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Ícaro

poema de Humberto Peduzzi Escuder

Ícaro, tú, el primero y el postrero explorador

del día con lámpara de cera de aviador,

tú, sobre ciudades y sobre tempestades,

en la loca ascensión a las locas oquedades

tú, sobre la pitonisa, el azufre y la roca,

a la fruición y amor del viento que te toca,

tú, todo de los cantos y filtros dionisíacos,

todo en los canales de jugos, demoníacos,

tú, milagroso, cósmico, eléusico y solar,

buceador, casi náufrago, en el más hondo mar

donde te ahoga la luz, la fiebre y lo imprevisto,

el pesar y el hambre y el terror de lo no visto

y lo visto, árido mar no para fecundar,

salobre, más salobre que el más salobre mar,
Ícaro, tú, en la noche mía y en el terror mío,
en este emparedamiento mío y en este frío,
en este cepo duro y en esta cárcel de ceniza
y en estos bajos mundos que un sol fúnebre opaliza,
Ícaro, tú, el del vuelo de halcón sobre la frente,
vencedor del vino diurno y el nocturno nepente,
tú, en la vertiginosa cabellera marítima,
de crímenes celestes la más celeste víctima,
tú que escalas la divina escala matutina
con ala que no iguala ningún ala divina,
tú, el elegido, rasgador de ocultos lúmenes,
hacha de fuego, nuncio de jupiterinos crímenes,
Ícaro, tú, el primero y el postrero explorador
del día con lámpara de cera de aviador,
escucha:
podrá trizar tu ala el fuego impetuoso,

lo oscuro, lo deforme, lo infame, lo horroroso,

el mal y la tristeza, el misterio y la locura,

la envidia de los dioses, la humana baba impura,

pero tú, aunque caído, alto, más alto todavía

yo sé que te levantarás sobre la frente mía,

eh, Ícaro, tú, el primero y el postrero explorador

del día con lámpara de cera de aviador!

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