Vivir resistiendo |
El viejo andrajoso, cargado de arrugas y con los ojos turbios por el vino barato, se había recostado en el umbral de un comercio de la avenida. La gente pasaba junto a él, le echaba una mirada rápida y luego seguía. Nadie se detiene a observar a un vagabundo sin techo, acurrucado entre cartones y bolsas de plástico, pero ninguno deja de mirarlo, aunque sea un segundo. Sólo una mujer se apartó del numeroso grupo que transitaba y se le acercó. Se agachó un poco para verlo mejor; el hombre entrecerró los ojos y quiso bajarlos, pero no pudo dejar de mirar también. Ella no dijo nada, sólo se inclinó un poco más. Él dobló los brazos contra su pecho para defenderse y movió la cabeza con pequeños giros, negando muchas veces. La mujer se detuvo, no se animó a tocarlo, mientras el viejo se encogía más y más para que ella no pudiera rozar su cuerpo. Fueron segundos de tensión. Al final, la mujer se reincorporó, desistió del gesto, lo miró por última vez y se fue. El viejo respiró aliviado. Una vez más se había resistido. Hoy tampoco la muerte se lo pudo llevar. |
Julio César Parissi
De "Breves
cuentos porteños"
Ir a índice de Narrativa |
Ir a índice de Parissi, Julio César |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |