de costumbre y garabateando un papel que dejó sobre el mármol de la mesa. Cuando sus compañeros lograron hacerse del escrito una gran carcajada inundó el Café de Brause. Bécquer había inmortalizado su Rima XVI:
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"Hoy la tierra y los cielos me sonríen,
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Lasso de la Vega, víctima seguramente de un reciente e implacable cobrador, dejaba el mensaje de su desazón:
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"Hoy la tierra y los cielos me exacerban, |
Nelson Perazza
De "Cuentos para Francisco"
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