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El idealismo de
Sancho |
Una interpretación del "Quijote", después de tantas, es posible. Las obras maestras, como el mundo leibniziano, "encierran un infinito actual", siempre un infinito actual. Desde el simple comentario hasta el estudio de fondo, pasando por todos los grados; desde la investigación ceñida a los datos más concretos y palpables, hasta el descubrimiento de lo más fino e imponderable, desde cualquier punto de partida hasta cualquier meta cercana o lejana, toda equivocación que se cometa encierra una parte de verdad, la que no dejará dormir tranquilo al escéptico; pero que, con respecto a la interpretación del "Quijote", es la más justa observación. Eso del materialismo sanchopancesco siempre me ha convencido a medias; no diré lo mismo del idealismo de Don Alonso Quijano el Bueno; pero sí que las fuentes del tal me han parecido siempre otras de las que se dan. Sancho reconoce la existencia del mundo, sabe de las condiciones que hay que considerar cuando se está dentro de él. En realidad, el hombre, y el mundo, para él, son dos términos de una ecuación, en donde el hombre, además de espíritu, es cuerpo, y éste por algún lado es tan sagrado como el alma, puesto que llena una función por ninguna otra cosa llenada. La vida de Sancho es una afirmación, una milicia, aunque sorprenda. Él, uno de los tantos caballeros del ideal. Un escudero idóneo de un caballero ideal. Para Don Quijote, el descubrimiento de otra forma del ideal que junto con la suya merecía ser salvada porque como la suya descansaba sobre la actividad. Si palmo a palmo había que conquistar el puesto de caballero, si ruda y diariamente había que defenderlo con obras, también esta otra virtud era un vencimiento de sí. Se inclinaba a la tierra para tomar mayores fuerzas; pero no era materia sin redención, sino espíritu. |
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Sancho necesita de imágenes concretas. En esto es pueblo, y pueblo
hispano. Su devoción pide noticia particular del Dios, una seña, aunque
pequeña, de sus pasos por la tierra. Encontrada, ya queda satisfecho; y
en esto, también es pueblo, héroe del sentido común, y él sentido común
es el escalón más bajo del templo de la sabiduría, la sabiduría de las
almas a quienes se ha negado la visión de lo grande: pero que tiene
naturalmente el instinto de lo grande que se hace consciente en las
otras. Aunque ciego, Sancho siegue el camino que debe seguir con la
notable seguridad de un vidente. Alonso Quijano el Bueno lo ha
comprendido tarde; mas lo ha comprendido. Don Quijote no hubiera sido
tal sin esto, que es la última etapa de su sabiduría, y que se debe
adquirir como cosa vital poco antes de la muerte para que el hombre
quede completo. En realidad, Don Quijote no renuncia a su ideal sino a
los extremos del mismo, y esto es el conocimiento de que existía otro
mundo tan completo como el suyo, que se había ido desenvolviendo
armoniosamente a su lado, siguiendo sus propias leyes y que, colmo el
suyo, se había desprendido lentamente de lo que entorpecía el juego de
su fuerza, el movimiento de sus músculos. Para Sancho, este es el
momento en que comprende que eran otros que los ligamentos del interés
los que lo unían a su amo. Con la ayuda de la imagen terrena y ruda
jamás comprenderá. El no es Calibán shakespereano, desterrado de toda
luz, materia que no será nunca espíritu, sino una especie de genio
intermediario como los que concibió la mitología griega; aquí, espíritu
inclinado a la materia, demasiado conocedor de sus leyes para elevarse
rápidamente de ella hacia las alturas. El conocimiento de las
condiciones le impide en parte ver lo que está más allá de las
condiciones; esto, más en el pensamiento que en la deducción que se
obtenga de sus propias acciones, que en sus acciones mismas. Por esto,
a ciegas, sin tropezar, sigue el camino verdadero. En este mundo basta
tener el instinto de lo bueno, —Goethe lo sabía muy bien—, para estar
salvado. Y
Sancho lo está en la conciencia de todos. Mefistófeles o Calibán en
la de ninguno, porque no lo tuvieron. |
El Honorable Don Quijote de La Mancha3 |
Humberto Peduzzi Escuder
Publicado en "Asir" Revista de Literatura
Nº 34 Abril de 1954
Texto recopilado, digitalizado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay. Al día de la fecha, 11 de agosto de 2016, este texto no se encontraba editado en ninguna web. Se agrega video para complementar el texto, e imagen. echinope@gmail.com - https://twitter.com/echinope
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